martes, 9 de febrero de 2010

SELECCIÓN RESCATADA: "EL PASO" POR OFELIA HUAMANCHUMO DE LA CUBA.

Miguel Ildefonso.
Editorial Estruendo Mudo, Lima 2005, 136 págs.
(Premio Asociación Peruano Japonesa:
V Concurso Nacional de Cuento 2005)

Selección Rescatada

RESEÑA: CUENTOS "EL PASO"

Por: Ofelia Huamanchumo de la Cuba (*)

Los escritos reunidos en “El Paso” bajo el clásico rubro genérico de ‘cuentos’ son en realidad un conjunto de relatos o episodios, unidos por un hilo que los hilvana: la mirada descriptiva de una serie de sensaciones físicas, más que las de otro tipo, que experimenta el narrador, un personaje que busca algo, cruzando y recruzando fronteras, yendo o volviendo, o entrando y saliendo de algún lugar. El libro está dividido en dos partes. La primera de ellas, ubica sus historias en el escenario geográfico de la ciudad fronteriza de El Paso (USA), así como de lugares mexicanos cercanos a esa frontera; la segunda parte ubica sus relatos en la geografía peruana.

En la primera parte de “El Paso”, titulada “El mundo desde el Prince Machiavelli’s”, los relatos tienen en común el hecho de asemejarse a mínimos fragmentos extraídos de una extensa novela, una del tipo ‘Künstlerroman’ (o ‘novela de formación del artista’), donde los episodios desligados parecen ser parte de la trama general que supone la formación de su personaje central, un aprendiz de escritor, que es como se presenta el personaje narrador al final del primer relato La ventana de Greyhound: “Y desde ese mismo lugar es desde donde ahora escribo esto” o en The Prince Machiavelli’s (i): “Yo recitaba a Adán, a modo de ejercicio, para agarrar ritmo antes de escribir”. El perfil del personaje central casi común a todos los relatos se presenta con una maldición encima: el estigma del desierto como marca que lo acompaña desde su procedencia limeña (dato deducido de algunas acotaciones al personaje central en más de un relato) hasta a lo largo del monótono camino ‘recto’ hacia la muerte; y, a pesar de ello, es esa geografía la elegida para la mejor lograda de todas las estampas de “El Paso”: La rosa del desierto. Por otro lado, algunos espacios geográficos despiertan en el personaje central algunas semejanzas con lugares de las serranías peruanas. En general, prima como zona de referencia fija la ciudad de El Paso, aunque a veces el personaje se encuentre en movimiento, acercándose o alejándose de ella. En los relatos donde el escenario es un bar, un café, un restaurante, una discoteca o un bus station (El Príncipe, The Prince Machiavelli’s (i), Los 4 de El Paso, El quinto Beatle, O como mierda se llame, La familia oso, Proud Mari Félix, Una rockola en el downtown, El inmortal, Vamos al Noa Noa) las descripciones que resaltan son las de los objetos y rasgos físicos de dichos lugares y de las personas que los frecuentan, nunca el narrador se detiene a profundizar en elucubraciones moralizantes, aunque de vez en cuando se presenten en medio de esos escenarios poetizados las sensaciones palpables de la ausencia y del deseo de algo en el alma, o las inefables sensaciones del goce estético del cante, de la cita literaria o de la remembranza cinematográfica. También es escenario interesante la figura del bus en La ventana de Greyhound o en Viaje a la semilla del rock, e incluso en la burda versión de mirador rodante para turistas de Walk on the wilde side, como ángulo antagónico a todo lirismo y, por ello, desafiante para el poeta que lo quiere observar todo desde todos los ángulos. Otros temas recurrentes en esta primera parte son los encuentros – imaginarios y reales a la vez, pues parece ser que muchas veces para el narrador cualquier figura famosa puede esconderse tras cualquier ser humano – con reconocidos escritores, cantantes, personajes famosos del mundo cultural, como en La casa del sol naciente – sobre todo si se trata de artistas que el cliché clasifica como ‘marginales’. Son comunes también los acercamientos infalibles, presentados sin clara definición entre la realidad y el ensueño en el plano del relato – en El cazador presente, Polvo en el viento, La máquina de electricidad, etc. – con mujeres de todos los tipos: rubias de ojos azules, castañas de ojos verdes, mulatas, pelirrojas, chinitas, etc. Y en cuanto a los finales, sorprende el enigmático de Un viejo amigo, o el peculiar de Yoknapatawpha. Poco es el transfondo político de la realidad americana que se problematiza, como el atentado del 11 de setiembre (Viaje a la semilla del rock), el traspaso ilegal fronterizo (El Río Grande no era tan grande como en la película), o el problema de los homeless (Lou Red). En cuanto al lenguaje de los relatos, a ratos el autor trata de darle autenticidad a los diálogos con el uso de mexicanismos en la zona de habla hispana de El Paso (“no dio ni madres”, “estaba al pedo”, etc.), no obstante, en otros casos el narrador se esfuerce por equiparar voces “pedo (huasca, borracho)… patas (cuates, amigos)… su carnal (su pataza, su chocheraza, su brother)”. Por otra parte, se presentan muchos diálogos interceptando los relatos, y sorprende además la altura de cierto lirismo que se respira en las palabras elegidas. Ese lenguaje poético que se le escapa al narrador alcanza su clímax en pasajes como el de The Prince Machiavellis (ii): “Mientras cantábamos y ella manejaba a más de cien, cruzábamos las reservas, los caballos salvajes a galope nos alcanzaban, nos echaban una mirada de fuego por las ventanas, por ambos lados del auto, y luego, como si nos hubieran marcado con una condena, se alejaban más tranquilos para volverse a introducir en el desierto negro”.

