viernes, 7 de enero de 2011

“UTOPÍA DEL SENTIMIENTO SIN LA PALABRA” POR FAVIO ÁLVAREZ OJEDA.


“UTOPÍA DEL SENTIMIENTO SIN LA PALABRA”

La belleza no hace feliz al que la posee,
sino a quien puede amarla y adorarla.

Hermann Hesse

Por: Favio Álvarez Ojeda
Lima - Perú

La búsqueda de la relación entre la unidad corporal y mental es tan difícil como cualquier creación imaginaria que pulula en silencio por la realidad. Demos un vistazo al mundo y reflexionemos sobre las cualidades misteriosas que acompañan la emoción en sus diversos espacios y el amor es una imperfección maravillosa que es bueno vivirlo con intensidad. La parte importante de nuestra vida es sin duda la psicológica, por ello exige una práctica constante con ideas claras que uno aprende de las cosas de la vida viviéndolas y armándolas en su interior. Existe una valoración imprecisa sobre la permanencia del sentimiento sobre un flujo inspirador, llamado arte, que deviene en emociones el cuerpo en estas dualidades, porque nadie se enamora de mentiras o pretende establecer un juego emocional. Eso nadie lo sabe si dota de sinceridad este impulso. Más allá de unas simples palabras el amor es todo un acontecer, nadie cree en lo que dicen sin haberlo experimentado. Quien miente una sonrisa o una lágrima nadie lo podría afirmar o negar ya que el amor es unidad imperfecta. Hablamos directamente del amor en su arista egocentrista y mágico. La conciencia vislumbra la testificación de emociones muy complejas mediante el hilo conductor de algunos rasgos psicológicos por lo que se deviene en descripciones absolutamente subjetivas existiendo siempre algo que decir, porque en nuestras venas fluye vida y placer lo que nos lleva a suponer que sean tan reales como la puerta misma que nos motiva a ingresar tantas veces para nunca más salir. Es una utopía como la vida sin la muerte, porque a veces esas cosas no dependen de nosotros mismos si es que no lo podemos prolongar sabiamente sin seguridad a inmortalizarlo.

Reemplacemos la curiosidad instintiva por una necesidad apremiante. Uno empieza a sentir amor no porque alguien le dice que tienes que amar, sino porque eso nace de pronto sin avisar, pero sigue todo un acontecer donde necesariamente las palabras involucran imágenes y modos primarios de comunicación. Llegamos a establecer nuestro requerimiento teórico para la comprensión de la unidad indisoluble del sentimiento y la palabra. Alguna vez hemos apreciado que alguien quedó fascinado por la retórica convincente de una perfección comunicativa en base al deleite receptivo. Desprendiendo suspiros profundos es que el escenario mental alterna juiciosamente la realidad con la fantasía incluyendo el sentimiento y el tiempo sobre la procacidad de la dualidad imperante en todas las situaciones existiendo siempre dos lados notoriamente excluyentes.

La universalidad del sentimiento y la necesidad social de éste para su desarrollo deriva inevitablemente lenguajes instintivos que van más allá de simples palabras y llegando a establecer formas más complejas y originales. En la facultad expresiva de establecimientos formales de comunicación exhiben reglas de entendimiento que requieren toda una adecuada preparación para fines receptivos y de conocimientos. El sentimiento rompe las barreras de toda atadura y condicionamiento, lejos de mostrar una estabilidad muestra una duda relativa que se encuentra en constante formación y desarrollo. Sometida experimentalmente a la valoración y la muestra visible de verdad en la unidad real del cuerpo y la mente. Hablar de la utopía del sentimiento sin la palabra supone un ejercicio de valoración en dos paradigmas de la autosatisfacción de quien ofrece y de quien recibe con una marcada alternancia en sus funciones. La satisfacción subyace de la conciencia si esta encuentra paz en su interior. El sentimiento por sobre todas las cosas enseña a visualizar la realidad desde su propia óptica. Para ello la distinción de dos juicios: uno que determina y otro que reflexiona. Podemos encasillar nuestra teoría sobre la inexistencia del sentimiento sin la palabra en base al privilegio humano, a la creación absurda de un verso que amedrenta el juicio y arrebata la realidad con suspiros y lágrimas. Un determinante crucial es la idea esencial que existe un poder sobre la palabra y crea puentes entre la imaginación y el conocimiento hasta dar con un universo indisoluble y descriptivo en diversos espacios de la conciencia y lo demás luego de haber experimentado sensiblemente situaciones que alteran el pensamiento, porque uno no siente lejos del pensamiento, mínimamente existe una reflexión. Aquí podemos establecer el determinismo del poder de la palabra por sobre el grado instintivo del dolor y el placer, por el equilibrio emocional que se encuentra al atar los conceptos que de ellos deriven sobre la mente. Es inevitable no sostener la omnipotencia creativa que existe en nuestra mente, solo aquí las bases del poder de la palabra encuentran una debilidad inalterable. El apaciguamiento del silencio no altera la ansiedad de las apetencias sensuales, basta solo mostrar un gesto y la satisfacción deviene en emociones variadas de acuerdo al grado de intensidad que cause en su valoración hasta la sensación reafirmante de su presencia. Por ello es necesario establecer un campo definido para la verdad y la mentira, de acuerdo al sentido común que se le impongan a las cosas. Describimos que la felicidad crea una apariencia de perfección hacia la óptica del bienestar de la persona, quien lo determina si no es la conciencia colectiva, deduciendo todo un acontecer de modos propiamente establecidos, mostrándose sutilmente la presencia de la palabra en sombras y atrayendo mucha luz a su paso.

Debe tenerse en cuenta el valor intrínseco, el lenguaje convencional con sus matices para el aumento de las pasiones encendidas, para su extensión placentera.

La esencia de la felicidad radica en uno mismo más que en lo demás, pero la palabra nos pertenece a todos, somos usuarios descifrables de una cultura hecha antes de nacer. Estimarse sobre un espejo refleja una verdad colectiva y carente de originalidad. Esta valoración iguala el sentimiento en cánones aparentemente estables, pero es falso todo esto el sentimiento es individual y se proyecta a la colectividad para su “aceptación”.

Lo que se pretende resaltar es “las categorías del sentimiento”, una intensidad que los sujetos revelan desde su interior. Lo que ahora dilucidamos es el amor en su categoría compleja, aquella que nace y se desarrolla cumpliendo un ciclo funcional en la mente humana. La pareja obtenida como muestra determinan operaciones mentales y gestuales para la concreción del sentimiento más grande que se haya podido entender, porque siempre hay algo que decir acerca de ello. Existe una naturaleza fértil para la imaginación cuando se habla del amor, la esencia radica en la proyección de su operatividad, porque la felicidad es una satisfacción intelectual, ya que uno describe la realidad con su conocimiento y las palabras nos ayudan a armar un cuerpo sensible de subjetividad. El amor es fruto del pensamiento.

Dejamos aquí un establecimiento metodológico de cómo amar utilizando el pensamiento luego de conocer la realidad que lo rodea, para luego poder explicar los influjos que deja este valioso sentimiento y el bienestar que se alcanza con su esencia.

Una forma de comprender este fenómeno es sin duda la capacidad de crítica impuesta sobre un beso que va más allá de la palabra, el cliché mencionado con originalidad “que una sonrisa puede más que mil palabras juntas” alcanza encontrar un asidero ya que el amor es un sentimiento muy complejo. Es que la raíz nace en la subjetividad y alcanza una magia indescriptible que la razón en momentos naufraga sin poder alcanzar la luz y solo aquí cuando el sentimiento logra dar con la fantasía la utopía del sentimiento sin la palabra no logra comprender los ecos de la sociedad. Solo cuando el amor es sincero no hay barreras posibles de destrucción, pero no se olvidará jamás que este sentimiento es falible en el tiempo y la mente. Uno deja de amar no porque haya cumplido un proceso, es sólo que el amor es una esencia inimaginable y contradictoria.

Las pasiones tienen su propio lenguaje, el amor es un lenguaje privilegiado de las emociones. De aquí sus manifestaciones adquieren formas diversas, pero que el fondo van por el mismo camino de una búsqueda de sosiego y felicidad. Según lo que se traduce en belleza, grandeza y sublimidad por la orientación primaria de una fuerza de movimiento que emerge del interior de todas las personas. Pero el orden de la armonía crea equilibrios según los gustos y preferencias en las similitudes y disparidades porque nunca existirá uniformidad en la expresión del amor como muestra de perfección incomprendida en algunas veces.

Con esto, se puede señalar el valor independiente del amor, con rudimentos instintivos que crecen al ritmo de la cultura y el conocimiento social de manera progresiva. Consideramos que las emociones y las pasiones pueden alcanzar grados placenteros y dolorosos, agradables o desagradables. Como última apreciación anotamos que también existen pasiones dolorosas que son agradables y quizás la única manera de describirlos es utilizando el sentimiento junto a la palabra lejos de esta utopía presentada. Y demás esta decir que también hay pasiones placenteras que son desagradables, porque los sentimientos siempre se presentan demasiados mezclados y la palabra ayuda a descubrirlo en algunas formas.

Pues en definitiva el hombre regula sus emociones y cuando pierde el control desvanece en situaciones contrarias que crean reproches. En un principio la autonomía de la voluntad no deja al libre albedrío las obligaciones con la sociedad, sino que las vincula de una u otra forma con el sentimiento y el pensamiento.

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