viernes, 30 de abril de 2010

“VÍCTOR BORRERO Y LA LITERATURA: UNA PASIÓN QUE LA MUERTE TRUNCÓ” POR JULIO CARMONA.


"Las obras de Víctor Borrero Vargas constituyen el más fiel testimonio de su prestigio, para gloria de la literatura piurana y peruana".

Semblanza del escritor piurano (Perú) Víctor Borrero Vargas, fallecido el 2008. Recordar es no olvidar. Recordar es vivir y revivir. Recordar es no morir.

“VÍCTOR BORRERO Y LA LITERATURA: UNA PASIÓN QUE LA MUERTE TRUNCÓ”

Por: Julio Carmona

Víctor Borrero Vargas (1943-2008) es uno de los más sobresalientes narradores que Piura (departamento al norte de Perú) tiene hasta ahora. Y hablo en presente (pese a que su presencia física ya pertenece al pasado) porque no cabe duda que la historia literaria de Piura siempre habrá de mantener viva su obra y personalidad. Más aún, junto a Carlos Augusto Salaverry, ha pasado a configurar la iconografía señera de Sullana (provincia del mencionado departamento), su tierra natal.

Víctor Borrero estudió, se graduó y licenció en Derecho por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Pero él, en vida, más fue conocido por su actividad literaria, y si llegó a destacar en el mundo del derecho, lo fue a raíz de su eficiente incursión en la docencia, en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Piura. Víctor Borrero, pues, no fue un literato profesional, es decir, con estudios académicos literarios (ni siquiera en la especialidad magisterial de lengua y literatura).

Y esto que describe el panorama vital de nuestro autor no lo explica, y, en todo caso, sirve para precisar que -como dice el refrán- ‘de donde menos se espera salta la liebre’, “la asustadiza y trémula liebre de la poesía” (que decía Pedro Salinas, el español de la Generación del 27), es decir, que no todo aquel que presume de literato (por haber hecho estudios académicos) tiene los méritos suficientes para serlo. Y, a veces, como es el caso comentado, desde otras canteras profesionales, y hasta desde la formación autodidacta, surgen las obras verdaderamente poéticas. La escritura literaria se aprende: leyendo a los maestros, estudiándolos, y escribiendo mucho, tratando de encontrar la expresión propia, todo lo cual es importante. Pero esto es el nivel externo del problema. El nivel interno es el que don Ricardo Palma llamaba el talento. Es aquello que no se aprende y lo da la condición humana.

La obra de Víctor Borrero tiene el respaldo de ambas cualidades. Es la obra de un autodidacta en cuanto a práctica literaria, es decir, que sus técnicas, tácticas y estrategias artísticas no se las dio el estudio académico, sino su propio esfuerzo. Y el talento poético (relevado para distinguir “la paja del grano”) constituye el otro de los atributos que hace de su obra lo que es: digna de ser venerada por los “miembros de la tribu”, que decía Ezra Pound. Este respaldo creador y la dedicación práctica dan a su obra esa tersura del habla coloquial, que se ve enriquecida con la honda sinceridad con que se nota ha sido concebida, sin la premura por lograr el “reconocimiento apresurado”. Esto es lo de menos. Víctor Borrero lo sabía y lo sentía así. Y si recurrió al concurso literario no fue para alcanzar notoriedad, sino para lograr ser publicado. Y, en efecto, fue galardonado en varios certámenes literarios que le dieron notoriedad tanto en el ámbito regional como nacional, especialmente en la especie narrativa del cuento, en la que destacó de manera singular. Porque, ¿de qué valdría escribir si no hay la inquietud de una mirada lectora que complemente ese impulso decidor? Y, en ese sentido, debe también destacarse la asidua publicación de sus obras que él mismo impulsara. Novela, teatro y, con mayor frecuencia, cuento, constituyen lo esencial de sus publicaciones.

Valgan estas palabras como una semblanza de tan destacado autor, y también como un homenaje a su tesonera labor en favor del difícil y apasionante arte de la literatura. Por ello, de Víctor Borrero (ahora que ya no está con nosotros) podemos decir que, así como a las grandes acciones se asocian los nombres de sus actores, del mismo modo a los grandes autores se asocian los títulos de sus obras. Y, sin duda, la acción de escribir, que -en países como el nuestro- se ha convertido en una acción heroica, en el caso de nuestro destacado escritor nacional, Víctor Borrero Vargas, sus obras constituyen el más fiel testimonio de su prestigio, para gloria de la literatura regional. Son varios los títulos de sus obras que quedan para recordarlo, y dialogar a través de su espontánea prosa con los personajes a quienes dio vida e inmortalidad. (En una próxima entrega voy a comentar alguna de sus novelas).

Debo aclarar que el referirse a su prosa llamándola espontánea, no constituye una calificación que la devalúe. Todo lo contrario, la enaltece, porque ella denota una cualidad rara en quienes asumen la acción de escribir: el raro encanto de lo innato, de aquello que sólo natura da, y que Salamanca no presta. Víctor Borrero Vargas era un narrador nato. Y a ello le agregaba la pasión inusitada que lo llevó a emprender magnas lides narrativas, una de ellas es la que reclama en su última novela Happening en la milla seis (2008): la novela del petróleo, y que, pese a haber dado dos grandes batallas en ese sentido, con Jijuneta y alma mía (1991) y la última señalada, él mismo al parecer no estaba del todo satisfecho. Por eso es válido decir que la actitud de Víctor frente a la literatura fue una pasión que sólo la muerte pudo truncar.

Mas, como decía Goethe, "breve es la vida y largo es el arte", por sus obras Víctor Borrero Vargas ha pasado a formar parte del arte. Y de su vida breve recordaremos con admiración su entrega a los altos ideales de ambos: del arte y de la vida, como un ejemplo siempre digno de seguir.

23/04/2010

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