En la segunda parte de “El Paso”, el personaje central de cada episodio ya no llevará el mismo color de hilo en la puntada que une a todos estos relatos, no obstante sigue observando minuciosamente la realidad, ésa que le permite encontrarse consigo mismo a través del encuentro físico con otros seres, reales o fantasmales, hombres o mujeres, familiares o desconocidos, de este mundo y del otro, como en Cruz marcada, La espalda de San José, La luz del mundo o en Ayahuasca. Prima como escenario de fondo el mundo urbano marginal de Lima, aunque no falte el mundo cosmopolita cusqueño en un relato. Son la excepción a ello las selvas de Pucallpa (Ayahuasca) y las montañas serranas de Chacayán (La luz del mundo). Los bares, discotecas y cantinas limeños o cusqueños, siguen siendo el lugar común a muchos encuentros y desencuentros (Cruz marcada, Bar Candela, La caspa del Inca, Las botellas y los nenes), así como los locales de bailes populares (El Palacio), donde pululan los borrachos, los drogadictos, los pandilleros, las prostitutas, etc. Están presentes también, como remate artístico para el final de algunos episodios, toques de música (La caspa del Inca) o de baile (La espalda de San José), que son manifestaciones culturales populares y frecuentes en el Perú como fondo a las actividades más variadas. Lo peculiar en el lenguaje de esta segunda parte de “El Paso” es que ciertas metáforas invierten su lectura respecto a su presentación en la primera parte. Ejemplo de ello es la figura de la ventana, como metáfora de frontera entre dos mundos. Ahora, a diferencia del primer relato de la primera parte del libro, en la ventana del Hotel Sin Nombre en Bar Candela lo de afuera es el ensueño y lo de dentro la realidad. Lo mismo sucede con ciertos personajes femeninos, que en la primera parte de “El Paso” aparecen casi como ángeles de fácil acceso y desaparecen sin más de la realidad. En la segunda parte las mujeres se acercan porque la borrachera “las va soltando” (Bar Candela) o porque es parte de su oficio, prostituta (Las botellas y los nenes) o curandera (Ayahuasca) y se van como en un ensueño, como en La caspa del Inca, primero Cinthya y después Martina; o en Estado de amor. Y lo más llamativo de esta parte es la figura del arribo de la poesía al alma del personaje narrador, como una llegada portadora de elementos negativos: el alcoholismo, el inconformismo social llevado a la violencia, el desamor y a un peyorativo romanticismo que aleja al aspirante a poeta del amor verdadero y real hacia su persona, hacia la amada, hacia su entorno (El Oso). En Del otro lado de la frontera, título de la segunda parte, el lenguaje poético y lírico se impone mucho más que en la primera parte del libro para las descripciones y observaciones más sencillas; para lo cual se podrían señalar innumerables ejemplos, como “A la cuarta botella el sol ya no se veía. El viento nos había dejado, había cedido el aroma sosegado de los burdeles” (Las botellas y los nenes), o como “Los eucaliptos se mueven conforme el viento canta en quechua” (La luz del mundo).

Los diversos títulos que componen ambas partes de “El Paso” no mantienen, pues, una extensión homogénea ni siguen el esquema del cuento clásico con su presentación-nudo-descenlace, y mucho menos ganan por knock out; no obstante, la originalidad de este libro reside en que se trata de episodios narrativos que colindan con una especie de estampas líricas en prosa, donde cada una de esas presentaciones poéticas, sin inicio ni fin de problemática – y por ello sin llegar a la categoría de cuentos de final abierto – dejan, sin embargo, la sensación de habernos alcanzado una reflexión sobre la existencia de un conflicto entre el artista que se busca y el mundo real que lo circunda, a partir de su observación sensorial de las cosas.

Miguel Ildefonso inaugura así una modalidad expresiva sui-géneris en la literatura peruana de las últimas décadas, reflejo de un tránsito, esforzado y virtuoso, desde su talento innato de poeta hacia el concienzudo oficio de escritor.

--------------------------

Múnich, setiembre 2006

Datos:

(*) Ofelia Huamanchumo de la Cuba: Nací en 1971 en Lima, Perú. Ahí crecí y viví. Ahora resido en Alemania, dedicada a la investigación académica y al teatro en español.

Visiten:

No hay comentarios: