En McNally Jackson Books. New York: Miguel Ildefonso, Mariela Dreyfus, Evgueni Bezzubikoff y Andrei Bezzubikoff .
“ASILOS DE LUZ” DE ANDREI BEZZUBIKOFF (HIPOCAMPO EDITORES, 2010)
Por: Miguel Ildefonso
Hace tiempo no leía un primer libro de cuentos o relatos que estuviera escrito por un narrador nato como el de Andrei Bezzubikoff, que nos entrega esta noche su ópera prima titulada Asilos de luz. Ocurre que los primeros libros suelen presentar personajes titubeantes, historias que repiten atmósferas con finales muchas veces previsibles, y que caen en la mera superficialidad de esa única realidad a la que desesperadamente se aferran tanto los personajes como el narrador e, inclusive, el autor mismo. Es decir historias llanas, que resbalan tanto de las manos como de la memoria del lector. Nada de esto sucede con Asilos de luz, sino todo lo contrario, porque si bien, decía García Márquez, es más fácil atrapar a un conejo que a un lector, Asilos de luz, a la primera, de hachazo como decimos en Perú, desde el primer relato La mujer de los barcos, ha logrado atraparme del pescuezo con ese lenguaje entre minimalista, indirecto y poético, que convierte a la estratagema narrativa de la punta del iceberg en un resplandeciente faro que se proyecta hacia los distintos fondos oscuros del ser como son el amor, el azar, el destino y la muerte. Esa disección de mariposa en sus descripciones potencia, a la vez que suaviza, el drama de fondo en cada historia que nos presenta el narrador. Veamos un ejemplo este fragmento: “Son las 8.00 am. Desabrigada en la bañera observa esas gotitas en su función natural: humedecer su epidermis, y, luego, las contempla resbalar por el alcantarillado para unirse con otras que habrán cumplido con humedecer distintas epidermis. Unidas las gotitas partirán hacia el río imaginario de Lima, el cual terminará en el mar esmeralda de la Costa Verde.” El agua, aprovecho en decirlo, es un elemento importante en el presente libro. Principalmente cobra mayor simbología el mar, porque el mar es fuerza, potencia de realización, es salvación. El mar es la travesía del emigrante. A diferencia del lago, que es serenidad; el mar es cresta, violencia. Si al primero le corresponde como género de expresión literaria la canción o la leyenda, al mar le corresponde la historia. La historia del mundo es la historia de los mares. Según Bachelard: “El mar produce cuentos antes de producir sueños” o, lo que es lo mismo, produce novelistas e historiadores antes que poetas. “También los ríos duermen mientras van al mar”, nos dice el personaje llamado Miguel en el relato Pretérito imperfecto. Pero volviendo a las estrategias narrativas del autor, insisto en resaltar el estilo. Raymond Carver decía acerca del estilo en la prosa: “Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse.” No he tardado en encontrar, en Asilos de luz, que bajo estos amores traicionados en barcos, bajo estos suicidios detrás de tapices chinos e incendios, bajo estas luchas contra los naufragios, y estos reencuentros donde la felicidad se quiebra entre el deseo y el miedo, y estas vueltas de la memoria hacia la infancia siguiendo el camino del último hilo que está a punto de romperse, bajo estas reinvenciones de mitologías astrales del sol y la luna, y estos viejos amantes que no volverán a juntarse más, existe la sabia contemplación exacta unida al artificio sutil que hacen de Asilos de luz uno de los mejores libros que he leído en estos últimos años. No dudo en decir, por tanto, que Andrei Bezzubikoff, ganador del Premio 2008 Palabras en Perú, se convierte en una de las nuevas voces que hay que tener en cuenta a partir de ahora. El dominicano Juan Bosh decía acerca de este viejo oficio: “Lo primero que debe aclarar una persona que se inclina a escribir cuentos es la intensidad de su vocación. Nadie que no tenga vocación de cuentista puede llegar a escribir buenos cuentos. Lo segundo se refiere al género. ¿Qué es un cuento? La respuesta ha resultado tan difícil que a menudo ha sido soslayada incluso por críticos excelentes, pero puede afirmarse que un cuento es el relato de un hecho que tiene indudable importancia. La importancia del hecho es desde luego relativa, mas debe ser indudable, convincente para la generalidad de los lectores.” He sido jurado de algunos concursos de cuento, justamente lo fui del Premio que ganó Andrei pero en una versión anterior, y estas palabras acerca del género cuentístico de Juan Bosh las tengo presentes, al igual que todo jurado, al evaluar cada trabajo narrativo que toca leer. Esa precisión, esa búsqueda de la medida exacta, es la regla áurea que caracterizan estos relatos. Es difícil lograr un libro de cuentos donde todos los textos tengan el mismo buen nivel de calidad. Son ocho cuentos o relatos al que los une un tema mayor que es el de la imposibilidad de