martes, 28 de diciembre de 2010

“POESÍA Y CUENTO EN EL DELFUS BAR”.


“POESÍA Y CUENTO EN EL DELFUS BAR”

Este JUEVES 30 Nos reuniremos nuevamente a leer en una velada de poesía e historias que nos unen desde siempre, la cita es el bar Delfus a las 8:00 PM. (Hora puntual) ubicado en la calle San Martín 587 Miraflores. Participan de la lectura: Laura Rosales, Jorge Flores, Karina Valcárcel, Pierre Castro, Thalía Tumes, John Martinez, Sandra Enciso, Helí Paredes y Diana Valdiviezo; bajo el nombre de "Malaletra" proyecto de publicación que vienen preparando para el año que viene.

Luego del recital habrá música en vivo a cargo de bandas invitadas.

Entrada Libre

Los esperamos.

Karina Valcárcel

domingo, 26 de diciembre de 2010

“LOS ANGELES DE LA NOCHE” POR MIGUEL ILDEFONSO.

Escritor peruano: Miguel Ildefonso en el Monaco Liquor.

Jim Morrison.

L.A. Woman.

“LOS ANGELES DE LA NOCHE”

Por: Miguel Ildefonso


http://www.youtube.com/watch?v=PQ3WfF81PTQ

The Doors, The Soft Parade

Los vagidos de las ratas se agolpaban en mis sienes aquel sábado cuando iba por la Sexta Street, a una cuadra de San Julián. Era el crepúsculo en el cielo de Los Angeles, adonde me había traído un bus del Greyhound desde otro extremo del país de Obama. No sabía si seguir hacia el corazón del Downtown, o doblar por el Lamp. Estaba en esa deliberación cuando oí las hermosas notas de un violín, el Otoño de Vivaldi, por ahí cerca nomás debía estar. Al doblar San Julián lo vi, era El Solista. Me senté en la vereda a oír su bella melodía. Saqué la botella de whisky que llevaba en mi saco y se lo di cuando terminó de tocar. "Vamos, amigo, let's go", me dijo al rato. Fuimos hacia Broadway. Entré a una tienda por más whisky. El no quiso entrar, se quedó en la esquina cuidando su carro de supermarket repleto de cosas. Se animó a tocar dos temas más cuando nos bebíamos el trago sentados en unas gradas frente al teatro Orpheum (842 South Broadway). "Te voy a presentar a un amigo", me dijo. Ya lo veía muy ebrio. "Debe estar por llegar. Le gusta pararse a esta hora en la puerta de este teatro a fumarse un porro". Veía sus grandes ojos cómo se cerraban. Había acomodado sus cartones en un rincón. Se echó ahora allí abrigado por una vieja y sucia manta. "Adiós, Nathaniel", le dije cuando vi a aquel tipo llegar y encender, efectivamente, un troncho, como decimos en Perú. Crucé la pista. Supe que me había estado mirando, o seguramente esperando, al verle extender el brazo invitándome su porro. "¿Aquí te arrestaron? ¿Cierto?", le pregunté a Jim. Solo dibujó una sonrisa en su rostro. Le invité lo que sobraba de la botella, y luego de bebérsela de un tirón me dijo para ir por más. Otra vez en la misma tienda compré otra botella. "Vamos por Pam, acompáñame", me pidió algo triste. Bajamos al metro de Pershing Square, y llegamos a la estación de Hollywood Vine. "!Maldita puta!", gritó al no encontrarla en el Frolic Room (6245 Hollywood Blvd). Estaba desquiciado. Tomamos un taxi, y bajamos en el Whisky a Go Go (8901 W Sunset Blvd). Esa noche no le tocaba cantar, pero igual se subió al escenario. No recuerdo cómo se llamaba el grupo que lo acompañaba. Solo recuerdo que cantó Touch Me, Roadhouse Blues y cuando estaba en la mitad de The Soft Parade, se cayó al piso del pequeño escenario. Ya de ahí mi memoria tiene una laguna atestada de luces de neón. Imágenes rotas en otros bares y clubs de la Sunset: Cat Club (8911), 9000 Building, Key Club (9089), Sunset Recorders (6650), Andaz (8401). Luego otros antros, a la vuelta, en Santa Mónica Blvd: el viejo estudio que improvisaron los Doors para grabar L. A. Woman (8512), The Palms (8572), Leo´s Flowers (8505), Troubador (8585), y comprando un par de latas de cerveza en el Monaco Liquor (8513), y luego en frente de la casa de Pam (8216 Norton Ave), y Jim gritando con su vozarrón el nombre de su chica, y ella que no salía, y Jim trepándose a la reja, maldiciéndola, odiándola con todo su amor, y casi al final en Barney´s Beanery (8447 Santa Mónica Blvd), al lado de la ruta 66, donde se dio una meada cuando bebíamos cerveza en la barra, allí donde Janis Joplin, cuarenta años atrás, un 4 de octubre, había bebido sus últimos tragos antes de fallecer de sobredosis, sola en su habitación. Lo último que recuerdo con Jim fue que estábamos toreando los carros en la curva de la Sunset, frente al Chateau Marmont (8221), adonde luego se metió. "Descansa ya, Rey Lagarto", le dije al despedirme de Jim. Cogí un bus, la 2, para volver a aquel barcito que me había gustado cuando buscamos a Pam. En el Frolic encontré al viejo Bukowski, empinando el codo en la barra. Estaba con dos rubias no tan jóvenes, pero tampoco nada viejas. "Hey, amigo, te estaba esperando", me habló con su voz aguardentosa y su pendeja sonrisa, "pendeja" en semántica peruana, no en mexicana pues es lo contrario. Allí bebimos solo cervezas, bailamos con las chicas que se dejaban pellizcar el culo. Escribimos un poema al alimón en una servilleta, que terminó en los intestinos de la pareja de Hank. En un arranque de no sé qué, ella cogió el papel con el poema y se lo echó a la boca, lo masticó y se lo tragó. Eso excitó al viejo Hank. Le dijo algo al oído a su chica y se despidieron educadamente. Antes de salir sacó un pequeño libro, era Pregúntale al polvo de Fante, y me pidió que lo dejara en la Biblioteca Pública (630 West 5th Street). Los vi alejarse sobre esas estrellas de los actores que había en la larga vereda de Hollywood Boulevard. Linda, así se llamaba mi chica, me dijo que la siguiéramos en otro lugar. Recordé que tenía reservada una habitación en el Hotel Cecil del Downtown (640 Main Street), pero ella me cogió de la cintura y dijo que mejor era ir a su habitacion en el Morrison Hotel (1244 Hope Street). Y rumbo allá fuimos.

Frolic Room.

Orpheum Theater.

Key Club.

Wisky a Go Go.

viernes, 24 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD A TODOS.

martes, 21 de diciembre de 2010

QUINTA PARTITURA POÉTICA.

sábado, 18 de diciembre de 2010

HOMENAJE AL POETA LUIS NIETO MIRANDA.


“ENCUENTROS ARGUEDIANOS Y LA DERRAMA MAGISTERIAL”

Presentan:

Homenaje al centenario del poeta

Luis Nieto Miranda

1. La poesía de Luis Nieto Miranda: Hildebrando Pérez Grande

2. Presentación de la revista Arteidea: Oswaldo Reynoso y José Luis Ayala

3. Lectura de poesía:

- Julio Nelson
- Armando Arteaga
- Jorge Luis Roncal
- Ernesto Montero

4. Testimonio de Virgilio Roel Pineda

5. Declamación de poemas de Luis Nieto por Ricardo Elías Rosselló

6. Entrega de óleo/retrato de Luis Nieto Miranda, por Bruno Portuguez

7. Expresión artística: Jaime Guardia, Julio Humala, Jesús Palomino, Leo Casas, Margot Palomino, Piero Bustos, Los Heraldos Negros, Los Torres, Conjunto de Zampoñas de San Marcos.

Lunes 20 de diciembre 7:00 p.m.

Auditorio de la DERRAMA MAGISTERIAL

Gregorio Escobedo 598 Jesús María.

INGRESO LIBRE

Adherentes

Gremio de Escritores del Perú – Grupo Editorial Arteidea

viernes, 17 de diciembre de 2010

CÉSAR TORO MONTALVO EN “TV BLOG LITERARIO”.


“CÉSAR TORO MONTALVO EN TV BLOG LITERARIO”

Amigos de Tv Blog Literario:

En esta oportunidad nos complacemos en presentar la entrevista realizada en el hermoso país de Cuba al historiador literario y poeta peruano César Toro Montalvo, incansable lector y buceador de libros, quien nos cuenta detalles sobre sus cuarenta años de escritor y su hermoso ejercicio de enseñar literatura –con su peculiar estilo que lo caracteriza- a diversas generaciones de alumnos que pasaron y pasan por el camino de su larga vida como maestro en distintas universidades del Perú.

Esperamos, nos acompañen como siempre.

Abrazos.

Atte,
César Pineda y Raúl Heraud.

Si desea ver esta entrevista ingrese a: http://tvblogliterario.blogspot.com/

Link:
http://tvblogliterario.blogspot.com/2010/12/entrevista-al-poeta-peruano-cesar-toro.html

jueves, 16 de diciembre de 2010

“ME ESPERAS CON EL POLVO” POR LIU XIAOBO EN CON-FABULACIÓN Nº 165.

Escritor chino: Liu Xiaobo.

ME ESPERAS CON EL POLVO

Por: Liu Xiaobo

(Traducido por Olga Rojas)

El escritor chino Liu Xiaobo, galardonado con el Premio Nobel de la Paz 2010 y en prisión desde 2008 por pedir reformas democráticas, es un lúcido disidente del Gobierno de Pekín.

Nacido en Changchun (Jilin) el 28 de diciembre de 1955, Liu es uno de los autores del manifiesto "Carta 08", rubricado por otros 303 intelectuales y artistas de su país en 2008, y que un año después le trajo una condena de once años entre rejas. El manifiesto que pide su liberación, y que hoy acumula 20.000 firmas, estaba inspirado en la Carta 77 que la oposición de la extinta Checoslovaquia redactó en 1977 y contribuyó a la caída del régimen comunista en 1989.

Fue ese mismo año cuando Liu abandonó su estadía como profesor visitante en la Universidad de Columbia, en Nueva York, para encabezar la huelga de hambre en las protestas estudiantiles de la plaza de Tiananmen, en Pekín, que ese verano acabaron en la conocida masacre. Aquella madrugada del 4 de junio de 1989, él y otros tres veteranos activistas salvaron cientos de vidas al negociar una salida pacífica de la plaza antes de que los carros blindados mataran a los centenares que se negaban a abandonar su protesta en las inmediaciones.

Tiananmen le valió una primera condena, de dos años, y en 1996 llegó la segunda, de tres, en un "campo de reeducación laboral" ("laogai") donde celebró su matrimonio con su segunda y actual esposa, la poeta Liu Xia, que gracias al certificado podía visitar a su marido con frecuencia.

