sábado, 6 de marzo de 2010

PRESENTACIÓN DE "ORANGE ODE" EN LA CIUDAD DE HUACHO.

A oscuras se dio inició la presentación.

Raúl Heraud contestando las preguntas del público.

Raúl Heraud y César Pineda al lado de los grandes maestros
de la literatura universal.

"PRESENTACIÓN DE ORANGE ODE EN LA CIUDAD DE HUACHO"

Hace un mes atrás (un 6 de febrero a las 10:00 p.m.) se presentó en la siempre acogedora ciudad de Huacho el poemario “Orange Ode” de Raúl Heraud en el remozado Coffee Book “Casa de Cartón” ante la presencia de un público numeroso que se dio cita al lugar. Fue una noche inolvidable para el poeta, quien no se cansó de responder a las interrogantes que se la hizo más de un inquieto asistente o público lector. Un momento propicio que sirvió de mucho para conocer y compartir el trabajo literario y psicológico que viene desarrollando, en buena hora, Raúl. Todo esto gracias a la cordial invitación del también poeta Josué Barrón, el anfitrión del evento. (C.P.Q)

Josué Barrón, Raúl Heraud y César Pineda.

A continuación, colgamos el texto de quien tuvo a cargo la presentación, posteriormente publicamos el informe psiquiátrico de Ícaro.

ORANGE ODE O LA LOCURA ENTENDIDA COMO “ESE OTRO LUGAR”



Por: César Pineda Quilca

“La ciencia no nos ha enseñado aún
si la locura es o no lo más sublime
de la inteligencia”.
Edgar Allan Poe

Antes de comenzar esta presentación quisiera arrancar con unas citas que mucho tienen que ver con esa relación existente entre "Poesía y Locura" que en innumerables casos se da o se ve con suma frecuencia en los dominios del terreno literario tanto universal como nacional (un ejemplo nuestro, es el caso del vate peruano Martín Adán).

Cierta vez, Carlos Edmundo de Ory sostuvo: “No concibo a la poesía sin locura”. En otra situación, le preguntaron al poeta español Leopoldo M. Panero -¿Qué es la locura?- y éste contestó: Es una invención social. Así de tajante, como lo oyen.

Sobre la locura y el loco se ha escrito tanto, sin embargo, se ha dicho poco. Pero ¿quién es el loco? Al respecto el filósofo francés Michael Foucault, con la claridad y el estudio que él posee en muchos de sus trabajos, sostiene: “El loco es el portador de la verdad y la cuenta de un modo muy curioso. Porque sabe muchas más cosas que los que no están locos: tiene una visión de otra dimensión”. En otro escrito suyo, dice: “el poeta como simetría cercana al loco es el que se reencuentra con los parentescos huidizos de las cosas, con sus similitudes dispersas”.

Dicho esto, me motiva a preguntarle a Raúl qué lo motiva a escribir de esta manera y la respuesta la encuentro en lo que afirma, categóricamente, de nuevo Foucault: “Este riesgo de que un sujeto que escribe sea arrebatado por la locura, de que ese doble que es el loco gane peso, es precisamente esto, a mi entender, lo característico del acto de escribir”.

Ya sin más palabras que las mías, después de esta breve introducción, paso a expresarles lo siguiente:

Orange Ode
(Editorial Mesa Redonda, 2009) del vate peruano Raúl Heraud es un breve poemario que nos avienta a navegar hacia los grandes confines de nuestra mente, como una especie de viaje sin retorno, para tratar de no ahogarnos por el mundo en la mísera existencia de saber cómo somos ante la fragilidad del abandono y la soledad toda vez que nos vemos la cara, frente a frente, ante el espejo cruel de nuestra complejidad humana atiborrada de espanto: “siempre ojos delirantes delusivos/ carcajadas huecas en la soledad de tus noches/ pánico nocturno de luces encendidas”.

Orange Ode es un libro de poesía, que está íntimamente marcado por la influencia del escritor francés Antonin Artaud, el cual se encuentra estructurado en tres actos, un intermezzo y un epílogo, directamente asociado con el tema de la muerte y la locura: “tú creíste remar hacia un infinito océano de esferas/ y sólo muertos has encontrado (…) qué esperabas del acto final/ acaso la redención del hombre/ o tal vez el clásico desenlace/ de tus torturados sueños infantiles/ donde interpretabas humanamente/ tu trágico arcano”.

Los personajes poéticos que dan nacimiento a esta obra son seres humanos delirantes, enfermizos, suicidas, maniaco-depresivos, payasos, clown; sujetos irracionales que deambulan en un mundo asfixiante lleno de vicisitudes y angustias donde cada uno a su manera, con sus problemas a cuestas, va “dando vida al acertijo de tus interminables pesadillas”.

