miércoles, 7 de julio de 2010

“LO NUEVO DE ENRIQUE VILA-MATAS”. ENTREVISTA DE MARÍA PAULINA ORTIZ.

Foto: Archivo particular.
El español Enrique Vila-Matas pertenece a la Orden del Finnegans (creada en honor del 'Ulises'), y viaja todos los años a Dublín cuando llega el 'Bloomsday'.

“LO NUEVO DE ENRIQUE VILA-MATAS”

Por: María Paulina Ortiz

El escritor catalán habla de su novela más reciente 'Dublinesca'.

Samuel Riba es un editor literario que siente cómo su profesión se extingue y carga el dolor por lo que él considera el fin de la literatura. Lamenta, además, no haber logrado descubrir al gran autor que salvara las letras, a las que ve próximas a ser aniquiladas por la era digital. Un sueño premonitorio, más su amor por el 'Ulises' de James Joyce, lo llevan a emprender un viaje a Dublín donde todo empezará a cambiar. Esa podría ser, en simples rasgos, la trama del nuevo libro del escritor español Enrique Vila Matas, 'Dublinesca'. Pero como siempre sucede con el autor, entre otros, de 'El mal de Montano' y 'Bartleby y Cía', el libro es muchísimo más. "Pienso que es el mejor personaje que he creado. Aunque en realidad yo nunca he estado muy interesado en crear personajes, sino en hacer una literatura de ideas", dice Vila Matas, que por cierto se parece mucho a los personajes de sus novelas.

El protagonista de este libro iba a ser un escritor y no un editor...

Pero solo en las treinta primeras páginas. Después, con las situaciones que ya estaban escritas, decidí trasladarlo a un editor. Las diferencias entre un editor y un escritor son sutiles, pero tremendas. Empezó a divertirme que esas mismas situaciones las viviera un editor. También me di cuenta de que no se han escrito novelas famosas sobre editores. Así que entré en el tema, que no ha agotado el libro porque el mundo de los editores literarios es muy amplio.

Le permitió, además, seguir con el tema recurrente en su obra, la literatura.

Y esta vez de una forma más natural, todavía. Al tratarse de un editor, es lógico que esté rodeado de libros. De la misma forma que si fuera un abogado aparecerían los pleitos. En ese sentido pude tener más al alcance de los lectores la presencia del mundo literario.

¿Por qué hablar del fin de la literatura?

Me interesaba tratar un fin de época, a la manera en que Joseph Roth habla de la caída del imperio austrohúngaro y tiene un personaje en sus novelas que personaliza esa caída, por ejemplo. O bien 'El gatopardo', de Lampedusa, donde hay un personaje que personaliza la caída de la aristocracia en Sicilia. Pensé en un personaje que simbolizara la caída del "imperio Gutemberg". Me interesaba el hombre, la persona, situado en un escenario de decadencia. El marco del fin de la era de la imprenta, simbolizado en su cumbre, que para este editor es el Ulises de Joyce, me pareció un escenario adecuado para instalar su drama personal.

Todo esto se desarrolla en un viaje a Dublín que el personaje, Samuel Riba, se plantea por casualidad.

Por salir del paso, exactamente. Como muchas cosas en la vida, una gran historia surge de algo absolutamente trivial y de un momento absurdo. También porque ha tenido un sueño premonitorio. En realidad, el libro puede entenderse como un viaje al centro de ese sueño que le avisa a Riba que en Dublín le esperan momentos de emoción.

Usted también ha estado muy vinculado a esa ciudad.

No sé si eso sea algo importante. Biográficamente es cierto que, al pertenecer a la Orden del Finnegans (creada en honor del 'Ulises'), he viajado todos los años a Dublín cuando llega el 'Bloomsday'. Hay una presencia de esta ciudad en mi vida. Hace dos años, la visita que hice al cementerio de la ciudad -que es donde transcurre parte del capítulo sexto del libro de Joyce-, me dio un poco la pista para situar allí uno de los tres capítulos de la novela. La experiencia biográfica puede ser un punto de partida, pero normalmente siempre la transformo mucho.

Como su obra en general, este libro está habitado por la ambigüedad. Incluso en la figura del narrador...

El narrador es el mayor enigma del libro. Yo quería resolver algunas de las zonas misteriosas del relato y quería, también, que el lector lo leyera en el justo momento en que yo estaba intrigado. Es decir, lector y narrador viajan juntos en el libro. Las zonas de ambigüedad son interesantes. Las novelas que explican todo resisten poco el paso del tiempo. Las que dejan abiertas posibilidades mantiene más el juego con el mundo de los lectores y con el autor.

El humor también está presente.

Es muy importante. El libro tiene un tono paródico. Se parodia un funeral por el fin de la literatura. Y al final, el supuesto muerto está más vivo que nunca.

¿Cuál es la historia del título, 'Dublinesca'?

Viene de un poema de Philip Larkin, el gran poeta inglés. Por casualidad, mientras escribía el libro, leí un poema de él llamado 'Dublinesca', que hablaba de un funeral de una prostituta irlandesa al que solo asistían mujeres, los hombres no iban por esa hipocresía de no estar en el funeral de una puta. Al hablar de un funeral y de una prostituta, me pareció que podía estar relacionado con lo que escribía en aquel momento. Decidí que la literatura sería una gran puta también, y sería un funeral por ella.

Se siente poesía en el libro.

Tal vez como una atmósfera. Creo que hay muy buenos poetas que escriben mala poesía. Roberto Bolaño era muy mal poeta y, sin embargo, era mucho más poeta que grandes poetas famosos. En mi caso, creo que estoy muy próximo a un tipo de poesía, sin practicarla.

Y bueno, al final, la literatura vive. ¿Usted cómo ve ese tránsito, planteado en el libro, de Gutemberg a Google? ¿Quién sobrevivirá?

No me parece nada dramático. Durante mucho tiempo convivirán, y no es la primera vez que estamos en una encrucijada de este estilo. Es inevitable ir hacia algo que no podemos controlar, pero yo no veo mal los cambios. Lo importante no es el formato, sino que no desaparezca el pensamiento ni la exigencia de la escritura.

Publicado el 2 de julio de 2010

María Paulina Ortiz
Redacción “El Tiempo”

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