La misma calma interior que mostraba en 2007, cuando abandonó la presidencia del Centro Chino PEN para la libertad de expresión y, en una entrevista concedida a EFE, anticipaba un futuro carcelario que se veía resignado a afrontar para proseguir con su lucha pacífica.

El presente poema fue leído recientemente por el gran escritor sudafricano Breyten Breytenbach en la clausura del Festival de Literatura de Bogotá, quien manifestó en su momento: “prefiero dejar de recitar uno de mis textos para dar a conocer otro de un autor que lo necesita mucho más”. Aquí para los Con-Fabulados esta pieza inédita en español -que nos hace recordar las “Nanas de la cebolla” de Miguel Hernández-, iluminaciones donde la poesía adviene para sublimar la tensión histórica y política.

ME ESPERAS CON EL POLVO

Para mi esposa, que espera todos los días

no queda nada para ti, nada más que esperar por mí
junto con el polvo de nuestro hogar

aquellas capas acumuladas,
desbordando en todos los rincones
te niegas a separar las cortinas
y dejar que la luz perturbe su tranquilidad
sobre la estantería,
el rótulo manuscrito está cubierto de polvo
en la alfombra los estampados inhalan el polvo
cuando me escribes una carta
y te complaces con que la pluma sea recargada por el polvo

mis ojos son apuñalados de dolor

te sientas allí durante todo el día
sin osar moverte
por temor a que tus pasos atropellen el polvo
intentas controlar tu respiración
usando silencios para escribir una historia.

En momentos como éste
el polvo sofocante
ofrece la única lealtad
tu visión,
respiración y tiempo permean el polvo
en el fondo de tu alma
la tumba es colmada centímetro a centímetro
de los pies al pecho
hasta la garganta

tú sabes que la tumba
es tu mejor lugar de descanso
allí me esperas
sin brote de temor o alarma
es por esto que prefieres el polvo
en la oscuridad, la asfixia en calma
esperando, esperando por mí
me esperas con el polvo

rechazando la luz solar y la circulación del aire
sólo deja que el polvo te entierre por completo
sólo déjate caer dormida en el polvo
hasta que yo vuelva
y despiertes
limpiando el polvo de tu piel y de tu alma.

¡Qué milagro – regresando de la muerte!


Fuente:
http://con-fabulacion.blogspot.com/

Link:
http://con-fabulacion.blogspot.com/2007/08/me-esperas-con-el-polvo.html

“ANATOMÍA DE UN LIBERTARIO” POR GUILLERMO NIÑO DE GUZMÁN. SUPLEMENTO EL DOMINICAL (EL COMERCIO)‏.

Letras comprometidas. Ideología y arte se ensamblan en cada una de sus obras.

©Letras Libres.

ESPECIAL

“ANATOMÍA DE UN LIBERTARIO”

El fuego de la literatura. La obra de Vargas Llosa está tatuada de inconformismo y rebeldía, resultado de una realidad tan contradictoria como la nuestra.

Por: Guillermo Niño de Guzmán*

Un talento así solo lo da la humanidad cada dos o tres siglos. Estas palabras, que el maestro Kawabata empleó para referirse a Mishima, nos vinieron a la mente cuando se anunció que Mario Vargas Llosa había obtenido el Premio Nobel de Literatura. Aunque quizá sea más preciso hablar de genio. Porque ¿qué otra expresión puede abarcar la inventiva y habilidad para crear un mundo por medio del lenguaje, cualidades que en su caso aparecen inextricablemente unidas al esfuerzo y la tenacidad, a la intuición y la disciplina, a la reflexión y la lucidez, a la sensibilidad para captar los problemas de su tiempo, así como a la pasión excluyente con que se ha entregado a su oficio?

CARTOGRAFÍA DEL PODER

Esta vez la Academia Sueca acertó al valorar su “cartografía de las estructuras del poder y sus agudas imágenes de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Vargas Llosa siempre fue un rebelde. Ese carácter inconforme y batallador se advierte desde su adolescencia, cuando encabezó una huelga de escolares mientras estudiaba en Piura, suceso que retrató en el cuento “Los jefes”. Asimismo, su oposición a cualquier poder autoritario tiene su germen en el enfrentamiento contra la tiranía de su padre, aunque ello le costara ser “desterrado” a un colegio militar.

Algunos lectores pretenden escindir el pensamiento político de Vargas Llosa de su obra literaria, lo cual es un grave equívoco. Ambos son indivisibles. Como él mismo ha señalado, en su generación no se concebía una vocación de escritor que no estuviera asociada, de una u otra manera, a la política. En sus tiempos universitarios, bajo la dictadura de Odría, perteneció a un grupo de estudios marxistas (la célula Cahuide de “Conversación en La Catedral”). La teoría del compromiso propugnada por Sartre y la creencia de que un escritor podía contribuir a través de sus libros a la transformación de la sociedad calaron hondo en el joven Vargas Llosa. De ahí que abrazara con fervor la causa socialista y la defensa de la revolución cubana.

POLÍTICA DE LIBERTAD

Cabe resaltar que Vargas Llosa ha sido un observador crítico al que no le ha importado ir contra la corriente. Su ausencia de oportunismo y cálculo político es evidente. Fue uno de los primeros escritores en condenar los abusos del gobierno castrista, en circunstancias en que una actitud semejante era considerada como una herejía en el ámbito intelectual latinoamericano. Mientras otros colegas apelaban a los denominados “accidentes de trayecto” para explicar el endurecimiento del régimen, él denunciaba la persecución de los disidentes y las incongruencias de un sistema que intentaba erigirse en el paraíso socialista. Mucho se ha hablado en torno a la evolución ideológica de Vargas Llosa, de su viraje de una posición de izquierda a otra de derecha. Y, si bien es cierto que se inclinó por el credo liberal, habrá que aclarar que ello no se debió simplemente a su desengaño en relación con una utopía de izquierda, sino a su convencimiento de que aquel era la mejor opción para propiciar el progreso y el desarrollo.

CONTRADICCIÓN Y COHERENCIA

Vargas Llosa nunca abandonó los ideales de justicia social que inflamaban su juventud, pero ya no creía que la vía apropiada para alcanzarlos se encontrara fuera de un marco plenamente democrático. En su condición de liberal clásico, consideraba que la libertad del individuo y su derecho a la propiedad privada eran los principios esenciales que iban a permitir el bienestar de la sociedad. En esa perspectiva, la falta de normas que regulen la propiedad favorece a los poderosos e impide que las capas más pobres generen su propio desarrollo.

Las novelas y ensayos de Vargas Llosa han analizado con notable perspicacia las contradicciones de la realidad peruana. Nuestro autor ha logrado dar una imagen muy compleja de un país fracturado, donde imperan grandes traumas y desigualdades. Esta visión y su responsabilidad cívica lo impulsaron a pasar a la acción y postular al cargo de presidente. Con honestidad y transparencia, se propuso modificar las prácticas viciadas de una clase política nacional lastrada por la demagogia y el populismo. Sin embargo, su discurso no fue comprendido y la campaña fracasó. Entre otros factores, sus socios electorales arrastraban esas viejas mañas que quería erradicar y otros de sus partidarios fueron aún más nefastos: se valieron de la causa como un trampolín para encaramarse en el poder. Tanto así que varios de ellos se adhirieron a la dictadura fujimontesinista y se convirtieron en feroces detractores de quien fuera su mentor (no hay que olvidar que el novelista fue vilipendiado por un sector de la clase dirigente y que incluso algunos personajes delirantes amenazaron con quitarle la nacionalidad).

Existe una coherencia entre el pensamiento político de Vargas Llosa y su literatura, ambos dominados por un espíritu libre e insurgente. Su lucha contra los totalitarismos, sean de izquierda o derecha, ha impregnado sus novelas desde “La ciudad y los perros” (1963) hasta “El sueño del celta” (2010). El escritor no ha hecho concesiones a la hora de respaldar sus convicciones. Desde luego, eso no significa que sea infalible (por ejemplo, sus opiniones a favor de la guerra de Iraq fueron muy discutidas), pero no hay duda de que su conducta se apoya en una ética consecuente. Vargas Llosa se ha mantenido fiel a aquel pronunciamiento que hizo cuando recibió el premio Rómulo Gallegos en 1967: “La literatura es fuego, ello significa inconformismo y rebelión, la razón de ser es la protesta, la contradicción y la crítica”.

[*] Periodista y escritor.

12/12/2010

Fuente:
Diario “El Comercio”

“LA ESCRITURA COMO ELEMENTO CONCILIADOR” POR NATALIA MORALES.

Fotografía: Fabrice Saint-Martin.

Escritor: Johari Gautier Carmona.
Fotografía: Fabrice Saint-Martin.
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“LA ESCRITURA COMO ELEMENTO CONCILIADOR”

Por: Natalia Morales

Un destacable efecto de la escritura es su capacidad para trasladar a otros lugares remotos, épocas legendarias, y hacer soñar o vibrar. Su sentido varía según el escritor y la esencia que esconde cada una de sus palabras. Muchas veces las temáticas se repiten pero el significado no. Truman Capote lo dijo: “El mayor placer de la escritura no es el tema que se trate, sino la música que hacen las palabras”.

En la presentación de su libro “Cuentos históricos del pueblo africano” (Ediciones Almuzara) en las jornadas de literatura organizadas por los Amigos de la UNESCO y la librería La Ploma, el escritor Johari Gautier Carmona ha hablado de la escritura como un acto de consciencia y de conexión universal, con el que se puede entender otras culturas e incluso generar un sentimiento de hermanamiento. A través de sus cuentos, el autor franco-español trata de poner en evidencia lo mejor de un continente al que podemos sentir y conocer con más profundidad. La escritura puede adoptar una dimensión humana y ofrecer una perspectiva insólita sobre la historia.

“Un acto de conciencia”. Así es cómo ha definido Johari Gautier el proceso de creación de su reciente libro de cuentos en el que ha querido expresar la riqueza de unos orígenes que le han incitado a acercarse a culturas tan exóticas como las del Caribe y África. A lo largo de esta obra que recopila 18 relatos y abarca poco más de 3000 años de historia del pueblo africano, el autor dice haber crecido y haberse acercado a un pueblo maravilloso que, pese a haber vivido tiempos dolorosos, brilla por su riqueza cultural e histórica. “Ahora más que nunca, siento un gran respeto y una admiración por el continente africano”, nos explica Johari Gautier. Esta sensación de conexión y de hermanamiento es justamente lo que el autor quisiera compartir con el lector. “Me gustaría que el lector conociera el lado más humano y admirable de este pueblo”.

La memoria y la literatura son elementos indisociables según el escritor español Juan Marsé,y Johari Gautier comulga completamente con este punto de vista. La escritura es un ejercicio que procura eternizar un acto o un evento en la memoria colectiva. Sin embargo, este ejercicio común y corriente Johari Gautier lo hace en esta ocasión con la abierta intención de indagar en sus raíces y expresar su riqueza multicultural. Por lo tanto, este libro no puede considerarse “un ajuste de cuentas”. Es un homenaje en tono positivo y una necesidad de sentirse unido más allá de los simples estereotipos y habituales muestras de compasión. El tono positivo que libera este libro se basa en filosofías tan influyentes como la ley de reciprocidad de Martin Luther King, el panafricanismo de William Edward Du Bois o incluso la filosofía Ubuntu hecha famosa por Nelson Mandela que alaba la grandeza del éxito colectivo y la fuerza del perdón. Todas estas corrientes de pensamiento han influido especialmente en el contenido y la presentación de este libro que empieza con un introito dedicado a la memoria histórica y la compenetración afrocaribeña.

Más allá de la investigación histórica, Johari Gautier Carmona nos habla de ciertos recursos literarios ineludibles para conectar y apreciar el África profunda. Esa África mágica y misteriosa descrita con la sensibilidad del lugareño. Donato N´dongo, Wole Soyinka o Emmanuel Dongala son dos autores imprescindibles para percibir el África con todos los sentidos. También la obra de Mía Couto es recomendada por el mundo maravilloso que describe y su lenguaje original. Otras obras como “Akhenatón” de Naguib Mahfuz o “Caso cerrado” de Henri Lopes dan un enfoque interesante sobre aspectos concretos como el Egipto de los faraones o las cuestiones de identidad de la diáspora africana. Si bien todavía quedan muchos temas por abordar en el caso de África, algo queda claro y es que, para el lector interesado, África está cada vez más cerca y desde una perspectiva cada vez más humana.

Fuente:
http://www.culturamas.es/

Link:
http://www.culturamas.es/blog/2010/10/12/la-escritura-como-elemento-conciliador/

Más información:
http://joharigautier.blogspot.com/

3er RECITAL DE REVISTAS DE POESÍA EN LA CASA DE LA LITERATURA.

ÚLTIMO VIERNES DE LETRAS EN EL BAR ZELA.

PREMIACIÓN LITERARIA: VII CONCURSO LITERARIO INTERNACIONAL 2010 “JOSÉ EUFEMIO LORA Y LORA & JUAN CARLOS ONETTI”.


martes, 14 de diciembre de 2010

“PALABRAS NECESARIAS PARA LA PRESENTACIÓN DE LA REVISTA DELIRIUM TREMENS Nº 2 DE PAOLO ASTORGA” POR RAÚL HERAUD.


“PALABRAS NECESARIAS PARA LA PRESENTACIÓN DE LA REVISTA DELIRIUM TREMENS Nº 2 DE PAOLO ASTORGA”

Por: Raúl Heraud

Esta noche fui convocado aquí para hablarles de la revista Delirium Tremens, del esfuerzo del poeta Paolo Astorga por hacer posible su segunda edición física, de la calidad de escritores que integran esta muestra, del cuidado del trabajo editorial y de todo lo que tenga que ver con esta enorme publicación, sin embargo, creo que es necesario en primer término hablar del joven poeta que como el Rey Midas convierte en oro todo lo que toca, hablar de su fe inquebrantable por la poesía como instrumento de cambio, de su humanidad a prueba de balas, de envidiosos, de negativos y de los mala leche; a sus cortos años este flaco que más tiene pinta de guardián de cementerio que de poeta ha publicado 4 poemarios, ha sido merecedor de reconocimientos nacionales e internacionales, editado a decenas de vates de distintos países a través de un sello propio, posee una revista virtual con más de 4 años y 40 números ininterrumpidos, es líder del grupo literario cantuteño “Letra en Llamas” y como si fuera poco, es el creador de la primera revista de poesía en audio del Perú: “Voz Efímera”.

Paolo Astorga es un muchacho de figura esmirriada, de mirada quijotesca, de un poco más de 20 años de edad. Cuando no está en los claustros universitarios en la Cantuta, funge de editor, diagramador, actor de reparto, camarógrafo que apaga incendios, entrevistador sin cuello ni corbata, poeta al borde del suicidio, escritor de operetas, de cuentos que sacan roncha a más de uno, director sin título de fanzines y revistas electrónicas, conspicuo hacedor de prólogos, reseñista consumado de libros, vidas y cuanta cosa haya que registrar en una página física o virtual para la difusión y el apoyo de todo lo que para él represente arte; un ser humano que como el filósofo Diógenes no necesita demasiado para ser feliz, apenas unas hojas, unos morlacos y alguna conversación bajo el cielo gris limeño que lo haga soñar con la historia de las letras peruanas, con ser parte de ese dromedario que se llama generación (término ya en desuso) donde él sin proponérselo a fuerza de trabajo y talento comienza a tener un protagonismo a pesar que dentro de esta parchada carpa circense algunos payasos buscan minimizar su real importancia en las letras peruanas de este nuevo siglo.

Paolo como un artista real y verdadero es ajeno a todas las figuras y poses de los pseudo intelectuales y poetas que pululan por las noches limeñas, es un tipo frontal, sensible, ajeno a la venganza, la revancha o el odio tan de moda entre sus congéneres, no fuma, no chupa pero es pisado (bueno, es humano), apenas está escribiendo su historia pero no se la cree, sigue trabajando, pergeñando versos en una combi rumbo a Chosica, ideando el título de alguna nueva publicación en los salones de su facultad igual que cuando estudiaba en el colegio y se daba una vuelta por el centro de Lima para ver a alguno de sus poetas de culto.

Tengo la suerte de ser su amigo, me cayó bien desde la primera vez que lo vi en la universidad, con ese aire medio intelectual y una voz grave que no pertenecía a ese cadavérico cuerpo, me comentó que había visto un libro mío en Amazonas, después lo escuché leer sus poemas en el Yacana donde me invitó a integrar la mesa de lectura. Siempre con esa fuerza que lo caracteriza, recuerdo escucharlo recitando sus versos como si se le fuera el alma, como si estuviera en trance o fuera parte de un exorcismo o de algún acto de posesión.

A Paolo le debo una entrevista que se quedó trunca por problemas técnicos, le debo una publicación que espero aparezca en los primeros días del próximo año, le debo ahora mismo mi presencia física en este lugar, por eso quería de cualquier manera estar presente (aunque sea a través de la palabra, que creo yo, es la mejor manera) para felicitar a mi amigo el flaco Becerra por su revista, pero más que nada por su calidad de gente, por su inagotable empeño y por la fe con que mira siempre el mundo, a pesar de los tiempos difíciles que le ha tocado vivir, y así celebrar con todos ustedes aquella inocencia y sagacidad que lo hacen un ser mejor aun; hermano poeta, gracias por ser para nosotros una especie de Flautista de Hamelin siempre encandilándonos con tu música llena de futuro.

Raúl Heraud
La Molina, diciembre de 2010

Visiten:
http://revistavirtualfiatlux.blogspot.com/

“NOVELA Y DENUNCIA”.


“NOVELA Y DENUNCIA”

Un experto en derecho que escribe sobre una dictadura ya es motivo para leer una novela. Si a esto se suma la calidad narrativa, despierta mayor interés. Este es el caso de Jorge Rendón Vásquez, quien presenta “El botín de la Buena Muerte”, a las 7 p.m., en el Instituto Raúl Porras Barrenechea: Colina 398, Miraflores. Los comentarios estarán a cargo de los críticos literarios Rosa Luz Miranda, Marcos Sertzen y José Luis Ayala. El ingreso es libre.

Ambientada en el Perú y Bolivia de los años 1948 a 1953, la novela es la historia del golpe de Estado que llevó a Manuel Odría al poder en octubre de 1948, y la de una rica familia cercana al dictador, y de un grupo de jóvenes universitarios, militares y trabajadores que deciden oponerse a la dictadura. La trama se configura como una prolongación ficcional cargada de suspenso de las raíces vivas de la historia. Y el lector, quien llega a participar en ella como un testigo inmediato, se ve impelido, finalmente, a preguntarse si esos hechos pudieron haber sucedido realmente.

14/12/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

CONVERSATORIO: “POESÍA JOVEN EN EL PERÚ ACTUAL” EN BRISAS DEL TITICACA.

lunes, 13 de diciembre de 2010

MARIO VARGAS LLOSA Y SU “REGRESO AL PERÚ”.

Ahora le toca al Perú homenajear a su Nobel.

“REGRESO AL PERÚ”

Hoy llega Mario Vargas Llosa, su familia y la comisión que lo acompañó a Suecia. El escritor regresa con la actitud de agradecimiento a las muestras de cariño del pueblo peruano. Las actividades oficiales de agasajo se realizarán el 15 de diciembre.

Luego de recibir el premio Nobel de Literatura 2010 de manos del Rey de Suecia, el escritor Mario Vargas Llosa vuelve hoy al Perú a devolver las muestras de cariño del pueblo peruano y recibir otros honores programados para este regreso. Se sabe que las celebraciones oficiales se realizarán, como lo ha anunciado el ministro de Cultura, Juan Ossio, el mediodía del miércoles 15, cuando visitará La Casa de la Literatura (Jr. Áncash 207, Lima) para inaugurar el Congreso Internacional “Las cartografías del poder en la obra de Mario Vargas Llosa”, que durará 3 días, y en el que el público puede participar inscribiéndose hasta mañana en la misma Casa de la Literatura: S/. 40 (estudiantes) y S/. 60 (público en general). El Congreso se realizará de 3 a 7 p.m.

A las 4 p.m. del mismo día, Mario Vargas Llosa dará una conferencia de prensa en el Patrio de las Letras del Museo de la Nación, en San Borja, y a las 5 p.m. habrá un conversatorio en torno a “El sueño del Celta”, su reciente novela, con José Miguel Oviedo, Efraín Kristal, Juan José Armas y David Gallagher, personalidades sugeridas por el escritor. El moderador será Alonso Cueto. A las 6.30 p.m. se inaugurará, en la misma sede, la exposición “La libertad y la vida” preparada por Pontificia Universidad Católica del Perú.

La Orden de las Artes y las Letras, creada como motivo del premio Nobel de Literatura para el escritor peruano, será la condecoración que recibirá del Estado ese día a las 8 de la noche, en Palacio de Gobierno.

El jueves 16, Mario Vargas Llosa estará viajando a Chile, donde lo recibirá el presidente Sebastián Piñera, para participar en un Congreso donde se tratarán los temas recurrentes en su obra, como la libertad. Luego retornará al Perú para pasar las fies tas con su familia.

13/12/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

PRESENTACIÓN DEL LIBRO “INVENTARIO” DE LUIS ALVARADO.


Curador e investigador: Luis Alvarado.

NOTA DE PRENSA

“PRESENTACIÓN DEL LIBRO INVENTARIO DE LUIS ALVARADO”

Ediciones de Yuggoth tiene el agrado de invitarlos a la presentación del libro "Inventario" del joven autor Luis Alvarado.

El libro será presentado por Eduardo Chrinos, Jorge Villacorta y el propio autor.

La presentación contará además con una breve intervención musical de Pauchi Sasaki (violín) y Juan Pablo Aragón (guitarra)

La cita es el martes 21 de diciembre, en Escuelab

Jr. De la Union 1044 - Piso 5 (a 1/2 cdra de la Plaza San Martín, al lado del Bar Munich)

Hora: 7.30 pm

Esperamos puedan acompañarnos ese día.

Brindis de honor

Atte

Ediciones de Yuggoth

Aquí pueden leer una entrevista realizada recientemente al autor:


“LA LITERATURA COMO ESPÍRITU”


Luis Alvarado publica Inventario, texto de poesía virtual.


Luis Alvarado (1980) acaba de publicar Inventario, poemario de portada en absoluto negro, poco usual en nuestro país y al que el autor califica como poesía virtual.

¿Cómo definiría el estilo de su libro?

- De lo que Eielson llamaría poesía virtual. Por mucho tiempo practiqué la poesía visual, caligramas, collages. Me interesa mucho aún, pero he notado que lo que conocemos como poesía visual se ha encasillado, es casi un cliché. Me gusta más la idea de que la poesía sea como un espíritu, que no podemos ver y que en todo caso puede tener una manera de presentarse que nos es desconocida.

Cita por momentos referentes de música concreta, ¿cómo entiende la relación de su obra con ella?

- El ángulo musical está en la conexión con John Cage y su idea de indeterminación, por la cual entendía una articulación de eventos que no podemos predecir, de ahí viene su idea de música experimental, una música que no sabemos cómo va a ser y que por tanto imita el flujo de la vida. De otro lado me obsesiona que la obra se pueda construir en la mente, algo conceptual o de la imaginación. Cage supo llevar la música a esa dimensión. Es en ese terreno donde me agrada trabajar mis cosas.

Jorge Eduardo Eielson aparece como poeta, músico y artista en sus poemas. ¿Qué relación tiene su obra con este autor?

- Me han dicho que mi libro es eielsoniano y lo tomo con mucho halago. Eielson es uno de mis héroes, me interesa mucho el Eielson lúdico, conceptual, el que no respeta límites formales ni espaciales.

¿Cuáles son sus referentes en poesía?

- Jorge Eduardo Eielson no es el único. También me interesa Juan Eduardo Cirlot, Vicente Huidobro, Luis Cernuda, André Bretón y de hecho las instrucciones del grupo Fluxus y los textos de John Cage han sido de mucha influencia. Pero son mil cosas que tengo en la cabeza, Duchamp, Yves Klein, Borges, Arreola, Loayza. Qué sé yo. Los Ejercicios de Estilo de Raymond Queneau, esoterismos de diversa índole, etc.

¿Cómo ha tomado el público su poemario?

- A la gente le gusta aunque para muchos no quede claro que se trate de un poemario, eso es bueno, lo tomo bien. Diría que tal vez ese sea uno de mis mayores logros.

En algunos de sus versos los objetos no son el mismo dependiendo de quién lo vea, ¿podemos ver también alguna relación con temática oriental?

- No es una relación voluntaria, me interesa mucho el budismo zen en la medida que me permite comprender mejor a mis artistas favoritos. Me gusta también la paradoja, como tema y como recurso. Y en el budismo Zen está eso, una especie de humor absurdo, como gags literarios que te hacen tener una conciencia distinta de la realidad. Esa misma conciencia y ese humor también lo puedo encontrar en autores como Juan José Arreola, Papini y hasta en Héctor Velarde, un autor peruano del siglo XX muy poco valorado en la actualidad.

23/11/2010

Fuente:
Diario “El Peruano”

CONFERENCIA: “UNA POÉTICA POSIBLE”.


“UNA POÉTICA POSIBLE”

CONFERENCIA ACERCA DEL FESTIVAL POÉTICAS PLURALES

Martes 14 de diciembre a las 7:00 p.m.

A cargo de Luis Alvarado, Manongo Mujica y Omar Aramayo

Esta conferencia conversatorio busca dar algunas pautas entorno al tema de la muestra Música Posible: las relaciones entre la música y las artes visuales y la poesía y el sonido. Nos acompañarán Manongo Mujica, creador de algunas de las más importantes partituras visuales de nuestro medio y Omar Aramayo, uno de los poetas más inquietos y que ha explorado la poesía visual y fonética.

domingo, 12 de diciembre de 2010

VOZ CRÓNICA: “EL DISCURSO” POR EDUARDO LORES (EL COMERCIO‏).

POETA ÉPICO. El discurso de Mario Vargas Llosa fue resaltante no solo por lo que dijo, sino, y sobre todo, por cómo lo dijo.

VOZ CRÓNICA

“EL DISCURSO”

Por: Eduardo Lores

Lo extraordinario del discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura de Mario Vargas Llosa no es tanto lo que dijo, que en realidad no aporta mayor novedad a su pensamiento, sino cómo lo dijo, que constituye el verdadero talento de un literato.

Quizá su experiencia en las tablas le han permitido convertirse en ejecutante de sus propias ideas, irradiar el magnetismo de esos antiguos intérpretes (mimetes), que lograban envolver al auditorio con sus palabras, haciéndolo vibrar con su entonación. Lo escuché en el auto encandilado; llegado a mi destino tuve que hacer un esfuerzo para apearme, y lo hice solo porque tenía una cita a esa hora precisa, también porque tenía la certeza de que el discurso sería publicado en los días siguientes, esperando que el escrito no perdiera el vigor que le estaba escuchando en ese momento, en vivo y en directo. No me defraudó el texto, mientras lo leía con similar deleite, subrayé de manera aleatoria algunos pasajes que me provocaron.

El título “Elogio de la lectura y la ficción” supongo que es un homenaje a Erasmo de Rotterdam, autor de “Elogio de la locura”. Su tono no se aleja mucho del que usó el flamenco para criticar el abuso de la razón en su tiempo.

No sé por qué me detuve en eso de “pasión, vicio y maravilla que es escribir”. Aunque coincido plenamente con esa definición, cambiaria el término “vicio” por el de “adicción” aunque mengue su contundencia, porque si bien hay mucha escritura viciosa (toneladas), la suya por el contrario, reitero, se forja a fuerza de virtudes como la disciplina, la moralidad y el trabajo.

“Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida”. Perfectamente nietzscheano, y se extiende a todas las artes. Lamentablemente los efectos de dichas protestas son lentísimos. Los cambios se dan al interior de cada solitario lector y sus consecuencias políticas hibernan hasta encontrar el clima y el consenso adecuado para que hagan eclosión.

“Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola”. Será porque queremos ponernos en el pellejo del otro, comprenderlo, así sea doloroso; sentir que “nada humano me es ajeno”.

“No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización”. Tal vez esa sea la arenga que más le hemos escuchado en los últimos tiempos como contribución a la lucha contra el fanatismo, aquella que le ha valido a Salman Rushdie verse obligado a vivir a salto de mata, como presa de caza.

“Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía…”. De aquí podría surgir una pregunta para una entrevista al Nobel, ¿Mientras escribía su última novela, se sintió identificado con el protagonista, por haber sido acusado de lo mismo? En este pasaje Vargas Llosa se reafirma en su posición contra las dictaduras que considera deben ser combatidas con todas las armas posibles, porque son el “mal absoluto”. Suena bien, pero no creo que Berlin o Popper admitan lo absoluto en la ética o en la política.

Una de las frases más felices, puesta con arte de gran banderillero, es aquella de “la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron” que remite a Arguedas tanto como la referencia a “todas las sangres” para hablar del Perú, la que se extiende hasta concluir con, “¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!”. Hermosa exclamación, pero lamentablemente no funciona ni para los mundiales, ni para las guerras.

Cuando habla de la conquista no creo que pretenda usurpar el rol de historiador al pasarle la factura de dicha barbarie principalmente a los descendientes criollos de los conquistadores, aligerando la responsabilidad de la metrópoli, por el coloniaje. Pero es cierto que “desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido”. ¿Tal vez un saludo al Amauta?

Para finalizar, subrayé una frase muchas veces repetida por él en torno a la verdad de las mentiras, que remonta al viejo eikos (verosimilitud) aristotélico: “La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor…”. El filósofo añadiría, porque es más filosófica que la historia, porque es universal y nos libera.

A su retorno, el primer premio Nobel del Perú abundará de seguro sobre estos temas, continuando un diálogo sumamente ilustrativo y gratificante.

Larga vida a nuestro denominado poeta épico.

12/12/2010

Fuente:
Diario “El Comercio”

PRESENTACIÓN DEL POEMARIO “GUARDIÁN DE ACANTILADOS” DE JOE MONTESINOS ILLESCA‏.


PRESENTACIÓN DEL POEMARIO “GUARDIÁN DE ACANTILADOS” DE JOE MONTESINOS ILLESCA‏”

INSTITUTO RAÚL PORRAS BARRENECHEA

LUNES 13 DE DICIEMBRE DE 2010

PRESENTACIÓN DEL LIBRO

GUARDIÁN DE ACANTILADOS

DE JOE MONTESINOS ILLESCA

El Instituto Raúl Porras Barrenechea se complace en invitar a la presentación del poemario Guardián de Acantilados de Joe Montesinos. Dicho evento se realizará el lunes 13 de diciembre de 2010 a las 7:00 p.m. en el Instituto Raúl Porras Barrenechea (Calle Colina 398, Miraflores, altura cuadra 52 de la av. Arequipa). Comentarán el libro Juan Carlos de la Fuente, Paul Guillén y Carlos Morales Falcón.

Están todos invitados.

INGRESO LIBRE.

Más informes: 619-7000, Anexo: 6102 / Telefax: 445-6885

institutoraulporrasb@unmsm.edu.pe
NOTA:

Reenviar este mensaje para una mejor difusión. Muchas gracias.

sábado, 11 de diciembre de 2010

"PARA LEER NO HAY QUE EMPEZAR CON LA LITERATURA". ENTREVISTA CON LUIS JAIME CISNEROS POR GONZALO PAJARES (PERÚ.21‏).


Linguista y maestro: Luis Jaime Cisneros.

“PARA LEER NO HAY QUE EMPEZAR CON LA LITERATURA”

Por: Gonzalo Pajares

Conocí a Luis Jaime Cisneros el primer día que fui a la universidad. Me hizo una pregunta y, ante mi mutismo, me dijo: “No te paltees”. Entonces descubrí que Luis Jaime era un maestro y que su espíritu era más joven que el de un muchacho de 16 años.

“Me paso la vida llenando geniogramas. Y hoy, como desconozco muchos programas de televisión e Internet, debo pedir la ayuda de mis nietos. Una, que tiene ocho años, me dice: 'Ay, abuelo, cómo puedes ser profesor si no sabes tantas cosas’” (risas), nos cuenta el maestro Luis Jaime Cisneros.

