Como las músicas humildes
Varios Autores
Ediciones Horfandía, 2009
“COMO LAS MÚSICAS HUMILDES”
ANTOLOGÍA POÉTICA
Por: Paolo Astorga
Como las músicas humildes (Ediciones Horfandía, 2009) es una antología poética chinchana, la cual integra a cuatro jóvenes poetas cuyo espíritu creador y ánimo expresivo los ha aventado al desnudo, al extremo deseo de ser escuchados en ese lugar vacío donde la indiferencia no sólo se hace poesía y arte, belleza o silencio interior. Este libro que a pesar de ser una edición independiente, trae en suma una impugnación contra la cobardía, incitando a zambullirnos en esa contracorriente que exige la poesía.
El libro está dividido en cuatro secciones, cada sección pertenece a un poeta específico entre los cuales se encuentran: Víctor Salazar (Lima, 1981), Richard Mendoza Rodríguez (Chincha, 1982), Guillermo Conde Muñante (Chincha, 1973), Roger Paredes Flores (Chiclayo ,1972). Abriendo el libro aparece la sedosa poesía de Oquendo de Amat cuyo epígrafe “Tu nombre viene lento como las músicas humildes” nos da ya la visión de una poesía enlazada con el tiempo y su devenir en disfrute. El tiempo y el amor hacia aquello que en su melodioso transcurrir nos hacen estallar sentidos, nos invita a vivir, a la excitación, a un pausado caminar en silencio.
Víctor Salazar con su Canciones de hogar y otros poemas, integra su visión familiar con esa mezcla melancólica, ese silencio que desenmascara la soledad: “MI CASA solía ser una hermosa jaula alegre / flanqueada por aves. // Y mi corazón, / eucalipto gigante, / que aprendían a caminar soñando”, pero también nos muestra la posibilidad del acto creativo como una herramienta aún enigmática y hasta en algunos casos frustrante: “EL MUNDO DE PAPEL, creado torpemente y pegado a mi cuna / mi prisión de infante, no lo supe descifrar”. La infancia para el poeta es un espacio extrañamente incomprendido pero apasionante, el hogar un espacio colmado de recuerdos, de ausencias: “PADRE, búscame en tus extensiones de sierra hecha pedazos / y en la completa soledad acompañada de los tuyos.” Hay en estos poemas una herida que aún no cierra, un desgarramiento que se matiza con la melodía, con la espera, con el anhelo por lograr un orden, sin embargo el poeta nos sentencia: “CUANDO vives de viejas glorias / y rebuscas los estantes ya resecos y vacíos, / ni el amarillo papel de siempre: sólo ausentes palabras // (sólo ausentes las palabras )”.
Richard Mendoza con Esfinge abstracta, el poeta nos tratará de entregar el canto hacia la mujer ausente, hacia la amante que se ha llevado en su ausencia algo de nosotros; aquí en su poesía, la evocación no es nada sutil, sino un prolongado ruego que sólo puede lograr su efecto corporizante, si es que la poesía configura su creación: “AQUÍ nadie te ignora / salvo / la política / de estos días / y el poema / que aún no escribo”. El poeta evoca el cuerpo ausente, la presencia del ser que se abstrae en palabras, en remembranzas que son al fin y al cabo esa esencia, esa huella que deja lo amado en su estelar olvido: “EFIGIE ABSTRACTA, / comparto tu ausencia con la soledad / que susurra y dibuja tu nombre / en el índice de mis recuerdos”.
Guillermo Conde con Trazos, intentará mostrarnos esa plasticidad de las formas, el dinamismo de la palabra poética que se matiza de igual manera con temas de corte familiar, pero que trasciende a los sujetos y objetos para intentar una “redención” una especie de purificación ante el desconsuelo y quizá también ante ese abandono que desenmascara lo terrible de la infancia, mezcla de magia y terror: “Hoy que en mis cielos surcan penas / como cuervos negros. / Hoy que llevo traspasada en mi voz, / el llanto de un no niño, / te añoro, y vuelo, y camino estos veinte peldaños, / veinte peldaños de mi cuarto / al olvido, / para redimirme con la esperanza.”
Por último Roger Paredes con Sueño de nubes, pone de manifiesto elementos naturales y otra vez esa marcada ausencia, esa añoranza por lo amado que está ya impregnado en esos objetos, en esos elementos, que madurarán sin duda en una comunicación íntima, en una comunión con aquello que se ama, más allá de una simple pertenencia; el poeta acaso se funde en su discurso, que es recuerdo, evocación, ser, lo amado: “Yo hablaba de ti / antes de conocerte / Antes de saber que serías / Mi pasado, las cartas y el destino.”
Con grandes cuotas de pasión, como un susurro del viento al atardecer, esta antología nos deja un sabor trilce en nuestras bocas. La ternura aquí existe como existe lo amado ya lejano y quizá en el recuerdo, sin embargo, el poeta ha bebido de su propia experiencia y ha encontrado indudablemente esa “máquina del tiempo” para viajar hacia el pasado, siempre, siempre, con esa esperanza de acariciar lo infinito, la verdad de unos labios ansiosos y anhelantes.
