“EN TORNO A LAS PUERTAS EN LA LITERATURA”
Por: Pablo Nicoli Segura
Arequipa – Perú
Hace ya unos 20 años y buscando verdaderos tesoros literarios, en lo más profundo de una librería de viejo, me topé con un libro de tapas escarlatas, lomo grueso y páginas amarillas. Se trataba de una antología de cuentos clásicos en lengua inglesa, nombres como los de Poe, Stevenson, Conan Doyle, Wilde, James y otros me deslumbraron y me proveyeron de una magnífica lectura que hasta hoy evoco con agradecimiento. Algún tiempo después aquel libro me fue robado (junto a muchos otros) y en los años siguientes guardé el recuerdo de un cuento en especial cuyo autor y título no atinaba a ubicar; no obstante guardaba el fiel recuerdo de uno de los relatos más destacados. Se trataba de un personaje que recorriendo las calles recónditas y aún desconocidas de su ciudad, se había topado con una puerta ignorada que, al abrirla, le había permitido penetrar en un mundo diferente y maravilloso con un enorme jardín con criaturas mágicas. Lamentablemente cuando tiempo después quiso volver a penetrar por la misma puerta, no pudo ubicarla de nuevo. Quedó en el desconsuelo de saber de la existencia de ese otro mundo de fantasía en contraposición al mundo real y cotidiano.
Con los años leí y escribí otros cuentos cuyo personaje u objeto esencial narratológico, era una puerta cerrada. Pero ¿qué puede(n) significar “la(s) puerta(s)” en el momento de la invención y creación de un cuento? ¿Qué simboliza para el escritor y su mundo?
Según la psicología, la escritura creativa y sus formas manifiesta una válvula de escape del mundo real al ficticio; muchas veces una catarsis cuyo simbolismo y significado puede desprenderse de acuerdo a cada escritor y cada palabra escrita o repetida sin tomar consciencia de la misma. Algo similar ocurre con los sueños, cuyos símbolos desprenden un contexto que puede ayudar a conocernos mejor. Por ejemplo, se dice que “la puerta, similar a un puente, es un lugar de paso; dónde se manifiesta la disyuntiva de saber si la cruzaremos o no. Por ello los sueños de puertas suelen ocurrir cuando nos hallamos en situaciones críticas o en vísperas de un cambio. Una puerta abierta es una invitación a franquearla, en la concepción religiosa, una luz en las tinieblas (la puerta al Paraíso). Si la puerta está cerrada y no se abre cuando llamamos es que todavía no ha llegado el momento de la solución definitiva”.
Dos, tres o más puertas, tanto en nuestro mundo onírico como en el real, puede significar la posibilidad de elección de múltiples destinos, lo cual es similar a las variadas decisiones que tomamos en el día a día. Así mismo una puerta puede ser vista sólo como entrada o sólo como salida, o ambas cosas a la vez. Por otro lado, una puerta tapeada, clavada, etc., puede denotar el temor y el miedo a lo que encierra u oculta detrás de sí, lo malsano y perverso. ¿Quién en su sano juicio prohibiría la entrada a un lugar seguro?
De la literatura a los medios visuales y viceversa, hemos asistido a la función de ser testigos de cómo algunas puertas pueden conducirnos a mundos paralelos, dimensiones aún desconocidas y en fin a lugares que salvo un alto grado de espíritu de aventura, es mejor ignorar en salvaguarda de la salud física y mental, de la que parecieran carecer, muchas veces, los personajes de nuestras propias ficciones.
En la literatura policial y de suspenso, las puertas cerradas, algunas veces ocultan el crimen cometido, y manifiestan el inicio del problema o rompecabezas a resolver, y de cómo el asesino –que huyó- perpetró su crimen en un contexto sin aparente explicación, en especial si la única puerta/salida estaba cerrada por dentro. Caso similar al criminal que se evade de la escena, sin hacer uso aparente de la puerta, ocurre con el género de horror sobrenatural cuando estas son traspasadas por fantasmas sin ningún remordimiento, sino leamos el famoso cuento de Ireland, Final para un cuento fantástico:
-¡Que extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
Para el escritor de ficciones, una puerta es una disyuntiva real a lo que sucederá después en su relato. Se parece al momento del inicio y de la página en blanco, pues de alguna forma, la presencia de la puerta, es como un nuevo inicio, un reto a una nueva propuesta de idea que deberá ser diferente a las ya explotadas en la literatura.
