sábado, 12 de junio de 2010

LITERATURA Y FÚTBOL: “EL ENCUENTRO DE DOS PASIONES” POR VERÓNICA ABDALA.


Literatura y fútbol

“EL ENCUENTRO DE DOS PASIONES”

El deporte más popular de la Argentina fue ganando lentamente un lugar estacado entre los temas que ocupan a los escritores hasta convertirse, en la actualidad, en materia literaria de prestigio.

Por: Verónica Abdala
Para LA NACION - Buenos Aires, 2010

En 1950, año en que Uruguay, contra todos los pronósticos, obtuvo la copa del mundo ante Brasil en el estadio Maracaná de Río de Janeiro -suceso que sería recordado como el "Maracanazo"-, la literatura y el fútbol corrían, como paralelas, por carriles separados: ni a los escritores les interesaba hacer del deporte de la pelota el motivo de sus relatos, ni los deportistas e hinchas se hubieran imaginado protagonizando cuentos, novelas o poemas. El amor por la camiseta y el ejercicio de la escritura y la reflexión no parecían compatibles. "¿En qué se parece el fútbol a Dios? -bromeó alguna vez Eduardo Galeano-. En la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales."

Sesenta años después, cuando el Mundial de Sudáfrica concita la atención del mundo, el paisaje es bien distinto: los libros de fútbol -"ese pensamiento que se juega", como lo definió el novelista checo Milan Kundera- se multiplican en los catálogos editoriales, se venden bien y gozan de una aceptación generalizada. Se trata de un fenómeno reconocible desde hace años en la Argentina, pero la tendencia gana terreno a paso acelerado y en estos días de fervor mundialista, se han publicado más de una decena de nuevos títulos de narrativa, ensayo y humor que giran alrededor del deporte nacional por excelencia.

El periodista y escritor Juan Sasturain, autor de El día del arquero (1985) y Wing de metegol (2004), que acaba de lanzar La patria transpirada (Sudamericana), un libro que pasa revista a la actuación de la Argentina en los mundiales, piensa que ese crecimiento se debe a que actualmente los escritores eligen los temas de sus ficciones con mayor libertad. "Hoy se dan permiso para abordar temas que antes para ellos eran tabú, como lo fue el fútbol durante muchísimo tiempo", dice a adncultura.

Daniel Divinsky, director de Ediciones De la Flor y editor de los libros de fútbol de Roberto Fontanarrosa, el mayor referente del género, ensaya una explicación de tipo cuantitativa: "La globalización de este deporte a un nivel nunca antes visto a través de la televisión, que llega a miles de millones de personas, acerca cada vez más gente al fútbol. Y por eso se multiplican los hinchas tanto como los autores de libros y los nuevos lectores", señala.

Más allá de las razones, la polémica que durante décadas dividió las aguas parece en buena medida superada. Sin embargo, en el pasado fue virulenta. A la hora de escribir, el fútbol fue resistido durante un siglo por parte importante de los hombres de letras, y no sólo en la Argentina. Lejos de la pasión futbolera con la que se identificaba el Nobel argelino Albert Camus (quien llegó a decir que todo lo que sabía "acerca de la moral y las obligaciones de los hombres" se lo debía al conocimiento de este deporte), ya en 1880 el inglés Rudyard Kipling había menospreciado a "las almas pequeñas que pueden ser saciadas por los embarrados idiotas que juegan ese deporte". Inauguraba así una mirada que más tarde seguiría, entre muchos otros, Jorge Luis Borges.

Ya promediando el siglo XX, el autor de El Aleph definió el fútbol como "esa cosa estúpida de ingleses... un deporte estéticamente feo". "Once jugadores contra otros once corriendo detrás de una pelota no son especialmente hermosos." Su rechazo era compartido por buena parte de sus colegas, que no imaginaban que ambos mundos -el de la camiseta y el de las letras- alguna vez pudieran llegar a vincularse de un modo interesante. Juan José Sebreli, autor de los ensayos Fútbol y masas y La era del fútbol, se hizo eco del mismo desprecio:

El acto de patear una pelota es ya de por sí esencialmente agresivo y crea un sentimiento de poder, amén de que la picardía de vencer al adversario basada en la trampa, la mentira, el disimulo, la zancadilla, tan alabada por todos los apologistas del fútbol como una forma de inteligencia natural y espontánea, no es sino una característica de la personalidad autoritaria.

Sasturain se encargó de contestarle a través de una columna de opinión: "Sebreli, vos andá al arco".

Juan Gelman, ganador del Premio Cervantes 2007, que se dedicó en las últimas semanas a escribir poemas sobre fútbol como parte de una iniciativa lanzada en México para conformar un equipo de once escritores con vistas al Mundial 2010, dijo recientemente: "La literatura deportiva me parece muy interesante. El deporte es una realidad muy fuerte, ya no se lo puede minimizar ni desdeñar ni nada por el estilo, como pretende cierta gente".

El principio del cambio

La transición se inició a fines de los años 60 y comienzos de los 70, cuando en el país se planteó el debate sobre el alcance del concepto de cultura. "No era posible seguir entendiendo por cultura sólo las Bellas Artes, la literatura y el teatro -explica Sasturain-. Había muchos fenómenos que quedaban al margen del reconocimiento y del registro, como el fútbol, que sólo había sido objeto de análisis del periodismo gráfico por parte de tipos como Borocotó o Dante Panzeri. A partir de los años 70 prende ese permiso que se daría la literatura, luego del reconocimiento del fútbol como hecho cultural. Antes, la derecha lo consideraba el espacio de la brutalidad y la tontería, un deporte berreta, mientras que la izquierda lo veía como una expresión de la alienación que el sistema imponía a las masas, el mismo papel que el marxismo le había reservado a la religión."