Varios Autores
Ediciones Horfandía, 2009
“COMO LAS MÚSICAS HUMILDES”
ANTOLOGÍA POÉTICA
Por: Paolo Astorga
Como las músicas humildes (Ediciones Horfandía, 2009) es una antología poética chinchana, la cual integra a cuatro jóvenes poetas cuyo espíritu creador y ánimo expresivo los ha aventado al desnudo, al extremo deseo de ser escuchados en ese lugar vacío donde la indiferencia no sólo se hace poesía y arte, belleza o silencio interior. Este libro que a pesar de ser una edición independiente, trae en suma una impugnación contra la cobardía, incitando a zambullirnos en esa contracorriente que exige la poesía.
El libro está dividido en cuatro secciones, cada sección pertenece a un poeta específico entre los cuales se encuentran: Víctor Salazar (Lima, 1981), Richard Mendoza Rodríguez (Chincha, 1982), Guillermo Conde Muñante (Chincha, 1973), Roger Paredes Flores (Chiclayo ,1972). Abriendo el libro aparece la sedosa poesía de Oquendo de Amat cuyo epígrafe “Tu nombre viene lento como las músicas humildes” nos da ya la visión de una poesía enlazada con el tiempo y su devenir en disfrute. El tiempo y el amor hacia aquello que en su melodioso transcurrir nos hacen estallar sentidos, nos invita a vivir, a la excitación, a un pausado caminar en silencio.
Víctor Salazar con su Canciones de hogar y otros poemas, integra su visión familiar con esa mezcla melancólica, ese silencio que desenmascara la soledad: “MI CASA solía ser una hermosa jaula alegre / flanqueada por aves. // Y mi corazón, / eucalipto gigante, / que aprendían a caminar soñando”, pero también nos muestra la posibilidad del acto creativo como una herramienta aún enigmática y hasta en algunos casos frustrante: “EL MUNDO DE PAPEL, creado torpemente y pegado a mi cuna / mi prisión de infante, no lo supe descifrar”. La infancia para el poeta es un espacio extrañamente incomprendido pero apasionante, el hogar un espacio colmado de recuerdos, de ausencias: “PADRE, búscame en tus extensiones de sierra hecha pedazos / y en la completa soledad acompañada de los tuyos.” Hay en estos poemas una herida que aún no cierra, un desgarramiento que se matiza con la melodía, con la espera, con el anhelo por lograr un orden, sin embargo el poeta nos sentencia: “CUANDO vives de viejas glorias / y rebuscas los estantes ya resecos y vacíos, / ni el amarillo papel de siempre: sólo ausentes palabras // (sólo ausentes las palabras )”.
Richard Mendoza con Esfinge abstracta, el poeta nos tratará de entregar el canto hacia la mujer ausente, hacia la amante que se ha llevado en su ausencia algo de nosotros; aquí en su poesía, la evocación no es nada sutil, sino un prolongado ruego que sólo puede lograr su efecto corporizante, si es que la poesía configura su creación: “AQUÍ nadie te ignora / salvo / la política / de estos días / y el poema / que aún no escribo”. El poeta evoca el cuerpo ausente, la presencia del ser que se abstrae en palabras, en remembranzas que son al fin y al cabo esa esencia, esa huella que deja lo amado en su estelar olvido: “EFIGIE ABSTRACTA, / comparto tu ausencia con la soledad / que susurra y dibuja tu nombre / en el índice de mis recuerdos”.
Guillermo Conde con Trazos, intentará mostrarnos esa plasticidad de las formas, el dinamismo de la palabra poética que se matiza de igual manera con temas de corte familiar, pero que trasciende a los sujetos y objetos para intentar una “redención” una especie de purificación ante el desconsuelo y quizá también ante ese abandono que desenmascara lo terrible de la infancia, mezcla de magia y terror: “Hoy que en mis cielos surcan penas / como cuervos negros. / Hoy que llevo traspasada en mi voz, / el llanto de un no niño, / te añoro, y vuelo, y camino estos veinte peldaños, / veinte peldaños de mi cuarto / al olvido, / para redimirme con la esperanza.”
Por último Roger Paredes con Sueño de nubes, pone de manifiesto elementos naturales y otra vez esa marcada ausencia, esa añoranza por lo amado que está ya impregnado en esos objetos, en esos elementos, que madurarán sin duda en una comunicación íntima, en una comunión con aquello que se ama, más allá de una simple pertenencia; el poeta acaso se funde en su discurso, que es recuerdo, evocación, ser, lo amado: “Yo hablaba de ti / antes de conocerte / Antes de saber que serías / Mi pasado, las cartas y el destino.”
Con grandes cuotas de pasión, como un susurro del viento al atardecer, esta antología nos deja un sabor trilce en nuestras bocas. La ternura aquí existe como existe lo amado ya lejano y quizá en el recuerdo, sin embargo, el poeta ha bebido de su propia experiencia y ha encontrado indudablemente esa “máquina del tiempo” para viajar hacia el pasado, siempre, siempre, con esa esperanza de acariciar lo infinito, la verdad de unos labios ansiosos y anhelantes.
P.A.
Nota:
*Reseña aparecida en la Revista Literaria Remolinos # 42, Febrero - Marzo del 2010, págs. 161 – 162.
*Reseña aparecida en la Revista Literaria Remolinos # 42, Febrero - Marzo del 2010, págs. 161 – 162.
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