viernes, 29 de enero de 2010

“FIN PARA EL MISTERIO DE J.D. SALINGER”.

Una de las pocas imágenes de Salinger, al salir de
un supermercado, intentando agredir al fotógrafo.
Foto: Archivo / LA NACION

Autor de culto / Su mito creció a la par de su alejamiento de la vida pública.

“FIN PARA EL MISTERIO DE J.D. SALINGER”

El celebrado escritor norteamericano, que vivía recluido en su casa desde 1965, falleció a los 91 años.

Por: Daniel Amiano
LA NACION

Anteayer, a los 91 años, murió Jerome David Salinger en su casa de Cornish, New Hampshire, donde se había recluido en los años 60 para alejarse de todo contacto con la vida pública. Fue uno de los escritores norteamericanos más importantes del siglo XX. Su novela breve El guardián entre el centeno ( The Catcher in the Rye ) es un clásico que deslumbró generación tras generación desde que fue editada en 1951, y que por varias décadas fue de lectura obligatoria en las escuelas de su país.

La noticia de la muerte de Salinger se conoció a través de un comunicado de Matt, el hijo del autor, difundido por su representante literario, Phyllis Wesberg.

J.D. Salinger fue un mito viviente que no se rindió a las fanfarrias del éxito. De hecho, la única entrevista que concedió, por vía telefónica, fue en 1974 a The New York Times para explicar, justamente, que no quería que se entrometieran en su vida. Solía decir que el segundo dote de un escritor era mantener su privacidad.

Demandó constantemente a quienes editaban sus libros sin autorización ("Prefiero pasar dos horas en el sillón de un dentista que un minuto en el despacho de un editor", dijo); hacía destruir las copias ilegales de sus obras; la única foto que se le tomó en la madurez lo muestra en el intento de agredir al fotógrafo; hizo que quitaran su retrato de sus libros; impidió que llevaran ilustraciones en tapa, y se negó a leer las críticas a sus trabajos.

El último caso judicial en el que participó fue hace menos de un año, para impedir la publicación en los Estados Unidos de una "continuación" de El guardián..., escrita por el sueco Fredrick Colting con el nombre de 60 years later: Coming Through the Rye ( 60 años después: recuperándose del centeno ). Años antes había demandado a Ian Hamilton, autor de En busca de J.D. Salinger , a quien le impidió reproducir las cartas que le había enviado y sólo pudo citarlas.

Salinger fue el primer escritor que habló de los jóvenes como blanco de la nueva sociedad de consumo que se desarrollaba en los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, donde participó como infante en Normandía, experiencia que generó uno de sus relatos más celebrados, "Un día perfecto para el pez banana".

Escribió, además, Nueve cuentos (1953), Franny y Zooey (1961), Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción (ambas de 1963). El último libro que se publicó fue Hapsworth 16, 1924 , relato que había aparecido en un número especial del New Yorker en 1965, revista en la cual publicó sus primeros relatos.

El encierro

J.D. Salinger nació el día de Año Nuevo de 1919 en Manhattan, hijo de una madre irlandesa y un padre judío de origen polaco. Comenzó a escribir desde adolescente. En 1940, su primer cuento, "Los jóvenes", sobre un grupo de adolescentes sin rumbo, fue publicado en la revista Story.

En 1955 se casó con una joven estudiante, Claire Douglas, con quien tuvo dos hijos, Margaret y Matt. Se divorciaron en 1967, y en 1972 Salinger inició una relación con Joyce Maynard, con quien había intercambiado correspondencia. En los 80 se casó con Collen O´Neill, con quien vivía en Cornish.

George Steiner escribió alguna vez que entre escritores, críticos y fanáticos se había generado una "industria Salinger", facilitada por el ostracismo al que se sometió el autor y que llevó a todos a buscar datos de la intimidad, cartas enviadas a amigos, escritores y familiares, para saber cómo pensaba y, sobre todo, descubrir si seguía o no escribiendo. Se dice que hace tiempo hay al menos dos novelas inéditas, cuentos y cartas guardados celosamente en una caja fuerte. Pero, como todo en Salinger, no hay certeza de si es verdad o parte del mito.

Hace diez años, su hija Margaret publicó El guardián de los sueños, una biografía de su padre considerada también un "ajuste de cuentas" personal. En él afirma que su padre se preocupaba sólo por defender su privacidad y su obra.

Salinger era muy famoso cuando a mediados de los años 60 decidió dejar Nueva York para instalarse en la tranquila Cornish. Dejó de publicar y se entregó a una vida encerrado con los suyos, interesado en el budismo zen y en la comida sana. Desde entonces, el mito no hizo más que crecer.

29/01/2010

Fuente:
Diario “La Nación”

SALINGER: “UN RECLUSO VOLUNTARIO EN SU GUARIDA”

J.D. Salinger joven.

“UN RECLUSO VOLUNTARIO EN SU GUARIDA”

Por: Pedro B. Rey
LA NACION

Además de sus libros (escasos), Jerome David Salinger fue el creador reticente de una de las obras más curiosas de las últimas décadas. No lleva su firma, por supuesto, sino la del inglés Ian Hamilton, quien, contratado para escribir la vida del norteamericano, tuvo que enfrentar los mil y un obstáculos legales interpuestos por el escritor. En busca de J.D. Salinger es una biografía que no es una biografía, un trabajo detectivesco que rescata unas cuantas fechas y datos, pero debe aceptar la imposibilidad de la tarea, limitarse a dar su versión del misterio de una literatura y el silencio voluntario que la siguió.

El libro ayuda a comprender, sin embargo, el interés de la obra édita de Salinger: el joven que buscaba el reconocimiento, pero que al mismo tiempo esperaba conciliar la autonomía artística con una vida como escritor profesional, siguió publicando hasta que los opuestos se volvieron inconciliables. Su primer libro, The Catcher in the Rye (1951) -que se tradujo tempranamente en la Argentina como El cazador oculto , aunque también circule como El guardián entre el centeno - culmina su primera etapa.

También, es el origen de una popularidad que Salinger consideró un malentendido. No sólo la generación de posguerra, sino las que la siguieron, se identificaron con Holden Caulfield, el adolescente que abandona su colegio para perderse en un naíf raid neoyorquino que antecede el inconformismo de la década por venir. Holden, sin embargo, es rebelde al narrar sus peripecias, no en su permanente afán de agradar. Escrito en un certero lenguaje coloquial, esa primera novela funciona hoy como rito iniciático para multitud de lectores que intuyen la virtud principal del personaje: Holden distingue con claridad lo auténtico de lo falso.

La desilusión por la pérdida compulsiva de la inocencia a que obliga el mundo adulto sigue presente en los Nueve cuentos (1953), aunque con una diferencia. Ya no se trata de evocar el Huckleberry Finn en clave contemporánea, sino de apostar por nuevos modos de narrar. Cada uno de los relatos que componen la colección -la mayoría, como "Para Esmé, con amor y sordidez", obras maestras- olvida las rígidas convenciones norteamericanas del género. En "Teddy", se entrega una clave: un niño sabio recuerda sus diversas transmigraciones y lamenta haber encarnado en un norteamericano. Le explica a su interlocutor, un racional profesor: "Es muy difícil meditar y llevar una vida espiritual en Estados Unidos. Si lo intentas, la gente te toma por un bicho raro".

La obsesión por la expresión personal fue a partir de entonces la marca de agua del escritor, que en sus libros siguientes ( Franny and Zooey [1961] y Levantad, carpinteros, la viga del tejado / Seymour: una introducción [1963]) presenta a la familia Glass, compuesta de niños geniales y neuróticos, afectos a la sabiduría budista y las reflexiones enrevesadas.

Salinger justificó en una de sus contadas declaraciones que seguía escribiendo, pero que no le interesaba que los demás lo leyeran. Es posible que supiera lo que hacía: de esa manera, la parte oculta del témpano no contamina la incandescencia de sus mejores páginas, escritas hace medio siglo.

29/01/2010

Fuente:
Diario “La Nación”

jueves, 28 de enero de 2010

MUERE J.D. SALINGER, AUTOR DE 'EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO'.

J.D Salinger, autor de El guardiían entre el centeno,
en una imagen de juventud. – AP

OBITUARIO

MUERE J.D. SALINGER, AUTOR DE 'EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO'

Autor de culto, innovador de la literatura de EE UU, vivió apartado de la escena pública.- Tenía 91 años.

Por: BARBARA CELIS
(Nueva York)

Un personaje misterioso, esquivo con los medios de comunicación, del que apenas se conocen imágenes. Jerome David Salinger, autor de El guardián entre el centeno (1951), una novela que ha marcado a miles de jóvenes de todo el mundo, falleció ayer a los 91 años en New Hampshire (EE UU). El diario The New York Times, el primero en dar la noticia, lo califica de "recluso literario".

Escritor "de talento infinito", como le definió Ernest Hemingway tras conocerle en París durante la segunda guerra mundial, años antes de que publicara su obra magna, Salinger llevaba lejos de la vida pública prácticamente cinco décadas, cuando tras el inesperado éxito de El Guardián entre el centeno, convertido en best seller el mismo año de su publicación, 1951, decidió abandonar Nueva York e instalarse en el campo, en la misma casa en la que falleció. Se acercaba así al deseo del mordaz y afilado protagonista de su novela, Holden Caufield, quien en un pasaje del libro afirma: "me gustaría encontrar una cabaña en algún sitio y con el dinero que gane instalarme allí el resto de mi vida, lejos de cualquier conversación estúpida con la gente".
[Lee aquí el arranque de El guardián entre el centeno ]

Aquel libro, del que se han vendido más de 60 millones de ejemplares en todo el mundo y del que aún se venden 250.000 cada año, estaba dirigido a los adultos pero su protagonista inmediatamente se convirtió en el antihéroe por excelencia de toda una generación, la de los adolescentes crecidos en plena guerra fría, que vieron en sus críticas feroces contra el mundo y la moral de los años cincuenta el reflejo de sus propias inquietudes y angustias. El enfrentamiento entre el mundo de los jóvenes y el de los adultos reflejaba también el deseo universal de no crecer, otra cara de uno de los muchos sueños americanos y que de alguna manera, se repite generación tras generación -de ahí su éxito universal-. La novela, en la que Holden Caufield rememora en primera persona desde un hospital psiquiátrico los días posteriores a su expulsión del colegio, se convirtió en novela de culto, algo que fue llevado al extremo por uno de sus máximos fans, Mark David Chapman, el hombre que asesinó a John Lennon en 1980. Chapman llegó a citar el libro del escritor como el lugar en el que encontrar la explicación a aquel acto.

Quizá parte de la fascinación que despierta El guardián... se deba también al halo de misterio que ha rodeado a su autor. Una de las pocas imágenes que de él se conservan lo muestran en actitud amenazante contra el fotógrafo. Huyó de los focos y del ruido mediático. Sólo concedió una entrevista, en 1974 a The New York Times y por vía telefónica, para defender su vida privada.

"Hay una paz maravillosa en no publicar. Es pacífico. Tranquilo. Publicar es una terrible invasión de mi vida privada. Me gusta escribir. Amo escribir. Pero escribo sólo para mí mismo y para mi propio placer", dijo Salinger en aquella única entrevista [léela en inglés].

