miércoles, 28 de noviembre de 2018
miércoles, 14 de noviembre de 2018
“ZURCIDO INVISIBLE” POR PAOLA ANDRADE CANTERO.
Ediciones
Andesgraund, 2018, 26 pp
Por: Paola
Andrade Cantero
Los
conceptos que forman la palabra Exstrabismo, (2003) el primer conjunto poético
antologado en esta plaquette Zurcido Invisible, expresan cerrazón ante la imposibilidad
de asir la fórmula secreta total que concilie el lenguaje. No obstante, hay un
explícito y buscado itinerario hacia el delirio y el éxtasis. La maestría,
cierta “extrañeza. Cierta retórica de la mismidad, constituyen el abismo, voz
elegida para nombrar las piedras, los obstáculos, el hielo del camino, la
pasión, la soledad de la ruta incierta. La ruta de la poesía.
Virginia
funda su propuesta en general en primera persona, sin embargo, desde esta
posición las preguntas retóricas permiten elaborar un tono, cierta metodología
pedagógica, tal vez una forma de manufacturar un conocimiento telúrico que
concurre desde la construcción colectiva. Así consulta: ¿Qué desborda y que ahoga cuando
el verso no berza? O: ¿qué precisión
diamantina acecha la vena para mover las metáforas?
Esta
poética se construye desde la evolución, el crecimiento, la procesión del
cuerpo imperfecto como receptáculo creativo. Indaga: ¿qué camino lleva el caos
disfrazado como cuerpo? Pero sin duda
que es el lenguaje metatextual, la metaficción lo que le incumbe. Una poética,
como la sorpresa que se levanta simple pero exhibiendo su atractiva complejidad
“porque el río que buscamos nace en nosotros”. Entonces el estrabismo, definido
como la incapacidad para controlar la mirada, funda cierta consciencia
metafórica o la autoconsciencia, el camino de la iluminación que no es otro que
el de la escritura: ¿Qué órbitas deambulan los ojos para crear la mirada?
En Sueños de un bonzo (poemario objeto)
la poeta enfrenta el riesgo de frente, se deja caer en el abismo citado en la
primera propuesta: “Lo que quiero decir es perdida sonda zurcido invisible”.
Este
mar de sentido se despliega como pequeñas crónicas poéticas que anuncian el
arribo a un punto, un lugar de expresión del sosiego: “cuantos derrumbes
tuviste que ser para llegar a este construir palabras”. De la misma manera lo
telúrico se enuncia en el encuentro con la naturaleza abismante que desplaza y
acoge el cuerpo desnaturalizado: “La belleza solo es un viento azul”. En Sueños de un bonzo (poemario objeto)
hay un fluir constante, los afluentes circulan como sanación íntima: “un río
interior fluye en esta melancolía de monstruo o niño triste”. La dicotomía de la voz rural y femenina más la
ciudad convertida en la otredad, expresan una poética de la carencia. Carencia
de adaptación en un entorno hostil, en un cuerpo discrepante, mutilado en su
sociabilidad, y de la ciudad la voz poética dirá: “la ciudad es un descierto
más hondo y solitario que el mío”.
El poema Viaje a los campos sinfónico (escenas de
un documental futuro) es la simulación de una
escena audiovisual, una fórmula que evoca el texto Lumpérica, de nuestra
flamante recién galardonada premio nacional de literatura Diamela Eltit. Lumpérica
es un instructivo repleto de simbolismos que simula un delirante guion. Ironías
y alegorías varias en un libro que recrea la negación de la libertad, de la existencia,
de la cordura en tiempos de la dictadura. Un libro en que se metaforiza el
cuerpo encarcelado, obligado, poseído por otros, cuyo valor radical es ser el último
reducto de la consciencia individual. Mucho de Lumpérica hay en el texto de
Virginia, el que también es un tránsito, un recorrido que se lee como esquema
fílmico que termina convertido en oración. El tú pronto se transforma en yo. Lo
colectivo se transforma en íntimo y se hace explícita una dualidad semántica y
cultural con el entorno. Se trata de una confrontación ante lo inconmensurable
cuando se dirige a un Apu o elemento espiritual de las culturas andinas: “Apu.
Tu estar fugaz en mi sueño entrecerrado en los desvelos”.
En
algunos momentos del libro esta poesía es como un quipu, aquel nudo o lazada inca,
definido como un instrumento de almacenamiento de información en cuerdas de
lana o de algodón de diversos colores. Las civilizaciones andinas poseen elementos
de gran poder, el quipu es un lenguaje tridimensional, cuyos códigos comunican
a sus cultores y también lo logran con los espíritus, con los Apus. Aquellas
divinidades conectadas con los astros, con las estaciones y con lo más íntimo
del ser humano como la intuición, sus miedos, el conocimiento y aquello por
descubrir. Esta mismo sucede con la poesía de Virginia Benavides.
