Reinhard Huamán Mori.
“FRAGMENTOS DE FUEGO DE REINHARD HUAMÁN MORI”
Por: Miguel Ildefonso
El poeta peruano Reinhard Huamán Mori publicó en el 2007 El árbol (tRpode editors) con el cual nos embarcaba en el viaje de la contemplación a través de la memoria, en un imaginario donde el asombro poético iba más allá de lo racional e irracional. Para la liberalización de su ser, el poeta inventaba un árbol, es decir reinventaba un mito, primigenio y panteísta de las estaciones y ciclos solares. A fines del año pasado ha aparecido Fragmentos de fuego (Paralelo Sur, 2010) y nos encontramos con un antiguo elemento transformador que ha convocado a los poetas a través de la historia. “Sentados frente al fuego que envejece/ miro su rostro sin decir palabra”, escribía Jorge Teillier ante la llama siempre viva de la belleza. “Fuego es el mundo que se extingue y prende/ para durar (fue siempre) eternamente./ El reposo del fuego”, aquí José Emilio Pacheco nos habla del elemento renovador que da forma a la historia humana. Y es que desde que Prometeo, desesperado, robara la luz del fuego eterno utilizando una caña hueca, a pesar del castigo que le esperaba, los mortales recuperamos el fuego que de vez en cuando los poetas se encargan de reavivar. El deslumbrante Gastón Bachelard decía: “En el reino del fuego, somos una hoguera de seres. En nuestro fuego que nos da energía y vida, ¿dónde está el tiempo principal? ¿Es acaso el tiempo de la ceniza que mantiene al abrigo al fuego de mañana?” El gran Novalis también se encargó de meter su leña de amor: “Seguramente, dependía demasiado de esta vida – un correctivo poderoso era necesario… Mi amor se ha transformado en llama, y esta llama consume poco a poco cuanto hay de terrestre en mí”. Igualmente Rilke se inmolaba en la inexorable pasión amorosa: “Ser amado quiere decir consumirse en la llama; amar es brillar con una luz inagotable”. El presente poemario de Reinhard nos habla de todas las facciones de este elemento que viaja no solo como luz y como calor, sino también como poesía dentro de nosotros: “ardemos… Aurora apenas,/ no somos más que eso”, nos dice el poeta. Y aquí una muestra:
*
muy pocas veces el Fuego,
muy pocas…
acorralado por sus propios márgenes
y sus vestigios
esa mirada vacía
que tropieza con el brillo de tu espalda,
que se pierde, que se alarga
entre columnas de humo y el canto de las ranas;
esa penumbra
entre visiones y señales nocturnas
de caballos en llamas
y cangrejos rojos escondidos en el horizonte
*
y era finalmente eso,
el firmamento,
el único fragmento
que nos abrasaba
la escarcha roja que cubría
sus cenizas, las cosechas;
el oro
y sus vestigios de flama
carcomida por el viento
la historia nos obliga a defendernos...
Éramos tan minúsculos,
pero sabios sobre el polvo
adusto de la tierra,
obvios...
quizás un fuego perdido
que horada los ángulos muertos
de tus esferas imperfectas
*
................de la memoria o de la carroña celeste,
de eso era de lo que tú me hablabas
de las llamas que peinaban tus antorchas
o de las canciones antiguas
y su coro de trompetas
de los ciclos y las tribus
que conocimos
de lo que poco a poco olvidamos.
De los años que perdimos
escudriñando piedras
y sus formas inconlusas
...............inmenso páramo de bronce
El poeta peruano Reinhard Huamán Mori publicó en el 2007 El árbol (tRpode editors) con el cual nos embarcaba en el viaje de la contemplación a través de la memoria, en un imaginario donde el asombro poético iba más allá de lo racional e irracional. Para la liberalización de su ser, el poeta inventaba un árbol, es decir reinventaba un mito, primigenio y panteísta de las estaciones y ciclos solares. A fines del año pasado ha aparecido Fragmentos de fuego (Paralelo Sur, 2010) y nos encontramos con un antiguo elemento transformador que ha convocado a los poetas a través de la historia. “Sentados frente al fuego que envejece/ miro su rostro sin decir palabra”, escribía Jorge Teillier ante la llama siempre viva de la belleza. “Fuego es el mundo que se extingue y prende/ para durar (fue siempre) eternamente./ El reposo del fuego”, aquí José Emilio Pacheco nos habla del elemento renovador que da forma a la historia humana. Y es que desde que Prometeo, desesperado, robara la luz del fuego eterno utilizando una caña hueca, a pesar del castigo que le esperaba, los mortales recuperamos el fuego que de vez en cuando los poetas se encargan de reavivar. El deslumbrante Gastón Bachelard decía: “En el reino del fuego, somos una hoguera de seres. En nuestro fuego que nos da energía y vida, ¿dónde está el tiempo principal? ¿Es acaso el tiempo de la ceniza que mantiene al abrigo al fuego de mañana?” El gran Novalis también se encargó de meter su leña de amor: “Seguramente, dependía demasiado de esta vida – un correctivo poderoso era necesario… Mi amor se ha transformado en llama, y esta llama consume poco a poco cuanto hay de terrestre en mí”. Igualmente Rilke se inmolaba en la inexorable pasión amorosa: “Ser amado quiere decir consumirse en la llama; amar es brillar con una luz inagotable”. El presente poemario de Reinhard nos habla de todas las facciones de este elemento que viaja no solo como luz y como calor, sino también como poesía dentro de nosotros: “ardemos… Aurora apenas,/ no somos más que eso”, nos dice el poeta. Y aquí una muestra:
*
muy pocas veces el Fuego,
muy pocas…
acorralado por sus propios márgenes
y sus vestigios
esa mirada vacía
que tropieza con el brillo de tu espalda,
que se pierde, que se alarga
entre columnas de humo y el canto de las ranas;
esa penumbra
entre visiones y señales nocturnas
de caballos en llamas
y cangrejos rojos escondidos en el horizonte
*
y era finalmente eso,
el firmamento,
el único fragmento
que nos abrasaba
la escarcha roja que cubría
sus cenizas, las cosechas;
el oro
y sus vestigios de flama
carcomida por el viento
la historia nos obliga a defendernos...
Éramos tan minúsculos,
pero sabios sobre el polvo
adusto de la tierra,
obvios...
quizás un fuego perdido
que horada los ángulos muertos
de tus esferas imperfectas
*
................de la memoria o de la carroña celeste,
de eso era de lo que tú me hablabas
de las llamas que peinaban tus antorchas
o de las canciones antiguas
y su coro de trompetas
de los ciclos y las tribus
que conocimos
de lo que poco a poco olvidamos.
De los años que perdimos
escudriñando piedras
y sus formas inconlusas
...............inmenso páramo de bronce
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