Un niño problemático

Al igual que Holden, Salinger también fue un niño problemático que fue expulsado de diferentes escuelas. Nacido en Nueva York en 1919, comenzó a escribir en su adolescencia, a la luz de una linterna bajo las sábanas y durante los cuatro años que sirvió en el ejército durante la II Guerra Mundial, siempre llevó consigo una máquina de escribir. Pronto comenzó a buscar colaboraciones en diversas revistas y fue The New Yorker (su revista de referencia, que hoy publica en versión digital todas sus colaboraciones) la que identificó su talento y con la que firmó un contrato de casi exclusividad. Fue ahí donde pudieron leerse los primeros fragmentos de El guardián entre el centeno, aunque Holden Caulfield había visto la luz años antes en una historia titulada Last Day of the Last Furlough, publicada en 1944.

En la cima de su fama Salinger decidió apartarse del mundo. Se mudó a Cornish e hizo de su casa una suerte de fortaleza inexpugnable. Encontrarle se convirtió casi en deporte nacional entre la prensa, que se ha pasado especulando sobre él y su extraña vida desde entonces. Todavía tres obras suyas verían la luz: Franny and Zooey (Franny y Zooey), en 1961, Raise High the Roof Beam, Carpenters and Seymour: An Introduction, en 1963 (Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción) y, su última pieza publicada, Hapworth 16, 1924, un cuento corto que llenó las páginas de The New Yorker, en junio de 1965.

Contra las ediciones ilegales y contra lo que él consideraba invasiones a su intimidad, Salinger y sus abogados lanzaron numerosas querellas. La última, en julio de 2009, que prohíbe la publicación del libro de un autor sueco cuyo protagonista es un Holden Caulfield septuagenario.

En 2000 su hija, Margaret, publicó unas memorias tituladas Dream Catcher (El guardián de los sueños), que permitió a sus incondicionales descubrir algo más de la vida privada de Salinger: allí se retrata a un hombre que vivía en semirreclusión, consagrado a su obra y tiránico con sus familiares. Entregado primero al budismo, luego a la Cienciología y después a la Ciencia Cristiana: un enfermo que bebía su propia orina y estaba obsesionado con la religión. Margaret llega incluso a decir que abusó de su segunda mujer, Claire Douglas, a la que mantuvo como una "virtual prisionera".

28/01/2010

Fuente:
http://www.elpais.com/

Nota:
* J.D. Salinger ha fallecido. ¿Cuál es tu recuerdo de 'El guardián entre el centeno'...?.

“KAFKA SALE A LA LUZ”.


“KAFKA SALE A LA LUZ”

La próxima semana se dará a conocer el contenido de cinco cajas fuertes que pertenecieron al escritor checo.

El legado del escritor checo Franz Kafka (1883-1924) que trajo a Palestina su íntimo amigo Max Brod podría ver la luz la próxima semana en virtud de una orden judicial que obliga a abrir las cinco cajas fuertes en Tel Aviv donde se cree oculto.

Tras meses de embrollos judiciales, audiencias, nombramientos y apelaciones, el Tribunal Familiar de Distrito de Tel Aviv, donde se dirime el proceso, ha puesto como tope el próximo 4 de febrero para la apertura de las cajas fuertes, explicó ayer Meir Heller, abogado de la Biblioteca Nacional, que pugna por los documentos. En principio todo está listo para que se cumpla el plazo porque Ruth y Eva Hoffe, que recibieron los documentos de su madre Esther (secretaria y compañera de Brod fallecida hace tres años), ya han entregado las llaves de las mismas a un albacea nombrado por la corte, agregó el abogado.

Las hermanas son las únicas conocedoras (junto con unos albaceas) del tesoro literario que esconden las cinco cajas fuertes en Tel Aviv, más una descubierta el año pasado en Zurich, sobre cuyo contenido especulan desde hace meses los expertos con la esperanza de que se trate de obras inéditas de Kafka u otros manuscritos de incalculable valor. Las ancianas hermanas Hoffe se oponen a la apertura de las cajas con el argumento de que podría violar su derecho a la privacidad y "reducir considerablemente" el precio de venta de los manuscritos, según su abogado, Oded Hacohen. También el Archivo de Literatura Alemana de Marbach, donde reposa el original de “El proceso”, rechaza la apertura de las cajas por miedo a que los manuscritos resulten dañados.

Viaje a Palestina

Los disputados textos, notas, dibujos y cartas llegaron a la entonces Palestina bajo protectorado británico en 1939 de mano de Brod (judío, como Kafka), que huía de Praga ante la llegada de los nazis. Como es bien sabido, Brod incumplió la petición del autor de “El proceso” y “La metamorfosis” de que quemase sus manuscritos cuando muriera, lo que sucedió en 1924.

Por su parte, Brod falleció en 1968, tras donar a la Universidad de Oxford los manuscritos de “América” y “El castillo” y dejar en su testamento la gestión del resto de preciados papeles a Esther Hoffe, pero con la condición de que los entregara a "la Biblioteca Nacional de Jerusalén, la Biblioteca Municipal de Tel Aviv u otro archivo público en Israel o el extranjero". El equipo jurídico de la Biblioteca Nacional presentó hace dos semanas al tribunal un documento de 1964 con el que espera inclinar la balanza a su favor. Se trata de una carta de Brod a uno de sus mejores amigos, el polifacético hombre de letras alemán Felix Weltsch, en la que asegura haber modificado el testamento que había escrito tres años antes, según Heller.

Segunda versión

En base a un escrito posterior de un historiador alemán, la Biblioteca cree que la presunta segunda versión del testamento señala de forma nítida la voluntad de Brod de entregar a su centro el legado restante de Kafka. "La forma en que las Hoffe están actuando nos hace pensar que en las cajas no hay sólo textos de valor literario o científico, sino también documentos que podrían cambiar el curso del proceso judicial, como esa revisión del testamento", apunta Heller.Por el contrario, la defensa de las hermanas Hoffe ha presentado dos cartas entregadas a su madre por Brod en 1947 y 1952 y en las que aparentemente le regala diarios, fotos, cartas y notas manuscritas de Kakfa, según el diario israelí Haaretz.

28/01/2010

Fuente:
Diario “Expreso”.

miércoles, 27 de enero de 2010

"Cuando la literatura es espectáculo‏" por Susana Reinoso.


“CUANDO LA LITERATURA ES ESPECTÁCULO”

El propósito de estas reuniones no es vender libros, sino propiciar el encuentro de los escritores con los lectores.

Por: Susana Reinoso
LA NACION

Son la nueva estrella de la sociedad del espectáculo que necesita ver, en vivo y en directo, a los escritores que lee, del mismo modo que anhela hacerlo con los músicos que escucha y los actores que acuden a la promoción de sus películas. Se trata de los festivales literarios que se expanden por toda la geografía del globo.

El calendario internacional comienza mañana en Colombia, donde este año coincidirán dos de los más representativos: el Hay Festival de Cartagena de Indias y el Carnaval de las Artes de Barranquilla, así llamado porque su Carnaval es una obra maestra del patrimonio cultural intangible, declarada por la Unesco.

En marzo tendrá lugar otro encuentro literario en Cinque Terre, una de las regiones más bellas de Italia, y su organizador es -a no sorprenderse- el artista plástico argentino Silvio Benedetto. En mayo hará su debut en las grandes ligas el Festival de la Palabra, de Puerto Rico. Y el calendario se abre en nuevas propuestas: Granada, Hay on Wye (Gales), Para Ti (Brasil), Toronto, Berlín, Beirut... y sigue la lista.

A diferencia de las ferias de libros, cada vez más profesionalizadas, en las que la producción editorial ocupa un lugar preponderante y los escritores firman sus obras, porque el propósito es vender ejemplares, en los festivales el foco de atención está puesto en los autores.

¿Por qué los escritores, incluso los consagrados, aceptan concurrir a estos festivales? Los autores consultados por LA NACION responden con matices en broma, en sintonía con el clima distendido que se respira en estos encuentros.

Voces, letras y palabras

Martín Caparrós dice, en broma, que acepta las invitaciones a festivales "para juntar millas" y agrega que lo pasa muy bien. "Y eso es más importante que vender libros. En tres o cuatro días que dura un festival, te encontrás con gente interesante, que tenés ganas de ver, que te trata bien, y además conocés lugares y comés rico, que es una instancia superior del turismo."

Subraya el autor de A quien corresponda que los festivales "produjeron un cambio radical. Antes los escritores se reunían en congresos cerrados. Ahora, se convierten en espectáculo. Se presentan con la lógica del espectáculo, por lo que se requiere una habilidad que no es literaria, sino teatral. Se vende al autor y no a su obra".

Para Ariel Magnus, ganador del Premio La otra orilla de Norma con Un chino en bicicleta, "el festival tiene algo menos comercial, que lo hace más agradable y menos tensionante. En una feria del libro, tenés un espacio parecido al que se les da a los partidos políticos antes de las elecciones. En cambio, en un festival tenés la excusa de airearte un poco y actuar de escritor, que es distinto a cuando te encerrás a escribir".

Elsa Osorio, autora de A veinte años, Luz y una habitué de festivales europeos, dice que "sirven no sólo para encontrarse con los lectores, sino también con otros escritores, con animadores culturales y especialistas en literatura". Y agrega: "Si una feria del libro es interesante para los profesionales de la edición, la invitación a un festival literario es importante por el lugar que la propia obra toma en un contexto más amplio".

Para Federico Jeanmaire, autor de Más liviano que el aire, lo interesante de los festivales "es el conocimiento y la relación que se puede establecer con escritores de otros países. Además, el encuentro con los lectores es fantástico, casi irreal. El que te lee aporta el peso de su lectura a tu libro y eso es encantador".

¿Cuánto cuesta un festival literario? Entre US$ 400.000 y 2.000.000, según el festival de que se trate. En el primer caso se halla el Carnaval de las Artes. En el segundo, el Hay Festival.

Desde Colombia, Heriberto Fiorillo, director del Carnaval de las Artes, que este año realiza su cuarta entrega, dice a LA NACION: "Nuestro propósito es que los escritores y los artistas nos revelen sus procesos de creación e invitamos a los jóvenes para que conozcan por dentro la literatura, el periodismo, la magia. El contacto con el público se da en espacios que funcionan como pequeños talleres. La obra es más importante que el artista o el escritor".

Desde Madrid, la directora de Proyecto y organizadora de las ediciones de Granada y de Segovia del Hay Festival, la argentina Sheila Cremaschi, define los encuentros: "Cada festival es un animal único, con su propia vida y hasta la identidad de los lugares modifica nuestras concepciones. Destaco como saliente la proximidad que tienen los escritores con sus lectores durante los cuatro días que dura el festival. Es un momento renacentista en el que conviven artistas, escritores y músicos en un mismo espacio".

El lugar, lleno de literatura

Desde Italia, Silvio Benedetto señala: "Estos encuentros artísticos en la Liguria [Cinque Terre] surgen como un punto de encuentro entre el pasado, por el papel que el puerto de Génova tuvo en la migración de los que se hicieron a la mar, y el presente, en el diálogo con otras poblaciones. El intercambio de los escritores y de los artistas se da con los pobladores locales".

Lo intransferible de un festival literario, coinciden los consultados, es esa magia que se produce en una pequeña ciudad cuando es "tomada" por la literatura. Y de pronto, un lector desprevenido se sienta en un café al lado de Martin Amis, o se cruza con Gabo García Márquez y su hermano Jaime volviendo de una cena en la histórica Cartagena de Indias. Sólo por placer de verlos andar, como mortales, ya vale la pena.

Los que se vienen

* Carnaval de las Artes: desde mañana hasta el 31. Con Laura Restrepo, Sergio Ramírez, Efraim Medina Reyes, entre otros.
* Hay Festival de Cartagena: Desde mañana hasta el 31. Irán Mario Vargas Llosa, Jon Lee Anderson y Zoe Valdez, entre otros.
* Festival de la Palabra: en Puerto Rico, en mayo. Con Elsa Osorio, Mempo Giardinelli y otros.
* Filba: La realización del festival literario de Buenos Aires no está confirmada.

26/01/2010

Fuente:
Diario “La Nación”

“LA HUMANA VOZ DE BETHSABÉ HUAMÁN”.

Poeta, escritora y ensayista Bethsabé Huamán.

“LA HUMANA VOZ DE BETHSABÉ HUAMÁN”

¿Quién es Bethsabé Huamán? Sin duda, una nueva escritora que repentinamente llega al Parnaso de la Literatura Peruana para explicar, analizar y valorar con talento la poesía de Nelly Fonseca Recavarren. El ensayo titulado La voz que responde resultó ganador del premio con ocasión de celebrarse el 46° aniversario de la muerte de la poeta peruana Nelly Fonseca Recavarren, una de las poetas insulares de la literatura escrita por mujeres del siglo XX.

El Centro Cultural de España en Lima y el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán convocaron, al concurso mencionado y de inmediato suscitó un gran interés especialmente entre las jóvenes escritoras. Después de la exposición de criterios y deliberación, el jurado conformado por Diana Miloslavich, Doris Moromisato y May Rivas de la Vega, decidió por unanimidad, declarar como ganador absoluto al trabajo titulado La voz que responde: poemas y enigmas de Nelly Fonseca, de Bethsabé Huamán Andía. Se trata de una joven poeta y docente que recibirá mil dólares americanos, un diploma y publicación del trabajo ganador por Ediciones Flora Tristán.

Bethsabé Huamán (Lima, 1977) realizó estudios de literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y completó el Diploma de Formación Magisterial en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Maestría de Estudios de Género en El Colegio de México (2005-2007), realizó una estancia de investigación en el Programa Universitario de Estudios de Género de la Universidad Nacional Autónoma de México (2008-2009). Ha escrito los libros Sábadopm (2003) y Memento Mori (2009). Ha sido docente en la Universidad Privada de Piura y en la Universidad Católica Sedes Sapientae. Su interés se concreta en la poesía de autoras como Blanca Varela y Rocío Silva Santisteban, así como de novelistas contemporáneas como Elena Garro y Luisa Valenzuela.

27/01/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

JUEVES 28 EN TACNA: ENCUENTRO LITERARIO CON ORLANDO MAZEYRA.


Estimados amigos:

Desde la ciudad de Arequipa llega a Tacna: uno de los más interesantes narradores de la nueva literatura characata (ahora sí llegará porque el paro de transportistas terminó).

Los invitamos al ENCUENTRO LITERARIO CON ORLANDO MAZEYRA, en el café Zeit y sus acostumbrados JUEVES DE BOHEMIA LITERARIA.

Con Mazeyra hablaremos de sus pasiones (literarias y extraliterarias), de libros y del escritor peruano, además de conocer sus libros Urgente: necesito un retazo de felicidad y La prosperidad reclusa.

Los esperamos este jueves 28 de enero en el café Zeit, calle Deustua # 150 (Frente a la Reniec Tacna), a las 7:30pm. El ingreso es libre.

Saludos,

Willy Gonzalez

Miércoles Culturales presenta: "La poesía de J.R.R como trayectoria mito-poética".

Poeta: Juan Ramírez Ruiz.

Miércoles Culturales del Gremio de Escritores del Perú

Presenta:

La poesía de Juan Ramírez Ruiz como trayectoria mito-poética

Testimonio y lectura

Invitado especial

- Fredy Amílcar Roncalla

Expresión musical:

- Violín de Luis Bocelli

Conducción:

- Alejandro Medina Bustinza – Apurunco

Libros – Solidaridad – Brindis

Miércoles 27 de enero – 7 pm.

Club Departamental Puno, Altura cuadra. 2 de Av. Brasil

INGRESO LIBRE

martes, 26 de enero de 2010

"POESÍA DE MIÉRCOLES" EN EL CLUB CHASKA DE TRUJILLO.


Gracias al amigo Jorge Tume nos enteramos de “algunas locuras”, eventos poéticos que se vienen realizando desde el año pasado en la ciudad de Trujillo. He aquí, sus palabras:

Amigos y amigas:

Les hago llegar el blog de nuestra movida poética que estamos haciendo en Trujillo, todos los miércoles. Es un recital de poesía que ya va por su novena fecha ininterrumpida. Hasta el momento estamos yendo muy bien, ya tenemos un público fijo.


Si quieren ser parte del recital nos envían sus poemas. Sólo exigimos que lean bien o hagan cosas atractivas, performances por ejemplo, para que la gente vea que la poesía es atractiva y atraigamos más y más gente.

Un abrazo.

P.D. Les ruego difundir.

Jorge Tume

MARCOS YAURI MONTERO: “EL SAGRADO OFICIO DE POETA”

Poeta: Marcos Yauri Montero.

“EL SAGRADO OFICIO DE POETA”

Desde que Marcos Yauri Montero (Huaraz, Áncash 1930) ganara el Botón de oro, en los Juegos Florales en 1953, en la Universidad Nacional de Trujillo, hasta la publicación del libro Poesías escogidas, han transcurrido cincuenta y siete años. Precisamente todo ese tiempo de trabajo poético reúne este texto que sin duda, servirá para hacer un mejor estudio y análisis de este gran poeta peruano, siempre alejado de las capillas de clase y argollas literarias hispano criollas.

El libro en mención reúne una antología hecha por el autor de catorce libros de poemas publicados en distintas y distantes fechas. Muchos críticos creyeron que Yauri Montero había dejado de escribir poesía para crear novelas celebradas. Pero no, más allá del bullicio y favores de la crítica fundada en la amistad, no dejó de escribir poesía después de acabar una obra en prosa. Esa es la razón por la que además aparece un permanente cambio de tono y distintas visiones respecto a la realidad y entorno del poeta.

Poesía esencialmente lírica, con una permanente preocupación por la condición humana, por las preguntas que asaltaron a la humanidad desde siempre: ¿qué hago aquí?, ¿quién soy?, ¿soy yo quien escribe estos poemas?, ¿qué sentido tiene la vida?, ¿para quién escribo? Pero, además para dejar constancia de lo injusto que es el tiempo y el dolor que atrapa a los seres más débiles por la espalda. Una poesía a la vez fina, sensual y labrada como el orfebre que pule la piedra hasta convertirla en un anillo.

En la vida práctica, Marcos Yauri Montero es Licenciado en historia, narrador y ensayista. Profesor de la Universidad Ricardo Palma y profesor honorario de la Universidad Nacional Santiago Antúnez de Mayolo. Autor de varias novelas y trabajos de etnohistoria. Premio Nacional de Novela (INC, 1968), Gaviota Roja (1985). En 1969, obtuvo el Premio de Fomento a la Cultura Peruana Ricardo Palma por su obra La sal amarga de la tierra. En 1975 el Premio Casa de las Américas por su obra En otoño después de mil años. Premio José Gálvez Barrenechea de poesía (1977). En 1983 el Premio Extraordinario Gaviota Roja por Así que pasen los años.

26/01/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

lunes, 25 de enero de 2010

"HAITÍ: POESÍA Y DOLOR HUMANO".


"HAITÍ: POESÍA Y DOLOR HUMANO"

El 12 de enero del presente año se produjo un terremoto en Haití y la capital Puerto Príncipe fue prácticamente devastada. El poeta Gabriel Impaglione, ha escrito el poema Ayití.

Haití, a pesar de los avatares de su historia, cuenta con escritores que han recogido una realidad dolorosa pero al mismo tiempo llena de esperanzas. Ellos son René Dépestre, Frankétienne, exponente del movement spiralist; Gary Victor, Mimi Barthélémy, narradora de cuentos; Ketly Mars, Danny Laferrière, René Philoctéte (Une saison de cigales), Jaques Stephen Alexis, Me. Jean-Robert Constant. Además, los escritores de La Ronde (Frédéric Marcelin, Fernand Hibbert, Justin Lhérisson, Antoine Innocent), Jean Price-Mars, Jaques Stephen Alexis y Jaques Roumain.

En medio del caos y la desolación, Gabriel Impaglione ha escrito el sentido poema Ayití. “Tierra de altas montañas en cuyas cimas / apoya el luto su estructura de abismo / para llover después profundamente oscuro / como si una noche desmesurada / ocupara los siglos. / A sus costas sin miedo llegó la ignominia / de su vientre vinieron hijos muertos y esclavos. / De tanto dolor hicieron maza de romper cadena / antorcha y canto y luego cuna del vuelo / y de ese sueño se pobló la tierra de bandadas. / El primer grito de Ayití fue un viento rojo / que pasó quemando yugos e imposibles / y levantó en el sur un gran ejército / de nuevas banderas y flamantes himnos. / Ayití deberán bautizarla los hermanos, / volver al fuego original y comenzar de cero / la siembra libertaria y necesaria. / Será en Ayití en ruinas en duelo en rabiosa / hora el nuevo parto? / De las manos de tus cien mil muertos / será construida el ala y la mirada? / Sacudirás el polvo de tiranos y sátrapas / gerentes, verdugos, sanguijuelas, / y con sangre nueva sembrarás día infinito? / Tal vez no podamos sujetar la tierra / inmovilizar su caprichosa cabalgadura, / pero sí podemos construir aulas y rondas, / hospitales, casas, fábricas, futuro. / Y te llamarás Ayití, hija de tus hijos / media isla universal y libre. / Perla en cuya esencia la llama inexorable / gobernará los tiempos.”

¿Qué será de los niños huérfanos y de las madres mutiladas? ¿Qué será de los jóvenes más pobres que antes? ¿Qué será de Haití sin sus escritores? ¿Qué será de Haití ahora más pobre ocupado e invadido?

25/01/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

domingo, 24 de enero de 2010

RESEÑA: "EL ÚLTIMO VIAJE DE CAMILO" POR MARIO WONG.

El autor en uno de los principales escenarios de su novela.


Portada de: "El Ultimo Viaje de Camilo".

«Extraterritorialidades y vértigos: la literatura a la hora del crimen en El último viaje de Camilo (1), novela del escritor peruano Miguel Ildefonso»

«O make me a mask! »
Dylan Thomas


«¿Qué os encierra atemorizados en el tiempo?
¿En el cuerpo? ¿En la mierda? Voy a decíroslo:«la palabra».
W. Burroughs

La literatura peruana «actual» y el arte, en general, surgen de una pérdida, de una ausencia y del vértigo de la inmensidad de la desolación del artista a la hora del crimen, del «crimen perfecto», de la irrupción, perversa, de lo monstruoso y de la desaparición del mundo (de, ¿un mundo?); no es extraño que aparezcan, como personajes, Humareda y José María Arguedas. Se trata de un nuevo paradigma creativo; ahí la creación de cada artista es una excepción -más allá de las pertenencias nacionales en crisis-, porque las extraterritorialidades y las líneas de fuga se hallan presentes y permiten ir más allá de la «comunicación», en el caso de esta novela de Miguel Ildefonso, entre las dos orillas del Río Grande.