¿DE QUÉ CONVERSA CON SUS HIJOS?

De muchas cosas, hasta de los Rolling Stones; claro, no les puedo hablar de Toscanini pues esa es una conversación para con mi mujer y mis hermanos (risas). Además, hay algo que tiene que ver con mi profesión: nunca me interesó más el lenguaje de los niños que hoy... y todo por mis nietos, pues observo cómo descubren las fallas de la enseñanza en los colegios. Cuando llegan a la escuela, no podemos decir que desconozcan el lenguaje, pues saben usarlo en dos planos que la escuela ignora. Primero, la entonación y la mímica. En la escuela se reprime la carga oral del lenguaje, por tanto, elimina los vínculos entre afectividad, sentimiento y lenguaje. Segundo, mi nieto me dice: “Lolo, ¿por qué la escuela nos enseña el nombre de las letras? Cuando las ponen en la pizarra y me dicen “lee”, yo digo “eme/a/eme/a”, pero el profesor me corrige: “No, allí dice 'mamá’” (risas). Por ende, hoy mi relación con mis nietos es afectiva y académica (risas).

¿VE REFLEJADOS ASPECTOS DE SU PERSONALIDAD EN SUS NIETOS?

Son mi versión mejorada (risas). El menor recibió un diploma por “el brillo de su expresión verbal”. ¿Qué pasa con este loco? Copia el lenguaje de los adultos y lo administra. Por ejemplo, entra a mi estudio y me pregunta: “Abuelo, ¿en qué piensas?”, algo que nadie me había preguntado, al menos no con menos de cinco años. Tengo otra nieta de 11 años que escribe. Tiene una afición por la lectura que debe ser heredada de sus padres –y de mí–. Yo llevo a mis nietos todas las semanas a que escojan un libro en El Virrey. Por ahora escogen textos de animales, de dinosaurios... y me corrigen: “No, Lolo, son brontosaurios, tiranosaurios. Tú no sabes nada” (risas).

HOY LEEMOS MENOS Y PEOR...

Cuando empecé a enseñar en la universidad (1948), los chicos terminaban el colegio a los 17 y 18, no a los 15, como sucede hoy. Ese es el primer error. A esa edad ya leían La agonía del cristianismo, de Unamuno; El tema de nuestro tiempo, de Ortega y Gasset, y El existencialismo es también un humanismo, de Sartre. Ninguno de estos autores estaban en los programas, pero los chicos los leían por curiosidad. Hoy, los jóvenes no leen y, segundo, no entienden los textos teóricos. ¿Qué ha pasado? En los colegios han ido desapareciendo los cursos de lógica. Entonces, cómo darle a un muchacho así un libro de Aristóteles. La escuela no debe prepararnos para el éxito sino para algo más importante: ser felices. La escuela nos prepara para el poder, para la política; si le interesara el conocimiento, nos debería preparar para el gobierno... tal y como lo hicieron los griegos.

¿LA LECTURA TIENE QUE VER CON LA INTELIGENCIA?

Si una persona no es inteligente le es muy difícil descubrirse lector, pero no es imposible. No hay una asignatura que se llame lectura: es una actividad voluntaria en la que uno compromete inteligencia y espíritu. Si las dos faltan, mejor dediquémonos a ser congresistas (risas). Luego, muchas veces la lectura es usada como un castigo, lo cual es un error pedagógico inmenso. La lectura no se enseña, lo que padres y maestros deben hacer es crear en los niños la necesidad de leer. Ojo, leer no consiste en reconocer las palabras sino en comprender. Por eso, es imprescindible leer en voz alta para que el que está empezando a hacerlo comente, debata lo leído, y así se compruebe que comprende.

SARAMAGO DIJO –EN SU DISCURSO CUANDO RECIBIÓ EL NOBEL– QUE EL HOMBRE MÁS INTELIGENTE QUE HABÍA CONOCIDO ERA UN ANALFABETO: SU ABUELO.

Le respondo con una anécdota. El padre de un amigo tenía 82 años, y a esa edad aprendió a leer. A sus 85 años, me escribió una carta donde se mostraba muy contento por haber aprendido a leer.

USTED QUE ES UN MAESTRO UNIVERSITARIO, ¿CREE QUE TODOS ESTAMOS PREPARADOS O DEBEMOS IR A LA UNIVERSIDAD?

No. Primero, por una cuestión de vocación: no todos quieren ser universitarios, pero pueden ser buenos para 40 mil cosas más. Hoy, si el hijo no es ingeniero o doctor o chef, la gente se angustia, cuando lo que faltan son técnicos: pesqueros, enfermeros, soldadores, etc.

¿POR QUÉ LEER A GÓNGORA HOY?

Recuerde, no hay que leer por obligación. Y Góngora no puede ser la primera lectura porque, al ser un autor difícil, puede confundir al lector. Primero, debe aficionarse a leer poesía, el error está en creer que, para aprender a leer, hay que empezar con literatura, cuando esta es muy complicada. Hay que pensar con cuentos muy sencillos, tipo Caperucita o Alicia en el país de las maravillas. Nadie puede empezar a leer con el Quijote. Hay algo que siempre me ha llamado la atención: En América se empieza a dictar historia hablando del pasado; en Europa, del presente. Esto les ayuda mucho a forjar su personalidad porque sus referentes 'académicos’ están a la mano, son parte de su cotidianidad.

¿SIGUE SIENDO POSITIVA SU VISIÓN DEL SER HUMANO?

Por supuesto. Me sigue sorprendiendo la alegría de los jóvenes, entonces, cómo no voy a ser un optimista.

Autoficha

Salí del Perú cuando tenía cuatro años, regresé cuando tenía 27. Me gusta cantar. De pequeño, en Argentina, lo hacía. Iba a cantar a la tumba de Sarmiento, en las plazas públicas. Hoy los chicos cantan menos y, si lo hacen, cantan “Ya se ha muerto mi abuelo” (risas). Tengo siete nietos. Empecé estudiando Medicina, pero la dejé al sexto año. La escuela nos prepara para el poder, no para el gobierno; para la política, no para el conocimiento.

10/12/2010

Fuente:
Diario “Perú 21”

“UNA VOZ DISIDENTE”.

Escritor y crítico literario: Gustavo Faveron

“UNA VOZ DISIDENTE”

Un comentario de Gustavo Faverón que rompe la unanimidad de elogios al discurso del Nobel Mario Vargas Llosa ante la Academia Sueca. El texto fue difundido por Faverón en su blog Puente Aéreo, bajo el título El síncope de Estocolmo.

“A juzgar por lo que dicen la prensa, los blogs, las redes sociales (e incluso los emails de mis amigos más infalibles), da la impresión de que, por primera vez, virtualmente todos los peruanos están de acuerdo en elogiar un texto de Mario Vargas Llosa. Me refiero, claro, al discurso con el que anteayer, en Estocolmo, aceptó el Premio Nobel de Literatura. Reconozco que no es el mejor momento para dar la contra; puede sonar mezquino. Pero, teniendo en cuenta que, hace no muchos años, una voluminosa mayoría de sus ahora rendidos admiradores lo llamaba traidor y cobarde y celebraba a cualquier voluntario que le lanzara un insulto, y teniendo en cuenta también que yo nunca me he contado entre esas impúdicas veletas, me voy a permitir estar en desacuerdo, y si alguien quiere llamarme mezquino, adelante.

El texto que leyó Vargas Llosa ayer no sólo fue repetitivo y caótico: fue también bastante superficial y errático: parecía que alguien le hubiera impuesto la necesidad de hablar sobre mil cosas distintas a la vez sin detenerse en ninguna. Fue una versión desdentada y, a decir verdad, poco eficaz de su vieja definición de la literatura como territorio alternativo, construido por lectores y escritores como respuesta a la pobreza trágica de vivir una sola vida en un solo universo.

Pero antes, esa idea venía siempre acompañada, en Vargas Llosa, por una noción complementaria: para él, la ficción no era solo un mundo alterno, sino un espacio crítico; hoy, no parece haber ese matiz crucial: los espacios de la ficción, los define exclusivamente como bellos, brillantes, dulces; difícil reconocer en eso su propia obra. Donde el Vargas Llosa de hoy parece definir la literatura sólo como una aventura individual, un escape, un ejercicio que nos extrae de la finitud del tiempo y el espacio al que estamos condenados, el Vargas Llosa de antes suponía que la ficción era, además, un sitio donde generar dialógicamente una mejor comprensión de nuestro mundo: no un refugio adonde escapar, sino un punto de vista para el escritor-francotirador; no un salto al costado sino una inmersión: ¿recuerdan la idea del escritor como buitre?

Ahora, en cambio, incluso cuando rinde homenaje a Camus, Malraux, Orwell y Sartre, cuatro de los dioses constantes de su parnaso, lo hace de una forma tal que, en verdad, parece estar limándoles los dientes al Camus, el Malraux, el Orwell y el Sartre que admiró en su juventud: ya no subraya en ellos, como antes, la constante disidencia del crítico, sino el deber moral de defender “las mejores opciones”.

Es como si esos mentores intelectuales hubieran dejado de impulsarlo a la contradicción y la contienda, y ahora sólo aprendiera de ellos, más apaciblemente, a sostener la razón de las verdades propias. Eso se parece bastante a lo que me pareció notar en su última novela, por cierto: ideas entendidas, asumidas, expuestas y defendidas, pero no puestas en juego. Y la escritura del discurso, por otra parte, es tan descuidada que hace decir a Vargas Llosa cosas que, está claro, él habría preferido evitar si se hubiera sentado a corregir el texto. Como aquello de enumerar, entre las cosas de las que se “enorgullece” cuando piensa en el Perú, el hecho de que “con España llegara también el África”. Es decir, una pequeña celebración de la esclavitud.

Será porque no vi el discurso ni escuché una de las mil grabaciones que circulan por ahí, sino que leí el texto; será porque al hacerlo así me perdí las voces quebradas y las cálidas arbitrariedades del romanticismo. El asunto es que a mí me pareció un texto olvidable, muy por debajo de lo que habría cabido esperar del mayor novelista contemporáneo de la lengua española”.

11/12/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

jueves, 9 de diciembre de 2010

“ARGUEDAS, CANDIDATO 2011”.



“ARGUEDAS, CANDIDATO 2011”

En una carta dirigida al presidente Alan García, escritores peruanos y personajes del medio cultural, le han pedido: “… que el año 2011 sea declarado como ‘Año del Centenario de José María Arguedas, el escritor de todas las sangres’… Consideramos necesario, también, que, a través de los Ministerios de Educación y de Cultura, se promueva la edición masiva de las obras de José María Arguedas y se las difunda, a precios populares o a título gratuito, principalmente en las Instituciones Educativas de nuestra patria”.

Ni siquiera, luego de “La utopía arcaica”, Mario Vargas Llosa no pudo dejar de mencionar a Arguedas en su discurso del martes: “Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de ‘todas las sangres’. No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales”.

