“A CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS”
Escribe: Ofelia Huamanchumo de la Cuba
El próximo 18 de enero se cumplirán cien años del nacimiento de uno de los más representativos estudiosos de la cultura andina y popular en el Perú: el escritor y antropólogo José María Arguedas (Apurímac, 1911 – Lima, 1969). Este ilustre peruano dedicó su vida a luchar contra el olvido y por la salvaguarda de elementos culturales rescatables de las tradiciones andinas sobrevivientes en las regiones más olvidadas del Perú, con su carga autóctona y colonial. En ese sentido podemos encontrar consuelo en pensar que la ‘designación oficial’ del 2011 como Año del centenario del Macchu Picchu para el mundo – y no como muchos hubiéramos preferido fuera dedicado a la difusión de la obra de Arguedas - puede ser indirectamente también un llamado de atención hacia el significado de la tarea que tanto propulsara Arguedas mismo, es decir, la importancia de la preservación del patrimonio cultural peruano.
La comprometida forma que Arguedas tuvo de luchar por la conservación de los elementos culturales de marcado acervo prehispánico fue no sólo a través de su labor como antropólogo, es decir, recolectando material de danzas y canciones, instrumentos musicales, transcribiendo mitos orales andinos, o traduciendo del quechua manuscritos coloniales – como el del Inkarrí, por ejemplo – etc., sino utilizando la literatura como herramienta de compromiso y difusión. Es así como, entre otros muchísimos ejemplos que se podría mencionar, la tradición andina del baile de las tijeras y la visión peculiar del mundo que mantiene su danzak’, o bailarín, se trasluce en el cuento La agonía de Rasu Ñiti; o las celebraciones del cuento Yawar Fiesta se nos acercan en su mayor crudeza. Con todo, el mayor mérito de la obra literaria de José María Arguedas radica en que la más variopinta paleta de mitos, creencias y leyendas andinos se nos pone a disposición con una mirada especial: la del sujeto que aún en el siglo XX conserva una serie de rasgos ‘menos occidentalizados’ en algunos lugares del territorio peruano.
Precisamente sobre una cuidada selección de su obra literaria menos conocida en el género de narrativa breve y su labor antropológica y ensayística trata el libro Qepay Wiñaq… Siempre. Literatura y antropología (Iberoamericana - Vervuert, Madrid – Frankfurt am Main: 2009, 189 págs.), con prólogo de Sybila Arredondo, viuda de Arguedas, y con una edición crítica y estudio a cargo de Dora Sales (traductora literaria especializada en literatura postcolonial, profesora de la Universidad Jaume I de Castellón, España), quien afirma: "Como antropólogo y narrador, José María Arguedas libró un doloroso pulso entre la pervivencia de la cultura popular procedente del mundo quechua y la innegable e imparable modernización de la sociedad. Arguedas siempre apostó por el diálogo y la creación integradora, defendiendo la posibilidad de una relación dinámica y dialógica con el fondo popular". El libro ofrece también una bibliografía seleccionada de José María Arguedas, y otra bibliografía crítica sobre él y su obra. Asimismo contiene una decena de fotos y un detalle facsímil de uno de sus manuscritos.
La selección del libro comprende dos partes: Ficción y Ensayo. En la primera se encuentran las narraciones breves: Warma Kuyay (Amor de niño), 1933; Yawar (Fiesta), 1937; Huayanay , 1944; Yawar huillay , 1945; La agonía de Rasu Ñiti , 1962; y el cuento El sueño del pongo, 1965, en ambas versiones, quechua y castellana. En la segunda parte de la selección se hallan los escritos: “Entre el kechwa y el castellano, la angustia del mestizo (1939)”, “La canción popular mestiza e india en el Perú, su valor documental y poético (1940)”, “La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú (1950), “La cultura: un patrimonio difícil de colonizar (1966)”, “Algunas observaciones sobre el niño indio actual y los factores que modelan su conducta (1966)” y “No soy un aculturado (1968)”.
Para quienes no están familiarizados con la obra de Arguedas, en este libro, Qepay Wiñaq… Siempre. Literatura y antropología, la editora, Dora Sales, presenta de forma amena los cuentos breves, anteponiéndoles epígrafes en base a citas de obras del mismo Arguedas, de modo que las narraciones se presentan como conectadas en un todo global arguediano. Por otro lado, para quienes ya hemos seguido desde siempre al gran escritor de la conocida corriente del indigenismo, la presentación de sus ensayos se nos ofrece como una invitación a su relectura y como un desafío a la hora de evaluar su vigencia. En ese sentido, este reciente libro – aún no muy difundido por las librerías peruanas – puede marcar en este año que se inicia un punto de vista diferente para la difusión, discusión y debate de la obra arguediana, que ojalá halle ecos con motivo de la celebración ‘inoficial’, aunque real y no marginal, del centenario del nacimiento de tan ilustre personaje de la cultura peruana, como fue José María Arguedas.
Notas:
1. (del quechua): golondrina.
2. (del quechua): canto de sangre.