Escritura poética, trangresiva, la de este libro -en el que aparecen y desaparecen, en sus páginas que nos atrapan, poetas y otros artistas- y que, como tal penetra, vertiginosamente, en las potencias ocultas del lenguaje. Aquí, las fronteras espaciales, temporales y, sobretodo, linguisticas se perfilan y, podemos decirlo, terminan por internalisarse en el proceso creativo mismo de la novela, que es un viaje de búsqueda; el bilinguismo y la transculturalidad (ahi están la frontera mexicana, New York, barrios de Buenos Aires, lugares de Lima, La Víctoria, Apolo, Huaycán, del Centro del Perú, Chacayán, Rancas, Paucarcocha, etc., etc., y el Taqui-Onkoy, la danza de las tijeras, la chonginada, el Cristo negro de Pachacamac…) recorren toda la obra. No se trata de la representación mimética de lo real sino, pienso, del restablecimiento recurrente de los signos a la vida, al ser mismo de las cosas; así, la aparente «irrealidad del lenguaje poético es una crítica a la realidad,…» (Ob. Cit., p, 26); como escribía Martín Adán, (…) poesía es una quimera. La poética de esta novela es la de la fragmentación, lo dice el autor en la Nota (final) al pie del abismo; pero, en su estructuración textual se nos dan las claves de la búsqueda, que las son, también, de una persecusión: «Ya no importa ni siquiera saltar del puente o del acantilado, tras escapar de los disparos, de aquellos que me confuden con aquello que no soy (…)» (ver el «Estudio sobre lo invisible», Ob. Cit., p. 83). Como en la novela de Piglia, La ciudad ausente (2), en esta última obra literaria de M. Ildefonso el delirio y la paranoia persecutoria forman parte de una supra-realidad, la realidad de lo monstruoso a la hora del crimen.

El último viaje de Camilo es la búsqueda de un poeta peruano, que estudiaba en la universidad del Paso, y que un día desaparece; se trata, también, de otros poetas, suicidas, Ojeda, Hernández, Oliva, Recalde…; poetas, todos ellos «suicidados de la sociedad» (Artaud), que en su elán creativo extremaron su soledad y marginalidad hasta el delirio, en sus distintas expresiones (y el amor lo es una) y la muerte: «Solitarios son los actos del poeta/como aquellos del amor y de la muerte.» (Luis Hernández). La frontera se halla presente en este personaje, Camilo, cuyo segundo libro de poemas Variaciones de un bus en la frontera aparece «como un intento de inmolarse en el discurso de las desapariciones en las tierras baldías (y aquí está T.S. Elliot) del sur de los Estados Unidos, en donde el antropólogo Carlos Castaneda había borrado su identidad gracias a las enseñanzas chamánicas de Don Juan y del peyote.» (p. 27). Este libro habla de ti, a la hora del crimen, «Hypocrite lecteur/mon frère, mon semblable!».

Laura-Marilyn (Monroe), otro de los personajes de la novela, vive atrapada en el laberinto lunar de una pieza del Hotel Lima (allí vivió Víctor Humareda) de las calles de la ciudad sitiada, de sus discotecas presa del Minotauro; ella escribió un largo poema, a partir de la contemplación del último cuadro, inacabado, del pintor y que había desaparecido; los monstruos salen raudos de sus sueños, sin poder alcanzar la «soñada coherencia» (Luis Hernández), quizás el paraíso perdido cruzando la avenida o, al menos, el inmenso sentido de realidad que siempre anhelo. «La noche para ella es larga, como si nunca fuera a volver ha despertar, como si nunca fuera a poder escapar de allí.» (p. 33).

En papeles rescatados de entre sus pertenencias, escritos antes de su muerte, Paul (el alter-ego del autor), quien se hallaba tras los pasos de Camilo, nos cuenta la relación amorosa de Camilo (Paul) con Laura-Marilyn: « (…) Lo que quiere es siempre huir. Según él observó hay en sus pocos años prendimientos de alacranes, rasguños de caimán y sombras de playas donde el mar se aproxima como un verdugo y se atora en sus sienes causándole oleadas de dolor. Laura se toca las mejillas, no sólo espera que se vuelva ha encender la luz del semáforo allá afuera, sino que desea con ansias que se rompan las cadenas, que termine la tortura». «Te estoy diciendo que me sueltes», dice, «no quiero estar más contigo » Se trata de un amor obsesivo, pasional, en medio de las explosiones, que contrapuntean el ritmo de la novela. Es él quien intenta desentrañar el poema de Laura, nombrar la destrucción: «No veía donde estaba la guerra o quienes eran los que peleaban…» (ver el Cap. 10, el hermoso pasaje «La Avenida del Cloro Eterno», p. 66); el propósito inútil del poema: la belleza que es su perdición! Termina por quemarlo. Y escribe, esa parte de la historia de Laura, para resarcirse de lo perdido, y jamás perdido, …«repetir el goce: otra vez la avenida de los destrozados labios (…)» (p. 68). Capitulos, todos éstos bajo el subtítulo de Laura, de una gran intensidad poética.

El último viaje de Camilo poetiza, sin ninguna duda, el desorden, el caos, la miseria: «caóticos semáforos, muros pintarrajeados, rejas oxidadas, postes retorcidos, trincheras, desgarramientos de dolor acusándome, persiguiéndome como el hedor de los basurales, como manos extendidas que salían de esos basurales. No era como ver la televisión o abrir los periodicos (…) » (p. 46). «No el olvido» (L. H.), líneas que en su citación adjetival me traen a la mente versos de algún poema de Luis Hernández. El recurso del método: «… - conocer «la composición de la realidad» que me rodeaba, como dictaba el Maestro (V. Humareda, autor de un Cuaderno de notas al pie del abismo)-, por eso encontré en las calles más oscuras la exacerbación de todos los sentidos, y en esa madrugada encontré a Nietzsche llamándose Zarathustra, y en otra a Juan Ojeda desafiando como un toro la embestida de un auto. Luego escuché una explosión que amputó la extensión de mis piernas y mis brazos (…)» (p. 46; ver, también, pp. 66-67) La poesía como acto suicidario en el tiempo de los asesinos.

El vértigo que produce el asalto de lo real está presente, (al comienzo de todo este fragmento, «El Minotauro»): «En cada paso ciego que daba, escuchaba los mismos pasos siniestros de la gente hacia el centro de Lima. Por inercia llegué al filo de una esquina, pero aún con la intención de dar forma a lo inasible y abarcarlo todo con mi deseo, con todo el furor de un amor que dejé pasar como carros por la avenida. En esa avenida, allí en la esquina, con la visión de un cerro lleno de casas, fue cuando sentí la necesidad de dejarlo todo y huir; correr de mis zapatos, de mis pelos, del tiempo atado a los edificios…» (p. 46); y, en la página anterior, «Un film sepia», otro de los fragmentos (con el que empieza el Cap. 7): «…en pleno vértigo, el cielo hacia su acercamiento de ángeles desfalleciendo en el smog. Caían como si estuvieran librando una batalla con el viento (como el angelus novus de Walter Benjamin; también es el título de un libro del poeta Enrique Verástegui, citado en la novela), así como los mortales batallaban contra sí mismos allí abajo, ocultos en las sombras que (…)» (pp. 45-46).

«Si uno pudiera mantenerse al ras de las cosas -anota Paul-, El Paso podría resultar una ciudad muy apacible. Pero allá enfrente teníamos el drama de los migrantes ilegales, que nos tocaba en la sangre, que, en un rapto nos devolvía de toda evasión, y que terminaba por invadir los textos que presentabamos al taller de narrativa.» (p. 115). La presencia de la frontera, otra vez, y la escritura también; la extraterritorialidad (y las intrigas entre grupos profesorales, de las cuales los estudiantes no podían excluirse tampoco, por cuotas de poder en el Dpto de Español en esta universidad de la frontera de El Paso). «A los que eníamos de abajo del río Grande -continúa Paul- nos unía el idioma, pero habían más cosas que nos desunían.» (p. 117). El Hotel Lima, la pintura de Humareda y el poema de Laura en los escritos de Camilo: « (…) Yo llegaba al Hotel Lima, subía las escaleras, pesado, como un toro herido - el arte de la tauromaquia y la escritura, está presente en este pasaje-, y en la habitación 283 me desmoronaba en la cama y empezaba a releer el poema de Laura. Afuera la ciudad, luego del murmullo, destellaba vísceras, miembros, se oían disparos acompañados de algunas explosiones. Los cuadros del Maestro temblaban en las paredes. El frío que entraba por la ventana olía extrañamente a sexo. Todo se silenciaba después y me quedaba dormido… Era un toro negro que había salido del laberinto para entrar a otro.» (p. 118).

Si llegaras a mi barrio, Jorge, «los muchachos en la esquina te dirían: «qué tal, viejo, ché su madre» (L.H.)- Jorge Luis rio.» (Cap. 11, p. 70). Es la parte, de esta novela, del reencuentro, «soñado», de Fico, otro de los personajes, y J.L. Borges en Buenos Aires, con otros escritores y poetas: «No nos une el amor sino el espanto/será por eso que la quiero tanto.», dijo él de B.A. (nota 1, a pie de la p. 71). Estas citaciones como todas las otras -y el arte de la citación, como en Borges, recorre esta novela- para sostener que esta escritura, entre el sueño y la vigilia, se despliega como rizoma (3); más aún, la «concepción» que permite, pienso, su estructuración es rizomática.-el concepto es deleuziano (4) y se halla presente en la obra de Borges: en «El jardín de los senderos que se bifurcan», como una búsqueda policial, en la cual el lector se convierte en «detective literario» (también están sus otros cuentos, «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», «La lotería de Alejandría», etc. )-, como si hubiesen existido múltiples opciones literarias en su desarrollo y, eso hace la riqueza literaria de esta obra, ninguna se hubiese descartado, tomando lo real y lo imaginario en todo su despliegue heterotópico, como si se tratase de mundos y tiempos paralelos, de una suprarealidad; es la estructura de El jardín de los caminos que se bifurcan entre el suéño y lo real (5), y aparece desde los capítulos iniciales de la novela, cuando Paul escribe sobre El vuelo mágico, la novela trunca de Camilo: «(…) escogí una página al vuelo: «…en un lugar de Lima llamado Apolo. Entre árboles inmensos que se extinguían, desde la vereda de mi casa, veía la punta del cerro El Pino. Me levanté y caminé sin detenerme hasta llegar al río Rimac (…), y, tras descansar bebiendo chicha en sus orillas, enrumbé al sur hasta dar con el desierto, donde me encontré con los desaparecidos de 1991…» El lector «encontrará su sendero entre esas ruinas circulares» (completamente borgiano). Y, al final de este capítulo 2: « (…) De pronto, en un determinado punto que no supe donde quedaba, el camino se bifurcó, era como un sueño, como un sueño que había caído en la red de otro sueño aún más claro. Sólo se me prohibía extraviarme, aunque el extravío también es otra forma de sueño. No había que temer, porque sabía que al final siempre llegaría a mi destino», seguía explicando Camilo.» (pp. 28-29) Fatum aciago el de Camilo y, también, el de Paul que desaparece en su búsqueda en esta novela abierta, laberíntica y plena de citaciones que -como sucede en la literatura borgesiana (6)- no siempre nos conducen a alguna parte, en el vértigo de asomarnos al abismo, al horror, a la pesadilla de la historia que no acaba, y que Miguel Ildefonso, como un «dectective salvaje», intenta desentrañar.

