martes, 7 de abril de 2015

ENTREVISTA A CHARLY MARTÍNEZ POR MIGUEL ILDEFONSO.


Foto archivo: César Pineda Quilca.

“CONVERSANDO CON CHARLY AL ESTE DE LIMA

Por: Miguel Ildefonso

Charly Martínez Toledo (Lima, 1984) es escritor, librero y, como él mismo dice, un “fantasma”. No asiste a recitales, a veces se le ve deambulando al Este de Lima, por las calles de Vitarte, en donde vive “buscando respuestas en las aceras y amor en las paredes”. No estudió carrera alguna, por lo cual decidió ser un diletante. Sin embargo, con amigos que conoció hace años en el taller de narración de la Universidad La Cantuta, “Mario Vargas Llosa”, vates como el hoy editor y promotor cultural César Pineda Quilca, organizó algunos eventos literarios que, como suele suceder, contribuyeron a reforzar su vocación.

El año 2009 publicó Las púas y otros cuentos, libro que tuvo una buena acogida por parte de un sector de la crítica limense. Seguramente animado por esa recepción, integró los grupos literarios “Locus” y “Di-versos”, a cuyas reuniones, nos confiesa, ahora ya no asiste. Sus cuentos, crónicas, entrevistas, ensayos, reseñas, microficciones y poemas han aparecido en diferentes medios como “Remolinos”, “Sol de Ciegos”, “Letras s.5” de Chile, “Letralia” de Venezuela, la legendaria revista española “Alfa Eridiani”, “Siete Culebras”, “La Tortuga Ecuestre”, “Lima gris”, y en los blogs “Nido de palabras”, y el del “El comercio”. También ha colaborado en diarios de provincia: “Los Andes” de Puno y “Ahora” de Huánuco. Ha sido incluido, recientemente, en la Nueva poesía y narrativa Hispanoamericana del Siglo Veinte (2014) editada por Lord Byron editores; también en el Primer dossier de poesía Cuervo Iluminado, colección de nueva poesía peruana” y en la antología de microrrelatos La vida breve.

El 2011 obtuvo una preciada mención honrosa en el cuarto concurso narrativo “Ten en Cuento a la Victoria”, con su relato-thriller Espadas de la noche, siendo luego considerado en el libro que reúne los trabajos ganadores de ese certamen.

El 2012 publicó Yo maté a Arquímedes y otras historias (Arteidea Editores), y el 2013, Tierno (plaquette, Eclosion Editores). Del más reciente libro que publicó, El infierno está lleno de memoria (Kovack editores, 2014), nos dice que lo escribió en un momento difícil de su vida, en el cual pasaba por una decepción amorosa.  De este libro el autor ha dicho: “más que de cuentos se tratan de cantos, cantos al dolor, a la miseria, a la soledad”. 

También Charly ha escrito prólogos, textos de contratapa, y alguna vez hizo de negro literario, y también dirigió talleres de creación literaria en colegios de la capital. Actualmente vive consagrado a la lectura y a la escritura en una modesta habitación, desde donde, según sus palabras, “ataca” con sus comentarios y reseñas tanto en su facebook personal como en los dos blogs que administra: fantasmadeleste.blogspot.com y  laletraquemuerde.blogspot.com.

Ha adoptado el nihilismo como forma de vida y entiende que “sin dolor, no hay arte”. De naturaleza solitaria, nos dice que prefiere la compañía de un buen libro antes que la de un ser humano. Esta es su primera entrevista.

Lo que caracteriza a tus historias principalmente es su ubicación en lo que llamamos la narrativa realista y urbana. Cuéntanos, ¿cómo empieza la creación de la ficción en ti? ¿Parten de experiencias propias, de lecturas?

De ambas, Miguel. Empecé a leer –como todos nuestros compatriotas aspirantes a escritores, creo- a Ribeyro, Reynoso, Zavaleta, Vargas Vicuña, Vargas Llosa y a uno que otro por ahí cuyo nombre no recuerdo ahora. Te diré que me siento muy a gusto escribiendo temática urbana aunque, muy aparte de eso, también haya abordado la narrativa rural. Así, en “Tierno” y “Wenceslao” toco el tema de los asentamientos humanos, como lo hizo Julián Huanay en “Suburbios”. Para mí escribir es como un tubo de escape por donde desahogo mis problemas nerviosos y mis obsesiones, y lo hago partiendo casi siempre de conflictos internos y experiencias muy personales. Mi obra es, como diría Sábato: “la obra de un espíritu contradictorio”.