Leí: “La
casa abandonada del que te besó por primera vez, la vereda agrietada y las
calles de tierra muerta en que tomas el bus de un sueño sumergido en este
amanecer insomne” y también leí “hemos oído por el deseo de partir en las
estaciones” y encontré poesía del lar, recordé a Jorge Tellier y recordé lo
ominoso, lo aciago de Pedro Paramo y la ciudad llena de muertos.
Hospital del niño,
uno de los textos inéditos que puede ser leído como un manifiesto poético,
sustenta su gran valía en que representa de mejor forma, algo muy destacable de
considerar en esta poética y que he dado con llamar la estética de la salud. Para
ello vale en esta ocasión citar a Antonio Gramsci quien en su Tercer Libro de
Cárcel nombra al sujeto subalterno como aquel oprimido por hegemonías que ordenan
la sociedad para continuar posicionando el capitalismo colonial. Por tanto,
aquel que pierde el control de su cuerpo, el que enferma gravemente, ve
disminuida su capacidad de sobrevivencia. Entonces, se convierte en subalterno.
El estado de enfermedad, de discapacidad, representa la incapacidad de elegir e
interactuar, de allí que debe encontrar un camino o perecer. En el caso de la
poética de Benavides la búsqueda se da desde los problemas literarios. Desde
una construcción semántica, un juego retórico que se resume en la trilogía -
poesía salud y lenguaje. Esta estética
de la salud se advierte en los textos del libro Exstrabismo, sobre todo.
Asimismo, el poema Pabellón E del libro Hospital del niño concluye con: “Manos
de mamá palpando la fiebre, poesía recién nacida, sollozo sin consuelo,
naufragio interno, ah poesía”.
Zurcido invisible
es un texto de gran valor porque nos permite acceder a la lectura de una poesía
que trae elementos diversos, desde la teoría es un tesoro y desde el placer es
un regalo. Los invito a conocerla y poner atención en ella y las sorpresas que
transporta.
Paola
Andrade Cantero
Magíster
en literatura Latinoamericana.
Profesora
Literatura Universidad de Chile
Poemas
Levedad de la nada que se torna
Canto
inquieto, prisionero de la forma
Voz
artrítica en la mano que deforma
Vacío
óseo, poema que no adorna
Alba
y silente en fronda lacerada
Despliegue
dómito, condensa esperma
En
añil perficie súper hada
Así
escritura se ha arrojado
Rauda
y sin causa que la afane
Estrábica
en el desborde y el izamiento
Escarbando
la raíz del ala inane...
(de
Esxtrabismo, 2003)
Lo que quiero decir es pérdida sonda,
zurcido invisible de un escombro de corazones en la fosa
común en la voz de la muchacha azul, detenida en el umbral como costurera de un
afuera imposible. Abrasivos brazos en jirón de voces. Palabras como hueras
semillas que pájaros de fuego recogen para el nido de malezas que se ha vuelto
ruido. Como aquel animal acercándose a oler lo que entibia y se acurruca en sí
para abrigarse de ti. Ella contempla el alboroto de nubes en desvarío y se
prende al fuego artificial de una espera de brillo ido.
Lo
que quiero decir es un escombro, una estación de desamparados y un tren
averiado, un lugar que no existe sino para la vida imaginaria de un amnésico.
Cuántos dolores tuviste que curar para llegar a este pozo antiséptico y que
ocurra la rendición, el arropo interminable que te calme del ataque, el tiempo
detenido para renacer en incendiario y adentrarte en la herida para drenar lo
infecto. Cuánta sangre sin correr para nadie, para el fantasma que se inocula
en tu ojo y lo extravía en otro, cuánto grito amordazado y cuánto acalle que el
miedo te dejó. Cuántos derrumbes tuviste que ser para llegar a este construir
palabras como muros de contención para este rebalse de sentido.
(de Sueños de un bonzo, 2013)
Todos los horizontes conducen a los
ojos de tu madre. Lo frágil en su transparencia oculta
infinitudes marinas. La dulzura en su temblor de fuente, aquel primer latido y
la succión natal. Todos los caminos anuncian un retorno.
Madre
alumbrándome la ruta como una cómplice con su lámpara de amor cubriéndonos la
fuga.
(De Descierto, inédito)
VIRGINIA BENAVIDES
Nació
en Lima. Estudió literatura en UNMSM. Ha publicado el poemario Exstrabismo,
Sueños de un Bonzo (poemario objeto), aeiou (edición cartonera de libro
giratorio).
Sus
textos han participado en diversas revistas virtuales y físicas. Ha participado
en diversos festivales de poesía y encuentros como lector, ponente y performer.
Mantiene inédito los poemarios Descierto y Hospital del Niño.
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