Mario Wong
París, 29 de Nov. Del 2009.

Notas:

(1) Lima, Grupo Editorial Norma S.A.C., La otra orilla, 2009.
(2) Ricardo Piglia, La ciudad ausente, Barcelona, Anagrama, 2003.
(3) Ver ensayo de Alfonso de Toro, «el productor «rizomórfico» y el lector como «detective literario»: la aventura de los signos o la postmodernidad del discurso borgesiano (intertextualidad-palimpsesto-deconstrucción-rizoma)»; in: Karl Alfred Blüher / Alfonso de Toro (Eds.), Jorge Luis Borges. Variaciones interpretativas sobre sus procedimientos literarios y bases epistemológicas, Frankfurt. Madrid; Iberoamericana-Madrid, 1995
(4) “…à la différence des arbres ou de leurs racines, le rhizome connecte un point quelconque avec un autre point quelconque, et chacun de ses traits ne renvoie pas nécessairement à des traits de même nature, il met en jeu des régimes de signes très différents et même des états de non-signes. Le rhizome ne se laisse ramener ni à l’Un ni au multiple (…)». (…a diferencia de los árboles o de sus raíces, el rizoma conecta un punto cualquiera con otro punto cualquiera, y cada una de sus características no reenvía, necesariamente, a razgos de la misma naturaleza; pone en juego régimenes de signos muy diferentes y, también, estados no-significantes. El rizoma no se deja atrapar ni por el Uno ni lo múltiple (…)» (Gilles Deleuze y Félix Guattari, Mille Plateaux. Capitalisme et schizophrénie, París, Les Éds. de Minuit, p. 31; la traducc. Es mía).
(5) (…) «Son como un átomo que se expande continuamente, se trata de la «alocación del lenguaje» o de la virtualidad de «un mundo en tiempo real» (Echtzeitwelt) -escribe A. de Toro-, es decir, de un mundo no mimético que constituye un laberinto del desorden: « (…) la confusión de la novela me sugirió que ese era el laberinto. (…) la curiosa leyenda de que Ts’ui Pên se había propuesto un laberinto que fuera estrictamente infinito (…)» (J.L.B., «El jardín de los senderos…», Obras. Completas, Vol. I: 478, Buenos Aires, Emecé, 1981; Ver A. de Toro, «Borges Virtual», in: A de Toro (ed), Jorge Luis Borges: Ciencia y Filosofía, Georg Olms Verlag AG, Hildesheim 2007, pp. 15-16.).
(6) Sobre la citación, en la ficción como laberinto, de Toro dice: (El masivo diluvio de citas de un convincente narrador, provocan, especialmente cuando el lector no las controla, la desaparición de los límites entre la realidad y la ficción. De este modo, aparecen los nombres de personas, países, ciudades y regiones, sean éstos reales o no, como reales o como puro texto ficcional, al fin como meros signos.» Y páginas más adelante: «La literatura de Borges nos quiere hacer créer que imita el mundo (lo cual ya lo hacía Cervantes en el Don Quijote), o que imita la literatura (también Don Quijote), pero en realidad sólo cita al mundo y a la literatura, produciendo textos virtualmente rizomórficos, que son una deconstrucción sutil de los modelos citados, no una parodia de éstos, como era el sistema de deconstrucción en «Don Quijote».» (A. de Toro, «El productor «rizomórfico» y el lector como…», Ob. Cit., p. 138, el subrayado es mío, y pp. 151-152).

sábado, 23 de enero de 2010

JUAN GELMAN: “¿QUIÉN DICE QUE LA POESÍA ES INÚTIL?”.

Poeta argentino: Juan Gelman.

“¿QUIÉN DICE QUE LA POESÍA ES INÚTIL?”

Juan Gelman, premio Cervantes, es considerado uno de los más importantes poetas en lengua española. Aquí habla de su vida, su infancia, su juventud, su familia, su nieta y el oficio de escribir maravillas en forma de verso.

Por: Rodolfo Braceli
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010

La conversación, esta conversación, empezó en 1965. Entretanto, media vida. O un pestañeo de tiempo, si es el sol el que mira. Gelman llega a Las Violetas diez minutos después de lo acordado. Ya por el modo de disculparse advierto que, por más que sea argentino y Premio Cervantes, sigue siendo Juan. Este hombre sin corbata, campera liviana, no podría tener otro nombre que el de esa sola sílaba arrojada. En la confitería están armando dos mesas de temer, una para veinte varones y otra para cincuenta mujeres. Será difícil conversar en esta babel. El mozo, pícaro, avisa: "Serán sólo cuarenta y nueve". "Ah no, si no son cincuenta, nos vamos." Cruzamos de vereda y encontramos más sosiego en el café-pizzería Tuñín. Me quedé tildado con una pregunta huevona, que no hago: ¿Alguien al que sólo le resta el premio Nobel puede ser tan uno más? Pensé encontrarme con un tipo con ojeras de melancólico, gruñendo falta de tiempo. Pero no. Se disculpa otra vez por la tardanza. Viene de almorzar con un nieto y me muestra, como si fueran trofeos, una longaniza y un par de vidrios con vino de Luján de Cuyo adentro.

"Un espresso con espuma de leche", pide este hombre que supo encontrar a su nieta robada en los años de limbo y de infierno, cuando no sólo se violaba a la vida, también se violaba a la muerte; y se robaban criaturas. Su dolor de padre y de abuelo pudo haber estrangulado a su poesía metiéndola en el callejón del puro desgarramiento y del furioso reclamo. Pero Gelman no abdicó; sin arriar el insomnio de su conciencia, no le dio tregua a la espiral sedienta de su poesía. Vadeó las eternas preguntas eternas y afrontó las de un tiempo inclemente en el que el surrealismo se volvió canción de cuna porque en la palpable realidad la condición humana se desfondó. Este hombre, ¿qué viene haciendo con su poesía? A las cansadas palabras, tan deshilachadas, tan desteñidas, él directamente les mete tajo, hondo, las raja por la costura o por donde venga, las hace crujir, alarir. Destripando palabras, al sustantivo lo muta verbo; al otoño lo hace otoñar; al pan, panar; ¿y al mundo? Mundar. No le alcanza a Gelman con llevarse bien con la sintaxis, él necesita ir por más, tajo mediante, buscando, como Girondo, "la másmedula", y después.

Traigo yo un par de fotos del encuentro de hace 44 años. Se las mostraré más tarde. Empiezo con una pregunta grave:

- ¿Cómo te llevás, Juan, con eso que llamamos "el tiempo"?

- El único consuelo es que envejece con uno.

- Los años vienen más cortos, ¿nos están afanando? A vos, ¿cuántos meses te duró este año?

- Esto depende de lo que pase, viejo, a mí me resultó muy largo. Es lo que llaman el tiempo psicológico. Pero si pienso que voy a cumplir 80, digo ¡pucha, qué rápido pasó!

- ¿Cómo es eso de tener 80?

- Lo estoy averiguando.

- ¿Te jode si hablamos lo menos posible de literatura?

- De lo que quieras. Vos preguntá.

- Contame de tu parto. ¿Colaboraste o te sentaste en la retranca?

- Colaboré. Cuando mi madre me dio a luz, yo quería estar al lado de ella, es lo menos que puede hacer un caballero.

- ¿Te recordás naciendo?

- ¡Por supuesto! Lo que me costó. Parece que mi madre estaba bien conmigo y no me dejaba afuera. Estuvo veintiséis horas en lo que se llamaba la cama dura, hasta que yo, peleando un poco, pude salir, con cinco kilos y medio. Me llamaban el torito de la sala y según mi mamá, me quiso robar una monja.

- Una monja, casualmente.

- Creo que esto pertenece a la leyenda familiar.

- Por ahí no es leyenda. Alguna vez Bradbury me contó que chequeó con su madre cosas que él recordaba de su cuarto día. Por ejemplo, al doctor que se inclinaba sobre él con el bisturí para la circuncisión.

- No sé, no sé...

- ¿Te suena a mentira?

- Más bien me resulta no cierto.

- Volvamos a tu nacimiento.

- Fue a las once de la mañana, creo. Había luz de día. Yo fui el último hijo. Los otros eran uno ucraniano y la hermana, moscovita. Yo, porteño. Nací en el hospital Durand. Había una cancha por ahí, a la que después íbamos los del barrio a jugar a la pelota.

- Para muchos no de carne, de fútbol somos. ¿El fútbol te interesa?

- Sí, claro, por supuesto.

- Seguro hincha de Atlanta.

- Sí, hombre, no me lo recuerdes. Siempre de Atlanta, ¡aunque ganara!

- Cuando se ronda, intenso, los 80, ¿se siente la presencia de los padres?

- Sí, es curioso, porque más bien lo que he sentido es la presencia de mi madre y últimamente estoy sintiendo la de mi padre. Lo veo por los poemas que escribo. Gestos cariñosos de él recuerdo uno o dos, a lo mejor hubo más. Una vez que estuve enfermo a los 12 años, se sentó al lado de mi cama y me leía cuentos de Scholem Aleijem en idish. Me acuerdo de eso, pero era un hombre silencio; para mí, distante. Y sin embargo cuando muere, en 1964, me costó mucho admitirlo, mucho. Yo llegué a casa, ya le habían puesto la tapa al cajón y exigí que la levantaran porque no podía creer que se hubiera muerto. Yo tenía 34 y él 74. Y bueno, después la vida y las cosas... Sí, en los últimos años aparece mi padre. No sé por qué se produce porque ya... mis hijos, bueno, a uno lo mató la dictadura, la otra vive aquí, ya tiene más de 50; hace años que no convivo con hijos. A lo mejor ésa es la razón, no sé.

- ¿Alguna otra imagen de tu papá?

- Pocas palabras... después fui entendiendo su pasado. En las familias se hablaba poco de ciertas cosas importantes. Lo que pasó durante la inmigración quedaba atrás; cortina y a otra cosa. Recién a los 70 descubrí que había tenido otro hermano, que murió en Rusia. Y era hermano de mi hermano mayor; ni siquiera él me habló de eso. No hijo de mi mamá, sino del primer matrimonio de mi papá. Mirá, nunca supe el nombre. Quien me habló de él y me mostró una foto fue la viuda de mi hermano Boris. Así que recuperé un hermano, muerto, mil años después de que se fuera. Historias que pasan en la mayoría de las familias, zonas que no se tocan... No sé, el secreto familiar siempre anda por ahí. Que si una tía fue borracha, que si otra se escapó con un tipo...

- Con tu padre no se hablaba de mujeres.

- No. Por Dios. Cómo ibas a hacer eso.

- La palabra sexo...

