“4 FOTOGRAFÍAS”
Para llegar a Firenze desde Roma tomé un tren ave, pasé pueblos llamados Chiusi, Cianciano, Terontola, Camucia, Castiglion, Arezzo, Ponticino, Laterina, Montevarchi, San Giovanni, Figline. Dejé mi mochila en el hotel Ponciani, y me eché a descansar entre estos versos: “Paraíso Purgatorio Infierno/ son las estaciones por las que Dante retorna/ a Florencia/ come unas patatas fritas/ marca Le Contadine/ ve su selva oscura/ entre montes nubes neblina llovizna/ otros pueblos y tejados/ antenas de electricidad/ sembríos verdes y amarillos/ Un tren lo trae de regreso a Florencia/ su casa en Santa Margarita/ su puente Vequio/ Florencia ha florecido ya/ pero Beatriz no está”.
Foto 1: Casa de Dante Alighieri.
En la Via S. Margherita, 1, en una esquina de vetustas callecitas estrechas, está el lugar donde nació el poeta Dante Alighieri (1265-1321). Los florentinos, en 1900, contruyeron allí una casa-museo de tres pisos, de piedra, fiel al estilo de la época, homenajeando a su hijo predilecto, muerto en exilio en Ravena, en donde está su tumba. En el 2008, setecientos años después, la cámara municipal de Florencia aprobó una moción, un poquito tarde, renovándole la ciudadanía. Mejor “suerte” tuvo nuestro César Vallejo, al ser desagraviado, “solo” ochenta años después, por el Poder Judicial del Perú.
Foto 2: Río Arno.
Foto 3: Casa de Federico García Lorca.
Foto 4: Estatua de Lorca en Fuente Vaqueros.
Federico inmortalizado en el centro del pueblo donde nació, Fuente Vaqueros, pueblo similar a muchos de la costa peruana. Allí Vicenta Lorca llegó como maestra de escuela y conoció a un viudo Federico García Rodríguez, de este amor Federico nació un cinco de junio de 1898. Y allí pasó sus primeros años de infancia: “Toda mi infancia es pueblo. Pastores, campos, cielo, soledad. Sencillez en suma. Yo me sorprendo mucho cuando creen que esas cosas que hay en mis obras son atrevimientos míos, audacias de poeta. No. Son detalles auténticos, que a mucha gente le parecen raros porque es raro también acercarse a la vida con esta actitud tan simple y tan poco practicada: ver y oír… Yo tengo un gran archivo en los recuerdos de mi niñez de oír hablar a la gente. Es la memoria poética y a ella me atengo… Amo la tierra. Me siento ligada a ella en todas mis emociones. Mis más lejanos recuerdos de niño tienen sabor de tierra… Los bichos de la tierra, los animales, las gentes campesinas, tienen sugestiones que llegan a muy pocos.”
Y me fui de Granada a la 1: 30 de la madrugada en bus. La luna de plata, con su polisón de nardos, brillaba en la negra ventana por todo el camino, iluminando mi pena, atraída por la fragua. Era la despedida de Federico a este viejo sueño de duro estaño. Con el cante jondo de Terremoto de Jerez en los audífonos (http://www.youtube.com/watch?v=LgQLayZxgtg), de una radio local, me fui quedando dormido. Cantaba la zumaya, venían los gitanos, de bronce y sueño, las cabezas levantadas y los ojos entornados. Adiós, Federico, adiós, decía el cante jondo en el fondo negro de la carretera.
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