LA CULTURA Y SUS CULTORES EN LA REGIÓN LAMBAYEQUE
Depende cómo y quién mire, la cultura artística podrá ser una expresión vana y un hecho prescindible, baladí, accesorio y retorcidamente fatuo o podrá ser una necesaria expresión dual humanizadora que enriquece la espiritualidad del hombre y que engrandece la refinación y la exultación humana.
En la región Lambayeque perviven alrededor de un centenar de personas que intentan y realizan cultura artística, algunos por una compensación económica condicionada a su actuar y otros por puro amor al arte sin afán crematístico. En este contexto no se vive aún una fusión integradora para afrontar juntos como una plataforma los olvidos y marginaciones del Estado. Al contrario se vive una insular y archipiélaga situación en el actuar y una resignación que se traduce en voces de protestas aisladas con ausencia de propuestas y proyectos que orienten la captación de necesarios recursos para la promoción y ejecución de actividades.
Desde los albores de la civilización Moche, el arte ha tenido expresiones similares a los de la vieja Europa y las grandes culturas clásicas: los huacos retratos, los telares, los murales revelan escenas de pintura, danzas, ritos con ceremonias corales. La misma aún incipiente escritura de los pallares revelaría que un cierto segmento importante de la población del antiguo Lambayeque se dedicaba a las artes mientras otros se dedican a la producción y el gobierno de los pueblos. Lo que revela que Lambayeque, tiene un ancestro que no ha sido creado en estos tiempos, sino que se encuentra en plena sistematización y refundición sincrética con el arte europeo mismo de los conquistadores. Debemos quitarnos esos prejuicios adánicos y mesiánicos y comprender que los procesos culturales no dependen de personas o sólo una época, sino de todo un colectivo con sus efectos y repercusiones de antagonismos, necesarios para el fortalecimiento o el redireccionamiento. Lambayeque, antes que las danzas republicanas del Tondero, Marinera, ya tuvieron sus expresiones ceremoniosas y rituales acompañados de movimientos coordinados y con una coreografía establecida. Los mismo que en la pintura muralista o los frisos y quizá la propia escritura pallaresca revele los mitos cosmogónicos contenidos en cada signo aún indescifrado.
Los mitos urbanos que se han creado en torno al quehacer cultural han calado hondo en el imaginario de las autoridades hasta llevarlos al punto de prescindir y ver al arte como un vano oficio y un ocio placentero. Por ello expresiones: “Los artistas son la rareza social”, “Los poetas son los borrachines descarriados no exento de frustraciones y melancolías sin fin”. “Los pintores son esos niños que sus padres no les compraron sus colores cuando infantes”. “Los cantantes son esos bohemios que buscan lanzar sus alaridos lastimeros para su propia catarsis”. “Los danzarines son aquellos tímidos que intentan hablar con su cuerpo”, cosas por el estilo le han dado rareza y hasta cierta excentricidad al arte mismo.
Sin embargo, el arte, lejos de extinguirse por la falta de apoyo y un estímulo real, se ha mantenido y se mantiene por al pervivencia misma de sus cultores que autoestimulados saben que así como hay artistas académicos, los hay empíricos que se han formado en la misma universidad de la vida y como tal les basta ser y dar lo que su talento innato les dio. Puede que los artistas hoy sean menos y hasta puede que quede uno o nadie, pero el arte permanecerá incólume e inmanente en el imaginario y en la subliminidad de las cosas.
La ausencia de un organismo multidisciplinar, plural, divergente y contestatario, que coberture todas las artes y aristas de la cultura ha devenido en un cuidado del statu quo antes que en un liderazgo impulsor de iniciativas regionales o nacionales que generen un movimiento intelectual capaz de reivindicar la cultura en su expresión más civilizada y revaloradora de los productos artísticos. Se está jugando sólo un rol “administrador y receptáculo coyuntural” de elementos sincréticos en el quehacer cultural con el empaque de un lenguaje muy de moda “gestión cultural”, pero al margen del ruido del autobombo –y muchas veces pedante, egolátrico-, no se aprecian resultados colectivos, sino cumplidos objetivos específicos de algunas expresiones en particular. Situación agravada por las modificaciones de las designaciones del centralismo de imponer los cargos de directores del INC regionales, como “de confianza”, de extracción y trasplante externo al conocimiento particular de problemas, necesidades y orientaciones vivenciales (nadie puede amar ni luchar por lo que no conoce) que obedecen a designaciones de consignas y lineamientos gubernamentales, antes que expresiones democráticas que recojan las expresiones artísticas sin ningún elemento de censura ni vetos. Otra sería la situación si los propios artistas eligieran a sus representantes que orienten los proceso de promoción cultura y los represente a ellos no al gobierno de turno o al que lo designó a dedo; no solamente se sentirían representados – no autoridades impuestas- sino que liderarían sostenidamente los cambios y exigencias con apoyo de toda su representatividad.
La danza, la música, la pintura, la escultura, el teatro, la literatura, ocupan centralmente el quehacer que tiene como telón de fondo un panorama desolador de la falta de apoyo de las propias autoridades de los gobiernos locales, regionales y hasta nacionales por la ausencia de políticas programáticas que incentiven y promuevan, así como mantengan el legado artístico con lineamientos de apoyos concretos, más allá de la demagogia lastimera y los usos oportunistas.
Si bien cultura en su sentido lato se entiende toda producción manual o intelectual humana que el hombre ha creado en su afán de sobrevivencia y desarrollo, en su acepción restringida y compuesta cultura artística es un producto intencionado estético que busca sensibilizar y emocionar al espectador.
De acuerdo a la definición de artista aparecida legalmente en la Ley , Nº 28131 del Artista, del Intérprete y del Ejecutante (10/12/2003), artista es “toda persona natural que representa o realiza una obra artística, con texto o sin él, utilizando su cuerpo o habilidades, con o sin instrumentos, que se exhiba o muestre al público, resultando una interpretación y/o ejecución que puede ser difundida por cualquier medio de comunicación o fijada en soporte adecuado, creado o por crearse”. Ser artista no es entonces una actitud excluyente o necesariamente predestinada, sino que potencialmente todos estamos en capacidad de elevarla a esta categoría, dedicándole algo de tiempo para educar la actividad y otra para presentarla ante los demás.
Para gestar cultura artística no basta un blog que promueva individualmente a un poeta o un pintor. Para generar cultura artística no basta llenar las butacas de un teatro y vender todas sus entradas de función. Para hacer cultura no basta elucubrar, editar y difundir un texto literario en una presentación o de colegio en colegio. Para fomentar la cultura artística no basta colgar en caballetes los cuadros en una muestra pictórica individual o colectiva. Para incentivar cultura artística no basta con convocar y realizar un festival de marinera o tondero. Para generar cultura artística no basta musicalizar la letra de un poema y editarlo en un CD-ROOM o colocar por todo Chiclayo banderolas. Para hacer cultura artística no basta colgar una banderola gigante de una función de títeres o marionetas. Para forjar cultura no basta que tú mismo elabores una nota cultural publirreportaje con más flores que los campos de Monsefú.
Para hacer cultura es necesario que el arte que tú entregues sensibilice, humanice, tengan la capacidad pygmaliónica de transformar al ser humano por dentro y por fuera, en la congruencia de sus actos, en la fortaleza de su palabra y sus hechos –no para la foto ni para complacer demagógicamente a la galería-. Para promover cultura estética: literaria, pictórica, dancística, musical, teatral, plástica, es necesario que tu arte no sea una serie de repeticiones e imitaciones de un arte mercantil, light. Es necesario que tu arte sea transgresor, que busque la novedad y el despegue de la imaginación y la creatividad cual ave que se remonte por los aires y que tu límite sea el cielo.
No basta la actividad artística aislada y descontextualizada, es necesaria la reflexión filosófica, crítica, por qué, para qué del arte. Es necesario generar una pedagogía del arte en las escuelas, colegios, institutos y universidades –y aún fuera del sistema educativo- , exige la valoración y la educación por educar la sensibilidad humana y que ello invite a la acción y el cambio. No pretendamos convertir al arte en una expresión de consumismo frívolo o una moda superflua que sólo busca etiquetar y adornar a quien consume. El arte no puede ser ajeno a los problemas sociales y del existencialismo humano, peor tampoco puede ser un instrumento fácil del poder, de la política y la religión. El arte debe ser el fuego devorador que creme todo lo malo de las perversiones humanas y que edifique un hombre renovado, más libre, más humano, más consciente de su mundo y sus actos.
Si se quiere construir políticas culturales y promover la cultura, se tiene que partir del sustrato más importante: el artista, con sus necesidades, sus apuestas, sus necesidades, sus aspiraciones. Se tiene que partir de las bases, no de un escritorio a control remoto desde algún punto de un edificio capitalino, como hasta ahora se suele digitar como debe ser y manifestarse el arte.
Sin embargo el arte no acepta barreras, condiciones ni gratificaciones. El arte libre, fluye como el magma de un volcán arrasando contra toda indiferencia, imposición, censura o veto: el arte sencillamente es y será así aunque destruyan los libros, los lienzos, acallen la música o petrifiquen la danza. El arte y el artista no aceptan mordazas y por antonomasia es siempre expresión contestaría y no adormecedora de los sucesos de la humanidad misma. Respeto a los artistas que no venden su arte, sino que lo dan a cambio de una glorificación en el imaginario colectivo. Por supuesto que necesitamos románticos soñadores, estos transforman y construyen mundos posibles; por supuesto que necesitamos “Quijotes”, el arte lo exige. Allá los Sanchos que todo lo hacen por interés y pasan a ser los ingenuos compadecidos de la historia universal.
Un gran porcentaje de los que han asumido el intítulo de artistas no esperan gran cosas del Estado, cuando saben que el arte no es una mercancía que deba satisfacer a delibery los caprichos de algunos potentados, sino que reclaman un espacio libre de cualquier condicionamiento y censura a priori, mayor difusión de los medios de comunicación, un poco de reconocimiento y revaloración de las expresiones. Para otros quizá sea condición sine qua non y un sustento de vida perentorio sin el cual no hay arte ni artista.
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