La literatura a la hora del crimen en El último viaje de Camilo , novela del escritor peruano Miguel Ildefonso
Por: Mario Wong
«O make me a mask.»
Dylan Thomas
La literatura peruana «actual» y el arte, en general, surgen de una pérdida, de una ausencia y del vértigo de la inmensidad de la desolación del artista a la hora del crimen, del «crimen perfecto», de la irrupción, perversa, de lo monstruoso y de la desaparición del mundo (de, ¿un mundo?); no es extraño que aparezcan, como personajes, Humareda y José María Arguedas. Se trata de un nuevo paradigma creativo; ahí la creación de cada artista es una excepción -más allá de las pertenencias nacionales en crisis-, porque las extraterritorialidades y las líneas de fuga se hallan presentes y permiten ir más allá de la «comunicación», en el caso de esta novela de Miguel Ildefonso, entre las dos orillas del Río Grande.
Escritura poética, trangresiva, la de este libro -en el que aparecen y desaparecen, en sus páginas que nos atrapan, poetas y otros artistas- y que, como tal penetra, vertiginosamente, en las potencias ocultas del lenguaje. Aquí, las fronteras espaciales, temporales y, sobretodo, linguisticas se perfilan y, podemos decirlo, terminan por internalisarse en el proceso creativo mismo de la novela, que es un viaje de búsqueda; el bilinguismo y la transculturalidad (ahi están la frontera mexicana, barrios de Buenos Aires, lugares de Lima, La Víctoria, Apolo, Huaycán, del Centro del Perú, Chacayán, Rancas, Paucarcocha, etc., etc., y el Taqui-Onkoy, la danza de las tijeras, la chonginada…) recorren toda la obra. No se trata de la representación mimética de lo real sino, pienso, del restablecimiento recurrente de los signos a la vida, al ser mismo de las cosas; así, la aparente «irrealidad del lenguaje poético es una crítica a la realidad,…» (Ob. Cit., p, 26); como escribía Martín Adán, (…) poesía es una quimera. La poética de esta novela es la de la fragmentación, lo dice el autor en la Nota (final) al pie del abismo; pero, en su estructuración textual se nos dan las claves de la búsqueda, que las son, también, de una persecución: «Ya no importa ni siquiera saltar del puente o del acantilado, tras escapar de los disparos, de aquellos que me confuden con aquello que no soy (…)» (ver el «Estudio sobre lo invisible», Ob. Cit., p. 83). Como en la novela de Piglia, La ciudad ausente (2), en esta última obra literaria de M. Ildefonso el delirio y la paranoia persecutoria forman parte de una supra-realidad, la realidad de lo monstruoso a la hora del crimen.
El último viaje de Camilo es la búsqueda de un poeta peruano, que estudiaba en la universidad del Paso, y que un día desaparece; se trata, también, de otros poetas, suicidas, Ojeda, Hernández, Oliva, Recalde…; poetas, todos ellos «suicidados de la sociedad» (Artaud), que en su elán creativo extremaron su soledad y marginalidad hasta el delirio, en sus distintas expresiones (y el amor lo es una) y la muerte: «Solitarios son los actos del poeta/como aquellos del amor y de la muerte.» (Luis Hernández). La frontera se halla presente en este personaje, Camilo, cuyo segundo libro de poemas Variaciones de un bus en la frontera aparece «como un intento de inmolarse en el discurso de las desapariciones en las tierras baldías (y aquí está T.S. Elliot) del sur de los Estados Unidos, en donde el antropólogo Carlos Castaneda había borrado su identidad gracias a las enseñanzas chamánicas de Don Juan y del peyote.» (p. 27). Este libro habla de ti, a la hora del crimen, «Hypocrite lecteur/mon frère, mon semblable!».
Escritura poética, trangresiva, la de este libro -en el que aparecen y desaparecen, en sus páginas que nos atrapan, poetas y otros artistas- y que, como tal penetra, vertiginosamente, en las potencias ocultas del lenguaje. Aquí, las fronteras espaciales, temporales y, sobretodo, linguisticas se perfilan y, podemos decirlo, terminan por internalisarse en el proceso creativo mismo de la novela, que es un viaje de búsqueda; el bilinguismo y la transculturalidad (ahi están la frontera mexicana, barrios de Buenos Aires, lugares de Lima, La Víctoria, Apolo, Huaycán, del Centro del Perú, Chacayán, Rancas, Paucarcocha, etc., etc., y el Taqui-Onkoy, la danza de las tijeras, la chonginada…) recorren toda la obra. No se trata de la representación mimética de lo real sino, pienso, del restablecimiento recurrente de los signos a la vida, al ser mismo de las cosas; así, la aparente «irrealidad del lenguaje poético es una crítica a la realidad,…» (Ob. Cit., p, 26); como escribía Martín Adán, (…) poesía es una quimera. La poética de esta novela es la de la fragmentación, lo dice el autor en la Nota (final) al pie del abismo; pero, en su estructuración textual se nos dan las claves de la búsqueda, que las son, también, de una persecución: «Ya no importa ni siquiera saltar del puente o del acantilado, tras escapar de los disparos, de aquellos que me confuden con aquello que no soy (…)» (ver el «Estudio sobre lo invisible», Ob. Cit., p. 83). Como en la novela de Piglia, La ciudad ausente (2), en esta última obra literaria de M. Ildefonso el delirio y la paranoia persecutoria forman parte de una supra-realidad, la realidad de lo monstruoso a la hora del crimen.
El último viaje de Camilo es la búsqueda de un poeta peruano, que estudiaba en la universidad del Paso, y que un día desaparece; se trata, también, de otros poetas, suicidas, Ojeda, Hernández, Oliva, Recalde…; poetas, todos ellos «suicidados de la sociedad» (Artaud), que en su elán creativo extremaron su soledad y marginalidad hasta el delirio, en sus distintas expresiones (y el amor lo es una) y la muerte: «Solitarios son los actos del poeta/como aquellos del amor y de la muerte.» (Luis Hernández). La frontera se halla presente en este personaje, Camilo, cuyo segundo libro de poemas Variaciones de un bus en la frontera aparece «como un intento de inmolarse en el discurso de las desapariciones en las tierras baldías (y aquí está T.S. Elliot) del sur de los Estados Unidos, en donde el antropólogo Carlos Castaneda había borrado su identidad gracias a las enseñanzas chamánicas de Don Juan y del peyote.» (p. 27). Este libro habla de ti, a la hora del crimen, «Hypocrite lecteur/mon frère, mon semblable!».
París, 27 de Nov. Del 2009.
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