vencer el destino, o el de las desgarradoras tentativas del amor por ganar al imponente juego azaroso de la muerte. Al leer Asilos de luz sentimos como si este tema hubiera escogido sus historias, a sus personajes, a su narrador, incluso a su autor. Es como lo que dijera Julio Cortázar: “Un cuentista es un hombre que de pronto, rodeado de la inmensa algarabía del mundo, comprometido en mayor o en menor grado con la realidad histórica que lo contiene, escoge un determinado tema y hace con él un cuento. Este escoger un tema no tan es sencillo. A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera irresistiblemente, lo empujara a escribirlo. A mí me parece que el tema del que saldrá un buen cuento es siempre excepcional, pero no quiero decir con esto que un tema deba de ser extraordinario, fuera de lo común, misterioso o insólito. Muy al contrario, puede tratarse de una anécdota perfectamente trivial y cotidiana. Lo excepcional reside en una cualidad parecida a la del imán; un buen tema atrae todo un sistema de relaciones conexas, coagula en el autor, y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que flotan virtualmente en su memoria o su sensibilidad; un buen tema es como un sol, un astro en torno al cual gira un sistema planetario del que muchas veces no se tenía conciencia hasta que el cuentista, astrónomo de palabras, nos revela su existencia.” Esto que dice Cortázar es lo que logra Asilos de luz, con esa luz solar que nos toca en medio de nuestra loca carrera de vivir. De esta revelación solar, sospecho, es de donde proviene la idea del título. Ciertamente, como jurado, como lector, como escritor también, he sido atrapado por estas historias. Y por eso, ahora que me gana la emoción, solo me queda celebrarlo; porque cuando presento un libro que me ha calado hondo, una obra de tal envergadura, se me hace difícil cosificarlo, reducirlo a unos cuantos pequeños y fugaces análisis, pues lo único que quisiera un presentador, en casos así, es que el libro esté lo más rápido posible en las manos del lector, para que igualmente pueda disfrutarlo, para que la suma de los asilos sea un mundo bajo una sola luz, la del sol y de la luna juntos, quebrando, por fin, las reglas del impostergable destino.
Hace tiempo no leía un primer libro de cuentos o relatos que estuviera escrito por un narrador nato como el de Andrei Bezzubikoff, que nos entrega esta noche su ópera prima titulada Asilos de luz. Ocurre que los primeros libros suelen presentar personajes titubeantes, historias que repiten atmósferas con finales muchas veces previsibles, y que caen en la mera superficialidad de esa única realidad a la que desesperadamente se aferran tanto los personajes como el narrador e, inclusive, el autor mismo. Es decir historias llanas, que resbalan tanto de las manos como de la memoria del lector. Nada de esto sucede con Asilos de luz, sino todo lo contrario, porque si bien, decía García Márquez, es más fácil atrapar a un conejo que a un lector, Asilos de luz, a la primera, de hachazo como decimos en Perú, desde el primer relato La mujer de los barcos, ha logrado atraparme del pescuezo con ese lenguaje entre minimalista, indirecto y poético, que convierte a la estratagema narrativa de la punta del iceberg en un resplandeciente faro que se proyecta hacia los distintos fondos oscuros del ser como son el amor, el azar, el destino y la muerte. Esa disección de mariposa en sus descripciones potencia, a la vez que suaviza, el drama de fondo en cada historia que nos presenta el narrador. Veamos un ejemplo este fragmento: “Son las 8.00 am. Desabrigada en la bañera observa esas gotitas en su función natural: humedecer su epidermis, y, luego, las contempla resbalar por el alcantarillado para unirse con otras que habrán cumplido con humedecer distintas epidermis. Unidas las gotitas partirán hacia el río imaginario de Lima, el cual terminará en el mar esmeralda de la Costa Verde.” El agua, aprovecho en decirlo, es un elemento importante en el presente libro. Principalmente cobra mayor simbología el mar, porque el mar es fuerza, potencia de realización, es salvación. El mar es la travesía del emigrante. A diferencia del lago, que es serenidad; el mar es cresta, violencia. Si al primero le corresponde como género de expresión literaria la canción o la leyenda, al mar le corresponde la historia. La historia del mundo es la historia de los mares. Según Bachelard: “El mar produce cuentos antes de producir sueños” o, lo que es lo mismo, produce novelistas e historiadores antes que poetas. “También los ríos duermen mientras van al mar”, nos dice el personaje llamado Miguel en el relato Pretérito imperfecto. Pero volviendo a las estrategias narrativas del autor, insisto en resaltar el estilo. Raymond Carver decía acerca del estilo en la prosa: “Se trata, en suma, de la firma inimitable que pone en todas sus cosas el escritor. Este es su mundo y no otro. Esto es lo que diferencia a un escritor de otro. No se trata de talento. Hay mucho talento a nuestro alrededor. Pero un escritor que posea esa forma especial de contemplar las cosas, y que sepa dar una expresión artística a sus contemplaciones, tarda en encontrarse.” No he tardado en encontrar, en Asilos de luz, que bajo estos amores traicionados en barcos, bajo estos suicidios detrás de tapices chinos e incendios, bajo estas luchas contra los naufragios, y estos reencuentros donde la felicidad se quiebra entre el deseo y el miedo, y estas vueltas de la memoria hacia la infancia siguiendo el camino del último hilo que está a punto de romperse, bajo estas reinvenciones de mitologías astrales del sol y la luna, y estos viejos amantes que no volverán a juntarse más, existe la sabia contemplación exacta unida al artificio sutil que hacen de Asilos de luz uno de los mejores libros que he leído en estos últimos años. No dudo en decir, por tanto, que Andrei Bezzubikoff, ganador del Premio 2008 Palabras en Perú, se convierte en una de las nuevas voces que hay que tener en cuenta a partir de ahora. El dominicano Juan Bosh decía acerca de este viejo oficio: “Lo primero que debe aclarar una persona que se inclina a escribir cuentos es la intensidad de su vocación. Nadie que no tenga vocación de cuentista puede llegar a escribir buenos cuentos. Lo segundo se refiere al género. ¿Qué es un cuento? La respuesta ha resultado tan difícil que a menudo ha sido soslayada incluso por críticos excelentes, pero puede afirmarse que un cuento es el relato de un hecho que tiene indudable importancia. La importancia del hecho es desde luego relativa, mas debe ser indudable, convincente para la generalidad de los lectores.” He sido jurado de algunos concursos de cuento, justamente lo fui del Premio que ganó Andrei pero en una versión anterior, y estas palabras acerca del género cuentístico de Juan Bosh las tengo presentes, al igual que todo jurado, al evaluar cada trabajo narrativo que toca leer. Esa precisión, esa búsqueda de la medida exacta, es la regla áurea que caracterizan estos relatos. Es difícil lograr un libro de cuentos donde todos los textos tengan el mismo buen nivel de calidad. Son ocho cuentos o relatos al que los une un tema mayor que es el de la imposibilidad de vencer el destino, o el de las desgarradoras tentativas del amor por ganar al imponente juego azaroso de la muerte. Al leer Asilos de luz sentimos como si este tema hubiera escogido sus historias, a sus personajes, a su narrador, incluso a su autor. Es como lo que dijera Julio Cortázar: “Un cuentista es un hombre que de pronto, rodeado de la inmensa algarabía del mundo, comprometido en mayor o en menor grado con la realidad histórica que lo contiene, escoge un determinado tema y hace con él un cuento. Este escoger un tema no tan es sencillo. A veces el cuentista escoge, y otras veces siente como si el tema se le impusiera irresistiblemente, lo empujara a escribirlo. A mí me parece que el tema del que saldrá un buen cuento es siempre excepcional, pero no quiero decir con esto que un tema deba de ser extraordinario, fuera de lo común, misterioso o insólito. Muy al contrario, puede tratarse de una anécdota perfectamente trivial y cotidiana. Lo excepcional reside en una cualidad parecida a la del imán; un buen tema atrae todo un sistema de relaciones conexas, coagula en el autor, y más tarde en el lector, una inmensa cantidad de nociones, entrevisiones, sentimientos y hasta ideas que flotan virtualmente en su memoria o su sensibilidad; un buen tema es como un sol, un astro en torno al cual gira un sistema planetario del que muchas veces no se tenía conciencia hasta que el cuentista, astrónomo de palabras, nos revela su existencia.” Esto que dice Cortázar es lo que logra Asilos de luz, con esa luz solar que nos toca en medio de nuestra loca carrera de vivir. De esta revelación solar, sospecho, es de donde proviene la idea del título. Ciertamente, como jurado, como lector, como escritor también, he sido atrapado por estas historias. Y por eso, ahora que me gana la emoción, solo me queda celebrarlo; porque cuando presento un libro que me ha calado hondo, una obra de tal envergadura, se me hace difícil cosificarlo, reducirlo a unos cuantos pequeños y fugaces análisis, pues lo único que quisiera un presentador, en casos así, es que el libro esté lo más rápido posible en las manos del lector, para que igualmente pueda disfrutarlo, para que la suma de los asilos sea un mundo bajo una sola luz, la del sol y de la luna juntos, quebrando, por fin, las reglas del impostergable destino.
Miguel Ildefonso
(Texto leido en la noche de presentacion en la libreria McNally Jackson, Nueva York, el 28 de enero de 2011).
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