Por: Raúl Jurado Párraga
“... A estas alturas lo andino ya no requiere tantos discursos, lo andino, por su propia fuerza está penetrando en la cultura del país. Lo andino se está difundiendo en todas las ciudades, tal vez, con alguna excepción en algunos lugares tradicionales, cosmopolitas.”
(Manuel Baquerizo)
Muchas veces el silencio y el olvido son dos persistentes maneras de no reconocer la valía de las personas. Un país como el nuestro acostumbrado a reconocer tardíamente a sus escritores, sus poetas, y a sus maestros verdaderos debería hacerlo en el momento oportuno y en la plenitud de vida de estos y no acostumbrarse a rendir homenajes necrofílicos ni “reconocimientos” a destiempo. Es por ello, que hoy deseo que mis palabras cumplan la función de "leer" hasta donde me sea posible la imagen de Félix Huamán Cabrera cuyo trabajo y constancia de vida en favor de la literatura es para muchos de los que hemos tenido la suerte de ser sus alumnos haber aprendido a ser fieles y amorosos con la literatura. Hemos aprendido a desarrollar ese amor comprometido y sin claudicaciones en torno a la literatura que es la vida misma.
Tenerlo como profesor fue una suerte que me permitió “aprender lo que significa la amistad franca y sincera”. Aprender la importancia de lo que es leer un buen libro de cuentos, una voluminosa novela, o poemas de diversos registros. Hoy lo recuerdo fabulando en cada clase con su peculiar estilo, con esa forma conversacional, llena de sonrisa corazonada que caracterizaba sus clases. Hoy lo veo con su mirada serena tras esos vidrios azules regalándonos el universo verbal de la literatura.
Hoy deseo rendir un tributo personal como muestra de aprecio y amistad sincera a quien ha traducido en su escritura aquello que Gonzalo Portocarrrero define como “... un “tejido simbólico” o “red de significaciones” que crean un cosmos, un sentido; allí donde de otra manera reinaría el caos y el absurdo. Conocer la cultura del otro hace posible comprender su racionalidad. Y también lo arbitrario y contingente de nuestro propio punto de vista.” Es decir, la literatura, el mundo de las letras, el espacio de los poetas, narradores y dramaturgos. Es de ese concepto que Félix Huamán forma su literatura, su espacio narrativo y poético. Huamán siempre inculcaba la idea de que un hombre se hace culto libre y moralmente con la lectura. Una lección que hsta hoy no olvido ni olvidaré. Por que, hay que entender que sin cultura cualquier esfuerzo del hombre es inexistente para gobernar y ser gobernados: Por que sin cultura, sin letra no seremos capaces de formar un hombre pleno que deje a un lado el egoismo, el cinismo y otras lacras que dañan su alma: Por que sin arte, sin ciencia no hay hombre libre. Por eso se hace urgente entender que la cultura no puede ser la última rueda del coche y menos en una institución universitaria. De ahí la apuesta en la permanencia de los libros y su necesaria lectura que recomendaba, recomienda y recomendará Félix.
Esta es una idea que aprendí de la amistad con Félix y por qué no también aprendí a buscar utopías como es la de buscar con urgencia la mejora en la educación y la cultura para hacer de nuestra patria un territorio lleno de esperanzas y posibilidades en el futuro sin odios, ni violencia.
Hoy quiero relatar brevemente que leí por primera vez un libro de cuentos de Félix Huamán Cabrera (Canta, 1943) el año 81 cuando iniciaba mi carrera universitaria, el libro llevaba un título mágico Agomayo: Río de Arena que agoté de punta a punta y realmente quede impresionado por lo que ahí se contaba ya que el universo mostrado me resultaba familiar por ser yo también de esos que algunos llamaban despectivamente serranos. En fin, mula de candela, el toro que se perdió bajo la lluvia, plumas de otro ser, agomayo eran cuentos que me resultaron familiares porque se convertían el la prolongación de mis recuerdos provincianos. Me llamó la atención que no era el único sorprendido por esos cuentos ya que Claudio, Julio, Manuel, Lucho también estaban eufóricos tanto así, que esa tarde con dos cervezas bien heladas pusimos en juego nuestras incipientes armas como “críticos literarios” ante ese libro que habíamos leído. Recuerdo que me llamó la atención unos relatos donde se relataba el proceso de la migración esos cuentos eran: De Carhua nos venimos, mi Huaros querido, relatos donde se contaba el éxodo de los provincianos por llegar con todas sus ilusiones a Lima la Horrible y pelear dentro de ese inmenso muladar por un pedazo de tierra y labrarse un futuro. A mi criterio aquí hallaba un escritor que no se contentaba con mostrar la vida dura de los migrantes sino mostraba desde la escritura la lucha cotidiana que éstos debe emprender para hacerse de un patria y un sueño como nuevos limeños. Más adelante, pude leer sus libros: Agua encanta,Por la nieve habían venido, Candela Quema Luceros, Noche de relámpagos, Caballo verde en copa de oro, Pájaro sin alas, el Pedregal de Yanamé, y en la espigas de Junio, Sierpe de acero y soles de oro, Qantu flor y tormenta. Pasaban los años y nuestra formación universitaria culminaba el año 87. Nuestro trabajo en la docencia comenzaba en Nueva Esperanza y Villa María del Triunfo. Pero lo curioso es que nunca me desvinculaba de la universidad a la que regresaba de vez en cuando. Una vez ahí, visitaba al maestro Félix quien cordialmente seguía con la misma sencillez de la amistad fraterna. Será años más tarde, cuando asistí a la ANEA en el jirón Puno del Cercado de Lima que volví a ver al amigo profesor y en una inusitada charla me invitó a trabajar en condición de profesor contratado en el ciclo de verano de la Cantuta. De ahí, mi agradecimiento infinito al profesor Félix por ese gesto que me permitió años más tarde ingresar mediante concurso de cátedra a esta Casa de Estudios.
