viernes, 6 de febrero de 2009

William Ospina: "Cada generación tiene que volver a leer la historia"

Foto: Archivo

El escritor colombiano dice que América latina debe luchar contra la incredulidad de su gente

Por Susana Reinoso
LA NACION

William Ospina es uno de los mayores narradores colombianos de hoy. Sus novelas históricas "Ursúa" y "El país de la Canela", que serán una trilogía cuando se publique la última, "La Serpiente sin Ojos", lo han colocado en el Olimpo de los intelectuales que mejor puede reflexionar sobre los males y los aciertos de América latina.

De cara al Bicentenario que tanto su país, como la Argentina y otros tres países de la región (México, Chile y Uruguay) se aprestan a celebrar en 2010, el escritor vuelve la mirada sobre los orígenes y dice que cada generación tiene que volver a leer la historia, para encontrar nuevas respuestas a la luz de las preguntas que le plantea el presente.

Dice, por ejemplo, que durante la Conquista española hubo grandes atrocidades, pero también grandes hechos de civilización. Y reflexiona sobre la titánica proeza de integración continental en la que se empeñaron Simón Bolívar y José de San Martín.

"Desafortunadamente vivimos la historia en borrador. Y sólo vamos aprendiendo qué es necesario a medida que descubrimos qué se hizo mal. Yo sé que algunas experiencias históricas pudieron enseñar a los lideres de nuestros países, una mayor amplitud de mirada", señala Ospina.

Y cuando el interlocutor menos lo espera, recita de memoria el poema México, de Jorge Luis Borges, para nombrar cuánto tenemos los latinoamericanos en común y cuánto de diferentes, pero lo que cuenta, en palabras de Borges, son "las cosas eternas" que nos mantienen integrados.

En una entrevista con LA NACION, Ospina -con su hablar pausado y sus palabras precisas- dice que, sin proponérselo, el soneto de Borges "es una lección de política".

En círculos intelectuales, Gabriel García Márquez ha ungido a Ospina como el mejor novelista de su tierra, aunque el autor de La piel de la Canela no precisó del realismo mágico para contar el increíble descubrimiento del Amazonas. Alcanzó con los archivos, los documentos de época y las crónicas de quienes se atrevieron hace siglos a descubrir un mundo ya perdido en Europa.

Según reflexiona Ospina, "en América latina puede que haya un conocimiento a nivel intelectual o académico sobre los demás países de la región, pero los pueblos se desconocen totalmente. Es necesaria la aproximación. Llevamos dos siglos con la política y la economía conspirando para separarnos. Sólo la cultura se ha esforzado en unirnos. Habría que potenciar la capacidad de la cultura para establecer esos diálogos. Si algo es visible de nuestra América en el mundo, no es ni su política ni su economía, sino nuestra cultura".

-¿La ambición, la audacia, el coraje y la locura de aquellos conquistadores lo reconcilia con la Conquista española? ¿Ayuda la novela histórica a mejorar la versión oficial de la historia?

-Yo intento arrojar una mirada mestiza sobre la Conquista. Estamos acostumbrados a una perspectiva europea, con ese asunto de las carabelas de Cristóbal Colón. Pero no tuvimos oportunidad de conocer el relato de los vencidos y de los invadidos. Y ese relato ya es inaccesible. Pero es psoibel una mirada más compleja y metiza. Que no se vea en la Conquista sólo una cosa evidente, por ejemplo, las atrocidades de toda índole. Está claro que, como escribió Germán Arciniegas, no fue un descubrimiento sino un cubrimiento de América. La lengua española, cubriendo las lenguas indígenas; la cultura europea, cubriendo las americanas, la mirada europea, sobre las americanas. El descubrimiento es posterior a la Conquista. A nosotros nos ha tocado descubrir America y con el alma escindida, que tiene todo mestizo. Como dice Baudelaire: "Yo soy la herida y el cuchillo, la bofetada y la mejilla, yo soy los miembros y la rueda, soy el verdugo y soy la victima". Los mestizos somos fatalmente hijos de lo uno y de lo otro. Y no podemos, simplemente, escoger esta parte y rechazar esta otra. Tenemos que verlo todo en su complejidad.

-Lo atroz y los grandes hechos de civilización ¿juntos, no?

-Hubo grandes atrocidades y grandes hechos de civilización en la Conquista. Hubo hechos que repugnaban incluso a la propia conciencia cristiana de los españoles de esos tiempos. Francisco de Vittoria y Bartolomé de las Casas pusieron el grito en el cielo por lo que veían. Al mismo tiempo he tratado de dedicarle mucho esfuerzo a valorar obras de civilización que realizaron los conquistadores. Por ejemplo la obra de los cronistas, que es un descubrimiento maravillado fente a la nueva realidad. Ese esfuerzo por nombrar el mundo americano con la lengua que llegaba desde Europa. Los profesores del siglo XIX no estaban en condiciones de captar la enormidad de aquellos hombres que estaban descubriendo un mundo y aprendiendo a convivir con él.

-¿Qué nueva perspectiva aporta la novela histórica a los acontecimientos de nuestro pasado?

-Lo que pueden tener de nuevo estos relatos es el esfuerzo por no mirar al mundo en blanco y negro, y por percibir muchas cosas que fueron voluntariamente calladas, así como revalorar otras de otra manera. La razón por la que en Colombia intento contar estos hechos de nuevo es porque hemos crecido con una versión manipulada y vaga de la Conquista. Colombia está hoy llena hoy de episodios que parecen repetir los hechos de la Conquista: masacres abominables y muchas personas humildes que se ven atropelladas, expulsadas de sus tierras por poderosos y gente armada. Siempre recuerdo unas palabras de Freud, que decían que lo que permanece sin descrifrar, retorna siempre una y otra vez como un alma en pena hasta encontrar explicación y redención. Alguna tarea le corresponde al lenguaje, en el proceso de interrogar el pasado y descifrarlo.

-¿Es la tarea del intelectual?

-Bueno, es una de las tareas. De todas maneras, si en algo se esfuerza la literatura es por nombrar el mundo, por encontrar nombres nuevos para la realidad, por conservar la memoria y la salud del lenguaje. Thomas Mann decía que la labor de la cultura es inscribir zonas de lo que inicialmente se ve como lo sombrío en el orden de la luz y del espíritu.

-Si además de la versión oficial, la escuela hubiera contado con la novela histórica, ¿podrían haberse construido otras democracias?

-Es bastante dudoso que hubiéramos alcanzado antes estos niveles de conciencia. Desafortunadamente vivimos la historia en borrador y sólo vamos aprendiendo qué es necesario a medida que descubrimos qué se hizo mal. Bolívar tuvo que lucharcontra el escepticismo de su propia gente que no creía que aquí se podian nconstruir naciones como en Europa. Siempre es difícil alcanzar esa madurez, que se logra más a punta de fracasos y procesos inconclusos.

-¿Es el Bicentenario una oportunidad para proyectarnos 200 años adelante y revisar los dos siglos pasados, o es una celebración mediática?

-Yo creo que puede ser lo uno o lo otro. Es una oportunidad de visitar lo que pasó hace 200 años y revalorarlo. Así como dicen que cada generación tiene que volver a traducir a sus clásicos, también tiene que volver a leer la historia y encontrará otras cosas a la luz de las nuevas preguntas. Hoy el mundo nos interroga sobre el problema del agua, la naturaleza, los alimentos, las migraciones, lo urbano, el calentamiento global, las culturas indígenas. Eso tenemos ue responderlo volviendo a leer nuestra historia. Sería una oportunidad extraordinaria, de arrojar una mirada común y vernos los unos a los otros.

-¿Por qué si los europeos constituyeron la Unión Europea, aun con sus diferencias que no son pocas, a los latinoamericanos se les hace tan difícil ser una región más integrada, por ejemplo con el Mercosur?

-A Europa le ha costado llegar a la conciencia de que necesitaba unirse continentalmente y sobre sin borrar las diferencias. Lo que más educó a los europeos fueron las dos guerras mundiales, que los pusieron al borde del exterminio y los obligó a encontrar una manera de convivir y prosperar. Para nosotros ha sido dificíl construir modelos de naciones, y a veces nuestras semejanzas han conspirado más que nuestras diferencias en el proceso de integración. Parece que queremos diferenciarnos más de lo que se nos parecen, que de los que son radicalmente distintos. Pero diría que nuestro proceso está en camino. A estas alturas ya sabemos que la integración es necesaria y que no hay que borrar las diferencias, porque son preciosas. Nadie quiere que, por ejemplo, México y la Argentina sean lo mismo. Sería una pérdida. Siempre recuerdo un poema hermoso de Borges sobre México, que tiene tres momentos. Primero enumera las cosas similares: "¡Cuántas cosas iguales! El jinete y el llano,la tradición de espadas, la plata y la caoba, el piadoso benjuí que sahúma la alcoba y ese latín venido a menos, el castellano".

Luego avanza sobre las diferencias: "¡Cuántas cosas distintas! Una mitología de sangre que entretejen los hondos dioses muertos, los nopales que dan horror a los desiertos y el amor de una sombra que es anterior al día". Al final, rescata las cosas que más unen, las que hacen a la condición humana: "Cuántas cosas eternas! El patio que se llena de lenta y leve luna que nadie ve, la ajada violeta entre las páginas de Nájera olvidada, el golpe de la ola que regresa a la arena. El hombre que en su lecho último se acomoda, para esperar la muerte. Quiere tenerla, toda".

Es un poema hermoso que no se propone serlo, pero es una lección de política.

El personaje

William Ospina
Novelista, poeta y traductor
Edad: 54 años
Nacionalidad: colombiana
Ideas: es un investigador minucioso de la historia colombiana
Hombre de principios: estudió Derecho y Ciencias Políticas. Obtuvo, entre otros premios, el Nacional de Literatura en su país.

Obras: poética y narrativa. "Ursúa" y "El país de la canela" (Norma)

O4/02/2009

Fuente:
http://www.lanacion.com.ar/

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