sábado, 4 de septiembre de 2010

“SIN LLEGAR A LO INVISIBLE”, UNA SENCILLA RAZÓN DE EXISTIR POR ROGER GARCÍA CLAVO.


UNA OPINIÓN SOBRE PAOLO ASTORGA.

“SIN LLEGAR A LO INVISIBLE”, UNA SENCILLA RAZÓN DE EXISTIR

Por: Roger García Clavo

Paolo Astorga es un poeta cantuteño que va encaminando su palabra por esta realidad ahogada por la nostalgia del qué nos espera más allá del tiempo. Esta humanidad, esta temperatura artística, encausa al hombre nuevo, tan contradictorio con una gran parte de la sociedad neoliberal al borde del fracaso y la miseria. Esta denuncia sutil se evidencia en la poesía “Sin llegar a lo invisible” del poeta peruano Paolo Astorga.

Su poesía es el acercamiento al dolor como un autoconocimiento de la muerte convertida en esa incertidumbre de la esperanza por la vida o la libertad; esa imperfección de la sonrisa a través del padecimiento de la mujer; del hombre mismo burlándose de la muerte, inclusive de la vida: “y el mundo quema, incendia relojes hasta olvidar que fui feliz, ... /… mientras la sangre ya no refleje esa verdad que nos quema los labios y nos hace aparentar un rumbo tras el viento”.

La poesía de Paolo es la interiorización del pensamiento; es convertir el sueño en una autocrítica por descarrilar el camino, el desorden y el descontento: “no hay más sangre que desnude la arbitraria muerte / de hombres que pasan raudos como la lluvia”.

También es la sencillez para retroceder al pasado adolescente que va transformándose en poesía.

La poesía de Paolo, entre ese mundo parnasiano y simbólico, se convierte en la realidad tratada más allá de la superficialidad y de este convulsivo mundo moderno que es un encuentro con la catarsis por desmayar el hambre y el recuerdo de hombres que lucharon por esa causa y la justicia. La palabra se convierte en un intento por olvidar un pasado tenebroso e inmediato: “Estas calles no son bellas, ni hay un sol eterno, / no sabré nunca en qué tristeza volveré a existir”. (Naaked (5:47 AM)) … /… “pero ahora ya no soy la luz, ahora ya no soy el mundo / ni la sangre derramada que escupo, ni el triste dolor de los que jamás regresan / a la soledad que todos juzgan, violan, tiran al río y olvidan”. (Yo quise ser el mundo).

Un abrazo cantuteño, poeta.

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