3. Rasu Ñiti (del quechua: el que aplaste nieve) es el nombre del danzante de tijeras.
El próximo 18 de enero se cumplirán cien años del nacimiento de uno de los más representativos estudiosos de la cultura andina y popular en el Perú: el escritor y antropólogo José María Arguedas (Apurímac, 1911 – Lima, 1969). Este ilustre peruano dedicó su vida a luchar contra el olvido y por la salvaguarda de elementos culturales rescatables de las tradiciones andinas sobrevivientes en las regiones más olvidadas del Perú, con su carga autóctona y colonial. En ese sentido podemos encontrar consuelo en pensar que la ‘designación oficial’ del 2011 como Año del centenario del Macchu Picchu para el mundo – y no como muchos hubiéramos preferido fuera dedicado a la difusión de la obra de Arguedas - puede ser indirectamente también un llamado de atención hacia el significado de la tarea que tanto propulsara Arguedas mismo, es decir, la importancia de la preservación del patrimonio cultural peruano.
La comprometida forma que Arguedas tuvo de luchar por la conservación de los elementos culturales de marcado acervo prehispánico fue no sólo a través de su labor como antropólogo, es decir, recolectando material de danzas y canciones, instrumentos musicales, transcribiendo mitos orales andinos, o traduciendo del quechua manuscritos coloniales – como el del Inkarrí, por ejemplo – etc., sino utilizando la literatura como herramienta de compromiso y difusión. Es así como, entre otros muchísimos ejemplos que se podría mencionar, la tradición andina del baile de las tijeras y la visión peculiar del mundo que mantiene su danzak’, o bailarín, se trasluce en el cuento La agonía de Rasu Ñiti; o las celebraciones del cuento Yawar Fiesta se nos acercan en su mayor crudeza. Con todo, el mayor mérito de la obra literaria de José María Arguedas radica en que la más variopinta paleta de mitos, creencias y leyendas andinos se nos pone a disposición con una mirada especial: la del sujeto que aún en el siglo XX conserva una serie de rasgos ‘menos occidentalizados’ en algunos lugares del territorio peruano.
Precisamente sobre una cuidada selección de su obra literaria menos conocida en el género de narrativa breve y su labor antropológica y ensayística trata el libro Qepay Wiñaq… Siempre. Literatura y antropología (Iberoamericana - Vervuert, Madrid – Frankfurt am Main: 2009, 189 págs.), con prólogo de Sybila Arredondo, viuda de Arguedas, y con una edición crítica y estudio a cargo de Dora Sales (traductora literaria especializada en literatura postcolonial, profesora de la Universidad Jaume I de Castellón, España), quien afirma: "Como antropólogo y narrador, José María Arguedas libró un doloroso pulso entre la pervivencia de la cultura popular procedente del mundo quechua y la innegable e imparable modernización de la sociedad. Arguedas siempre apostó por el diálogo y la creación integradora, defendiendo la posibilidad de una relación dinámica y dialógica con el fondo popular". El libro ofrece también una bibliografía seleccionada de José María Arguedas, y otra bibliografía crítica sobre él y su obra. Asimismo contiene una decena de fotos y un detalle facsímil de uno de sus manuscritos.
La selección del libro comprende dos partes: Ficción y Ensayo. En la primera se encuentran las narraciones breves: Warma Kuyay (Amor de niño), 1933; Yawar (Fiesta), 1937; Huayanay , 1944; Yawar huillay , 1945; La agonía de Rasu Ñiti , 1962; y el cuento El sueño del pongo, 1965, en ambas versiones, quechua y castellana. En la segunda parte de la selección se hallan los escritos: “Entre el kechwa y el castellano, la angustia del mestizo (1939)”, “La canción popular mestiza e india en el Perú, su valor documental y poético (1940)”, “La novela y el problema de la expresión literaria en el Perú (1950), “La cultura: un patrimonio difícil de colonizar (1966)”, “Algunas observaciones sobre el niño indio actual y los factores que modelan su conducta (1966)” y “No soy un aculturado (1968)”.
Para quienes no están familiarizados con la obra de Arguedas, en este libro, Qepay Wiñaq… Siempre. Literatura y antropología, la editora, Dora Sales, presenta de forma amena los cuentos breves, anteponiéndoles epígrafes en base a citas de obras del mismo Arguedas, de modo que las narraciones se presentan como conectadas en un todo global arguediano. Por otro lado, para quienes ya hemos seguido desde siempre al gran escritor de la conocida corriente del indigenismo, la presentación de sus ensayos se nos ofrece como una invitación a su relectura y como un desafío a la hora de evaluar su vigencia. En ese sentido, este reciente libro – aún no muy difundido por las librerías peruanas – puede marcar en este año que se inicia un punto de vista diferente para la difusión, discusión y debate de la obra arguediana, que ojalá halle ecos con motivo de la celebración ‘inoficial’, aunque real y no marginal, del centenario del nacimiento de tan ilustre personaje de la cultura peruana, como fue José María Arguedas.
Notas:
1. (del quechua): golondrina.
2. (del quechua): canto de sangre.
3. Rasu Ñiti (del quechua: el que aplaste nieve) es el nombre del danzante de tijeras.
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