"Una poesía huérfana"
Por Sandro Barrella
Tres escritores, Imre Kertész, Paul Celan y Franz Kafka, se funden en "Trilogía de la tristeza" para dar curso a una escritura que, en más de un sentido, persigue lo que Deleuze postula en La literatura y la vida. A cada cual le corresponde un capítulo, y la orfandad es el común denominador. "Escribir no es contar los recuerdos, los viajes, los amores y los lutos, los sueños y las fantasías propios", dice Deleuze. María Malusardi, escritora y periodista nacida en 1966, escribe en la superficie de las vidas de Kertész, Celan y Kafka, hunde su instrumento de escritura en la piel para alcanzar el delirio de una lengua que al cabo pueda desdecirse de los imperativos del yo.
La primera parte, dedicada a Kertész, decide el tono que va a tener el libro. La figura del hijo que es a su vez nonato ("el que de mí no ha nacido hace nietos para el mundo") funciona como leitmotiv sobre el que Malusardi vuelve una y otra vez, como vuelve la imagen de los campos de exterminio, del humo que asciende en medio de un paisaje de frío: "la maternidad anuncia espinas imre alojado en auschwitz/ traga puñados de invierno no me verá degradada: el que/ de mi no ha nacido piensa en mí cuando espina su/ simiente". Sin embargo, cada poema, con los elementos que hace propios y de los que se vale para figurar un movimiento de repetición, opone a la estructura del campo de concentración la idea de la poesía como campo abierto; formula una poética en la que el sentido escapa de la red discursiva del poder para volverse un constante devenir. Si en Celan "el agua de/ la madre espera allí donde el cuervo escribe su poema"; si Kafka "muere/ tal vez de presagios", "muere como Gregorio prevé en la ficción: porvenir/ de sus hermanas y sus padres tren y suero de violín"; si en Kertész "la tristeza une a los sinnúmero de siempre enumerados", se cumple entonces el devenir escritor del que habla Deleuze: "devenir no es alcanzar una forma (identificación, imitación, mimesis), sino encontrar la zona de vecindad, de indiscernibilidad o de indiferenciación tal que ya no quepa distinguirse de una mujer, de un animal o de una molécula".
Trilogía... está escrito con versos que tienden al versículo, con un cuidado sentido del ritmo, del uso y la omisión de signos de puntuación. La precisión formal convierte el libro en una interpelación a las categorías de la belleza, allí donde la materia tratada es el horror del exterminio. Y sin embargo se trata de un libro bello, toda vez que conjura lo que Descartes definió como tristeza: "Una languidez desagradable, en la cual consiste la incomodidad que el alma recibe del mal".
25/07/2009
Fuente:
Diario “La Nación” ADN CULTURA.
La primera parte, dedicada a Kertész, decide el tono que va a tener el libro. La figura del hijo que es a su vez nonato ("el que de mí no ha nacido hace nietos para el mundo") funciona como leitmotiv sobre el que Malusardi vuelve una y otra vez, como vuelve la imagen de los campos de exterminio, del humo que asciende en medio de un paisaje de frío: "la maternidad anuncia espinas imre alojado en auschwitz/ traga puñados de invierno no me verá degradada: el que/ de mi no ha nacido piensa en mí cuando espina su/ simiente". Sin embargo, cada poema, con los elementos que hace propios y de los que se vale para figurar un movimiento de repetición, opone a la estructura del campo de concentración la idea de la poesía como campo abierto; formula una poética en la que el sentido escapa de la red discursiva del poder para volverse un constante devenir. Si en Celan "el agua de/ la madre espera allí donde el cuervo escribe su poema"; si Kafka "muere/ tal vez de presagios", "muere como Gregorio prevé en la ficción: porvenir/ de sus hermanas y sus padres tren y suero de violín"; si en Kertész "la tristeza une a los sinnúmero de siempre enumerados", se cumple entonces el devenir escritor del que habla Deleuze: "devenir no es alcanzar una forma (identificación, imitación, mimesis), sino encontrar la zona de vecindad, de indiscernibilidad o de indiferenciación tal que ya no quepa distinguirse de una mujer, de un animal o de una molécula".
Trilogía... está escrito con versos que tienden al versículo, con un cuidado sentido del ritmo, del uso y la omisión de signos de puntuación. La precisión formal convierte el libro en una interpelación a las categorías de la belleza, allí donde la materia tratada es el horror del exterminio. Y sin embargo se trata de un libro bello, toda vez que conjura lo que Descartes definió como tristeza: "Una languidez desagradable, en la cual consiste la incomodidad que el alma recibe del mal".
25/07/2009
Fuente:
Diario “La Nación” ADN CULTURA.
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