(1) Zavaleta enriquece la tradición de las letras peruanas. En la huella de Palma, Valdelomar y Ribeyro. (2) García se estaba corrigiendo, hasta Bagua, opina Zavaleta.
CARLOS EDUARDO ZAVALETA
DE OFICIO ESCRITOR
DE OFICIO ESCRITOR
Por Paco Moreno
A los 80 años, sigue escribiendo y prepara una novela. Habla sobre volver a la lectura militante, sobre su compañero de generación Enrique Congrains, sobre pasajes de su vida y hasta sobre Alan García.
No puede ser. Es tarde ya. La entrevista debió empezar hace 5 minutos; y este taxi está cercado por autos atrapados, en medio de una jauría de bocinazos, sin opción casi para nada. Las horas punta en Miraflores empiezan a cualquier hora y no hay cuando terminen. Dan las seis y once de la tarde y aún faltan como 10 cuadras o quizá más. El taxi avanza de a poquitos, metro a metro, y uno imagina a don Carlos Eduardo Zavaleta serio, un tanto preocupado, mirando al mar desde su ventana.
Llámalo, aconseja el fotógrafo. Es buena idea, pero ya estamos aquí.
A los 80 años, sigue escribiendo y prepara una novela. Habla sobre volver a la lectura militante, sobre su compañero de generación Enrique Congrains, sobre pasajes de su vida y hasta sobre Alan García.
No puede ser. Es tarde ya. La entrevista debió empezar hace 5 minutos; y este taxi está cercado por autos atrapados, en medio de una jauría de bocinazos, sin opción casi para nada. Las horas punta en Miraflores empiezan a cualquier hora y no hay cuando terminen. Dan las seis y once de la tarde y aún faltan como 10 cuadras o quizá más. El taxi avanza de a poquitos, metro a metro, y uno imagina a don Carlos Eduardo Zavaleta serio, un tanto preocupado, mirando al mar desde su ventana.
Llámalo, aconseja el fotógrafo. Es buena idea, pero ya estamos aquí.
—Buenas noches.
—Buenas noches, don Carlos, disculpe la demora.
—…Sin hablar, mueve la cabeza de arriba para abajo, de abajo para arriba. Veo que el tiempo lo respeta demasiado. Ha entrado ya en las ocho décadas y está igual que hace ocho años, cuando pasaba, después de sus clases, al lado de los alumnos que asesinábamos el tiempo en el patio de Letras de San Marcos. “Ahí va Carlos Eduardo Zavaleta”, “Ahí, va”, decíamos casi siempre antes de empezar con el debate sobre la llamaba “Generación del 50”, casa literaria en la que también viven Julio Ramón Ribeyro, Eleodoro Vargas Vicuña, Sebastián Salazar Bondy, Enrique Congrains. Este último acaba de morir.
Es martes y los diarios aún preparan las notas sobre el deceso de Congrains que aparecerán mañana. Le lanzo la noticia: ha muerto en Cochabamba (Bolivia) de un infarto al corazón. Toma la noticia con tristeza, pero está sereno, nada pálido. Debe ser porque hace pocos años la muerte lo ha golpeado demasiado. Tuvo que despedir a su esposa, Beatriz Ugarte, después de tantos años de amor y compañía, y el deceso de un compañero de generación, lo toma ahora con más calma.
Chico de la calle
“Congrains era un hombre de la calle que nos enseñó a nosotros, los universitarios, cómo publicar libros. Tranquilo, sencillo, de poco hablar. Tenía un problema de asma. Recuerdo que de pronto apareció, por los años 50, en los patios de San Marcos, a preguntar por nosotros. ¿Por qué no publican libros?, decía. ¿Y dónde están los editores?, contestábamos. Yo soy editor, replicaba él. No le creímos, por cierto, pero después de un tiempo editó libros de Sebastián Salazar Bondy, de Julio Ramón Ribeyro, los libros míos y suyos, claro. Editó nuestros libros y publicó los suyos. Era un tipo formidable y creo yo que su manera de vivir, editando y vendiendo libros, de alguna manera, influyó en Manuel Scorza para que después se dedicara a los Populibros”, dice y calla.
En esta sala se respira literatura. Desde los muros, desde los anaqueles, desde las mesitas, te siguen los ojos de Joyce, de Faulkner, de Borges, Dos Passos, Cervantes, Arguedas, Ciro, Vallejo, Neruda, Cortazar. Están aquí en forma de libros, de fotos, de dibujos, de pinturas, de caricaturas. Zavaleta vive aquí entre amigos, que debe ser una forma hermosa de vivir.
Volver a leer
Noto que la tristeza por la muerte de Congrains aparece en el rostro de Zavaleta. Me mira esperando preguntas que me faltan y luego recuerda: “Del año 50 al 55 en San Marcos, en el Negro Negro, en Palermo, en Ínsula de Miraflores, nosotros (Ribeyro, Luis Loayza, Vargas Vicuña, Tulio Carrasco, Carlos Thorne) leíamos cuentos inéditos al público, cosa que quisiera hacer ahora mismo. Oír cuentos inéditos es una maravilla, porque el autor da ahí una lectura provisional. Si le gusta al público, lo publicas; y si no le gusta tanto y escuchas algún rumor o alguna cosa, lo modificas”, dice.
