martes, 25 de mayo de 2010

“NO ES CORRECTO ATACAR A HERAUD” POR CARLOS MENESES.


“NO ES CORRECTO ATACAR A HERAUD”

Este es un texto que el escritor Carlos Meneses ha enviado desde España, con el objeto de responder, a quienes pretenden ensombrecer la trayectoria del poeta Javier Heraud, acribillado en el río Madre de Dios a la edad de 21 años. (Lima, 19 de enero de 1942 – Madre de Dios, 15 de mayo de 1963).

Es tarde para destapar el tarro de los rencores. Dentro de tres años la muerte de Javier Heraud cumplirá medio siglo. Cualquier defecto propio de su trayectoria social y política cabía habérselo arrostrado en vida. No cuando ya es imposible que responda.

Llamarle “Pituco” un término acuñado en Argentina y transportado al Perú, es excesivamente ofensivo. Nadie elige dónde quiere nacer. A nadie le preguntan a qué estrato social quiere pertenecer. Sí puede elegir una forma de vida. Javier eligió la más dura, la más arriesgada, la más audaz. Si nació en barrio de niños bien no ejerció el comportamiento que se considera propio de esos lugares.

Las veces que conversé con Javier, que no fueron pocas, tuve la sensación de que hablaba con un joven que había escapado de los versos más ingenuamente deliciosos de Carlos Oquendo de Amat. Pero así como el poeta puneño tan delicado de poemas y espíritu llegó a empuñar las armas en pro de las clases sociales más necesitadas, también lo hizo Heraud, quien no trasuntaba acentos ni del colegio en el que había estudiado ( Markham), ni del ambiente donde vivía. No había delirios de grandeza económica ni social en su mochila. Lo que sí se podía encontrar con facilidad era su sustancial deseo de lograr una vida mejor para el prójimo.

Enviarle ahora un paquete de recuerdos elegidos entre los más amargos para él es injusto. El Javier Heraud que conocí en San Marcos en 1960 y con el que hice verdadera amistad en París, cuando volvía de la URSS en 1961, era la representación de la nobleza. Ninguna duda mancillaba su fervor hacia las ideas que había abrazado por convicción propia. Eso no le restaba la posibilidad del buen humor, del sosiego en la reflexión. Su poesía de adolescencia y primera juventud lo demuestra. “Yo no me río de la muerte. / Pero a veces tengo sed / y pido un poco de vida.” Estaba aún lejos de Cuba y Puerto Maldonado, pero sabía hacia dónde llevaba el camino que había elegido. Y no tenía miedo.

25/05/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

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