sábado, 11 de septiembre de 2010

“LA PALABRA ENTERRADA” POR RAÚL HERAUD.


“LA PALABRA ENTERRADA DE DENIS CASTAÑEDA”

Por: Raul Heraud

La Palabra Enterrada del poeta peruano Denis Castañeda (Editorial Juan Gutemberg, 2010) nos habla de un viaje a través de los sótanos de la vida, un poemario donde la muerte se transforma en embeleso, donde el poeta se sumerge tenazmente en busca de la victoria del amor.

El libro está dividido en tres partes o cantos: El Fruto del Mausoleo, Entre Eros y Lo Transito y La Palabra Enterrada que no son más que: 1-la pérdida del amor, 2 -el deseo del cuerpo, 3-el amor y el éxtasis en la conjunción de las almas.

En El fruto del mausoleo, el sujeto poético se extravía en la desolación del amor fracturado, es un amante que vaga por los límites de la muerte, como Dante en busca de su Beatriz; su excelsa pasión agoniza en una cripta oscura como falso trofeo para nadie. Ya lo anuncia T.S. Elliot cuando en las puertas de aquel oscuro sepulcro nos advierte: “Ojos que vi con lagrimas la ultima vez / a través de la separación/ aquí en el otro reino de la muerte”.

Eres eterno litoral de cristales y cerezas
Y el amor que se materializa sin tregua
Al abrir tu fugaz existencia
Para posarnos dentro de la catacumba.


Acercándose a lo indecible Denis Castañeda construye en la metáfora su significado poético, en la musicalidad de sus textos reposa la forma; no es extraño mencionar el acercamiento del poeta a la poesía pura, el gusto por imágenes donde impera la belleza dentro de los versos es innegable:

Toco la primavera soluble
De tu cuerpo en el fruto
Que impacta al circuito (…)
Que brota en la flor de tu ventanal…


El poeta construye el corpus de este primer canto con la premisa de la muerte como sinónimo de separación y de ruptura, como destino fatal para los amantes; en el poema Manantial del alba y defunción, apreciamos la idealización del amor como hecho necesario para encontrar el equilibrio, la paz, o la eternidad; desde el poema Denis Castañeda deja señales, huellas con la esperanza de un nuevo amanecer:

El crepúsculo eleva el origen
El cosmos decora la atmosfera
(…)
El terciopelo natural es eterno…


Pero los poemas terminan casi siempre con un halo de fatalidad, existe un impulso tanatico marcado en el destino del sujeto poético que lo acerca forzosamente a ideas donde el acto carnal puede conducirlo a través de soterrados mundos, a sufrimientos insospechados, existe una idea latente de entender el amor como un eterno sacrificio, como una constante lucha contra la muerte.

En la palpitación de tu maquillaje
Ahora rompo el cristal de tu ensueño
Para navegar en las palpitaciones de tus riberas
Y absorber el polvo de los cantaros
En el silencioso camposanto.


Entre Eros y lo transito, segundo canto del libro, la musa se convierte en el acto poético, en este capítulo, el poeta es seducido por una mujer que aparece por primera vez en carne y hueso, no de forma idealizada, sino mas bien viva, reina de las catacumbas de la vida, como el mismo poeta menciona “en el hoyo perpetuo”, haciendo de aquel cuerpo su altar, su obsesivo fetiche:

El campo incierto y la cripta
Nos esperan radiantes como el reflejo de tu piel
Para consumarnos
En el valle
Del descanso


Es por eso que desde ese otro mundo el poeta transforma a la muerte en posibilidad de vida, a su musa en cáliz sagrado, real objeto de su adoración, pira donde sacrifica todas sus muertes, la lucha por el amor correspondido se convierte entonces en su leitmotiv:

Ave o nido que tal vez en la oscuridad palpita-
En el filo del labio que ha cortado a los granos
O al estambre
En el beso memorable de la expiración

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Quizás desconocías
Que antes de amarte no olvide tu embeleso
Y rodé herido por abismos y escorias
Hasta llegar a fenecer.


La conciencia es el receptáculo moral del ser humano, ser ajenos a ella nos vuelve seres inferiores, netamente instintivos, aquí el sujeto poético conmina a su contraparte a despojarse de su yo que actúa como límite del verdadero entendimiento de los cuerpos, la razón no entiende jamás los actos de amor, la verdad erige su reino mas allá de la conciencia:

Acércate y no te acerques a la conciencia
Que replica a la muerte
Y al mismo tiempo se transforma
En tu rostro…


En el III canto, La palabra enterrada, confirma el mito del triunfo del amor sobre la muerte, es el instante en el que la vida transgrede el tiempo y los amantes perduran a través de la palabra, dentro del reino de la muerte también se enarbola la bandera de la felicidad:

¿Conoces el estigma de mi
tinta?
No es arduo
Concebirte entre la sombra…


Los amantes vencen a la muerte o simplemente se sumergen en sus sensuales aguas, únicos y triunfantes, les basta los sentidos y la intimidad de la carne, les sobra inmortalidad:

Y mi leguaje se convierte en el destilador
Que te acecha
Y el sabor de la esencia
Te sostiene al borde del lecho cuando explotas antes
De expirar…


El misterio de la vida se funda en la unión de los cuerpos, en la búsqueda muchas veces infructuosa de la felicidad, ¿qué fuerza se esconde dentro de los seres humanos que logra trascender la existencia con sus actos de amor?, la PALABRA ENTERRADA del poeta Denis Castañeda nos habla de ese misterio que lleva al hombre a realizar acciones que retan al destino y vencen a la muerte; como escribiría Vicente Alexandre:

No puedo concebirte a ti, amada de mi existir,
como solo una tierra que se sacude al levantarse,
para acabar cuando el largo rodar de la vida
ha cesado.


Raúl Heraud
La Molina, agosto de 2010

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