miércoles, 23 de diciembre de 2009

“PARAÍSO EN LLAMAS” POR PAOLO ASTORGA.


“PARAÍSO EN LLAMAS DE LÚBER IPANAQUÉ”

Por: Paolo Astorga

El hombre intenta siempre purificarse, limpiar su alma de las inconsecuencias del mundo; es mugre que nos desequilibra como seres, esa mugre que nos hace a su vez reconocernos como humanos, la contradicción del cielo y el infierno, que no son otra cosa más que construcciones babilónicas del deseo: el ser amado, el otro cuerpo sensual que nos va a proveer de la redención o la perdición, pero que sobre todo va a ser en nosotros el elemento primordial para la comunión universal que empezará con la idea luminosa de un ser mitificado (véase Beatriz en Dante) o la de un cuerpo ya más terrenal, desnudo, en frío, aquí y ahora, más que una alucinación, más que un intento por materializar la belleza, es el deseo nuevamente por lograr la unidad en síntesis con nuestra inconstante existencia.

Paraíso en llamas (Lluvia editores, 2008) del poeta peruano Lúber Ipanaqué (Pucallpa), nos muestra su visión personal del paraíso que no es solo la causa primera de lo netamente femenino ante la soledad del hombre: “Oye Lúber te daré una mujer / Para que no estés solo.”, sino también la Génesis de sus grandezas y vilezas a lo largo del tiempo.

Para el poeta la vida empieza en el elemento más común: el agua “Y es que en el principio no éramos más que agua. / II. Agua que fluía en las profundidades del Paraíso. / Agua sin forma en la oscuridad del Génesis. Agua en la profundidad acuosa del ser y sus misterios. / IV. Como el misterio del sol y la sangre en las entrañas de la matria.” Esa agua no es un simple símbolo de vida. Para el poeta el agua es el principio por donde todo fluye. Principio y misterio; el hombre es conciente de su ser, aunque no de su destino, puede contemplar la profundidad del paraíso que es el espacio donde su esencia cobra sentido.

El ser amado en este libro se configura como una fuerza corpórea que trascenderá los elementos del mismo paraíso hasta agotar toda la belleza en ella misma. Se contempla aquí cómo el poeta desnuda sus sentimientos, se deleita con ese cuerpo de mujer que rompe el tiempo y las murallas del olvido y se exalta por fin en el alma:

Caemos en la
Oscuridad de la noche.
Solos, ella y yo, tomados de la
Mano, mirando las estrellas,
Caminando por ese paraíso.
Era el principio de las manzanas dulces
Y el nacimiento de una muchacha
Que canta sus eternas soledades.
Solos, ella y yo,
Con su mano en mis cabellos y la mía
En su rostro,
Sería como un instante mágico
Y yo nunca me olvidaría
¡Aunque tuviera que perder la vida!


Pero también debemos recordar que el poeta también sufre, entra en depresión se siente siniestramente preso de su abatimiento y enloquece. Debemos sin embargo contemplar que la locura no es un castigo, sino el medio por el cual la soledad se puede apaciguar aunque efímera ante la alucinación que nos arroja al vacío:

Y la locura es también el
Abismo:
Ese fluir latente en los rincones
Del alma.
La locura es saber que
Él había creado las aves y los
Monstruos marinos que
Atormentaban nuestros sueños.
Sólo el latido del corazón aún
No emergía en las tinieblas,
Por eso el vacío descendió en busca
De la Nada.


La alusión de imágenes corporales, la incapacidad de poseer sino solo en contemplaciones hacen del poeta un ser profundamente austero y dolorido, pero a la vez lo hace puro y desmesuradamente apasionado:

El paraíso en llamas
es el incendio de tu cuerpo y de tu alma
(mas no es el placer que yo sentía
sino el dolor de mis heridas
mirando las estrellas)


El exabrupto, la condena, es el infierno. Lo ya acabado, lo imposible, lo que ya nunca más retornará a pertenecernos, a unificarnos, eso es el infierno. La causa final de una pérdida irreparable, esa destrucción violenta que se esfuerza por negarse, por retraerse, pero no logra su objetivo:

Y que era en vano intentar
colgarnos de una nube, dar gritos
y renegar de la existencia.
Todo es ilusorio:
estamos condenados a pasar nuestras vidas
en las profundidades de este infierno.


Y a lo largo de esta lamentación, de esta condena el poeta se desprende de su carga triste y pesada, nos muestra su humanidad en el infierno de las decisiones, en el infierno de ser uno entre mil lobos, en el infierno de un destino pagano, en el infierno que ahora nos pertenece, nos apetece, es un cáliz venenoso, pero nadie lo quiere: el veneno de este cáliz es un pacto serio y delicado. Vemos este infierno en un poema por demás asombroso, donde el poeta-dios-hombre, es en sí el sujeto perdido en la desesperación, absorbido por sus fantasmas, por sus voces tentadoras, la vida o la muerte ¿solo esas dos son las opciones? Apenas se puede respirar, el poeta es nuevamente presa de su destino vacuo:

“¿No permitirás dijo la Serpiente,
fumando mariguana que nazca ese
niño o sí?”
Ya estoy harto de manzanas
y de frutas prohibidas.
Sólo quiero cortarme las venas
y seguir bebiendo,
así es que ¡lárgate y déjame en paz!
“Te dirán cornudo!
Haz que aborte!”
Maldita sea la hora en que
la trajo a mi vida y me sacó
una costilla.
¡Maldito sea mi destino!


En suma este libro lleno de épicas reminiscencias e intensos sentimientos, es ese valiente deseo por lograr la unidad de los cuerpos más allá de lo ideal. El poeta ha llegado al fin a su “nueva vida” ya sin alucinaciones, ya sin sujetos celestes, sin infierno ni cielo; es el poeta-hombre, simplemente un punto en el inmenso silencio:

I. Mas, cuando Lúber preguntó quiénes son ustedes,
nosotras le dijimos: “Somos tus hermanas,
somos las barriadas de matria.
”II. Y todo se quedó en silencio.
III. Todo se quedó en silencio.


BIO – BIBLIOGRAFÍA:

Lúber Ipanaqué. Nació en Pucallpa. Es estudiante de Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional de Piura. Ha publicado los libros: “Hostia Sideral” (2005) y “Los Apóstoles de la Muerte” (2007). Poemas suyos han aparecido en las revistas “Sietevientos”, “Pensamiento Profano” y “Plazuela Merino”. Prepara un viaje interminable de poesía.

Nota:
Texto publicado en la Revista Literaria “Remolinos” Nº 41.

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