martes, 1 de junio de 2010

“NO VALES UNA BALA” POR CÉSAR PINEDA QUILCA.


“NO VALES UNA BALA DE MICHAEL JIMÉNEZ MELCHOR”

Por: César Pineda Quilca

“¿Hablarán tus besos / o simplemente será que no me amas?”

Así con estos versos se inicia la plaqueta “No vales una bala” (Editorial Zignos, 2009) del joven poeta nacional Michael Jiménez Melchor, breve entrega que nos hace ser partícipes de un mundo apasionante y apasionado como es el amor.

La poesía amorosa resulta ser, de este modo, escenario de encuentros y desencuentros, donde prima por un lado la búsqueda de la felicidad en el ser amado y por el otro la ausencia y el desamor como algo perdido o que se va.

En este breve poemario, de no más de 16 páginas, está presente la imagen de la mujer (musa y fuente de inspiración para muchos poetas) como elemento principal y objeto del deseo.

De esta manera amor y desamor vienen a ser la temática que une y caracteriza a esta obra, del mismo modo que su contenido de espíritu romántico y su expresión de corte intimista predominan como la base de su discurso poético.

Y es que a medida que uno va leyendo el autor nos da una pista. Al interior de los poemas existe alguien que va en pos de su utopía.

Un ejemplo de ello es este ansiado vínculo y acto contemplativo: “consumo mi corazón como a un helado/ te sacio hasta decir basta”, más aún el acto de construir y reconstruir sus pensamientos en base a la acción que puedan generar sus recuerdos lo traen de nuevo a la vida. En una parte el yo poético se pregunta: “¿Piensa acaso en mí?/ ¿sonará conmigo como yo?”.

Es por ese motivo que quien ama sufre en silencio el no poder cerrar ese vacío que lo atormenta: “sin decir una frase/ sin mover los labios/ respiro/ no puedo evitar pensar en ti”… Más adelante, agrega: “quisiera que ella se entere/ lo que no olvida mi cabeza”.

Como se ve, en una parte del poema, la voz lírica nos pone alerta de la condición frágil del ser humano como una vida que se parte, justamente ahí, donde más nos duele: “En mi corazón/ hay un agujero del tamaño de Lima/ pide curarse/ pero las heridas no cicatrizan/ mucho menos el corazón/ peor aún yo”.

El estarse afligido, acongojado y atrapado frente a la cárcel del amor, lo hace sucumbir ante la desesperanza y el peligro de no poder estar cerca de ella: “ahora la soledad de la tardes/ camina rumbo hacia las hojas secas/ tu sonrisa ya no invade mi cielo”.

Ante la dura prueba de transitar por el camino del amor la angustia lo cuestiona: “ya ni sé si vivo/ o solo la puedo desear”. De esta forma AMAR resulta cruel ante la aflicción de no poseer y tener a la amada, porque para uno “es doloroso seguir así”.

El estarse solo y verse desprotegido, arrimado ante el mundo de su desesperación lo condena y lo lastima tanto que se oye decir: “mi alma desolada no sabe defenderse”.

Al saberse herido el yo poético carga en sí el peso de no ser amado ante su trágico destino. Frente ese amor que lo frustra, recapacita: “no vales una bala/ mucho menos un día triste/ no quiero desperdiciar/ los odiados abriles/ pensando en ti”.

Al final de ese viaje, triste y doloroso, quien ama quiere sentirse libre y protegido renunciando a su amor. Su nueva condición le hace olvidarse por completo de la belleza de ese lejano ser que tanto lo ha lastimado. Y para eso encuentra una salida. Su realidad cambia cuando se toca con alguien que sí puede defenderlo, darle una coraza, una vía de escape ante lo “inimaginado”. Y esa es únicamente la poesía: “sobre las sábanas de mi cama/ escribiré un poema/ dejaré sus versos regados/ en bancos de parque/ salas de cine/ chifas de barrio/ alamedas de domingo”.

Tanto es así que el sujeto poético ya no quiere vivir más en el cautiverio de su dolor, poniéndole punto final a ese amor distante, no correspondido, con la señal que le imprimen estos tres versos: “tu nombre ya no saldrá en las noches/ nunca más mis pasos / en tu vereda”.

Podemos concluir entonces que con “No vales una bala”, Michael Jiménez ha intentado demostrarnos como Quevedo “su amor constante, más allá de la muerte”. De esa muerte que termina cuando uno traduce y escribe con su propio sufrimiento las palabras de un amor que nos (de)vuelve más humanos y más sensibles alrededor de la vida, porque como decía Julio Cortazar hace falta “ahora más que nunca, poesía”.

Nota:

* Lo que más llama la atención de esta publicación es la arquitectura de su diseño. El texto en mención se lee de una manera poco convencional, de la misma forma como quien lee un periódico, pero a la inversa. Es decir, uno empieza su lectura desde atrás hacia adelante, estableciendo una ruptura en los parámetros y los diversos planos de nuestra manera de pensar y de leer.

* De otro lado, está demás decir que aparecen reiteradas veces la presencia de citas del “Salmón” Andrés Calamaro a lo largo del texto.

ATE, VIDA Y ARTE, 2010

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