- ... nunca la escuché en mi casa. Sí en la calle, en el colegio, ja, pero en la casa... Mi papá era carpintero, después fue poniendo una pequeña fábrica de camisas. Una empresa familiar, años de crisis, hasta yo ayudé un poco lavando lo que llamaban esqueletos de los pedidos. Bueno, después de la Guerra Mundial la cosa mejoró, pude estudiar, mi hermana también. Y ya me vine grande, me casé, me fui de casa.

- ¿Y tu mamá?

- Ella apoyó esta pequeña empresa. Mi padre enfermó, años padeció lo que supongo que era un cáncer, porque lo tuvieron que operar, y ella sostuvo la casa. Por otra parte, era una mujer culta, leía mucho. No sé cómo hacía, pero a mi hermana y a mí nos llevaba una vez por año al Colón, al paraíso. No sé, juntaría los centavitos. Ahí escuché a lo mejor de la época. Un acontecimiento para los hijos era. Cuando las cosas mejoraron, nos puso a estudiar piano y demás... me llevaba al cine...

- Siempre hay una película iniciática.

- Sí, me acuerdo que me llevó a ver... esa película del panadero que quiere suicidarse porque lo engaña la mujer... También me llevaba al teatro. En su juventud estudiaba medicina; se produce la revolución rusa y cambia todo. Y mi papá también era un hombre culto, participó en la revolución rusa de 1905. Cosa que nunca me dijeron en casa pero que yo averigüé con la familia en Moscú, cuando fui. Él era uno de esos obreros activistas del centro de Europa y del Este, que sabían de todo: política, economía, historia, literatura, lingüística... Dirigentes obreros así raro que haya.

- En tu casa libros no faltaban.

- Siempre había libros. Boris era un lector voraz, yo le saqueaba la biblioteca; se hacía el que no se daba cuenta él. Tuvimos una relación muy buena. Me enseñó a jugar al ajedrez, me recitaba poemas de Pushkin en ruso... Todavía me acuerdo de algún verso aunque sigo sin saber qué significa.

- Si recordás, es que algo rescatabas.

- Sí, la música y el ritmo. Yo creo que eso influyó en mi relación con la poesía, que el que me despertó algo fue mi hermano. Me recitaba esos poemas a los 5 o 6 años míos, y yo no entendía un pito. Alguna vez me tradujo qué era, pero nunca los retuve, lo que me encantaba era el ritmo y el sonido del ruso. Yo lo acosaba, le pedía que me los volviera a decir. Y eso me creaba una sensación como de estar en otra parte, en el sentido de sentir algo no habitual.

- ¿Te recordás aprendiendo a leer?

- Me enseñó Teodora, mi hermana, que falleció cerca de Jerusalén. El tema de la dispersión de la familia es una constante, porque mi hermano falleció en Brasil y tengo cuatro nietos en cuatro países.

- No te queda otra que ser ciudadano del mundo.

- Vos sabés que eso no existe, porque, mirá, yo no creo que exista tampoco el amor a la humanidad.

- ¿Y aquello del amor universal?

- Uno no puede querer a la humanidad entera, no existe el amor universal; no puedo querer a los militares que mataron a mi hijo. Entonces mi amor es bastante selectivo.

- Volvamos sobre Juan aprendiendo a leer.

- Mi hermana dijo públicamente que yo aprendí a los 3 años; lo dudo. Esa cosa de embellecer, ¿no? Aprendí antes de ir a la escuela, eso sí.

- ¿Cuál fue el libro que primero te sacudió?

- Mirá, leía las cosas escolares, pero a los 8 o 9 años empecé con los clásicos españoles, no Quevedo sino los poetas del siglo XIX. El primer libro que me produjo una emoción muy grande fue Humillados y ofendidos, de Dostoievski, que tenía mi hermano... Él tenía una habitación arriba, con una escalera de hierro. Un domingo se fue y subí y le saqué ese libro. Me senté en la escalera y me lo leí de arriba a abajo. Después estuve en cama dos días con fiebre. Tenía 14 años. Y no era que estuviera resfriado ni nada por el estilo. Eso fue una conmoción tremenda. Seguramente tuve lecturas superiores, pero ésa fue la que... no sé, me impresionó de un modo muy particular.

- ¿En qué momento te das cuenta de tu vínculo con la poesía?

- Vos sabés que eso no es fácil, ¿no? En el Colegio Nacional de Buenos Aires conocí al que después se convirtió en una especie de hermano, Marcelo Ravoni, un poeta italiano que ya falleció. Nos mostrábamos las cosas, pero, bueno, uno entonces no pensaba que iba a ser poeta ni nada por el estilo.

- ¿Y a la hora de la vocación?

- En la universidad elegí doctorado en Química. Abandoné el primer año, intenté al siguiente y volví a abandonar. Me puse a trabajar en distintas cosas para ganarme la vida. Seguía viviendo en casa de mis padres, pero, claro, ya tenía 19 años...

- Se te cruzó algo...

- Sí, ahora recuerdo que a los 15 años tuve un sueño maravilloso, ¡eso sí que fue extraordinario! Mis hermanos se habían casado, yo había heredado la pieza de arriba con algunos libros, pero ya tenía los míos... De ese sueño todavía me acuerdo, ¡pero mirá vos!

- ¿Cuál era ese sueño?

- Entonces yo soñé, día tras día y no me acuerdo por cuánto tiempo, que yo era un paje en una corte y que me enamoraba de no sé quién, y le escribía un poema extraordinario. Yo me dormía con un papel en blanco y un lápiz al lado de la cama porque, me decía, cuando lo escuche me despierto y lo escribo. Bueno, nunca ocurrió.

- Te querías afanar el poema.

- Me quería afanar el poema del sueño, sí... pero nunca me desperté. Otro sueño estoy recordando... ya tenía más de 30, soñaba con que me tocaba de nuevo el servicio militar. ¡Y eso era una pesadilla! Bue, menos mal que pasó. Y que ya no hay servicio militar.

- ¿Vos lo hiciste completo o eras "apto relativo"?

- Sí, sí, claro: trece meses en un regimiento de caballería. Ahí se produjo el golpe de Menéndez, contra Perón. Y lo que pasó alrededor del golpe, la vida ahí en el regimiento, todo eso vuelve a cachos, porque es una larga interrupción. Fue muy largo eso.

- Aparte del emprendimiento familiar, ¿por dónde se te dio?

- Mirá, cuando tenía 19, trabajé para una revista de las aseguradoras. Iba adonde pasaba algo, a ver si tenían seguro o no. En general tenían. Pero una vez me tocó ir al puerto porque se había incendiado una lancha que era de dos hermanos; llego y estaban de lo más alicaídos. Ahí les digo: "Ustedes tenían seguro, ¿no?" "Se venció ayer", me dicen. Volví con esa historia, agobiado, y el director se restregó las manos y "¡Fantástico, escribila ya!". La escribí y me fui. Terrible.

- Más que amarillo, periodismo sádico.

- Sí, crónicas sádicas... Voy a pedir otro café... (Hace una seña, "Cortado con espuma de leche, por favor. Y agua".) Bueno, después trabajé de camionero.

- ¿Tenés auto?

- No.

- Nunca te imaginé manejando, y menos camionero.

- Y dentro de la ciudad no es fácil, eh. Trabajé en una fábrica de muebles también y después en una casa de repuestos de automóviles, hasta que entré en el periodismo. Al mismo tiempo publicaba mi primer libro. Yo tenía 26... Cuando se lo llevé a mi mamá, me dijo: "¡De esto nunca vas a poder vivir!". Y tuvo razón, pero lo recibió con una ancha sonrisa.

- ¿Cuándo te das cuenta de que lo tuyo es la poesía?

- Con este amigo Marcelo, a los 17, merodeaba por revistas literarias. Había un grupo de poetas que andaban por los 23, incluso habían publicado; se reunían en un café, les presentábamos poemas ¡y siempre desaprobaban los míos! Entonces un día dije esto no puede ser, tan malo no soy. Escribí uno y se lo atribuí a un poeta hebreo del siglo XII. Llegué al café y les dije "Miiiren, traje este poema; no sé si lo quieren leer..." "Sí, sí, cómo no." Se deshicieron en elogios. Ahí me di cuenta de varias cosas y de la más importante: lo único que vale es la escritura. Nada más. Me di cuenta de la vanidad que rodea a toda esta historia.

- Hablando de la utilidad de la poesía se dice que sirve para "levantar mujeres". ¿Vos le diste ese uso alguna vez?

- Cuando tenía 9 años. Quería enganchar a una vecinita de 11 y yo le mandaba poemas de Almafuerte como si fueran míos.

- ¿Y?

- No pasaba nada, entonces dije bueno voy a escribir yo.

- ¿Y?

- Nada, pero yo seguí. Me consta que hay gente que ha usado mi poesía. Yo escribí un poema que se llama "Ofelia" y que empieza diciendo "Esta Ofelia no es la prisionera de su propia voluntad...". Un día me invita un cubano, en México, a una fiesta, y voy con mi mujer. Se acercan dos mujeres a saludarla y me dice una: "Le quiero presentar a mi esposo, porque después va a contarle algo". Y viene el tipo y me cuenta: que él primero había conocido a la amiga de su mujer, la que estaba ahí con ella, y le había enchufado el poema con su nombre, suponete, Patricia: "Esta Patricia no es la prisionera...". La cosa no caminó. Después conoció a la que fue su mujer, no sabía que eran amigas, y le enchufa el poema: "Esta Carolina no es la prisionera...". Ja, otra que me pasó fue una vez que justo salió un libro de Benedetti y uno mío, entonces nos hicieron una entrevista radial, pero en un café. Nos piden que cada uno lea un poema. Él leyó el suyo; yo, el mío, de amor. Termina la entrevista. Se me acerca una chica y me dice: "¿Ese poema es suyo?". Digo sí. "¡Hijo de puta!" "Mire, disculpe, el poema no será muy bueno pero yo soy un hombre decente." "No -me dice-, hijo de puta el novio que tuve, que me lo mandó como que era de él."

- A veces uno no puede usar ni su propio poema.

- Pero a mí eso me alegra, porque ¿quién dice que la poesía no sirve, que la poesía es inútil? Además, en el siglo II un filósofo chino, no me acuerdo el nombre, decía que todo el mundo habla de la utilidad de lo útil, pero nadie repara en la utilidad de lo inútil.

- Volvamos al eterno "para qué sirve la poesía".

- Ésa es una pregunta que se hizo, sobre todo, Hölderlin: ¿para qué poetas en estos tiempos mezquinos y miserables?

- Justamente.

- Sí, justamente.

- La abundancia de poetas abonará la teoría de las compensaciones.

- Mirá, los poemas son botellas al mar que por ahí llegan a la playa de un alma.

- Un alma, nada menos.

(Viene el café. Es el momento de mostrarle a Gelman aquellas dos fotos. "Te las traigo sin ánimo de andar nostalgiando." Las mira y cabecea: "¿Pero esto es pa´ reprocharme la vejez?". Las fotos tienen pulso. Mediados de los años 60: la escena sucede en Mendoza, al oeste del paraíso. Alberto Patiño Correa (galerista, casado con Pampa Mercado, cuñado de Tununa) invita a Mendoza a Juan Gelman, Paco Urondo, Tata Cedrón y dos músicos más. Para presentar Madrugada, un disco con poemas de Gelman y tangos de Cedrón. En aquel encuentro apunté para una crónica palabras de Urondo: "Nos guste o nos reviente, no hay poesía regular o pasable; ser buenos muchachos no alcanza, no sirve para esto".