Pero volviendo al hilo de mi narración diré que pasado el asombro inicial de lectura de Agomayo continuamos nuestra formación en nuestra especialidad que era literatura. Con los amigos del H1 literatura que hoy deben andar dispersos por colegios, universidades ya en el Perú o en el extranjero convertimos nuestra aula en un taller de lectura permanente y fueron llegando otros autores que contaban las cosas de manera tan familiar que para algunos de nosotros se convertía en retos que hasta hoy nos persigue así llegaban: José María Arguedas, Manuel Scorza, Eleodoro Vargas Vicuña, Carlos E. Zavaleta, Porfirio Meneses, Marco Yauri Montero, Edgardo Rivera Martínez, Oscar Colchado y otros autores de otra vertiente pero tan familiares como: Oswaldo Reynoso, Miguel Gutiérrez, Mario Vargas Llosa, Gregorio Martínez, Antonio Gálvez Ronceros, José Antonio Bravo, Julio Ramón Ribeyro.
A partir de ese descubrimiento inicial junto a la lectura que nos inculcaba desde su magisterio de escritor fue también apareciendo leer al otro Félix Huamán aquel vinculado a su labor pedagógica, no sólo en la cátedra sino en sus propuestas educativas. Así tuve la oportunidad de consultar : La composición poética (métodos y técnicas de su aprendizaje en educación primaria y secundaria), Pautas metodológicas para la enseñanza- aprendizaje de la literatura peruana (dos ensayos), la enseñanza- aprendizaje de la redacción (el método de la función sintáctica en la composición) La composición narrativa ( métodos y técnicas en de su aprendizaje en educación primaria y secundaria)Valle corazón azul, Junín y sus lecturas, Wuankamayo, Textos caracterizados por su didactismo, trabajados como lecturas de fácil aplicabilidad en el nivel educativo. Textos que van desde relatos orales, poemas, crónicas, artículos de costumbre, artículos de historia regional, técnicas literarias de composición y creatividad, propuestas metodológicas para la enseñanza de lengua literatura, etc.
Por otro lado también descubríamos otro filón importante en el trabajo de Félix Huamán esta vez orientado a la difusión y conocimiento de la literatura peruana (como propuesta didáctica) ahí esta la edición de once pequeños tomos que muestran el origen y desarrollo de la literatura peruana, pasando por la identificación y actualidad de la literatura peruana hasta la literatura peruana última. Textos complementarios a los textos del nivel secundario que también ha publicado para todos los grados de secundaria.
Un hecho singular ocupa la vertiente que lo vincula a la literatura llamada infantil y juvenil donde el autor ha escrito: El toro que se perdió en la lluvia, Silbido en el maizal, Los niños de barro, Becerra encantada y la pasña del puquial, Altamar, Ciro Jilguero e incluso algunos relatos de su libro caballo verde en copa de oro, de pájaro sin alas. Y como olvidar su pequeño y hermoso libro de poesía: Del amor y sus días. Se que tiene dos libros de poesía inéditos. Es decir, nuestra admiración crecía como el torrentoso Agomayo que se duplicaba en fuerzas que nos arrastraban a leer la producción de Félix Huamán.
Hoy Félix Huamán Cabrera es un autor en cuya piel se ha pegado la tierra. Se ha cicatrizado la forma de mirar y sentir lo andino. En la totalidad de sus libros se da la afirmación de una escritura auténtica, una voz que viene de la tierra y se hunde hasta la médula de su raíz y de ahí, de esa pakarina es donde nace sus palabras como metáforas de una vigorosa identidad terrígena que circula como poesía pura en sus libros. Félix Huamán es la clara muestra de una lección permanente que cesa de pintar con ternura y la pasión la vida y la literatura que aún nos onubila. De ahí, que con emocionada escritura adolescente, he querido tejer en estas páginas recuerdos, risas sueños, viajes de mi etapa universitaria como alumno y mezclarlas con el rumor de las clases de literatura de Félix Huamán, con su amistad honesta que me ha brindado y que hoy me ha permitido cultivar su amistad como una extraña flor de arco iris.
* Texto leído en la ceremonia de entrega del título honorífico de Profesor Emérito al escritor Félix Huamán Cabrera. (27 de mayo UNE - La Cantuta)
Fuente:
http://rauljurado.blogspot.com/
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