Y si nos acercamos más a las fuentes de esta poética, ¿podrías hablarnos de tus influencias primeras y actuales? Y, por supuesto, de cómo empezaste con la literatura.

En realidad, me convence muy poco nuestra literatura (salvo honrosas excepciones) aunque, como dije, haya empezado a leer a cuentistas nacionales como Ribeyro, Zavaleta, Congrains y otros que estuvieron entre mis influencias en un comienzo pero que, con los años, fui haciendo a un lado para darle paso a otros, y que marcarían para siempre el derrotero de lo que sería mi prosa. Así, entre los del siglo veinte, descubrí a Vila Matas, Javier Marías, Benedetti, Rafael Sánchez, Philip Roth, Henry Roth, Virgilio Piñera, Nemirovski, Hesse, Thomas Mann, Kennedy Toole, Salinger, Carver, Kureishi... Luego leería a los orientales, entre los cuales estarían Mishima, Kobayashi, Soon Won, Kawabata, entre otros. También he saboreado a los del boom, entre los cuales están Bioy, Borges, Lezama, Onetti, García Márquez, Fuentes. Pero siempre he preferido a los de otras latitudes, más alejadas de Sudamérica. Me agrada mucho la temática que ahonde en los problemas existenciales del ser humano, puesto que ese es un problema que siempre ha estado vigente: la desesperación del individuo. Si no me creen tendrían que leer “Memorias del subsuelo” de Dostoievski o, yendo a tiempos más actuales, a ver, cito por ejemplo: “Stoner” de John Williams, que nos muestra la decadencia y mediocridad del individuo en la sociedad actual. Por eso es que (y aquí sigo citando) “Confesiones de una máscara” es, para mí, antes que una novela, una introspección en la naturaleza humana, encontrándola problemática y variopinta, confusa y –mira que no exagero- incluso aterradora. Así fue mi entrada al mundo literario, primero leyendo y luego descartando autores que, al parecer, no irían a servirme de nada para mi preparación.

¿Qué suceso crees que te marcó para encontrarte con la literatura y hacerla tuya?

Todo empezó a raíz de un remezón nervioso que sufrí al finalizar el colegio. No tenía otra opción a seguir, puesto que debido a ese problema no podía estudiar carrera alguna (tuve que hacer a un lado mis sueños de convertirme en Ingeniero) según prescripción del especialista que me atendía. Así fue como decidí hacerme diletante… y mi “especialidad”, por llamarla así, sería la literatura. Ahí fue cuando me puse a escribir. En un primer momento lo hacía desordenadamente, con poca disciplina, pero con los años llegué a fijarme un horario y a tomarme en serio el acto escritural. Quería escribir las historias fascinantes que encontraba en los libros que leía. Recién entonces me tomé en serio el oficio.

Anotaré que aún me cuesta mucho sentarme a escribir, pues todavía poseo esa renuencia a plasmar historias. Pero estos inconvenientes han mermado con los años de práctica y entrega. Sí, es cierto que escribo pocas horas al día, pero esto se da por mis horarios de trabajo. Al final del día –entre mi trabajo y la literatura- termino muy agotado y de mal humor.

Con los años me convertí en un asiduo comprador de libros viejos de literatura especializada. Así, visitando librerías limeñas, campos feriales (como Amazonas y Quica) fui descubriendo un maravilloso mundo de autores que se suicidaban por depresión y otros que eran internados en el psiquiátrico durante años, pero siempre manteniendo su envidiable lucidez, y eso me daba fuerzas para seguir adelante, ya convencido de que lo mío eran las letras.

Dinos, Charly, ¿cómo fueron construyéndose los conjuntos breves de relatos y cuentos que has publicado, son cuatro libros? ¿Cómo ha sido el proceso de armar cada libro?

Mis libros se componen por lo general de cuatro cuentos, que suelo armar con cierta rapidez. En realidad, más que cuentos propiamente dichos, se tratan de cantos. Sí. Cantos al dolor, la miseria y la desolación. No es necesario ser muy agudo para darse cuenta de que “Tierno” posee un lirismo controlado o que “Réquiem por una princesa” presenta una intensidad in decrescendo. Ahora bien, las historias las cojo de experiencias propias, de alguna elucubración fantasiosa en mi conciencia (recuérdese que he escrito algunas historias fantásticas), alguna escena vista en la calle, el vuelo de una mosca o alguna anécdota que haya escuchado por allí. Luego tomo mi libreta de notas (que siempre llevo consigo en el bolsillo de mi pantalón) y hago las anotaciones correspondientes. Ya frente a mi PC, en un comienzo armo un primer borrador, que luego iré corrigiendo, siempre pidiendo opiniones de otros escritores amigos o de algún corrector de textos. Siempre pulo mis textos hasta quedar satisfecho con el resultado. En realidad, no se me hace tan difícil escribir cuentos, pues una vez cogido el hilo no hay nadie ni nada que me detenga. Si soy breve en mis entregas es debido a esa rapidez mía por publicar y no quedarme atrás respecto a otros amigos del oficio. Pero igual, siempre he recomendado no apresurarse y hacer las cosas bien, aunque demoren un  poco. Recordemos que Musil se las pasó encerrado en su habitación durante un buen tiempo escribiendo “El hombre sin atributos”, apartado del mundo literario que no tenía intenciones de verle, oírle o leerle.