Julio Cortázar decía: “…hay una hora en la que se anhela ser uno mismo y lo inesperado, uno mismo y el momento en que la puerta que antes y después da al zaguán se entorna lentamente para dejarnos ver el prado donde relincha el unicornio…”
Sobre Cortázar y en especial de uno de sus cuentos más famosos: Casa Tomada, podemos afirmar que producto de un sueño, el autor nos regaló una narración simbólica dónde las puertas son el escudo y refugio ante el avance ignominioso –al interior de la casa- de una entidad innombrable.
Por su parte el escritor Tomás Bayley Aldrich escribe el cuento más breve de la ciencia ficción y que dice: “Una mujer está sentada sola en casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.”
Sin duda se trata de un magnifico minicuento que invita a la continuación literaria y su consiguiente pastiche.
Por último, alguna vez escribimos lo siguiente:
Las tapas de los libros siempre me asemejaron puertas cerradas; y uno sabe cuánta curiosidad puede generar una puerta que nos oculta el misterio que hay del otro lado.
Quizás, sin haber reparado en ello, los lectores lidiamos constantemente con esas puertas cerradas que nos ofrecen los libros y que demostraría que el gusto por la lectura –oral- es un recuerdo, atávico, de la cueva primitiva que, sin puertas, o viéndolo de otro modo, con la puerta abierta, nos sigue invitando a develar lo que hay más allá de los límites permitidos detrás del horizonte.
Arequipa – Perú
Hace ya unos 20 años y buscando verdaderos tesoros literarios, en lo más profundo de una librería de viejo, me topé con un libro de tapas escarlatas, lomo grueso y páginas amarillas. Se trataba de una antología de cuentos clásicos en lengua inglesa, nombres como los de Poe, Stevenson, Conan Doyle, Wilde, James y otros me deslumbraron y me proveyeron de una magnífica lectura que hasta hoy evoco con agradecimiento. Algún tiempo después aquel libro me fue robado (junto a muchos otros) y en los años siguientes guardé el recuerdo de un cuento en especial cuyo autor y título no atinaba a ubicar; no obstante guardaba el fiel recuerdo de uno de los relatos más destacados. Se trataba de un personaje que recorriendo las calles recónditas y aún desconocidas de su ciudad, se había topado con una puerta ignorada que, al abrirla, le había permitido penetrar en un mundo diferente y maravilloso con un enorme jardín con criaturas mágicas. Lamentablemente cuando tiempo después quiso volver a penetrar por la misma puerta, no pudo ubicarla de nuevo. Quedó en el desconsuelo de saber de la existencia de ese otro mundo de fantasía en contraposición al mundo real y cotidiano.
Con los años leí y escribí otros cuentos cuyo personaje u objeto esencial narratológico, era una puerta cerrada. Pero ¿qué puede(n) significar “la(s) puerta(s)” en el momento de la invención y creación de un cuento? ¿Qué simboliza para el escritor y su mundo?
Según la psicología, la escritura creativa y sus formas manifiesta una válvula de escape del mundo real al ficticio; muchas veces una catarsis cuyo simbolismo y significado puede desprenderse de acuerdo a cada escritor y cada palabra escrita o repetida sin tomar consciencia de la misma. Algo similar ocurre con los sueños, cuyos símbolos desprenden un contexto que puede ayudar a conocernos mejor. Por ejemplo, se dice que “la puerta, similar a un puente, es un lugar de paso; dónde se manifiesta la disyuntiva de saber si la cruzaremos o no. Por ello los sueños de puertas suelen ocurrir cuando nos hallamos en situaciones críticas o en vísperas de un cambio. Una puerta abierta es una invitación a franquearla, en la concepción religiosa, una luz en las tinieblas (la puerta al Paraíso). Si la puerta está cerrada y no se abre cuando llamamos es que todavía no ha llegado el momento de la solución definitiva”.
Dos, tres o más puertas, tanto en nuestro mundo onírico como en el real, puede significar la posibilidad de elección de múltiples destinos, lo cual es similar a las variadas decisiones que tomamos en el día a día. Así mismo una puerta puede ser vista sólo como entrada o sólo como salida, o ambas cosas a la vez. Por otro lado, una puerta tapeada, clavada, etc., puede denotar el temor y el miedo a lo que encierra u oculta detrás de sí, lo malsano y perverso. ¿Quién en su sano juicio prohibiría la entrada a un lugar seguro?
De la literatura a los medios visuales y viceversa, hemos asistido a la función de ser testigos de cómo algunas puertas pueden conducirnos a mundos paralelos, dimensiones aún desconocidas y en fin a lugares que salvo un alto grado de espíritu de aventura, es mejor ignorar en salvaguarda de la salud física y mental, de la que parecieran carecer, muchas veces, los personajes de nuestras propias ficciones.
En la literatura policial y de suspenso, las puertas cerradas, algunas veces ocultan el crimen cometido, y manifiestan el inicio del problema o rompecabezas a resolver, y de cómo el asesino –que huyó- perpetró su crimen en un contexto sin aparente explicación, en especial si la única puerta/salida estaba cerrada por dentro. Caso similar al criminal que se evade de la escena, sin hacer uso aparente de la puerta, ocurre con el género de horror sobrenatural cuando estas son traspasadas por fantasmas sin ningún remordimiento, sino leamos el famoso cuento de Ireland, Final para un cuento fantástico:
-¡Que extraño! -dijo la muchacha avanzando cautelosamente-. ¡Qué puerta más pesada!
La tocó, al hablar, y se cerró de pronto, con un golpe.
-¡Dios mío! -dijo el hombre-. Me parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a los dos!
-A los dos no. A uno solo -dijo la muchacha.
Pasó a través de la puerta y desapareció.
Para el escritor de ficciones, una puerta es una disyuntiva real a lo que sucederá después en su relato. Se parece al momento del inicio y de la página en blanco, pues de alguna forma, la presencia de la puerta, es como un nuevo inicio, un reto a una nueva propuesta de idea que deberá ser diferente a las ya explotadas en la literatura.
Julio Cortázar decía: “…hay una hora en la que se anhela ser uno mismo y lo inesperado, uno mismo y el momento en que la puerta que antes y después da al zaguán se entorna lentamente para dejarnos ver el prado donde relincha el unicornio…”
Sobre Cortázar y en especial de uno de sus cuentos más famosos: Casa Tomada, podemos afirmar que producto de un sueño, el autor nos regaló una narración simbólica dónde las puertas son el escudo y refugio ante el avance ignominioso –al interior de la casa- de una entidad innombrable.
Por su parte el escritor Tomás Bayley Aldrich escribe el cuento más breve de la ciencia ficción y que dice: “Una mujer está sentada sola en casa. Sabe que no hay nadie más en el mundo: todos los otros seres han muerto. Golpean a la puerta.”
Sin duda se trata de un magnifico minicuento que invita a la continuación literaria y su consiguiente pastiche.
Por último, alguna vez escribimos lo siguiente:
Las tapas de los libros siempre me asemejaron puertas cerradas; y uno sabe cuánta curiosidad puede generar una puerta que nos oculta el misterio que hay del otro lado.
Quizás, sin haber reparado en ello, los lectores lidiamos constantemente con esas puertas cerradas que nos ofrecen los libros y que demostraría que el gusto por la lectura –oral- es un recuerdo, atávico, de la cueva primitiva que, sin puertas, o viéndolo de otro modo, con la puerta abierta, nos sigue invitando a develar lo que hay más allá de los límites permitidos detrás del horizonte.
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