El aporte cultural del autor de “Los ríos profundos” es tan vasto que bien merece que se recuerde el año 2011 por el centenario de su nacimiento. La voz la tiene el Gobierno.

09/12/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

“DISCURSOS DISTANTES” POR CÉSAR LÉVANO.

Periodista: César Lévano.

“DISCURSOS DISTANTES”

Por: César Lévano

El discurso de Mario Vargas Llosa en la recepción del Nobel Literatura suscita el recuerdo de otro discurso: el de Gabriel García Márquez cuando recibió el Nobel 1982.


El discurso de Vargas Llosa es ante todo autobiográfico y tiene como eje la pasión por la literatura y por lo que él llama “la democracia liberal”. Elogio de la lectura y la ficción es su título. El de García Márquez lleva bien puesto su nombre: La soledad de América Latina.

El colombiano trazó, con elocuencia, con pasión, en una época de crueles dictaduras, un grabado al aguafuerte continental. “Los desaparecidos por motivo de la represión”, dijo entonces, “son casi 120 mil, que es como si hoy no se supiera dónde están todos los habitantes de la ciudad de Upsala. Numerosas mujeres arrestadas encinta dieron a luz en cárceles argentinas, pero aún se ignora el paradero y la identidad de sus hijos, que fueron dados en adopción clandestina o internados en orfanatos por las autoridades militares… De Chile, país de tradiciones hospitalarias, ha huido un millón de personas: el diez por ciento de su población.”

“Me atrevo a pensar”, prosiguió, “que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de las Letras.”

El maestro colombiano concluyó diseñando una utopía: “Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.”


En su discurso de esta semana, Vargas Llosa se muestra satisfecho con la democracia latinoamericana, a la cual atribuye “el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos”. El autor de Conversación en la catedral no ve la negación de esos valores en el Perú, Colombia o México. No lo hieren, al parecer, el espectáculo de la miseria de millones de peruanos ni la corrupción política.

Leía en estos días el libro de ensayos Imaginary Homelands (Hogares imaginarios) de Salman Rushdie, el escritor que sabe de intolerancia, como que ésta lo amenaza de muerte. Allí hay una valoración crítica de García Márquez y de Vargas Llosa. Del primero recuerda que Cien años de soledad vendió cuatro millones de ejemplares en sus primeros 15 años y que Pinochet mandó quemar 15 mil copias de otro libro de Gabo.

Rushdie señala en Vargas Llosa cierta propensión a la intolerancia. En La historia de Mayta, escribe, “los izquierdistas son sin excepción fanáticos, débiles, románticos incurables, escritorzuelos del partido, ideólogos estrechos, estúpidos u oportunistas”. El emotivo discurso de Vargas Llosa en Estocolmo trasunta esa inclinación.

09/12/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

PRESENTACIÓN DEL LIBRO DE ENSAYO: "LA CELDA DE LA CALLE".

martes, 7 de diciembre de 2010

ELOGIO DE LA LECTURA Y LA FICCIÓN. DISCURSO DE MARIO VARGAS LLOSA. PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2010‏.

Mario Vargas Llosa.
Foto: A.P.

Foto: Reuters.

Discurso Nobel

“ELOGIO DE LA LECTURA Y LA FICCIÓN”

Por: Mario Vargas Llosa
07 de diciembre 2010

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d'Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

La lectura convertía el sueño en vida y la vida en sueño y ponía al alcance del pedacito de hombre que era yo el universo de la literatura. Mi madre me contó que las primeras cosas que escribí fueron continuaciones de las historias que leía pues me apenaba que se terminaran o quería enmendarles el final. Y acaso sea eso lo que me he pasado la vida haciendo sin saberlo: prolongando en el tiempo, mientras crecía, maduraba y envejecía, las historias que llenaron mi infancia de exaltación y de aventuras.

Me gustaría que mi madre estuviera aquí, ella que solía emocionarse y llorar leyendo los poemas de Amado Nervo y de Pablo Neruda, y también el abuelo Pedro, de gran nariz y calva reluciente, que celebraba mis versos, y el tío Lucho que tanto me animó a volcarme en cuerpo y alma a escribir aunque la literatura, en aquel tiempo y lugar, alimentara tan mal a sus cultores. Toda la vida he tenido a mi lado gentes así, que me querían y alentaban, y me contagiaban su fe cuando dudaba. Gracias a ellos y, sin duda, también, a mi terquedad y algo de suerte, he podido dedicar buena parte de mi tiempo a esta pasión, vicio y maravilla que es escribir, crear una vida paralela donde refugiarnos contra la adversidad, que vuelve natural lo extraordinario y extraordinario lo natural, disipa el caos, embellece lo feo, eterniza el instante y torna la muerte un espectáculo pasajero.

No era fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo. Flaubert me enseñó que el talento es una disciplina tenaz y una larga paciencia. Faulkner, que es la forma -la escritura y la estructura- lo que engrandece o empobrece los temas. Martorell, Cervantes, Dickens, Balzac, Tolstoi, Conrad, Thomas Mann, que el número y la ambición son tan importantes en una novela como la destreza estilística y la estrategia narrativa. Sartre, que las palabras son actos y que una novela, una obra de teatro, un ensayo, comprometidos con la actualidad y las mejores opciones, pueden cambiar el curso de la historia. Camus y Orwell, que una literatura desprovista de moral es inhumana y Malraux que el heroísmo y la épica cabían en la actualidad tanto como en el tiempo de los argonautas, la Odisea y la Ilíada.

Si convocara en este discurso a todos los escritores a los que debo algo o mucho sus sombras nos sumirían en la oscuridad. Son innumerables. Además de revelarme los secretos del oficio de contar, me hicieron explorar los abismos de lo humano, admirar sus hazañas y horrorizarme con sus desvaríos. Fueron los amigos más serviciales, los animadores de mi vocación, en cuyos libros descubrí que, aun en las peores circunstancias, hay esperanzas y que vale la pena vivir, aunque fuera sólo porque sin la vida no podríamos leer ni fantasear historias.

Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.

Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.La buena literatura tiende puentes entre gentes distintas y, haciéndonos gozar, sufrir o sorprendernos, nos une por debajo de las lenguas, creencias, usos, costumbres y prejuicios que nos separan. Cuando la gran ballena blanca sepulta al capitán Ahab en el mar, se encoge el corazón de los lectores idénticamente en Tokio, Lima o Tombuctú. Cuando Emma Bovary se traga el arsénico, Anna Karenina se arroja al tren y Julien Sorel sube al patíbulo, y cuando, en El Sur, el urbano doctor Juan Dahlmann sale de aquella pulpería de la pampa a enfrentarse al cuchillo de un matón, o advertimos que todos los pobladores de Comala, el pueblo de Pedro Páramo, están muertos, el estremecimiento es semejante en el lector que adora a Buda, Confucio, Cristo, Alá o es un agnóstico, vista saco y corbata, chilaba, kimono o bombachas. La literatura crea una fraternidad dentro de la diversidad humana y eclipsa las fronteras que erigen entre hombres y mujeres la ignorancia, las ideologías, las religiones, los idiomas y la estupidez.

Como todas las épocas han tenido sus espantos, la nuestra es la de los fanáticos, la de los terroristas suicidas, antigua especie convencida de que matando se gana el paraíso, que la sangre de los inocentes lava las afrentas colectivas, corrige las injusticias e impone la verdad sobre las falsas creencias. Innumerables víctimas son inmoladas cada día en diversos lugares del mundo por quienes se sienten poseedores de verdades absolutas. Creíamos que, con el desplome de los imperios totalitarios, la convivencia, la paz, el pluralismo, los derechos humanos, se impondrían y el mundo dejaría atrás los holocaustos, genocidios, invasiones y guerras de exterminio. Nada de eso ha ocurrido. Nuevas formas de barbarie proliferan atizadas por el fanatismo y, con la multiplicación de armas de destrucción masiva, no se puede excluir que cualquier grupúsculo de enloquecidos redentores provoque un día un cataclismo nuclear. Hay que salirles al paso, enfrentarlos y derrotarlos. No son muchos, aunque el estruendo de sus crímenes retumbe por todo el planeta y nos abrumen de horror las pesadillas que provocan. No debemos dejarnos intimidar por quienes quisieran arrebatarnos la libertad que hemos ido conquistando en la larga hazaña de la civilización. Defendamos la democracia liberal, que, con todas sus limitaciones, sigue significando el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder, todo aquello que nos ha ido sacando de la vida feral y acercándonos -aunque nunca llegaremos a alcanzarla- a la hermosa y perfecta vida que finge la literatura, aquella que sólo inventándola, escribiéndola y leyéndola podemos merecer. Enfrentándonos a los fanáticos homicidas defendemos nuestro derecho a soñar y a hacer nuestros sueños realidad.

En mi juventud, como muchos escritores de mi generación, fui marxista y creí que el socialismo sería el remedio para la explotación y las injusticias sociales que arreciaban en mi país, América Latina y el resto del Tercer Mundo. Mi decepción del estatismo y el colectivismo y mi tránsito hacia el demócrata y el liberal que soy -que trato de ser- fue largo, difícil, y se llevó a cabo despacio y a raíz de episodios como la conversión de la Revolución Cubana, que me había entusiasmado al principio, al modelo autoritario y vertical de la Unión Soviética, el testimonio de los disidentes que conseguía escurrirse entre las alambradas del Gulag, la invasión de Checoeslovaquia por los países del Pacto de Varsovia, y gracias a pensadores como Raymond Aron, Jean-François Rével, Isaiah Berlin y Karl Popper, a quienes debo mi revalorización de la cultura democrática y de las sociedades abiertas. Esos maestros fueron un ejemplo de lucidez y gallardía cuando la intelligentsia de Occidente parecía, por frivolidad u oportunismo, haber sucumbido al hechizo del socialismo soviético, o, peor todavía, al aquelarre sanguinario de la revolución cultural china.

De niño soñaba con llegar algún día a París porque, deslumbrado con la literatura francesa, creía que vivir allí y respirar el aire que respiraron Balzac, Stendhal, Baudelaire, Proust, me ayudaría a convertirme en un verdadero escritor, que si no salía del Perú sólo sería un seudo escritor de días domingos y feriados. Y la verdad es que debo a Francia, a la cultura francesa, enseñanzas inolvidables, como que la literatura es tanto una vocación como una disciplina, un trabajo y una terquedad. Viví allí cuando Sartre y Camus estaban vivos y escribiendo, en los años de Ionesco, Beckett, Bataille y Cioran, del descubrimiento del teatro de Brecht y el cine de Ingmar Bergman, el TNP de Jean Vilar y el Odéon de Jean Louis Barrault, de la Nouvelle Vague y le Nouveau Roman y los discursos, bellísimas piezas literarias, de André Malraux, y, tal vez, el espectáculo más teatral de la Europa de aquel tiempo, las conferencias de prensa y los truenos olímpicos del general De Gaulle. Pero, acaso, lo que más le agradezco a Francia sea el descubrimiento de América Latina. Allí aprendí que el Perú era parte de una vasta comunidad a la que hermanaban la historia, la geografía, la problemática social y política, una cierta manera de ser y la sabrosa lengua en que hablaba y escribía. Y que en esos mismos años producía una literatura novedosa y pujante. Allí leí a Borges, a Octavio Paz, Cortázar, García Márquez, Fuentes, Cabrera Infante, Rulfo, Onetti, Carpentier, Edwards, Donoso y muchos otros, cuyos escritos estaban revolucionando la narrativa en lengua española y gracias a los cuales Europa y buena parte del mundo descubrían que América Latina no era sólo el continente de los golpes de Estado, los caudillos de opereta, los guerrilleros barbudos y las maracas del mambo y el chachachá, sino también ideas, formas artísticas y fantasías literarias que trascendían lo pintoresco y hablaban un lenguaje universal.

De entonces a esta época, no sin tropiezos y resbalones, América Latina ha ido progresando, aunque, como decía el verso de César Vallejo, todavía Hay, hermanos, muchísimo que hacer. Padecemos menos dictaduras que antaño, sólo Cuba y su candidata a secundarla, Venezuela, y algunas seudo democracias populistas y payasas, como las de Bolivia y Nicaragua. Pero en el resto del continente, mal que mal, la democracia está funcionando, apoyada en amplios consensos populares, y, por primera vez en nuestra historia, tenemos una izquierda y una derecha que, como en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, República Dominicana, México y casi todo Centroamérica, respetan la legalidad, la libertad de crítica, las elecciones y la renovación en el poder. Ése es el buen camino y, si persevera en él, combate la insidiosa corrupción y sigue integrándose al mundo, América Latina dejará por fin de ser el continente del futuro y pasará a serlo del presente.

Nunca me he sentido un extranjero en Europa, ni, en verdad, en ninguna parte. En todos los lugares donde he vivido, en París, en Londres, en Barcelona, en Madrid, en Berlín, en Washington, Nueva York, Brasil o la República Dominicana, me sentí en mi casa. Siempre he hallado una querencia donde podía vivir en paz y trabajando, aprender cosas, alentar ilusiones, encontrar amigos, buenas lecturas y temas para escribir. No me parece que haberme convertido, sin proponérmelo, en un ciudadano del mundo, haya debilitado eso que llaman "las raíces", mis vínculos con mi propio país -lo que tampoco tendría mucha importancia-, porque, si así fuera, las experiencias peruanas no seguirían alimentándome como escritor y no asomarían siempre en mis historias, aun cuando éstas parezcan ocurrir muy lejos del Perú. Creo que vivir tanto tiempo fuera del país donde nací ha fortalecido más bien aquellos vínculos, añadiéndoles una perspectiva más lúcida, y la nostalgia, que sabe diferenciar lo adjetivo y lo sustancial y mantiene reverberando los recuerdos. El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón, como el que une a los amantes, a padres e hijos, a los amigos entre sí.

Al Perú yo lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé, y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, gocé, sufrí y soñé. Lo que en él ocurre me afecta más, me conmueve y exaspera más que lo que sucede en otras partes. No lo he buscado ni me lo he impuesto, simplemente es así. Algunos compatriotas me acusaron de traidor y estuve a punto de perder la ciudadanía cuando, durante la última dictadura, pedí a los gobiernos democráticos del mundo que penalizaran al régimen con sanciones diplomáticas y económicas, como lo he hecho siempre con todas las dictaduras, de cualquier índole, la de Pinochet, la de Fidel Castro, la de los talibanes en Afganistán, la de los imanes de Irán, la del apartheid de África del Sur, la de los sátrapas uniformados de Birmania (hoy Myanmar). Y lo volvería a hacer mañana si -el destino no lo quiera y los peruanos no lo permitan- el Perú fuera víctima una vez más de un golpe de Estado que aniquilara nuestra frágil democracia. Aquella no fue la acción precipitada y pasional de un resentido, como escribieron algunos polígrafos acostumbrados a juzgar a los demás desde su propia pequeñez. Fue un acto coherente con mi convicción de que una dictadura representa el mal absoluto para un país, una fuente de brutalidad y corrupción y de heridas profundas que tardan mucho en cerrar, envenenan su futuro y crean hábitos y prácticas malsanas que se prolongan a lo largo de las generaciones demorando la reconstrucción democrática. Por eso, las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones, por todos los medios a nuestro alcance, incluidas las sanciones económicas. Es lamentable que los gobiernos democráticos, en vez de dar el ejemplo, solidarizándose con quienes, como las Damas de Blanco en Cuba, los resistentes venezolanos, o Aung San Suu Kyi y Liu Xiaobo, que se enfrentan con temeridad a las dictaduras que sufren, se muestren a menudo complacientes no con ellos sino con sus verdugos. Aquellos valientes, luchando por su libertad, también luchan por la nuestra.

Un compatriota mío, José María Arguedas, llamó al Perú el país de "todas las sangres". No creo que haya fórmula que lo defina mejor. Eso somos y eso llevamos dentro todos los peruanos, nos guste o no: una suma de tradiciones, razas, creencias y culturas procedentes de los cuatro puntos cardinales. A mí me enorgullece sentirme heredero de las culturas prehispánicas que fabricaron los tejidos y mantos de plumas de Nazca y Paracas y los ceramios mochicas o incas que se exhiben en los mejores museos del mundo, de los constructores de Machu Picchu, el Gran Chimú, Chan Chan, Kuelap, Sipán, las huacas de La Bruja y del Sol y de la Luna, y de los españoles que, con sus alforjas, espadas y caballos, trajeron al Perú a Grecia, Roma, la tradición judeo-cristiana, el Renacimiento, Cervantes, Quevedo y Góngora, y a la lengua recia de Castilla que los Andes dulcificaron. Y de que con España llegara también el África con su reciedumbre, su música y su efervescente imaginación a enriquecer la heterogeneidad peruana. Si escarbamos un poco descubrimos que el Perú, como el aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene una identidad porque las tiene todas!

La conquista de América fue cruel y violenta, como todas las conquistas, desde luego, y debemos criticarla, pero sin olvidar, al hacerlo, que quienes cometieron aquellos despojos y crímenes fueron, en gran número, nuestros bisabuelos y tatarabuelos, los españoles que fueron a América y allí se acriollaron, no los que se quedaron en su tierra. Aquellas críticas, para ser justas, deben ser una autocrítica. Porque, al independizarnos de España, hace doscientos años, quienes asumieron el poder en las antiguas colonias, en vez de redimir al indio y hacerle justicia por los antiguos agravios, siguieron explotándolo con tanta codicia y ferocidad como los conquistadores, y, en algunos países, diezmándolo y exterminándolo. Digámoslo con toda claridad: desde hace dos siglos la emancipación de los indígenas es una responsabilidad exclusivamente nuestra y la hemos incumplido. Ella sigue siendo una asignatura pendiente en toda América Latina. No hay una sola excepción a este oprobio y vergüenza.

Quiero a España tanto como al Perú y mi deuda con ella es tan grande como el agradecimiento que le tengo. Si no hubiera sido por España jamás hubiera llegado a esta tribuna, ni a ser un escritor conocido, y tal vez, como tantos colegas desafortunados, andaría en el limbo de los escribidores sin suerte, sin editores, ni premios, ni lectores, cuyo talento acaso -triste consuelo- descubriría algún día la posteridad. En España se publicaron todos mis libros, recibí reconocimientos exagerados, amigos como Carlos Barral y Carmen Balcells y tantos otros se desvivieron porque mis historias tuvieran lectores. Y España me concedió una segunda nacionalidad cuando podía perder la mía. Jamás he sentido la menor incompatibilidad entre ser peruano y tener un pasaporte español porque siempre he sentido que España y el Perú son el anverso y el reverso de una misma cosa, y no sólo en mi pequeña persona, también en realidades esenciales como la historia, la lengua y la cultura.

De todos los años que he vivido en suelo español, recuerdo con fulgor los cinco que pasé en la querida Barcelona a comienzos de los años setenta. La dictadura de Franco estaba todavía en pie y aún fusilaba, pero era ya un fósil en hilachas, y, sobre todo en el campo de la cultura, incapaz de mantener los controles de antaño. Se abrían rendijas y resquicios que la censura no alcanzaba a parchar y por ellas la sociedad española absorbía nuevas ideas, libros, corrientes de pensamiento y valores y formas artísticas hasta entonces prohibidos por subversivos. Ninguna ciudad aprovechó tanto y mejor que Barcelona este comienzo de apertura ni vivió una efervescencia semejante en todos los campos de las ideas y la creación. Se convirtió en la capital cultural de España, el lugar donde había que estar para respirar el anticipo de la libertad que se vendría. Y, en cierto modo, fue también la capital cultural de América Latina por la cantidad de pintores, escritores, editores y artistas procedentes de los países latinoamericanos que allí se instalaron, o iban y venían a Barcelona, porque era donde había que estar si uno quería ser un poeta, novelista, pintor o compositor de nuestro tiempo. Para mí, aquellos fueron unos años inolvidables de compañerismo, amistad, conspiraciones y fecundo trabajo intelectual. Igual que antes París, Barcelona fue una Torre de Babel, una ciudad cosmopolita y universal, donde era estimulante vivir y trabajar, y donde, por primera vez desde los tiempos de la guerra civil, escritores españoles y latinoamericanos se mezclaron y fraternizaron, reconociéndose dueños de una misma tradición y aliados en una empresa común y una certeza: que el final de la dictadura era inminente y que en la España democrática la cultura sería la protagonista principal.

Aunque no ocurrió así exactamente, la transición española de la dictadura a la democracia ha sido una de las mejores historias de los tiempos modernos, un ejemplo de cómo, cuando la sensatez y la racionalidad prevalecen y los adversarios políticos aparcan el sectarismo en favor del bien común, pueden ocurrir hechos tan prodigiosos como los de las novelas del realismo mágico. La transición española del autoritarismo a la libertad, del subdesarrollo a la prosperidad, de una sociedad de contrastes económicos y desigualdades tercermundistas a un país de clases medias, su integración a Europa y su adopción en pocos años de una cultura democrática, ha admirado al mundo entero y disparado la modernización de España. Ha sido para mí una experiencia emocionante y aleccionadora vivirla de muy cerca y a ratos desde dentro. Ojalá que los nacionalismos, plaga incurable del mundo moderno y también de España, no estropeen esta historia feliz.

Detesto toda forma de nacionalismo, ideología -o, más bien, religión- provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento. Junto con la religión, el nacionalismo ha sido la causa de las peores carnicerías de la historia, como las de las dos guerras mundiales y la sangría actual del Medio Oriente. Nada ha contribuido tanto como el nacionalismo a que América Latina se haya balcanizado, ensangrentado en insensatas contiendas y litigios y derrochado astronómicos recursos en comprar armas en vez de construir escuelas, bibliotecas y hospitales.

No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del "otro", siempre semilla de violencia, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños, paisaje familiar de geografías, seres queridos y ocurrencias que se convierten en hitos de la memoria y escudos contra la soledad. La patria no son las banderas ni los himnos, ni los discursos apodícticos sobre los héroes emblemáticos, sino un puñado de lugares y personas que pueblan nuestros recuerdos y los tiñen de melancolía, la sensación cálida de que, no importa donde estemos, existe un hogar al que podemos volver.

El Perú es para mí una Arequipa donde nací pero nunca viví, una ciudad que mi madre, mis abuelos y mis tíos me enseñaron a conocer a través de sus recuerdos y añoranzas, porque toda mi tribu familiar, como suelen hacer los arequipeños, se llevó siempre a la Ciudad Blanca con ella en su andariega existencia. Es la Piura del desierto, el algarrobo y el sufrido burrito, al que los piuranos de mi juventud llamaban "el pie ajeno" -lindo y triste apelativo-, donde descubrí que no eran las cigüeñas las que traían los bebés al mundo sino que los fabricaban las parejas haciendo unas barbaridades que eran pecado mortal. Es el Colegio San Miguel y el Teatro Variedades donde por primera vez vi subir al escenario una obrita escrita por mí. Es la esquina de Diego Ferré y Colón, en el Miraflores limeño -la llamábamos el Barrio Alegre-, donde cambié el pantalón corto por el largo, fumé mi primer cigarrillo, aprendí a bailar, a enamorar y a declararme a las chicas. Es la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable. Es el Colegio Militar Leoncio Prado, donde aprendí que el Perú no era el pequeño reducto de clase media en el que yo había vivido hasta entonces confinado y protegido, sino un país grande, antiguo, enconado, desigual y sacudido por toda clase de tormentas sociales. Son las células clandestinas de Cahuide en las que con un puñado de sanmarquinos preparábamos la revolución mundial. Y el Perú son mis amigos y amigas del Movimiento Libertad con los que por tres años, entre las bombas, apagones y asesinatos del terrorismo, trabajamos en defensa de la democracia y la cultura de la libertad.

El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: 'Mario, para lo único que tú sirves es para escribir".

Volvamos a la literatura. El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, escribir fue jugar un juego que me celebraba la familia, una gracia que me merecía aplausos, a mí, el nieto, el sobrino, el hijo sin papá, porque mi padre había muerto y estaba en el cielo. Era un señor alto y buen mozo, de uniforme de marino, cuya foto engalanaba mi velador y a la que yo rezaba y besaba antes de dormir. Una mañana piurana, de la que todavía no creo haberme recobrado, mi madre me reveló que aquel caballero, en verdad, estaba vivo. Y que ese mismo día nos iríamos a vivir con él, a Lima. Yo tenía once años y, desde entonces, todo cambió. Perdí la inocencia y descubrí la soledad, la autoridad, la vida adulta y el miedo. Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz. Y fue escribir, a escondidas, como quien se entrega a un vicio inconfensable, a una pasión prohibida. La literatura dejó de ser un juego. Se volvió una manera de resistir la adversidad, de protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa.

Aunque me cuesta mucho trabajo y me hace sudar la gota gorda, y, como todo escritor, siento a veces la amenaza de la parálisis, de la sequía de la imaginación, nada me ha hecho gozar en la vida tanto como pasarme los meses y los años construyendo una historia, desde su incierto despuntar, esa imagen que la memoria almacenó de alguna experiencia vivida, que se volvió un desasosiego, un entusiasmo, un fantaseo que germinó luego en un proyecto y en la decisión de intentar convertir esa niebla agitada de fantasmas en una historia. "Escribir es una manera de vivir", dijo Flaubert. Sí, muy cierto, una manera de vivir con ilusión y alegría y un fuego chisporroteante en la cabeza, peleando con las palabras díscolas hasta amaestrarlas, explorando el ancho mundo como un cazador en pos de presas codiciables para alimentar la ficción en ciernes y aplacar ese apetito voraz de toda historia que al crecer quisiera tragarse todas las historias. Llegar a sentir el vértigo al que nos conduce una novela en gestación, cuando toma forma y parece empezar a vivir por cuenta propia, con personajes que se mueven, actúan, piensan, sienten y exigen respeto y consideración, a los que ya no es posible imponer arbitrariamente una conducta, ni privarlos de su libre albedrío sin matarlos, sin que la historia pierda poder de persuasión, es una experiencia que me sigue hechizando como la primera vez, tan plena y vertiginosa como hacer el amor con la mujer amada días, semanas y meses, sin cesar.

Al hablar de la ficción, he hablado mucho de la novela y poco del teatro, otra de sus formas excelsas. Una gran injusticia, desde luego. El teatro fue mi primer amor, desde que, adolescente, vi en el Teatro Segura, de Lima, La muerte de un viajante, de Arthur Miller, espectáculo que me dejó traspasado de emoción y me precipitó a escribir un drama con incas. Si en la Lima de los cincuenta hubiera habido un movimiento teatral habría sido dramaturgo antes que novelista. No lo había y eso debió orientarme cada vez más hacia la narrativa. Pero mi amor por el teatro nunca cesó, dormitó acurrucado a la sombra de las novelas, como una tentación y una nostalgia, sobre todo cuando veía alguna pieza subyugante. A fines de los setenta, el recuerdo pertinaz de una tía abuela centenaria, la Mamaé, que, en los últimos años de su vida, cortó con la realidad circundante para refugiarse en los recuerdos y la ficción, me sugirió una historia. Y sentí, de manera fatídica, que aquella era una historia para el teatro, que sólo sobre un escenario cobraría la animación y el esplendor de las ficciones logradas. La escribí con el temblor excitado del principiante y gocé tanto viéndola en escena, con Norma Aleandro en el papel de la heroína, que, desde entonces, entre novela y novela, ensayo y ensayo, he reincidido varias veces. Eso sí, nunca imaginé que, a mis setenta años, me subiría (debería decir mejor me arrastraría) a un escenario a actuar. Esa temeraria aventura me hizo vivir por primera vez en carne y hueso el milagro que es, para alguien que se ha pasado la vida escribiendo ficciones, encarnar por unas horas a un personaje de la fantasía, vivir la ficción delante de un público. Nunca podré agradecer bastante a mis queridos amigos, el director Joan Ollé y la actriz Aitana Sánchez Gijón, haberme animado a compartir con ellos esa fantástica experiencia (pese al pánico que la acompañó).

La literatura es una representación falaz de la vida que, sin embargo, nos ayuda a entenderla mejor, a orientarnos por el laberinto en el que nacimos, transcurrimos y morimos. Ella nos desagravia de los reveses y frustraciones que nos inflige la vida verdadera y gracias a ella desciframos, al menos parcialmente, el jeroglífico que suele ser la existencia para la gran mayoría de los seres humanos, principalmente aquellos que alentamos más dudas que certezas, y confesamos nuestra perplejidad ante temas como la trascendencia, el destino individual y colectivo, el alma, el sentido o el sinsentido de la historia, el más acá y el más allá del conocimiento racional.

Siempre me ha fascinado imaginar aquella incierta circunstancia en que nuestros antepasados, apenas diferentes todavía del animal, recién nacido el lenguaje que les permitía comunicarse, empezaron, en las cavernas, en torno a las hogueras, en noches hirvientes de amenazas -rayos, truenos, gruñidos de las fieras-, a inventar historias y a contárselas. Aquel fue el momento crucial de nuestro destino, porque, en esas rondas de seres primitivos suspensos por la voz y la fantasía del contador, comenzó la civilización, el largo transcurrir que poco a poco nos humanizaría y nos llevaría a inventar al individuo soberano y a desgajarlo de la tribu, la ciencia, las artes, el derecho, la libertad, a escrutar las entrañas de la naturaleza, del cuerpo humano, del espacio y a viajar a las estrellas. Aquellos cuentos, fábulas, mitos, leyendas, que resonaron por primera vez como una música nueva ante auditorios intimidados por los misterios y peligros de un mundo donde todo era desconocido y peligroso, debieron ser un baño refrescante, un remanso para esos espíritus siempre en el quién vive, para los que existir quería decir apenas comer, guarecerse de los elementos, matar y fornicar. Desde que empezaron a soñar en colectividad, a compartir los sueños, incitados por los contadores de cuentos, dejaron de estar atados a la noria de la supervivencia, un remolino de quehaceres embrutecedores, y su vida se volvió sueño, goce, fantasía y un designio revolucionario: romper aquel confinamiento y cambiar y mejorar, una lucha para aplacar aquellos deseos y ambiciones que en ellos azuzaban las vidas figuradas, y la curiosidad por despejar las incógnitas de que estaba constelado su entorno.

Ese proceso nunca interrumpido se enriqueció cuando nació la escritura y las historias, además de escucharse, pudieron leerse y alcanzaron la permanencia que les confiere la literatura. Por eso, hay que repetirlo sin tregua hasta convencer de ello a las nuevas generaciones: la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano. Para que no retrocedamos a la barbarie de la incomunicación y la vida no se reduzca al pragmatismo de los especialistas que ven las cosas en profundidad pero ignoran lo que las rodea, precede y continúa. Para que no pasemos de servirnos de las máquinas que inventamos a ser sus sirvientes y esclavos. Y porque un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños.

De la caverna al rascacielos, del garrote a las armas de destrucción masiva, de la vida tautológica de la tribu a la era de la globalización, las ficciones de la literatura han multiplicado las experiencias humanas, impidiendo que hombres y mujeres sucumbamos al letargo, al ensimismamiento, a la resignación. Nada ha sembrado tanto la inquietud, removido tanto la imaginación y los deseos, como esa vida de mentiras que añadimos a la que tenemos gracias a la literatura para protagonizar las grandes aventuras, las grandes pasiones, que la vida verdadera nunca nos dará. Las mentiras de la literatura se vuelven verdades a través de nosotros, los lectores transformados, contaminados de anhelos y, por culpa de la ficción, en permanente entredicho con la mediocre realidad. Hechicería que, al ilusionarnos con tener lo que no tenemos, ser lo que no somos, acceder a esa imposible existencia donde, como dioses paganos, nos sentimos terrenales y eternos a la vez, la literatura introduce en nuestros espíritus la inconformidad y la rebeldía, que están detrás de todas las hazañas que han contribuido a disminuir la violencia en las relaciones humanas. A disminuir la violencia, no a acabar con ella. Porque la nuestra será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso tenemos que seguir soñando, leyendo y escribiendo, la más eficaz manera que hayamos encontrado de aliviar nuestra condición perecedera, de derrotar a la carcoma del tiempo y de convertir en posible lo imposible.

Estocolmo, 7 de diciembre de 2010.

Fuente
http://nobelprize.org/

Link:
http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2010/vargas_llosa-lecture_sp.html