Ahora bien, mi último libro, “Réquiem por una princesa” lo escribí en un momento particularmente doloroso de mi vida. En aquel año 2013 en que concluí este cuentario, tuve que terminar una relación amorosa que fue muy bella pero dolorosa a la vez. Se puede decir que este libro lo escribí por amor.

Volviendo al universo de tu narración, hay un acercamiento al mundo marginal de Lima. ¿Hay detrás de esta visión, pesimista, decadente a veces, entre otras cosas, un afán de denuncia? ¿Crees que hay un propósito social en tu trabajo con la palabra?

Nunca, Miguel. Nunca he tenido ganas de denunciar nada. Para eso están los panfletos políticos y las novelas rusas del tiempo de la revolución. Pero si acaso en mi prosa se denuncia algo es el actual estado de desesperación del hombre, y este se da, como tú muy bien sabes, tanto en los estratos bajos como en los privilegiados, así que no necesariamente hablo a favor de las clases trabajadoras o con menos recursos, por lo menos no intencionalmente. Alguien que reseñó mi primer libro de cuentos afirmó que este denunciaba las injusticias que se cometen contra el hombre moderno. Bueno, puede ser; pero, como te dije, nunca ha sido mi intención. Mi prosa tiene objetivos terapéuticos, con ella exorcizo mis demonios internos. Lo que sí creo es que la humanidad, en la actualidad, vive en un perenne estado de ostracismo y cosificación, lo cual es muy alarmante. Mis personajes, amigo, - paranoicos, frustrados, orates - tienden a la muerte, pero no solo a la muerte física, sino a la espiritual. Tienden al abandono y a la autodestrucción.

También se ha hablado del llamado “compromiso del escritor”. Mira, Miguel: el único compromiso del escritor es escribir bien y no ofrecerle un bodrio a sus lectores. Por allí veo una cantidad desmesurada de autores todavía jóvenes que pagan por ver publicados sus trabajos. Mira, en realidad eso no está mal, pero si vas a faltarle el respeto al lector poniendo en sus manos cualquier baratija literaria entonces ahí sí es grave el asunto. Peor es lo del plan lector para niños: se corre el riesgo de quitarles el gusto por leer, debido a que se les ofrece material de mala calidad.

¿Con qué escritores actuales de Perú te sientes más afín? ¿Por qué?

Me gusta mucho Miguel Gutiérrez y el Verástegui narrador. Creo que por novelas como “La violencia del tiempo” y “Teorema del anarquista ilustrado”, la literatura peruana sigue siendo considerada en el ámbito internacional. Después el resto es pura chauchilla, meras repeticiones e historias bien contadas (siempre con honrosas excepciones, por supuesto). Ojo que siempre he hecho hincapié en esto: la reflexión, la introspección sicológica en una obra literaria actual es necesaria para que sea considerada de calidad. Y eso es lo que justamente no hay en nuestras letras. ¿Más escritores valiosos? Pues me atreveré a mencionar a dos más: Gonzalo Mariátegui y Favio Álvarez Ojeda. Creo que en los dos casos la afinidad se da debido a la naturaleza oscura que tienen estos señores. Siempre me han llamado la atención este tipo de escritores, los de culto, leídos por tan solo un puñado de personas y con pocas condecoraciones en su haber. Creo que los premios “enceguecen” al lector, le dan una visión sesgada de la obra, creando en su interior razonamientos equivocados, haciéndole creer que tal o cual libro es necesariamente bueno debido a que ha sido premiado. 

También encontramos a los escritores sobredimensionados. No diré nombres, pero por ahí he visto a uno que ha recibido casi tantos homenajes como nuestro Nobel. Los personajes de este señor suelen ser jóvenes. Este señor se repite en cada entrega. Hastía, aburre. Su narrativa es plana. No sorprende con ningún giro, no gusta.

