sábado, 25 de junio de 2016

“NECESIDAD DE LA POESÍA” POR DIEGO MARÍN CONTRERAS.



“NECESIDAD DE LA POESÍA”
Por: Diego Marín Contreras
Más que nunca, como siempre, necesitamos poesía. Que respire, que transpire, que inspire nuestras sagradas navegaciones hacia las playas de la infancia, donde la ola, la roca y el golpe repiten su ritual eterno. Cosmos y caos, locura y lucidez. Que venga, atardecida, y nos sobrecoja la mirada con un cielo sesgado por pliegues naranja entre reverberaciones de un azul oscuro apocalíptico. No importa que seamos muy pocos los que extrañemos la poesía, sin ella no somos sino aspirantes a humanos. La nada vanidosa.
Que retorne la noche de los poetas, la noche de los siete mares, con sus raíces milenarias de células mitocondriales que crepitan y aseguran la perpetua acechanza de la vida. Que aparezca la poesía entre los fantasmas que emergen de la Mar Caribe, la matria. En las ruinas del Muelle de Puerto Colombia, que emerjan esas criaturas profundas y hagan el amor con inextinguible vitalidad de náufragos que han sobrevivido a todos los naufragios. No importa que casi nadie la extrañe, que muy pocos la valoren y ellos se conjuren, nos conjuremos, ah, noble rincón de mis abuelos, para que la poesía permanezca como permanecen los zapatos viejos del Tuerto López.
Ni Platón ni Prozac: poesía. Ni psicoanálisis ni discurso. Magia ancestral, menesteres propios de los brujos de la tribu. Anacrónica por excelencia, ella nos mete y nos saca del tiempo: es pasado y es aquí y ahora, es el roce de la rosa. Es nunca y es siempre. Oración del solitario, murmullo del inconsciente colectivo. Religión y profanación. No está a favor ni en contra de ningún partido, no se suma a ninguna opinión. Los únicos deberes que conoce nada tienen qué ver con la moral establecida o lo socialmente razonable. Solo habla de creación y libertad. Y vuelve sagrado lo más íntimo: el recuerdo de la madre muerta, las irreparables roturas que dejan en el alma los amores idos, el rapto de una mujer, el largo retorno a Itaca, el patio de la infancia perdida. Eso de lo que nadie habla, pero todos hemos vivido. Cuánto te necesitamos, poesía, así como los animales, en el mediodía furioso, necesitan las sombras de las bongas en las bellas tierras de Córdoba.
Cómo muerdes la inhumana cadena productiva, donde el tiempo está reglamentado de tal forma que hasta el placer y las vacaciones en La Patagonia forman parte de un plan que la muerte ha diseñado para asesinarnos en cuotas mensuales. La poesía nos abre sésamos de tiempo para recorrer el bosque de los placeres, donde vibra el mito, Edén de los edenes, o irse a La Patagonia, o al País de Las Maravillas. Nada la detiene. Es vida: un rayo que no cesa. Nada la reprime. Es pasión: mi voz, que madura, mi voz, quemadura. Por eso las instituciones y el orden socialmente razonable del discurso le temen: es peligrosa, todo lo pone en tela de juicio. Es inútil.
Pero es el camino y el lugar de arribo. Como ese túnel frondoso, verde-azul, escenario de leyenda, la ruta a Valledupar, o la vieja carretera a Puerto invadida por la Lluvia de oro, como el Guatapurí, como el Sinú, como los ojos de los hijos.
Sigue esos caminos mágicos. Síguelos, y ya habrás comprendido por qué necesitamos la poesía.
25/06/2016


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“POETAS EN LA FAMILIA” EN MIRAFLORES.