miércoles, 16 de julio de 2014

martes, 15 de julio de 2014

lunes, 14 de julio de 2014

domingo, 13 de julio de 2014

CONGRESO PERÚ TRASATLÁNTICO EN LA PUCP.




martes, 8 de julio de 2014

“TALLER DE NARRACIÓN ORAL” A CARGO DE CÉSAR PINEDA QUILCA.



“SOBRE LA ALDEA” POR RENATO PACHAS.





“SOBRE LA ALDEA DE VÍCTOR SALAZAR”

Por: Renato Pachas

Prolijamente se ha hablado sobre el lenguaje y sus manifestaciones diacrónicas dentro de la historia de la humanidad.  Ser exacto sobre su génesis sería pecar de ingenuo y antagonista. Sin embargo, muchos coinciden en que el lenguaje es una invención relativamente tardía de la raza humana. Aun así, cuando el poeta quiere escribir un poema, activa el lenguaje o en todo caso la inspiración (o viceversa), cualquiera sea el orden en que ocurra aquello no importa, lo cardinal radica  cuando el poeta  pone en juego, dentro de sus poemas, “la honestidad”, porque todo poema nos manifiesta algo de alguna verdad y esa verdad se acerca más a la universalidad por medio de la honestidad. 

Es por ello, que después de leer Sobre la aldea de Víctor Salazar ( Lima, 1982) un sabor bucólico y honesto ha quedado en mí. Me refiero al sabor de la tierra sagrada y volcánica; hecha en el horno de los andes, donde las rocas y empedrados prístinos saludan esta obra, que desde las entrañas de Huancavelica ha salido para mostrarnos que la soledad y el silencio siempre serán un acicate para lavarnos del ruido intermitente de la urbe: / VINE AQUÍ / a despintarme de las manos las ciudades / a recorrer lo primigenio en nosotros en cada cierto hombre… Aquí el poeta llora con la lluvia y con los ríos; habla con los cerros, se abriga con los pastizales y se compenetra con las tardes hermosas en Aurahuá.

La atemporalidad que lo somete, lo conduce hacía el vacío del alma, como una guía constante hacia el nirvana, de donde las letras solo brotan y emergen del corazón y del alma, así como el rocío que amanece sobre las manos pródigas de las hojas, para luego perderse en la luz interminable de los númenes inefables. Y esto porque Víctor Salazar no solo escribe, sino que también barrunta  lo ulterior como un zahorí, aún a expensas suyas. Es cierto que él conoce el presente, lo sabe, lo ve, son sus palpitaciones las que se hacen más palmarias en este, su segundo libro de poemas. Pero aquí también, sus versos escapan de sus manos en el tiempo, ellos viajan honestamente hacia el sino desesperanzador y trágico. Ahora, él lo sabe: / ERA CIERTO, Ita, sin ti el mundo es más estrecho / te narran estos pasos donde ayer dos y hoy solo uno /  

Es notorio que el poeta desaparece, para darle paso al lenguaje (honestidad), quien empieza a sumergirse en la neomodernidad como un trompo ebrio y díscolo. Aquí ni lo correcto, ni las buenas intenciones tienen cabida ni espacio, porque aquello es precisamente lo que el lenguaje vomita, y expectora, acaso como una redundante rueda de Sísifo en el final de lo inútil y absurdo. Además “Sobre la aldea”, es un libro de esperanza, de solaz, de comprensión; donde el silbido suave del viento, atenúa la reciprocidad de la sonrisa esperada en la acrópolis de alguna cordillera lejana: /NO DESESPERES, Ita. /La sonrisa tarda porque migra como las aves desde los altos. /Tú me entiendes: desde otros altos.


En conclusión, en Víctor Salazar, nos regala este poemario para decirle al Perú que el lirismo indigenista no ha muerto, que vive y aun late en los espíritus advenedizos, que desde allende vienen para quedarse hoy y para siempre.