Pero volvamos a las fotos: fue el día anterior al recital, vivimos horas de ésas que la memoria no suelta. Gelman recuerda enseguida: "Chivito. Comimos un chivito en la montaña". Habíamos ido en dos autos, camino adentro de la precordillera. En Puesto Lima almorzamos y bebimos luminoso vino oscuro, sin miramientos. De vuelta, desandando la montaña, nos encontramos con unas nubes tan gordas que reventaban; muy bajas, lamían el camino pedregoso. Alguien dijo: "¡Paremos un rato!" El auto hizo caso. Enseguida Cedrón y los otros dos músicos, guitarra, violín y bandoneón, se pusieron a tocar. Parece soñado, parece mentira, pero las fotos atraparon aquel pestañeo de eternidad: ahí está Gelman bailando a la intemperie con Zulema Katz (entonces compañera de Urondo). Ahí estamos, en racimo. Al decir de Patiño Correa, "entonces bailábamos valses y estábamos todos..." Cosas que pasan cuando colisionan música, poesía y vino. Sumado a corazones en estado de vida. No imaginábamos lo que nos esperaba a la vuelta de la década. Soñábamos a raja cincha, sin tiempo para presagios.)

- Ahí estás, Juan, bailando el valsecito en la montaña... Te emocionaste.

- Que no se enteren en el barrio.

- Mirá, quiero preguntarte algo pero no sé cómo... Tu hijo y tu nuera y tu nieta desaparecidos... ¿Cómo se hace para soportar tanto dolor, cómo el corazón no estalla en pedazos?

- Hay gente que no lo aguantó, por supuesto; yo creo que eso se resuelve de una manera muy individual. En mi caso yo ya me había convertido en exiliado y pedía a las fuerzas políticas de Europa Occidental solidaridad con el pueblo argentino. Primero fue contra Isabel Perón, cuando empezó el pregolpe. Porque la verdad es que el golpe tuvo dos etapas: una fue la Triple A y después vino la directamente militar. Una de las cosas que me sostuvo fue la poesía, pero no el hecho de escribirla sino el hecho de leerla.

- ¿Cuáles fueron esas lecturas?

- San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, la Cábala, los profetas, los Rollos del Mar Muerto, en fin, todas esas cuestiones que tienen que ver con el misticismo. Encontré una especie de coincidencia con lo que yo mismo sentía que era, o es, lo que llamé la presencia ausente de lo amado. Para ellos, Dios; para mí, el país, el hijo, los amigos y compañeros desaparecidos. Eso me ayudó mucho. También el Quijote me ayudó, en la medida que podés leer pasajes que te hacen morir de risa... Un consuelo. Además tiene una característica muy importante: Cervantes no sólo inventa palabras sino que también aconseja inventarlas. Esto es interesante porque hace unos años había varios poetas, españoles sobre todo, que decían que no había que lastimar el lenguaje; y es al revés... Porque desde que la gente empezó a hablar lo lastima cada día. Eso es así. Entre comillas lo lastima.

- Porque lo lastiman vive.

- Claro, si no, está muerto. Aunque yo ya venía inventando palabras por necesidad expresiva. Aparte de las lecturas, me ayudaron en esos tiempos amigos, amores, desamores y todo eso.

- En la búsqueda de tu nieta no estuviste solo.

- Quien hizo realmente la investigación para encontrarla fue Mara La Madrid, mi segunda mujer, que no es la madre de mis hijos. Ella, como ciudadana, se interesó mucho y con rigor; archivos, documentos, todas las noches nos reuníamos, desechábamos información, incorporábamos otra, porque cada vez que yo venía a la Argentina no faltaban personas que me venían a ver con fotos y me decían: "Mire, qué parecida a su nuera", o "qué parecido a su hijo". No sabíamos si era niña o niño. Entonces una noche con mi mujer decidimos que no era ésa la forma de buscar, que lo que teníamos que buscar era el destino de mi nuera, María Claudia García Iruretagoyena. Por ese camino sí pudimos dar con ella, después de más de tres años de investigación y de una campaña internacional que yo hice con la ayuda de un poeta alemán y uno colombiano.

- ¿El desenlace cómo fue?

- Ubicamos a mi posible nieta. Yo le pedí a un obispo uruguayo que intermediara con la supuesta madre de la chica, el supuesto padre ya había fallecido. En realidad era la única madre que había conocido en su vida. Porque a los dos meses de nacer la separaron de María Claudia, a quien raptaron en Uruguay. A Macarena la pusieron en una canastita y la dejaron en el umbral de la casa de esta familia; él era jefe de policía en un departamento de Uruguay y muy amigo del presidente Sanguinetti. Le di todos los datos al obispo; le digo: "Mire, nosotros tenemos noventa y tanto por ciento de seguridad de que esta persona es mi nieta, vive en tal lado con la señora que la crió y lo que le ruego es que usted hable con ella". Porque la habían anotado como propia, sabés, y a una edad en la que en aquel entonces no era posible que ese matrimonio pudiera concebir un hijo. Bueno, el obispo habló. Mientras tanto, la campaña internacional estaba a pleno. Ahí Sanguinetti cometió una serie de faltas imperdonables. Por ejemplo, Günter Grass escribió una carta y él prácticamente lo calificó de idiota útil y de ignorante. Eso provocó más indignación todavía. La carta por mi nieta fue firmada por más de cien mil personas de cien países, doce premios Nobel, escritores, gente de a pie... A mí siempre me pareció una cosa extraordinaria, porque ¿cómo hacés después de veintitrés años para recuperar a alguien cuya madre fue secuestrada, su padre secuestrado y asesinado y ella... vaya a saber en manos de quién?

- ¿Qué resultados obtuvo la gestión del obispo?

- Unos quince días después de que él hablara con esta señora, ella le dijo a Macarena que no era la madre y que probablemente fuera mi nieta. Macarena quiso saber. Vos sabés que hay hijos de desaparecidos que no quieren saber; yo no los critico, no quieren saber y punto. Mi nieta quiso. El obispo sirvió de nexo hasta que mi mujer y yo fuimos a Montevideo. Concertó una reunión y apareció mi nieta en la habitación. Fue una impresión muy fuerte. Ella decía que no tenía abuelo. Después me contó que al entrar me vio y dijo: "Sí, éste es mi abuelo"... Mi mujer la encontró parecida a mi hijo y yo la encontré parecida a mi nuera. En realidad se parece a mi hijo.

- Ahí empieza la relación entre abuelo y nieta.

- Relación que no fue fácil, por supuesto, muchos años de vacío y además, ella vive en Uruguay y yo en México. Pero cuando podemos, nos vemos y entonces la nuestra es una relación afectuosa, cordial, ella no tenía la menor idea de quién era yo, y ahora leyó casi todo lo que escribí... Espero que lo que escribí no la enoje conmigo. Se trata de construir una relación que no es la normal... Yo sé que la búsqueda fue como un deber que yo tenía con mi hijo, la única herencia.

- En esta porción de mapa se desnucaron todos los colmos, se violó la vida y se violó la muerte, hasta se robaron criaturas. La pregunta nos cae sobre la mollera: ¿el promedio de nuestra sociedad aprendió algo?

- Decímelo vos. Yo no estoy seguro. Creo que buena parte de la sociedad se enteró de los horrores de la represión desatada por la Junta Militar. De ahí a desear firmemente que no vuelva algo parecido... Creo que hay diferentes terrenos donde puede haber un aprendizaje. Parece que hay sectores que no tienen el menor deseo de aprender. De un lado y de otro, eh. A lo mejor tiene que pasar más tiempo. No tengo idea. No tengo idea. Pero también depende de los casos individuales; vos podés hacer una apreciación general como la que acabo de hacer, pero tampoco ese patrón se aplica a todo el mundo... Yo creo que además de indiferencia activa, hubo apoyo activo. En la Argentina nunca un golpe militar tuvo éxito sin apoyo civil. En ese sentido, pareciera que la historia argentina está congelada. En ese sentido.

- Según pasan los años, ¿tus obsesiones se han ido modificando?

- Mirá, no se han modificado. Yo creo que todos los artistas pueden cambiar la expresión de sus obsesiones, pero por lo menos en mi caso, las obsesiones no cambian. Siempre tengo la imagen de sor Juana Inés de la Cruz de la espiral como definición de la belleza. Es decir, como si desde el punto donde esa espiral se inicia, también una obsesión se inicia en ese punto y da lugar a la espiral. Después, como si se mirara desde sus distintos puntos, cada vez más alto, cada vez más lejos, a la derecha, a la izquierda y todo lo demás... Mis obsesiones siguen siendo la niñez, el otoño, la muerte, el amor, la justicia social, la revolución. Pero además los hechos hacen que la calidad de la obsesión, su intensidad, se modifique; una cosa era cuando yo creía que estaba haciendo la revolución y otra cosa es lo que veo que pasó y está pasando. Entonces, en mi libro más reciente hay un poema que dice: "la revolución se paró en algún lado".

- ¿Se paró o se bajó del mundo?

- Yo no he dicho eso, he dicho que se paró en algún lado... Yo ya sé que yo no la voy a vivir ni la voy a hacer.

- Pero sentís que alguna vez va a suceder.

- Después de tantos fracasos y errores, lo único que puedo decir es que es imposible mutilar en los seres humanos la capacidad de sueños, el deseo de cambio... Hay épocas muy grises, como la actual, que vivimos desde hace años y que viviremos unos años más todavía. Pero la historia enseña que al final algo cambia. Yo creo que en cada caso se cambia de una manera diferente y eso no lo puedo predecir. A pesar de todo el esfuerzo que este mundo globalizado, entre comillas, hace para manufacturar nuestra subjetividad a nivel mundial, para amansarnos, para convertirnos en tierra fértil para los autoritarismos... a pesar de todo yo creo que hay momentos en los que la gente dice basta. La historia muestra eso. ¿Cuándo, cómo, dónde va a ocurrir? No lo sé.

- Eso que llamamos condición humana, ¿ha avanzado al menos un centímetro? Hay hasta genocidios preventivos...

- Yo también digo ¿cómo es posible? Eso no creo que haya cambiado mucho, han cambiado sistemas sociales, pero no sé, no sé... He leído a Freud que habla del instinto de muerte y una cantidad de cosas como componente de la subjetividad humana. No lo veo ese cambio. Desde el comienzo de la historia que conocemos, esto viene ocurriendo. Si es posible que deje de ocurrir, no lo sé.

- En lo personal, la muerte te ha pegado más que de cerca. ¿Qué sentís por ella: furia, asco?

- Asco no, porque es un proceso natural. En De atrásalante en su porfía, yo me enojo con la muerte, pero son momentos... Uno se rebela porque muere la madre, el padre, el hermano, un amigo. Uno siente dolor pero también siente odio. Es inevitable eso. Que uno no se acostumbre es un asunto, pero enojarse por eso es otro asunto.

- ¿La suposición del después de la muerte te sirve de algún consuelo?

- Bueno, yo no creo en la otra vida.

- ¿Y si la hubiese?

- Bienvenida, no me voy a negar.

- Con Dios, ¿cómo te llevás?

- Hay una creencia que respeto, de mucha gente. Pero yo no creo en Dios, creo que es la creación de los hombres y no al revés... Soy ateo.

- Ateo, ¿nunca agnóstico?

- No, ateo. Lo que no quita que los místicos que te mencioné o toda esa indagación, empezando por la Biblia, siempre me ha interesado. Es un tema serio, más allá de la creencia o no creencia.

- Te propongo ahora jugar un rato.

- Pero no a eso de responder con una palabra.

- No tengás miedo. Vamos a imaginar visitas. Por ejemplo, han entrado César Vallejo y Juanele Ortiz. Se sientan en esas sillas.

- ¿Acá, al lado?

- Sí, ya están en esta mesa. Aprovechá para preguntarles.

- A Juanele lo conocí. A Vallejo, no. Yo le preguntaría varias cosas a él. Por ejemplo, cómo empezó a escribir, qué piensa de la poesía actual... una conversación de colegas. No porque yo me considere tan grande ni mucho menos sino porque qué gran poeta fue, es, y yo creo que se puede seguir aprendiendo mucho de él. En cuanto a Juanele, cada tanto me iba a Paraná para verlo. Era un hombre excepcional. Estaba al tanto de todo lo que pasaba en el mundo, dormía cuatro horas, escuchaba la radio... y al mismo tiempo es el poeta que es. Una vez estaba escribiendo un poema sobre el río Gualeguaychú y me dice: "Estoy con un problema". ¿Por qué? "Y bueno, porque hablo de mariposas... Mariposa es una cosa y mainumbí, en guaraní, es otra. Mainumbí, Juan, vuela mucho mejor." Ahí Juanele estaba planteando un tema muy importante, el de la música, el sonido y todo lo demás.

- ¿A Oliverio Girondo lo conociste?

- A Oliverio no.

- También él anda por aquí.

- ¡Ah, no!... Creo que lo invitaría a al hipódromo, jaaa... Simplemente para ir, tomar unas copas, hablar de lo que venga. Es otro absolutamente extraordinario.

- En los años 70 se solía elegir entre Neruda y Vallejo. Vos ibas por Vallejo.

- Mirá, yo creo que Neruda es, evidentemente, un gran poeta. Pero hay poesía más afín a uno o menos afín. Hay grandes poetas que yo leo y no me tocan nada; no es culpa de ellos, es culpa mía. No hay que hablar de culpas en esto. Es una cuestión de afinidad espiritual, experiencia y todo eso.

- Ya Adán y Eva, parece, discutían qué es poesía. Para algunos, la palabra menos pensada. Para otros, la más pensada.

- Yo te hablo de mí: la escritura de un poema empieza por el primer verso, y hay que poder encontrarlo. Y después ya sigue sigue, sigue, sigue y cuando estás en un poema no es lo mismo que cuando lo terminaste o lo dejaste y lo ves desde otro lugar.

- ¿Te das cuenta cuando te sucede el poema?

- Cuando estás en el poema, no sabés bien qué estás diciendo... simplemente me doy cuenta de que lo escribo, pero no de lo que escribo. Y después, cuando uno lo lee, dice bueno, esto está más o menos, esto suena mal, o este poema no se logró y va a la basura.

- ¿El trabajo de corrección sobre el texto puede llegar a ser otra etapa de la inspiración?

- En mí no. Corrijo poco; es decir, tiro aquello que me parece que no salió. El poema está o no está. Y después soy consciente de que tiene imperfecciones pero no me pongo a componerlo.

- Entrarías así en la fabricación del poema.

- Claro, pero, te hablo de mí, hay otros poetas que no, y no es que sean malos poetas, todo lo contrario, son muy buenos y es probable que si yo me dedicara a corregir, mis cosas saldrían mejor. Pero a mí lo que me interesa es el acto de la poesía, y siento que lo traiciono si me pongo a corregir mucho... Como el que escribe es otro, cuando yo corrijo siento que estoy corrigiendo a otro. Y eso no se hace.

- Hay escritores para los que el acto de la escritura resulta tortuoso. Simenon, que tanto escribió, declaró que "escribir no es una profesión, sino una vocación de infelicidad". Otros hay que confiesan gozar como un animal que encuentra su ojal cuando está en celo.

- El mejor momento del poema es para mí su escritura. La infelicidad llega después, cuando lo leo.

- Faulkner decía que era novelista, pero como poeta fracasado. ¿Te acordás de Víctor Hugo Cúneo, el poeta? Tenía un quiosquito de libros al que lo prendieron fuego y después, para redondear, se prendió fuego él, en una plaza de Mendoza. Aquel Cúneo chuceaba a Di Benedetto diciéndole poeta fracasado, y a Tejada Gómez, diciéndole novelista fracasado. ¿Vos alguna vez intentaste una novela?

- Lo intenté una vez.

- ¿Y?

- Y llegué a la página 30. Cómo cansa.

- A propósito de Faulkner, escribió: "Porque si en Norteamérica hemos llegado en nuestra cultura desesperada al punto en que debemos asesinar niños, no importa por qué razón o de qué color, no merecemos sobrevivir, y probablemente no sobrevivamos". Esta sociedad, la Argentina, siguiendo este razonamiento, ¿merece sobrevivir?

- Sobrevive, en todo caso. La altisonante afirmación de Faulkner tiene una ligera falla: usa la primera persona del plural y se incluye entre los asesinos. ¿Acaso fue así?

- Graham Greene insistía en que la naturaleza humana no es blanca y negra, sino negra y gris. Para Gelman, ¿cómo es?

- Negra, gris y de todos los colores, hasta los que no existen en la naturaleza.

- Cuando te nombran como un "poeta político", ¿cómo te suena?

- ¿Dirías que Arquíloco fue un poeta político? Y sin embargo, escribió poemas pacifistas. ¿Dirías que Shakespeare fue un poeta político? Y sin embargo, nadie como él indagó las crueldades y las infamias de la lucha por el poder. No me estoy comparando, desde luego, no hay que hacer comparaciones, como decía Gardel. Creo que la poesía es palabra calcinada, que su único tema es la poesía.

- Entonces se puede hablar de todo en la poesía.

- Se puede hablar de todo. Hasta de amor.

- ¿Cómo imaginás la literatura argentina si Borges no hubiera nacido?

- No me la puedo imaginar. Como no me la puedo imaginar sin Cortázar y tantos otros. La literatura es un tejido. Si alguno falta, queda un agujero.

- Sigamos con la patria: ¿qué extrañas? Si es que extrañás.

- A ver... no es una situación de extrañar, pero por ejemplo cuando llego a Buenos Aires me alegra muchísimo. Buenos Aires me alegra.

- Serías la excepción a la regla de la melancolía. ¿Te llega eso que se ha dado en llamar crispación?

- Yo sé lo que está pasando, pero el tema es que vengo de otro país. Todos los mexicanos que conozco vienen a Buenos Aires y vuelven encantados. Yo siento la vitalidad o crispación de esta ciudad. Crispación que también existe en México, pero se manifiesta de manera diferente... Pero me da alegría estar aquí. No es que necesite esa alegría para vivir, te estoy diciendo lo que Buenos Aires me produce. De pronto reconozco calles vinculadas a mi infancia; me despiertan recuerdos.

- ¿Qué olores, colores, palabras te vienen si buscás en el fondo de tu niñez?

- Muchas. Las plantas del patio de mi casa, la cocina a carbón, el sótano en el que mi mamá dejaba fermentar guindas para un vino, los partidos de fútbol en la calle esquivando tranvías y otras y otras.

- Juan, cerrá los ojos para mirar más lejos: a ver, ¿cuál es tu imagen más lejana, la primera?

- Yo sé cuál es, yo sé, a lo mejor es un recuerdo reconstituido, a esta altura ya no estoy seguro, porque me lo recordó mi madre treinta años después de haber sucedido: yo tenía un perro que se llamaba el Negrito, al que por supuesto quería mucho. Yo tenía año y medio... y un día el perro no estaba en la casa, entonces salí a buscarlo, y al rato mi mamá descubrió que yo no estaba y salió a buscarme. Me encontró sentado en el empedrado al lado de un perro que había pisado uno de los raros coches que por aquel entonces pasaban por la ciudad y por esa calle. Entonces mi mamá dice que me encontró llorando. Y cuando ella me lo contó, yo me acordé, pero no estoy seguro de si es un recuerdo o es algo que ella despertó con sus palabras, y entonces ya es otra cosa. Pero digamos que desde el punto de vista de la edad, salvo mi nacimiento, es lo primero que recuerdo.

- Hay preguntas que son tercas, Juan. Para decirlo urgente: ¿Qué es poesía? Decime, ¿con cuál de estas preguntas-respuestas te identificás más? ¿Es la sed hasta las últimas primeras consecuencias? ¿Es el verbo sin retorno, arrojándose sin red? ¿Es el marinero que quiebra adrede el eje de la brújula? ¿Será la desesperación entusiasmada?

- Tiene algo de todo esto y para resumir: es un árbol sin hojas que da sombra.

- Otra pregunta porfiada, la última, y nos vamos a caminar un rato. En este minuto, en éste, ¿cómo es tu relación con la muerte?

- Me molesta.

Ya en la vereda, caminamos por Castro Barros. Una cuadra y doblamos por Don Bosco, paredes sembradas con escrituras en aerosol. Su semblante lo dice: a Gelman esta ciudad le produce alegría. Mientras el fotógrafo hace, me pongo a conversar con hebras entresacadas de un libro suyo. Gelman se retrata en una línea:

- "Miro mi corazón hinchado de desgracias..."

- Pese a todo, pese a tanto, Juan, con nosotros el amor.

- "Somos los que encendimos el amor para que dure, para que sobreviva a toda soledad. Hemos quemado el miedo, hemos mirado frente a frente al dolor antes de merecer esta esperanza."

- La esperanza, ¿derecho o deber? ¿Podemos elegir?

- "Si me dieran a elegir, yo elegiría esta salud de saber que estamos muy enfermos, esta dicha de andar tan infelices."

- ¿Sólo eso?

- "Si me dieran a elegir, yo elegiría esta inocencia de no ser inocente, esta pureza en que ando por impuro... este amor con que odio, esta esperanza que come panes desesperados."

Caminamos otra media cuadra, lenta y, creer o reventar, en una pared descascarada, con letra infantil, enorme, alguien escribió: "El poeta". ¿Habrá leído alguna vez a Gelman quien escribió eso? ¿Imaginaría que él lo leería riendo y dichoso? Gelman me pasa la mano por encima del hombro. Pienso pero no se lo digo: "Gelman, cómo no te ibas a llamar Juan".

La música de una sola sílaba, arrojada.

¿Podría ser ahora, Juan, que suspendiéramos toda palabra dicha en voz alta, dicha en grito o dicha en escritura?

¿Podría ser que nos diéramos aquí mismo un abrazo a pleno sol en la plena noche?

A este encuentro le queda todavía media hora. Luego nos llevará un viejo Peugeot 404 modelo 69. La ciudad atorada, espesa de autos y bocinazos. Pero la alegría del poeta no amaina. Imperdonable lo mío, empecé con pregunta grave, concluyo con otra semejante:

- Hace un rato, Juan, me dijiste que la muerte te molestaba. No me dijiste por qué.

- Porque no me va a permitir que siga queriendo a los que quiero.

© LA NACION

23/01/2010

Fuente:
Diario “La Nación” ADN CULTURA.