Según el escritor, esas dos visiones empezaron a ser cuestionadas entonces. Fontanarrosa sería un pionero, alguien que, por no sentirse parte de la literatura y estar al margen de esa polémica, abrió una ruta que luego siguieron otros como Eduardo Galeano que, después de haber publicado ensayo sociopolítico y narrativa, escribiría Fútbol a sol y sombra. "¿Eso significa que hasta ese momento, como otros intelectuales, Galeano no había descubierto el fútbol? No, simplemente se dio licencia para ponerlo en el papel -agrega Sasturain-. Es como la cuestión del sexo: que no se escribiera antes sobre lo que pasaba entre las sábanas no significa que la gente no tuviera relaciones, sino que el sentido común no habilitaba a exponer eso públicamente."

"El fútbol chocó con la alta cultura probablemente por su carácter popular", reflexiona Ariel Magnus, autor de Un chino en bicicleta, entre otros títulos. Acaba de publicar Ganar es de perdedores (Norma), que reúne once relatos de fútbol. "Para mí es alta literatura, de todos modos: el fútbol debería ser decretado un género literario, porque contiene en sí mismo todas las historias posibles."

Quienes concretaron la fusión definitiva e introdujeron el fútbol en el terreno literario fueron los integrantes de una generación de escritores rioplatenses que provenían del periodismo gráfico: además del rosarino, también Osvaldo Soriano, el mismo Sasturain, los uruguayos Eduardo Galeano y Mario Benedetti (un precursor en la materia, que en 1955 había publicado el cuento "Puntero izquierdo", en el libro Montevideanos) compusieron páginas inolvidables. En el ámbito teatral, se destaca El centroforward murió al amanecer (1955), de Agustín Cuzzani, llevada al cine por René Mugica. Más atrás en el tiempo pueden rastrearse algunas pocas piezas valiosas. Allá por los años 20, Horacio Quiroga narró el caso de un jugador que se había suicidado en el campo de juego y Roberto Arlt dedicó al fútbol una de sus famosas Aguafuertes.

Lugar común el fútbol

Por estos días, no sólo hay autores a los que ya se identifica con la llamada literatura deportiva -y que según Divinsky "perdurarán o no al cabo de un proceso de decantación natural"-, sino también una editorial exclusivamente dedicada a publicar libros de fútbol: Ediciones Al Arco.

El escritor Eduardo Sacheri, autor de El secreto de sus ojos (Alfaguara) -la novela que dio origen a la película homónima de Juan José Campanella que ganó el Oscar al mejor film extranjero-, es también responsable de esta revalorización de la literatura deportiva. Sacheri comenzó a publicar tras enviar tres cuentos al programa de Alejando Apo (que amalgamó fútbol y literatura en la radio y acaba de publicar Con todo mi afecto, con el sello Aguilar). José Pablo Feinmann, Alejandro Dolina, Horacio Salas, Rodolfo Braceli, Liliana Heker, Mempo Giardinelli, Fabián Casas y el español Javier Marías también han conjugado con gracia ficción y deporte.

En la era del fútbol globalizado, cuando representa quizás uno de los mayores espectáculos y negocios del mundo, muchos de los escritores que han abordado este deporte hallaron en él, después de todo, los viejos asuntos de siempre. También, un nuevo modo de regresar a la épica. El mexicano Juan Villoro lo ha dicho a su manera en Dios es redondo (Emecé):

De repente, un genio curtido en mil batallas roza con el calcetín la pelota que incluso el cronista hubiera empujado a las redes; un arquero que había mostrado nervios de cableado de cobre sale a jugar con guantes de mantequilla; el equipo forjado a fuego lento pierde la química o la actitud o como se le quiera llamar a la misteriosa energía que reúne a once soledades.

Para el autor de El testigo, el fútbol encontró su lugar en el papel porque emociona como pocas otras cosas, y la literatura intenta, justamente, mostrar quiénes y cómo somos.

Sasturain coincide: "El fútbol es lo que más se parece a la vida: por el tipo de relaciones que se establecen dentro de la cancha, por lo que tiene de poco reglado, por su alto grado de imprevisibilidad. En la cancha, como en la vida, nunca se sabe lo que puede pasar. En un partido, contra todos los pronósticos, el piojo resucitado te puede abrochar en el último minuto, y ahí está la gracia: todo el mundo siente que puede llegar. El fútbol es uno de los espacios en que cabe hablar de épica: la victoria, la derrota, la figura del héroe, los valores ahí tienen vigencia. Cuando Borges decía que había encontrado en la literatura policial de los años 30 el refugio último de la épica, se equivocaba. Él no estaba capacitado por condición y por elección ideológica para ver este otro fenómeno: el del fútbol".

Letras redondas

Ficción

* Ganar es de perdedores
Ariel Magnus (Norma)

* Aráoz y la verdad
Eduardo Sacheri (Alfaguara)

* Arqueros, ilusionistas y goleadores
Osvaldo Soriano (Planeta)

* Puro fútbol y Área 18
Roberto Fontanarrosa (De la Flor)

Ensayo y crónica

* La patria transpirada
Juan Sasturain (Sudamericana)

* Más que un juego
Juan Pablo Varsky (Sudamericana)

* Entre los vándalos
Bill Buford (Anagrama)

* Fiebre en las gradas
Nick Hornby (Anagrama)

* Dios es redondo
Juan Villoro (Emecé)

* La guerra del fútbol
Ryszard Kapuscinski (Anagrama)

12/06/2010

Fuente:
Diario “La Nación” Suplemento cultural ADN CULTURA

No hay comentarios: