miércoles, 7 de abril de 2010

“18 VASOS DE WHISKY CON DYLAN THOMAS” POR MIGUEL ILDEFONSO.

Cafe Wha.

White Horse Tavern.

Dylan Thomas perennizado en el interior del White Horse.

“18 VASOS DE WHISKY CON DYLAN THOMAS”

Por: Miguel Ildefonso

Llegué de Lima con mi libro Dantes a Nueva York, un sábado cuando el sol peinaba con su brisa áurea las ondulantes cabelleras de las muchachas en sus trajes cortos, radiantes chicas que se deslizaban por el Greenwich Village adonde había decidido ir como primer paso, cámara digital en mano, de esta mi no sé qué número de visita a la balbuceante ciudad de los rascacielos y los colosales puentes, de Lorca y de Lou Reed, de barrios italianos, chinos, polacos, y más. Pero mi propósito principal era ubicar aquella legendaria taberna donde el poeta galés Dylan Thomas (Swansea, Gales, 27 de octubre de 1914 – Nueva York, 9 de noviembre de 1953) se diera su último trancazo para, luego de tres días, pasar a la lista de los inmortales como Joyce o Kafka. Anduve primero, medio perdido, sin mapa, guiado por mi instinto beatnik, por el Minetta Tavern (113 MacDougal Street), otro bar, pero ahora ficho, adonde frecuentaba el autor de Deaths and Entrantes (1946). Me bebí un Heineken de 7 dólares, más la propina 10. La amable chica de la barra me hacia la conversa, pero era muy caro quedarse allí, así que salí un poco decepcionado porque de las decenas de fotografías colgadas en cuadros de personajes famosos de la ciudad, sobre todo boxeadores, no había ninguna del autor de The Map of Love (1939). Al frente cerrado estaba el Café Wha, legendario antro en donde tocaban, en la época de la realidad real, genios como Hendrix o Bob Dylan, y donde también hacían de las suyas poetas como Ginsberg. Seguí por la avenida de Las Americas (que me sonaba como ir caminando por Balconcillo de mi barrio La Victoria), rumbo hacia la 8 va Av. Me sentía de otra época, casi en blanco y negro, bajo ese estrépito de claxon, sobre esa retumbante vereda encima de los metros. ¿Por qué las mejores cosas de la vida me llegan a destiempo?, me preguntaba otra vez. Tenía en mi agenda un pequeño mapa que había hecho a mano meses atrás para llegar al White Horse Tavern (567 Hudson St.). Agenda que días después perdí. Y fue por ese mapa de trazo negro que di con la dirección. Ante mí los duros pasos de Dylan Thomas habían dejado una mágica estela que me abrió la vieja y oscura puerta de madera, y, tras sentarme en la barra y pedir un Coors Light, me tocó también su mirada en el lado izquierdo del corazón, giré y allí estaba observándome, como un espejo, con su vaso en la mano, tal como lo había alucinado en el poema final* de mi libro Dantes: “hecha la mirada hecha la lágrima Thomas”. Así acaba mi libro, y así terminaba mi búsqueda aquella tarde, allí en esa vetusta barra de hombres que se sentaban, pedían unas copas y se marchaban. Fueron varios vasos de cerveza, no sé cuántos, y no de whisky ni bourbon. No repetí ninguna marca, a sugerencia del barman, había infinitas, y las iba anotando en mi agenda que se extravió luego porlos subterráneos de Manhattan. Juro que solo fueron cervezas, para ahora poder escribir esto, esto que es un tributo al autor de este poema:

Especialmente cuando el viento de octubre

Especialmente cuando el viento de octubre
Con dedos escarchados castiga mi cabello,
Cogido por el sol malhumorado camino sobre fuego
Y arrojo la sombra de un cangrejo sobre la tierra,
En la orilla del mar, escuchando el ruido de los pájaros,
Escuchando toser al cuervo en las ramas de invierno,
Mi corazón atareado que se estremece mientras ella habla
Derrama la sangre silábica y seca sus palabras.

Encerrado, también, en una torre de palabras, señalo
En el horizonte caminando como los árboles
Las formas orales de las mujeres, y las filas
De niños con gestos de estrella en el parque.
Algunos me dejan hacerte de hayas deletreadas,
Otros de las voces de roble, de las raíces
Mandarte notas desde condados lúgubres
Algunos me dejan hacerte de los discursos del agua.

Detrás de un macetero de helechos del reloj oscilante
Me dice la palabra de las horas, el significado neural
Vuela sobre el tiro al blanco, declama la mañana
Y da cuenta del clima tempestuoso por medio del gallo.
Algunos me dejan hacerte de los signos de la palabra;
El pasto insigne me dice todo lo que sé
Rompe con el invierno agusanado a través del ojo.
Algunos me dejan contarte de los pecados del cuervo.

Especialmente cuando el viento de invierno
(Algunos me dejan hacerte de los hechizos otoñales,
De la lengua en forma de araña, y de la alta colina de Gales)
Con puños de nabo castiga la tierra,
Algunos me dejan hacerte de las palabras indolentes,
El corazón está sangrando, deletreando en el movimiento
De la sangre química, advertido de su próxima furia.
Cerca de la orilla del mar escucha a los pájaros de vocales oscuras.


*Poema final de Dantes: <11>:

“Oías a Dylan Thomas esa noche en que tu alma se emborrachaba para siempre - las luces de Manhattan se reflejaban en el Hudson & les decían a los vagabundos del otro lado que esperen - que mañana tal vez será mejor el día - tan incierto era el amor que Jannis ebria con el pelo desordenado se recostaba al otro extremo de la barra - te miraba con los ojos casi cerrados & una mueca enorme que era su sonrisa - Thomas si este mundo paralelo de las palabras se tragara la cruda realidad de la poesía - si aquellas luces de neón fueran la luz de todos los sueños o si cada destino se quebrara como una canción... un blues de Jannis - pero dibujabas un par de ojos en esa noche - pusiste una hoja en la barra y sacaste tu pluma - dibujaste un par de ojos pero lo que querías era hacer una mirada & hecha la mirada hecha la lágrima Thomas”.

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