Gran idea la de Zavaleta. Volver a la lectura de cuentos en los bares, en las universidades, en los centros culturales. Quizá alguien en una de esas lecturas le preguntaría: ¿don Carlos, como resumiría usted los temas que aborda en sus cuentos, en sus novelas? Entonces, tal vez, Zavaleta respondería, como en una clase: El tema de mis libros es quizá la experiencia trágica del hombre común (por lo general pobre o de clase media), que lucha contra todos los obstáculos y que a veces triunfa.
Lucha y bohemia
Generalmente, Zavaleta triunfa. Antes de cumplir los 20 años de edad, ganó un premio con su novela “El cínico”, que le entregó Luis Alberto Sánchez y fue quizá el evento que esperaba para dejar los estudios de medicina. Los dejó y se dedicó a la construcción de una obra literaria gigantesca. Las historias reales de su vida en Sihuas, La Pampa, Yungay, Chimbote, Lima, Tarma, Caraz, Corongo, Yupán, Yuramarca se juntaron con las historias de sus ídolos Joyce, Faulkner y tantos otros para regalarnos una literatura nueva, renacida, con temas profundamente nacionales, pero con técnicas y estilos de validez universal.
Zavaleta caminaba firme por la flecha de la Literatura. En 1954, José María Arguedas le envió una carta. “Es una misiva hermosísima, me la envió cuando publiqué "La Batalla". Me dijo que estaba feliz por mi libro y que me recomendaba que no cayera en la bohemia, porque la bohemia que era lo que más disolvía y terminaba a los jóvenes. Aquella carta la publicamos en Letras Peruanas, la revista nuestra, que fue dirigida por Jorge Puchinelli y que tuvo 16 números, desde el año 51 hasta el 64”.
“Nosotros (la Generación del 50) no teníamos ningún problema con la generación anterior, no éramos parricidas. Nuestras páginas primeras le dábamos a Ciro a Arguedas, Porras Barrenechea, Estuardo Núñez. Nos diferenciábamos en ese sentido con el grupo Narración que se fue contra nosotros en 1960. Nosotros fuimos muy respetuosos”, nos dice.
Tantas cosas sabe Zavaleta. Es erudito en el Quijote, que pronto nos dará una sorpresa; enseña literatura inglesa; pero quiero que diga algo sobre Borges, sobre los cuentos de ese ciego maravilloso: “Muy bueno, realmente extraordinario, es un cuento culto, un cuento libresco que nace de libros, que nace de otras culturas, de otros autores. El juego de lenguaje es maravilloso, los contrastes; la sonoridad, la estructura. Es un maestro, un genio. El siglo XX ha sido grandioso para Literatura”.
Huérfano de Mujer
Viajero y lector incansable, tanto que conoció a su esposa en la Biblioteca Nacional. Conoce tantos países como autores. Nunca tuvo hijos, pero sí libros, más de 40. Vive sólo pero tiene 15 sobrinos que lo visitan continuamente. Mas está “Huérfano de Mujer”, huérfano de Rosa, su esposa, la bibliotecaria-pintora, amante del arte que ya no está.
Hijo de telegrafista, casi médico, casi siquiatra, diplomático, profesor universitario, enamorador y enamorado de la vida, escritor de naturaleza, el caracino Zavaleta viene sin freno desde antes de los 50 para llegar a la meta, la que ha coronado como uno de los más grandes cuentistas peruanos. Ni el boom ni el posboom lo ha podido frenar. Ha saltado todas las vallas, incluso, la exigencia esa de que todo escritor debe tener novelas. Tiene cerca de diez. “Pálido, pero sereno” es quizá la más lograda. Hay que entrar en el mundo Zavaleta, un mundo de palabras.
Luces y sombras de García
Todo estaba bien y no sé cómo llegamos al tema García; pero ya estamos aquí y escuchemos a Zavaleta sobre el presidente. “Yo creo que se ha corregido con respecto a su primer gobierno o se estaba corrigiendo. A la luz de los últimos acontecimientos (Bagua), un hombre tan inteligente como él no puede desconocer lo que es el Perú como conjunto de regiones, como grupos disímiles, me parece algo muy raro. Es un hombre inteligente que maneja muy bien el idioma, el lenguaje y además es un profesor universitario. De pronto, comete el error de no consultar a los nativos antes de hacer las cosas, me parece raro.”
“Con los catedráticos ha cometido un grave error. No quieren pagarnos aquello que está en la ley y han enviado el caso al Tribunal Constitucional. Tal vez alguna gente en el gobierno crea que los catedráticos ganamos mucho. Ganamos una miseria. Además olvidan lo que les hemos enseñado. Nosotros hemos sido maestros de gerentes y subgerentes para arriba, de los ministros y viceministros. Todos ellos han sido nuestros alumnos de alguna manera. Me parece que es una ingratitud no darnos lo que por ley nos corresponde. García es un hombre culto. Yo le oído recitar poemas completos de Borges de una forma extraordinaria, sin un error posible. Nunca antes hubo en Palacio de Gobierno alguien que manejara mejor el idioma que García. Pero, al mismo tiempo, como tiene cosas positivas, también tiene cosas negativas.”
DETALLE
Viajero y lector incansable, tanto que conoció a su esposa en la Biblioteca Nacional. Conoce tantos países como autores. Nunca tuvo hijos, pero sí libros, más de 40.
10/07/2009
Fuente:
Diario “La Primera”
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