“LAS FERIAS DE LIBRO NOS RENUEVAN”
Por Alfredo Herrera
Flores
El 2021 empieza a despedirse con la esperanza de que la
sociedad, en todos sus espacios, vuelva a desenvolverse con normalidad, o en
una nueva normalidad, como se ha venido a denominar las condiciones en las que
saldremos de la pandemia generada por la expansión del covid-19. Cada quien,
según sus intereses o necesidades, espera con ansias, y en algunos casos con
desesperación, a que las actividades sociales se vayan reanudando, y con ellas
se recupere la economía, punto central del proceso de desarrollo y bienestar.
Entre todas las actividades sociales en las que las
personas nos desenvolvemos en nuestra vida cotidiana, hay algunas que son
consideradas como de primera o segunda prioridad, o necesidad. Si embargo, la
capacidad de calificar esa urgencia, sigue siendo subjetiva, dependiendo de la
manera de pensar de quien asume la responsabilidad del gobierno local o
regional y decide sobre la realización de las actividades públicas, dejando de
lado las razones por las que una u otra es más importante, o necesaria, para el
bien común.
Así, por ejemplo, para una autoridad puede ser más
importante la realización de una feria artesanal, que permita la reactivación
de ese importante sector comercial, y menos urgente organizar un festival
deportivo. Bajo los mismos criterios se puede decidir entre organizar y
autorizar un desfile escolar o concierto en un teatro. En medio de estas
decisiones y actividades, se encuentran las ferias de libros, actividades que
parecieran estar destinadas a un público focalizado y reducido, aunque se tenga
entendido que el libro es el objeto más importante para la transmisión de
cultura, conocimiento, información y entretenimiento.
A lo largo de este año, las ferias de libro más
importantes del mundo han reabierto sus puertas para recibir al público de
manera presencial, luego de haber tenido la experiencia de la modalidad virtual
que no resultó de lo más efectiva para los intereses comerciales, y,
contrariamente, sí fue interesante para los autores, que pudieron conectarse a
través de las plataformas que ofrece internet desde diferentes partes del
mundo.
En medio de esta situación, anómala, pero al mismo tiempo
renovadora, aparecen nuevas ferias, en lugares donde se busca alcanzar una meta
diferente a la comercial, la de la promoción de la lectura. Un interesante
ejemplo es la primera versión de la feria del libro de Ate, en Lima, denominada
“Ate lee”, impulsada por el escritor César Pineda Quilca y organizada por el
Movimiento Literario Di-versos y Eclosión editores. Si bien la feria cuenta con
el apoyo y auspicio de instituciones como el Ministerio de Cultura y el centro
educativo 156 El Porvenir, debió sortear muchos obstáculos para alcanzar sus
principales objetivos.
Vale la pena tomar en cuenta este tipo de esfuerzos en un
país donde, justamente, lo más importante es tomado en cuenta como algo de
segunda o tercera clase. Para ilustrar la idea, a veces se piensa que organizar
un festival de comida dañina es mejor idea que promover una sana alimentación.
Así, para muchas autoridades, construir una piscina a orillas del mar les
parece mejor idea que levantar una escuela o una posta médica. En el distrito
limeño de Ate, se ha dado un importante paso al autorizarse la organización de
una feria de libro, por ahora virtual, pero que deberá asumir el reto de ser
presencial y constante.
En esta primera versión virtual se pueden notar dos
objetivos logrados, la participación de jóvenes en las diferentes actividades
(aunque estén presionados por sus maestros) y la muy interesante presencia de
escritores, editores, maestros e intelectuales que han hablado de cultura,
política, literatura, realidad nacional y arte. Si bien el aspecto comercial
deberá evaluarse con más detalle, una mirada hacia el futuro permitirá
consolidar el circuito comercial. Un objetivo secundario también se puede
concretar, poner en el mapa cultural y literario al distrito de Ate.
Esperemos que el destino trágico de otras experiencias
similares, truncas por la desidia de autoridades o la falta de visión de
algunos promotores culturales, no toque a la feria de Ate ni a las otras que se
han ido desarrollando a lo largo de nuestro país. Nuestro país requiere de
espacios activos y democráticos para que la promoción del trabajo creativo y el
consumo de arte y cultura sea constante, oportuno y accesible. Mi experiencia
personal en la feria de Ate ha sido gratificante, ha sido una buena plataforma
para difundir mi obra y reencontrarme con amigos, lo que agradezco una vez más,
y espero volver a ocupar sus espacios para seguir fortaleciendo la cultura
nacional.