Sé que eres buen lector y sueles hacer reseñas de libros, y participas con opiniones en tu Facebook; ¿podrías entonces decir cómo ves la literatura peruana de estos tiempos, en especial la narrativa? Y, sabiendo que eres muy insular, ¿cómo te relacionas con los escritores, con quiénes?

La literatura peruana de hoy en día, como dije líneas arriba, es muy mala. Pocas cosas interesantes he leído de los actuales escritores, sobre todo de los más promocionados. Les falta sustancia, meollo, algún plus que complemente sus escritos. Todo se pierde en la técnica y la superficialidad. Yo hago reseñas sobre libros que me hayan agradado o que tengan cierto valor literario. Sí, es cierto, por ahí he encontrado buenas propuestas.  Además, muchos de ellos ya no piensan en la posteridad. Por allí le escuché decir a un poeta conocido que en el día de hoy los escritores –y se refería tanto a poetas como a narradores- ya no tienen ese afán enfermizo de perennizarse, pues publican muy rápido y eso era un buen síntoma. Qué equivocado que está. Por eso ya no salen autores como Borges, Onetti o Kafka, por lo menos no en nuestro medio.

Ahora, respecto a los lectores: en la  actualidad se lee mucha basura. Todo lo que nos dicen los libros de autoayuda de Cuahutémoc o Coelho ya lo dijeron años antes autores como Mann o Hesse; lo que aquí sucede es que la información ha sido sintetizada, la han hecho “más simple”, para así generar un grupo de lectores tontos y despistados, que creen que Cuahutémoc o Coelho son los dioses venidos del Olimpo, dispuestos a sacarnos de nuestros hoyos existenciales. Pensadores lúcidos como Eco o Cioran ya daban cuenta de lo anterior, sentenciando que cierto tipo de literatura, y la televisión, era un sistema de dominio de masas, dispuestos a embrutecer. Ese es el gran problema: vivimos engañados. Allí radica el quid del asunto.

En cuanto a mi relación con otros escritores esta es muy incipiente. Utilizo los medios virtuales para crear algún vínculo con ellos. Pero en realidad son pocos a los que frecuento. Allí pondría, por ejemplo, a Verástegui, a Carlos Saldívar, al editor Pineda Quilca, a Manuel Luque, a Gonzalo Mariátegui o a Víctor Coral, entre otros. Como ves, son muy pocos. Te diré, estimado Miguel, que soy misántropo, y que debido a esto es que me relaciono muy poco con los escritores y voy muy poco a tertulias. Tengo, además, muchos anticuerpos y prejuicios en cuanto a su conducta: sé que muchos son arrogantes y altivos, dicharacheros y mezquinos, y ese es un motivo más por lo cual no los frecuento. Yo detesto todas esas poses, más aún si vienen de autores de menor valía. Me molesta oír hablar a un autor arrogante, no lo tolero. Ahora cualquiera es “escritor”, y habría que tener muy en cuenta la verdadera dimensión de esta palabra.

Para terminar, desde tu experiencia, ¿cuáles son las limitaciones que tiene un joven escritor del Perú actualmente que quiera ejercer su oficio como un trabajo estable?

Amigo Miguel, en primer lugar, en el Perú el oficio de escritor todavía sigue siendo mal remunerado. Un ejemplo de ello serían las revistas. Todavía estamos en los tiempos  en que no se les paga a los colaboradores. Desde ahí estamos mal. Claro está - y ahora hablo de las editoriales- que existen editoras nacionales serias que pagan regalías, pero recordemos que son muy pocas. Si tomamos en cuenta todo esto, entonces el escritor novato tendrá que buscarse un trabajo de medio tiempo para subsistir. Y eso no es saludable, ya que el autor deberá de darse casi al cien por ciento para su tarea y eso, como vemos, no es posible en nuestra patria. Imagínense a alguien que, luego de venir de su trabajo, cansado y exhausto, trate de escribir una buena cantidad de líneas y que, además, posean cierta lucidez. Se me viene a la mente el caso de Ribeyro o el de Faulkner, que con el trabajo pesado y todo escribían genialidades. Pero esas son magníficas excepciones, pues no todos somos como ellos…

¿Estás escribiendo un nuevo libro? ¿Qué proyectos tienes en mente?

Si me disculpas, estimado Miguel, yo nunca hablo de mis proyectos personales, sino hasta que estén a punto de concretarse. Lo que sí te adelantaré es que el nuevo libro que estoy escribiendo no es de narrativa, sino que pertenece a otro género.

Lo que sí estoy haciendo son reseñas de libros. Pueden visitar mis dos blogs donde encontrarán escritos sobre determinados textos. Invito a los lectores de esta página a que los lean.