En otros casos, aparecen seres mitológicos: “Dédalo no volvió a alzar vuelo/ aunque el arte de fungir inmortalidad/ lo haya llevado a extremos inimaginables (…)” “Ícaro,/ no hay escapatoria real/ cuando el cepo es/ la mente.”

En cada poema habita un ser, un “pabellón psiquiátrico donde todavía destruyen las/ enredaderas/ de tu mente/ el grito desgarrado de tu carne”. Aquí “nada es real/ excepto el llanto mudo/ en la penúltima butaca.”

De esta manera, la poesía resulta ser un espectáculo por verse, un gran teatro del mundo, la representación de un manicomio donde uno dialoga consigo mismo o con el otro, a puertas de conocer que se esconde detrás del dolor sufrido: “puedo verte huyendo con traje de demonio/ máscara acorde con tu paranoia/ con los fantasmas que cobran vida tras tus infinitos desvaríos”.

En un mundo caótico, donde se vislumbra mucha destrucción, se afirma: “TODO CUANTO ACTÚA ES CRUELDAD”. En una parte del texto, como si estuviéramos viviendo en lo absurdo, el poeta se interroga: “ahora, dime Raúl/ quién/ eres/ tú…?”.

En otras líneas, el poeta se conmueve amenazado por la tristeza y el miedo: “y aunque estamos vivos/ miramos por distintos lados del cristal/ nuestros restos que no van a ninguna parte/ no sé quién teme más a la espesura de la noche/ no sé cuál de los dos odia más la vida/ que le ha tocado vivir”.

Tal vez, en el fondo, el poeta no sea más que un “ángel caído”, un “ilusionista de alas rotas/ conspirando contra tu loca idea de cambiar el mundo”. Quizás, tal vez, sea la voz cuestionadora que pronuncia: “Me avergüenza ver tras la ventana del panteón/ y saber que aun sigues ahí/ riendo con la carcajada aguda/ de quien tiene la mente en cualquier lugar” sobretodo cuando “efímera y frágil es la condición humana/ compulsivo y salvaje todo cuanto es/ y existe…”.

Orange Ode es un libro insano, psiquiátrico, donde tanto la locura como la muerte se convierten en símbolo de utopía o esperanza ¿Esperanza de qué? Seguramente, de resistir a su creciente extranjería en el mundo: “me refugio en lo que me queda de hombre/ para no tener fe/ y sólo reconocerme en la incertidumbre y la circunstancia/ porque de eso esta hecha mi vida/ armadura de carne y hueso/ que construí/ para asesinar a Dios.”

En otras palabras, la poesía de Raúl se acerca peligrosamente a la locura por la manera en que nos ilumina espacios desconocidos, verdades que son posibles sólo en el poema. Después de todo, queda claro que, “grito de voces calladas/ aguardan a que comience el show” con esta ODA A LA NARANJA.

¡MUCHAS GRACIAS!

"INFORME PSIQUIÁTRICO DE ÍCARO"


Paciente : Ícaro
Edad : 33 años

Refiere que los problemas comenzaron en la adolescencia con dificultades para conciliar el sueño, pesadillas nocturnas, luego una preocupación excesiva por ideas sobre la finitud de la vida y la resurrección de los muertos, afirma haber sido cristiano de la corriente de Juan El Bautista, modula un discurso detallado y profundo sobre la inexistencia de Dios y la necesidad del hombre a crear divinidades. Cita repetidamente a Anaximandro, Freud, Engels y Krishnamurti. No se considera humano.

Asevera que durante la adolescencia su otro yo le habló desde el espejo, a partir de esos acontecimientos ha construido una filosofía sobre la dualidad del mundo originado detrás de los cristales, construido por el miedo de la humanidad al vacío, y que además es el lado real y nosotros somos meras copias, simples marionetas, afirma con desdén.

Ha sufrido durante la edad adulta episodios de aguda depresión intentando suicidarse en reiteradas veces, 8 para ser exactos, la última vez que se le interrogó sobre estos aspectos adujo que era ICARO, personaje de la mitología griega, afirma que su padre Dédalo, dejó una copia del laberinto de Creta en su cerebro a través de un microchips que fue insertado durante la adolescencia, y que su vuelo era libertario.

Los episodios que hicieron que fuera derivado hoy al hospital se debieron al intento de auto mutilación, debido a la idea delirante de querer arrancarse los ojos, manifiesta que no los necesita puede ver a través de la yema de los dedos (visión paróptica), y que es irresistible la tentación de hacerlo por la dulzura de las voces que se lo ordenan.

Hechas las pruebas de rigor llegamos a la conclusión que el paciente a quien llamamos ÍCARO posee trastorno esquizotípico de la personalidad, con recurrentes estados bipolares además de un agudo trastorno obsesivo compulsivo. (t.o.c).

Comuníquese y archívese.

Nota:

* Agradecemos a Sixto Vega Ortega por la gentileza de habernos enviado las fotos al correo.

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