lunes, 17 de enero de 2011

“EL LEGADO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS” POR CARLOS THORNE BOAS.

José María Arguedas.
Ilustración: Víctor Aguilar Rúa

EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO

“EL LEGADO DE JOSÉ MARÍA ARGUEDAS”

Por: Carlos Thorne Boas *
Escritor

La novela indigenista sentó las grandes bases, los pilares de la novela moderna peruana en pleno siglo XX. Es la obra de José María Arguedas la que culmina este proceso después de la épica de Ciro Alegría. Él será el más grande epígono de esta corriente literaria que apareció en la literatura peruana con innegable fuerza de denuncia. Arguedas hizo suya esta concepción que buscaba preservar y relevar los inapreciables valores del mundo andino y del indio mostrando los abismos de injusticia a los que estaba sometido. Dejando de lado el regionalismo expondrá el drama que sufría, su marginación social, su explotación secular y también su maravilloso entorno de mitos y leyendas que enriquecen su vida desde la niñez hasta la adultez.

Haciendo acopio de toda su fuerza creadora, Arguedas escribió como un iluminado cinco libros fundamentales –“Agua” (1935), “Yawar Fiesta” (1941), “Los ríos profundos” (1958), “Todas las sangres” (1964) y “El zorro de arriba y el zorro de abajo” (novela póstuma)– para comprender el Perú y el mundo andino y “para inquirir en el alma de nuestros más remotos ancestrales”. Con un admirable dominio de la técnica y de sus materiales narrativos y una prosa de poderoso aliento usando un castellano mechado de quechuismos, el Ande es imaginado como “un universo compacto y quebrado” en el que se enfrentan dos mundos hostiles y dos visiones contradictorias de la realidad del Perú. Relata así la cruel enajenación del indio sometido al poder del blanco y de la sociedad mestiza y su rebelión. Pero si bien este es el trasfondo social dentro del cual se mueven sus personajes en ese gran escenario que es nuestra sierra en lo que las montañas, los cerros, las quebradas, los árboles, los ríos, el viento, los animales cobran una vida mágica y ciclópea, él va a privilegiar la descripción de las tradiciones ancestrales que nutren la existencia de las comunidades indígenas, a su música, a su amor a los animales, a sus mitos, a sus dioses, a sus héroes, los ritos secretos que lo unen a la madre tierra y lo hace, a veces, con tierno acento lírico y otras con vigoroso acento épico, en su propósito de que termine su marginación secular con la inclusión del indio en la vida nacional.

De este modo, Arguedas trabajando sin tregua todos los años de su vida y temiendo que se agotase su fuerza creadora (muere en 1969) nos dio una visión profunda del Perú, en ese momento en que empezábamos a vivir la etapa de la integración de las masas indígenas a la sociedad blanca y mestiza de la costa, a raíz de su migración del campo a la ciudad, cambio social esperado pero en el que el indio iría perdiendo su autenticidad, su maravilloso universo animista.

Los escritores que lo conocimos y admiramos y que hemos recogido su legado y no hemos pertenecido ni pertenecemos a la estética de su escuela que aprisionó virtudes fundamentales que sobreviven tenemos, pues, que agradecer que esa visión suya, inédita, trágica y dolorosa de los abismos que existían y que aún no han sido colmados en la realidad de nuestro amado país nos hayan estimulado a que no cejemos de imitarlo, aportando cada uno de nosotros nuestra propia originalidad, convencidos como decía el gran Emile Zola: “El que mejor escribe no es aquel que divaga sin ningún rumbo entre las teorías, sino aquel que va directamente al corazón de las verdades”, tal como lo hizo José María Arguedas.

17/01/2011

Fuente:
Diario “El Comercio”

No hay comentarios: