sábado, 9 de noviembre de 2013

“TIERNO” POR OFELIA HUAMANCHUMO.



Charly Martínez Toledo
Eclosión editores, Ate - 2012, 16 págs.

“TIERNO”

Por: Ofelia Huamanchumo
Narradora e investigadora peruana.

Tierno es una plaqueta cuyo formato resulta óptimo para presentar un relato a manera de cuento-metáfora. Se trata de la crónica breve de quien ha intentado partir a mejor vida con una Colt – 42, pero sin lograrlo. Los motivos del fracasado intento se pueden encontrar en la mala puntería de su protagonista –un  suicida en ciernes– ,  o en sentido más filosófico, a su ‘suerte de perro’. Porque ‘Tierno’ es el nombre de un perro y el alias de su dueño, un muchacho de humilde condición que lleva una vida en desamor. Y es ese ejemplo de vida miserable el que muy bien funciona como metáfora del desarraigo que se impone en las relaciones humanas, cuando las une el mero afán de supervivencia en un mundo tugurizado y lleno de miseria moral, social y económica.  Así, a esos desgraciados seres sin amor parece quedarles una sola salida: vivir en el estado al que se ve reducido finalmente el protagonista de la historia, es decir, a una vida vegetal.

Tierno resulta así una visión extremadamente apocalíptica del hombre, lo cual deja  extrañar en esta creación breve un lenguaje más infernal y más pesimista, o quizás tan sólo más intrincado y más meticuloso, como Martínez Toledo ha sabido mostrar en entregas anteriores. Como quiera que sea, con este cuento su autor ha logrado –para mi gusto– presentar el símbolo perfecto de eso a lo que el ser humano contemporáneo aspira y que está cada vez más lejos de corroborarse con el propio proceder: el amor, elemento sin el que quien no es amado no puede amar, ni a los demás, ni a sí mismo, y por lo tanto está condenado, como en un ineludible círculo vicioso, a una existencia infrahumana.

Fuente:
http://letras-h.blogspot.com/2013/09/tierno_7067.html?spref=fb


jueves, 7 de noviembre de 2013

CRÍTICA: “SOBRE HOGUERA DE MÁSCARAS O LA CANCIÓN DEL ORFEO POSTMODERNO” POR JOSÉ MARÍA ZÁRATE.




“SOBRE HOGUERA DE MÁSCARAS O LA CANCIÓN DEL ORFEO POSTMODERNO”

Por: José María Zárate
Ensayista y crítico de arte.


La poesía es una metafísica instantánea. En un breve poema, debe dar una visión del universo y revelar el secreto de un alma, del ser y de los objetos  al mismo tiempo.

                                                                              Instante poético e instante metafísico
Gastón Bachelard. 
                                                         
     La tradición extraña de los bestiarios se inició con los antiguos. En este momento viene a mi mente la Historia de los animales de Aristóteles, y la Historia de los animales de Claudio Eliano. Y, ciñéndonos ya a la modernidad, diré que El libro de los seres imaginarios, de Jorge Luis Borges, es, seguramente, el más famoso de los bestiarios contemporáneos. Dicho esto, preguntémonos ahora: ¿Y qué hay de la poesía? ¿Cuántos bestiarios existen en la poesía universal? La verdad, existen muy pocos poemarios de esta índole. Sobre este punto, es menester subrayar lo siguiente: los bardos, cuando escribieron sobre las bestias, casi siempre lo hicieron de manera asistemática. O para decirlo en otros términos: no poetizaron a los animales sistemáticamente a través de la composición de bestiarios. En efecto: por ejemplo, Wordsworth le cantó al ruiseñor, sin embargo, nunca plasmó un bestiario. Y Coleridge le cantó al ruiseñor, y Shelley a la alondra, y Poe al cuervo, y William Blake al tigre, y Baudelaire al gato, y Rubén Darío al cisne, y Carducci al buey, y Montale a la anguila, sin embargo, estos autores, al igual que Wordsworth, no crearon bestiarios. Podría seguir citando muchos otros casos, empero, creo que con lo dicho basta para entender la idea. En consecuencia, de todo lo expuesto se desprende que: los bestiarios, en la poesía, son rarísimos. La gran mayoría de los aedos, entonces, no desarrolló este tipo de poesía.

     Ahora bien, pensamos que Hoguera de máscaras o el libro de Orfeo antártico, de Percy Ramírez, es un trabajo inusual, dada su naturaleza. Ya lo subrayamos: los bestiarios escasean, por decir lo menos. Esto debe tenerse en cuenta.

     El Orfeo de la mitología helena fue un personaje célebre (fue admirado por sus poderes sobrenaturales y hazañas heroicas) y controversial (recuérdese que Fedro, en el diálogo El banquete de Platón, declara en su discurso: “No trataron así a Orfeo, hijo de Eagro, sino que le arrojaron del Hades, sin concederle lo que pedía. En lugar de devolverle su mujer, que andaba buscando, le presentaron un fantasma, una sombra de ella, porque como buen músico le faltó el valor. Lejos de imitar a Alcestes y de morir por la persona que amaba, se ingenió para bajar vivo al Hades. Así es que, indignados los dioses, castigaron su cobardía haciéndole morir a manos de mujeres”), que murió despedazado por las ménades (y en lo que se refiere a su posterior destino, el mito de Er – que aparece en el libro X de La República de Platón- nos informa que el personaje Er el Armenio: “Vio al alma de Orfeo escoger la condición de cisne…”. Es decir, de acuerdo a esta leyenda, el ánima del héroe decidió transformarse en cisne. No obstante ello, respecto a este punto, precisaremos que la versión de Ovidio – contenida en el libro XI, capítulo I, de Las metamorfosis- difiere de ésta). Asimismo, debemos de señalar que Orfeo es recordado, especialmente, por haber descendido al Tártaro en busca de la ninfa Eurídice, su amada. O sea, es recordado, básicamente, por haber penetrado en el mundo de la muerte o del no-ser.

     Ahora bien: Orfeo era, entre otras cosas, un músico-poeta, y un gran aficionado de los animales. Esto último no debe olvidarse. Orfeo, en efecto, tenía un vínculo sumamente fuerte con el mundo animal y vegetal. Tanto es así, que Ovidio en el libro XI, capítulo I, de Las metamorfosis, no titubea en apuntar – las palabras que siguen son contundentes- que, al fallecer Orfeo: “Su alma, ¡gran dios!, salió por aquella misma boca que tantas veces cantó a los animales y las rocas. Los pájaros, las bestias salvajes y las mismas rocas derramaron torrentes de lágrimas (las cursivas son mías) al rendir su último suspiro”. Y en otro lugar, el romano expresa: “Suavizaba Orfeo, por la dulzura de su canto, a los animales, los árboles y las rocas…”. En este aspecto, el héroe fue único, excepcional, incomparable. Hasta donde tengo conocimiento, no existe otro personaje – mitológico u histórico- que se le parezca. Es verdad que Belerofonte y Perseo, tuvieron una relación especial con Pegaso, no obstante ello, la particularidad de Orfeo descansaba en que él era amigo de todos los animales (y hasta de las plantas). Entonces, seguramente, es válido aseverar que, entre los antiguos, Orfeo fue, más que ningún otro, el gran camarada de los animales y plantas.    

     Continuemos: quizás no nos equivocamos si postulamos que el Orfeo de Hoguera de máscaras..., es, de algún modo, otro Orfeo. Es un nuevo Orfeo postmoderno – y, obviamente, es un personaje ficticio o literario-. Y él, aparentemente, a diferencia del personaje mitológico, es más vulnerable y menos orgulloso. Es más sencillo y humilde. Esto quizás se deba a que también es un científico. De hecho, no sólo es un artista con atributos sobrehumanos. Él, además, es un ente vivo, mas no, un espectro o una sombra. Ahora bien, en esta oportunidad, su misión no consiste en descender al Hades, el umbrío imperio de Plutón. Claro que no: su misión, esta vez, consiste en dirigirse hacia el país de los vivos: el Perú. Este Orfeo postmoderno desea conocer un país de entes vivos, a fin de poder cantar e investigar, investigar y cantar.

