sábado, 20 de febrero de 2010

"PENSAMIENTO SIN COMPLACIENCIAS" POR ALEJANDRO PATAT.

Gramsci, en un documento policial.
Foto: Archivo.


"PENSAMIENTO SIN COMPLACIENCIAS"

Por: Alejandro Patat

La publicación de la obra de Antonio Gramsci en nuevas ediciones, cuidadas por Guillermo David, luego de la famosa colección del sello Lautaro hacias fines de los años cincuenta y de la colección mexicana de los años setenta, debe ser objeto de reflexión. Por un lado, además del volumen que aquí nos ocupa, acaban de aparecer El Risorgimento (en versión integral) y la biografía del intelectual italiano escrita por Giuseppe Fiori e introducida por David Viñas. Por el otro, en Italia, Beppe Vacca prepara un nuevo volumen sobre Gramsci en América latina. En suma, debido a los escritos de José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Néstor Kohan y, más recientemente, gracias al libro Los gramscianos argentinos de Raúl Burgos, ya sabemos cuántos caminos abrió Gramsci en la Argentina.

En 1953, en un número de la revista Sur dedicado a la literatura italiana, Victoria Ocampo se apropió de la figura de Gramsci como ejemplo de virtudes civiles. Por su parte, el Partido Comunista argentino -desde un polo ideológico opuesto- lo transformó en un héroe, sin indagar demasiado en su producción intelectual. Justamente, la expulsión del Partido de un pequeño grupo de intelectuales, liderados por Aricó, implicó la fundación de la revista Pasado y Presente , con una verdadera puesta en escena de los grandes problemas gramscianos: el rol de los intelectuales en la sociedad, los conceptos de "revolución fallida, pasiva o inconclusa", la cuestión de la hegemonía, la literatura nacional y popular, la participación de las masas en un proyecto colectivo de nación. Nada impidió que el peronismo revolucionario de los años setenta abrevase también en Gramsci. En 1971, Horacio González introdujo el libro Notas sobre Maquiavelo, escribió: "Prisionero, Gramsci piensa en el poder". Era clara la alusión al líder exiliado en España.

Ahora bien, si para muchos, ya en los años setenta Gramsci fue desplazado por la obra de Louis Althusser, ¿qué sentido tiene volver a sus escritos? En el prólogo a Literatura... , David espera que los libros del italiano sirvan para repensar el presente. A esta expresión de deseos, habría que agregar que quizás hoy, después de una monolítica apropiación del pensamiento de Gramsci en el ámbito de las ciencias sociales y de la historia de la cultura, sería propicio leer las intuiciones críticas y literarias del intelectual italiano con una mayor atención en el problema italiano.

En este libro señero para la cultura de su país (compuesto de apuntes escritos en la cárcel desde 1926 hasta 1937, el año de su muerte, y publicado aquí según la edición Einaudi de 1966 y no la edición filológica de 1975), Gramsci se ocupa de problemas estéticos y culturales. Afirma que Italia descubre la contradicción intrínseca de la vida y de la historia en la dificultad pirandelliana de hacer converger la conflictiva pertenencia comunal y regional de todo italiano con una desdibujada identidad nacional y europea. En sus apuntes sobre la literatura nacional-popular, al contraponer la tradición francesa o rusa con la italiana, Gramsci concluye que la causa de la ausencia de una auténtica literatura nacional-popular reside en la milenaria constitución del intelectual italiano que, si no fue aristócrata, debió ser cortesano al servicio de los poderosos, anulando así todo contacto real con el pueblo. La literatura rural italiana fue siempre simulacro de las clases terratenientes y nunca expresión del campesinado. La literatura italiana tiende a "parecer"; la francesa, a "ser". Gramsci subvierte, con agudeza profética, uno de los más afianzados presupuestos de la historiografía italiana: el que sostiene que la unión nacional dependió de la tradición literaria.

Otro importante nudo de su obra es el análisis minucioso de los escritos católicos menores que llama -irónicamente- la literatura de los nietos del padre Bresciani, un jesuita que en el siglo XIX, al visitar Cerdeña, dejó testimonios eclesiásticos errados sobre la cultura "primitiva" de la isla. Con la categoría de "brescianismo", Gramsci intentó definir una enorme producción literaria en la que vio la escición entre el catolicismo reaccionario y el sentimiento simple de las masas. Gramsci persigue una idea: identificar en el seno del pensamiento italiano, heredero de la revolución humanista y renacentista, pero también de la Contrarreforma y del jesuitismo, la persistencia de formas y actitudes mentales que obedecen a la penetración católica desde la infancia. Así, resulta magistral la acérrima crítica (por primera vez en Italia) del paternalismo de Alessandro Manzoni hacia los campesinos en Los novios, de indudable ascendencia católica. Observaciones sobre la gramática y sobre el folklore cierran este volumen, imponente por la fuerza de su estilo y por su infinita capacidad de ver esencias más allá de toda superficie.

© LA NACION

20/02/2010

Fuente:
Diario “La Nación” Suplemento ADN Cultura.

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