Carlos Monsiváis, Cartagena de Indias, 2009.
Juan Villoro, Madrid, 2009.
“DANIEL MORDZINSKI: UN MAGO DE SALÓN”
Por: José Luis Martínez S
El nombre de Daniel Mordzinski (Buenos Aires, 1960) está relacionado con el de los más importantes escritores hispanoamericanos: Cortázar, Borges, Bioy Casares, García Márquez, Vargas Llosa, Paz, Monsiváis y muchos otros.
¿Cuándo nace de su pasión por los escritores y los libros?
Creo que en la adolescencia, cuando se empieza a conformar el mundo de los sueños. No sé a qué edad, pero me recuerdo muy joven huyendo mentalmente de la dictadura militar argentina con un poema de Juarroz en el bolsillo, leyendo con ansiedad a Cortázar y a Vargas Llosa y también mucha literatura francesa. En ese momento no tuve el valor de muchos jóvenes de mi generación para comprometerme políticamente y opté por militar en la ficción para luchar contra la parte horrible de la realidad argentina.
¿Por qué comienza a retratar escritores?
Digamos que mi asombro por el mundo en general se fue perfilando en una fascinación más precisa por el mundo de la ficción. Gracias a la literatura y al arte en general he podido indagar en otros mundos mucho más interesantes y sugerentes que los que la sociedad evidencia directamente.
¿Cómo era Cortázar? ¿Sintió algo especial al retratarlo?
Cortázar era grande, en todos los sentidos, y retratarlo, y conocerlo —y después tener el privilegio de su amistad— fue una oportunidad única de conocer de cerca de uno de los autores más verdaderos, menos “artificiales” del mundo literario.
¿Cómo ha creado su relación con los escritores?
Lo primero que se me ocurre es el respeto, casi sagrado, con el que los trato y retrato. Pero ahora que lo pienso también puede que sea importante la dedicación y el cariño con muchos de ellos, que son grandes y fieles amigos, y que me han ido permitiendo una humilde existencia en el seno de la comunidad literaria. Sin duda, el mérito es de todos esos escritores que me quieren y saben que hago mi trabajo movido, ante todo, por la admiración y el afecto, no por dinero o ambición.
Jorge Edwards ha escrito que la literatura es un asunto de familia. ¿También lo es la fotografía? ¿De qué manera lo es?
Imagino que en la medida en que todos los que participamos en el mundo de las ficciones somos miembros de ese clan de difícil definición, donde todos “pintamos algo” aunque los principales protagonistas sean los autores. Pero no debemos olvidar que el resto de la familia es necesario para que el invento funcione: editores, lectores, críticos, traductores, cineastas, cantautores… A mí me llena de orgullo pertenecer a la familia y el hecho de que en mi “atlas” de las letras están presentes todos los “grados de parentesco” de esta familia…
Cabrera fue otro grande y me siento honradísimo con el epíteto. Yo creo que es simple producto de su generosidad pero lo valoro mucho y siento un especial interés por Cabrera como autor y como retratado en el sentido de que planteaba las situaciones (las ocasiones, o “atmósferas” de los retratos) con un espíritu brillante, desenfadado pese a su aspecto severo, nada vanidoso. Yo valoro mucho la humildad de los personajes que retrato y estoy convencido de que Cabrera Intante fue un tímido humilde y lleno de virtudes, lo que, unido a sus cualidades de narrador, lo convierte en uno de mis escritores más queridos.
Después de tantos años trabajando con ellos, ¿qué es lo que más le interesa de los escritores?
Sin duda su lado humano, su humanidad, su capacidad de ternura. Y al mismo tiempo su fascinante sabiduría, algo que va más allá del oficio o la mera experiencia —para darse a los demás, para prestar su voz y su dignidad a quienes en algún momento la perdieron, la reivindican y la sueñan. Creo firmemente en la moralidad del escritor y me fascina que exista la posibilidad de reflejar sentimientos sobre hojas de papel o sobre papel fotográfico.
¿Como nació su colaboración con el Hay Festival?
Todo comenzó en agosto del 2007 con la invitación de Cristina Fuentes y Ana Roda a participar en ese gran evento que fue “Bogotá 39”, el primer día Juan Gabriel Vásquez me recibió con un texto en El Espectador que titulaba “39 + 1...” Más allá de la anécdota numérica, fue un símbolo del momento mágico e inolvidable que viviría. Bogotá 39 es la prueba que el espíritu de grupo puede no anular ninguna individualidad, allí quedó claro que lo que pomposamente llamamos Movimiento/ Banda/ Grupo a veces tiene pleno sentido y se puede ejercer de forma útil, creativa, original y atractiva para los protagonistas (los escritores) y sobre todo para el conjunto de la sociedad. Ése fue el comienzo, desde entonces participo en todos los Hay.
10/07/2010
Fuente:
http://impreso.milenio.com/
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