     A nuestro juicio, Hoguera de máscaras…, en esencia, se traduce en la excursión emprendida por Orfeo alrededor de la fauna autóctona de las regiones de la costa (incluyendo a su mar), la sierra y la selva peruanas. Así, por ejemplo, en este recorrido nos topamos con el gallinazo (ave tan cara para Abraham Valdelomar), el puma y el mono fraile. Este Orfeo, por alguna razón, se animó a emprender una marcha por el corazón de la América del Sur, en pleno siglo XXI. Él no tiene la intención de visitar al resto de naciones del orbe actual. No. Su propósito es dialogar – y estudiar- con la fauna originaria nacional. El Orfeo postmoderno es zoólogo, entomólogo, historiador (peruanista) y músico-trovador. Él pretende unir la physis (o naturaleza), la historia, la mitología y la postmodernidad, en un único Tiempo-Espacio. Por eso le canta a la fauna, a Cristo, a Guamán Poma de Ayala, a la Ciudad de los Reyes (o Lima), a Eurídice, a Prometeo y al internet -respecto a esto último, adviértase que en un poema se lee: “Novedades YouTube:…”-, clara referencia pos vanguardista.

     Ramírez, en buena medida, vincula a la fauna peruana con la historia peruana. En ese sentido, quizás no sea exagerado afirmar que, los animales, aquí, también ayudan a explicar la historia nacional. Los animales, así, también son un pretexto para hablar acerca del pasado peruano. De ahí que en la composición Halcón, se lea: “múltiplo de fosas y líneas de nazca/ múltiplo de cañón del colca y del huáscar/ múltiplo de ombligo del mundo y pachacámac…”. Y de ahí que en Perezoso, figuren estos versos: “Hoy regresas en glaciación final/ en aqueste cortejo de extinción/ como cuando fuiste megaterio/ y epilogabas Lauricocha…”. Y de ahí que en Perro, resalten estas líneas: “¿Saben de qué hombre hablo?/ De Felipe Huamán Poma de Ayala; / dice “te espera un ala/ salvadora en pictórico retablo”. / Me nombra amigo en la Nueva crónica…”. De lo apuntado se desprende, entonces, que este bestiario se caracteriza, entre otras cosas, por fusionar a la zoología (peruana) con la historia (peruana).

     Sigamos: el lector advertirá que, entre todas las bestias que figuran en este libro, el  cóndor es el primero en ser poetizado (podría decirse que esta publicación se estructura de la siguiente forma: primero se le canta a las criaturas voladoras, después, a las bestias terrestres, y, finalmente, a las bestias acuáticas). Esta ave, así, es la encargada de abrir el bestiario. ¿Y eso por qué? Este detalle es revelador. Orfeo, aquí, inicia su cantar versificando a un ave (es decir: elige a un ente aéreo, más no, a un ente terrestre u acuático). O mejor dicho, inicia su cántico versificando al emperador de las aves nacionales. Sucede que este Orfeo postmoderno valora sobremanera al cielo o región celeste. Él aprecia el valor de las alturas (en esto coincide con Atenea y Zeus, dioses que también valoraban el mundo de las alturas. De hecho, Palas era asociada a la lechuza, y Zeus, al águila). Ahora bien, en el poema Cóndor se lee: “La ceremonia continúa/ Rasu-Ñiti/ aunque las nieves sólo serán/ perpetuas en tu plumaje de espejos/ aunque el vapor de malignidad/ se disfraza de primavera sin cable a tierra/ Apu Wamani/ desgranador de almas en cascada/ de Saño/ que este canto rodado/ se eleve a los astros de quien nos desespera/ hasta Cunturhuasi”. Se colige que, acá, esta criatura no es un ente común. Al contrario: es un ser sobrenatural cuyo poder radica en el misticismo y la solemnidad. El cóndor, acá, es sinónimo de ceremonia y religiosidad. Este cóndor trasciende a la terrenalidad, y se convierte en mito. Esta criatura, aquí, carga sobre sus alas una enorme simbología. Gracias a sus fuerzas hercúleas se eleva hacia lo alto de la bóveda celeste, y desde allí, observa y vigila, vigila y observa. No se contenta con permanecer todo el tiempo en el mundo terrenal y mortal.

     Por otro lado, es fácil de notar que Ramírez, en su poesía, recurre con frecuencia al humor y la ironía. Por ejemplo, en un lugar expresa: “El Mágico de Tracia fue visto cruzando nuestra frontera subterránea. Con pasaporte falso, no lo sé…”. El Mágico de Tracia, naturalmente, es su Orfeo postmoderno. Ramírez, qué duda cabe, ironiza a lo largo de todo su libro (otro ejemplo – de los muchos que hay- de poesía satírica es su composición Gallinazo).  

     Finalmente, señalaremos que Hoguera de máscaras…, acaba con una reflexión sobre la condición humana: hace hincapié en la temporalidad del hombre. En el problema de la mortalidad humana y del tiempo que no se detiene. Y no podía ser de otra manera, ya que el autor es muy consciente de lo que es la historia, al fin de cuentas: el estudio de las generaciones que tiempo atrás habitaron la tierra. Ya lo sentenció Heráclito de Éfeso en su momento: las aguas del río fluyen, y nunca dejan de fluir. El devenir, el río, no se detiene.

Lima, noviembre de 2013


miércoles, 6 de noviembre de 2013

“TRES LIBROS DE POESÍA” POR MIGUEL ILDEFONSO.



“TRES LIBROS DE POESÍA”

Por: Miguel Ildefonso

En estos días últimos en Lima acabo de recibir tres libros de poesía de tres poetas del ochenta. El chico que se declaraba con la mirada /Historia francórum (Municipalidad Provincial de Cajamarca, 2012) del poeta Roger Santiváñez, llega desde Collingwood, sur de New Jersey. Es la reedición de dos libros. El primero fue publicado en 1988, y el segundo en 2000. En ambos nos vemos con la memoria del poeta que ha transitado entre Piura y Lima, en pos de la belleza y la libertad del amor. Una nueva oportunidad para leer estos libros de alta intensidad lírica-urbana del gran Roger. Aquí un fragmento de Historia

7

El tiempo está caliente. La bohemia de Quilca continúa su ritmo indiferente a cualquier historia, incluyendo ésta, la del solitario componiendo la memoria de su soledad. La medianoche me descubre escribiendo con la pasión que aprendí de nadie. El amor por la literatura es tan fuerte como la idea de construir el relato de mi experiencia, permaneciendo encerrado, sin hablar con nadie, mereciendo nada más que la luz de un recodo femenino, el aire desprovisto de pena que Astrid desplaza con su llamada ideal. Relato incoherente. La dicha de escribir es infinita para quien sólo desea lo bello para la sociedad. La poesía. Única forma de contrarrestar la gran ofensa del mundo.


En Lima recibo Quinto (Vicio Perpetuo, 2013) de Gonzalo Espino Relucé. Consta de treinta poemas divididos en cinco secciones: Guapa, Graja, Amor Eterno, Incahuasi y Travesías. Son poemas de cinco versos, en los que predominan los endecasílabos y los heptasílabos. Hay una fuerte base oral en el ritmo y el tono, ligada a la poesía andina y a la picaresca y a lo popular. Wendy Castillo dice en el colofón: “el poeta nos expresa la vitalidad de las relaciones humanas; el amor, la soledad, el hogar, la familia. Paralelamente recorre los vestigios de su pasado, asomándose el zorro que guía los ritmos del verso.” Y Martín Vargas: “Signo de una memoria terrena y del espíritu de unos ojos modernos - abiertos a un mundo que no es ni costeño, ni andino, sino un todo heterogéneo -, la diversidad de registros, acaso barroco, de su escritura, dan riqueza expresiva y vigor a Quinto.”

Morral

Ha llegado con la mochila vacía
de su trajín viajero.
El morral, en sus íntimos rincones,
esconde los ligeros,
todavía, susurros de las palabras.


Desde París arriba Amor en la palabra (Editinter, 2013) del poeta peruano Porfirio Mamani. Edición bilingüe, español-francés (traducción de Max Alhau). Consta de setenta y siete poemas breves en prosa, en donde las estaciones, la naturaleza y la soledad se convierten en los ámbitos que definen al amor. El amor define lo poético como una búsqueda condenada al fracaso, al más bello fracaso que puede haber, y por el cual vale la pena volver a intentarlo, emprender de nuevo ese afanoso viaje del deseo. Y el deseo es lo que da forma a las palabras. Por eso, el amor está en la palabra. Sin amor no hay poesía.

77

Escribiré tu nombre en la nieve y en el mármol, en el
aire y en la tierra, en el tiempo y la distancia. No habrá otros
ojos que me den lo que me das con tu mirada, ni otra voz
como la tuya en el silencio de los tiempos que colmen la
soledad de mi pecho. He conservado este prado, este
huerto, estas flores para ti. Llegas de lejanas tierras para
reunirte conmigo en la gruta del tiempo y la nada. No habrá
puertas ni ventanas en la casa donde viviremos para
siempre. Te oiré cantar entre la hierba de los prados, entre
los huertos y jardines. Sentiré el perfume de tus brazos
como el aroma que dan las flores de los campos. Entonces,

escribiré tu nombre una vez más en el aire y la palabra.