domingo, 21 de noviembre de 2010

“ALTA VOZ”. ENTREVISTA A MAYNOR FREYRE (DIARIO LA PRIMERA).

Maynor abraza otro hijo suyo.

“ALTA VOZ”

El periodista, novelista, catedrático… Maynor Freyre acaba de publicar una segunda edición de “Altas voces de la literatura peruana y latinoamericana”, después de 10 años, donde reúne 111 textos de entrevistas, perfiles y notas varias sobre literatura, su pasión, escritas desde los años 60.

-La última vez que entrevistó a Vargas Llosa fue el 67.

-Fue la única vez, luego he estado con él en Pau, en los Pirineos franceses, en un encuentro sobre su obra. La entrevista fue cuando tenía tres libros publicados. “Los jefes”, “La ciudad y los perros” y “La Casa Verde”, que acababa de ganar el premio Rómulo Gallegos.

-En su artículo “Arequipa como centro literario del Perú”, usted dice que Vargas Llosa nunca se sintió arequipeño.

-No, pues. Él nunca se sintió arequipeño y no ha escrito nada sobre Arequipa. Tampoco escribió sobre Bolivia, y él estudió allá.

-¿Qué le preguntaría ahora? Cuando lo entrevistó, él aún era de izquierda.

-Yo le preguntaría porqué ocurren esas contradicciones tan tremendas entre su periodismo y ciertos ensayos y sus novelas, porque, como dice Julio Ortega, él parece que escribe sobre periodismo y sus ensayos con la mano derecha y sus novelas con la izquierda. Estoy por terminar de leer “El sueño del Celta”…

-¿Roger Casement hubiera escrito sobre Irak igual que Vargas Llosa?

-Yo no sé. Por eso digo que, sobre el tema de Irak, es un periodismo equívoco. Yo le preguntaría porqué toma esa actitud tan ambigua, tan contradictoria.

-¿Él ha escrito sobre Vallejo?

-No. Quien escribió sobre Vallejo fue Roberto Bolaño. “La senda de los elefantes” es la muerte de Vallejo, es una novela sobre César Vallejo. Pero todos los temas que ha tocado Vargas Llosa son importantes.

-Usted ha fumado con Vargas Llosa y con Gabo.

-Yo fumaba mucho en ese tiempo. Pero ellos fumaban también. Ambos fumaban cigarrillos. Cuando yo lo vi a Vargas Llosa, me dio la impresión de que era un empleado bancario. Me recibió en bata, muy elegante, en la casa de su suegro, que queda en Miraflores, un caserón. Era muy atildado, andaba bien a la corbata y con terno. Y más bien García Márquez me pareció un peluquero chinchano, un sambo sacalagua. Además, muy chistoso Gabo, porque se puso a jugar en el hotel Crillón. Gabo se escondía detrás del sillón, se agachaba y decía: “Ahí vienen los pieles rojas”. Venían los otros periodistas. Estaba jugando a la coboyada. Yo era un mozo de 26 años y él era un hombre en sus 40 años aproximadamente. Y se escondía, porque sabía que iban a venir a fotografiarlo, a no dejarnos conversar. Yo he tenido la suerte de que estos escritores y otros fueron muy magnánimos conmigo.

-¿Como un peluquero chinchano?

-En ese tiempo, los basureros eran puneños. La mayoría de peluqueros en Lima, si no eran japoneses, eran chinchanos. Parece que la gente de un lugar se dedicaba a determinados oficios. Los afiladores eran huancavelicanos. Yo he tenido mi peluquero chinchano. Y me pareció así Gabo.

-Hablemos de Arguedas.

-Yo tenía una cita para entrevistarlo en Los Ángeles.

-¿Tan lejos?

-No, en Los Ángeles, de Chaclacayo, ahí donde vivió Javier Sologuren. Mi cita era a las 6 de la tarde. Me estaba yendo, pero hice una pascana con unos amigos en el Bar Palermo, paramos y nos tomamos unos tragos, pero la pascana fue muy larga. Cuando me di cuenta, eran las 8 de la noche. Y no le hice esa entrevista. Oiga, ¡me perdí esa gran entrevista! Pero sí entrevisté a Sybila Arredondo, su esposa. Ella me dijo que Arguedas entrevistaba a los pescadores de Supe, él pensaba que Supe iba a ser el gran puerto. Y había esas cintas grabadas que ella había escuchado. Él buscaba el lenguaje de los pescadores, que está en una gran novela que es “El zorro de arriba y el zorro de abajo”.

-¿Él usaba esas grabadoras de cinta, de carrete?

-Sí, que usaba unas pilas grandes. Luego él se da cuenta de que iba a ser Chimbote el gran puerto y no Supe, y por eso se va a Chimbote y vive ahí mucho tiempo, en secreto. Yo llegué a Chimbote tras los pasos de Arguedas, y estuve 3 años. Un día llego al club Melgar, que era un club criollo, y el Pato Salas me dice: “Profe”, y me saca un librazo, “mire”. El primero que había firmado el libro de visitas era José María Arguedas. Él pensaba que Arguedas era profesor y enseñaba en la nocturna, y por eso llegaba con los pescadores al club. Entonces uno de los pescadores le dijo un día que era “el doctor José María Arguedas”, y él se fue corriendo a comprar su libro de actas para que lo firme.

-¿Cuáles fueron esas preguntas que nunca pudo hacerle a Arguedas?

-Bueno, por ejemplo, si el “Yawar fiesta”, su primera gran novela… no le dieron un premio porque tenía muchos quechuismos… si él volvería a escribirla usando los mismos quechuismos, por ejemplo. También cómo había descubierto al loco Moncada, el loco megalómano, como personaje, para poder hacer un vínculo entre el zorro de arriba y el zorro de abajo en la novela. Yo conocí al loco Moncada, era real, igualito.

-¿Tenemos algo parecido a un Palermo en Lima?

-Se intentó hacer con el Queirolo, pero Palermo es algo que no se va a repetir. Fue una época. Ahí conocí a gran parte de los que voy a entrevistar más adelante. Yo entré en puntitas de pie a Palermo, como se entraba antes a las iglesias. Eleodoro Vargas Vicuña me llamó y me hizo sentar un día. Ahí nació mi afición por la literatura. Mis mejores profesores de literatura no fueron los de la universidad, fueron los del bar Palermo. Los días viernes eran los viernes sagrados de los incas, para mí. Iba a sentarme con ellos, a “ganarme”, a escuchar lo que contaban, a enseñarles mis escritos. Por eso es que me interesé en la literatura. Este libro reúne 111 textos. LA PRIMERA edición tenía 90. Tengo muchos más textos de otros escritores, pero tuve que hacer una selección.

-O sea que su amor por la literatura surgió en el bar.

-¡La literatura entra con cerveza!

Maynor Freyre

“Yo tuve la suerte de leer ‘Pantaleón y las visitadoras’ estando preso, aislado, y me salvó porque me hizo reír mucho. Antes de que me pasen a Lurigancho en la época de Velasco, estuve preso en la prefectura, la parte de arriba se llamaba “El Sheraton”, porque era la azotea, un cuchitril, un sucucho. Me aislaron porque unos amigos míos, abogados recientes, presentaron un recurso de hábeas corpus y me tuvieron 3 días sin comer casi, pero me llenaba de literatura. Por suerte llevé el libro y eso me calmó. Era la burla a los militares. Mi venganza estaba en el libro de Vargas Llosa”.

21/11/2010

Fuente:
Diario “La Primera”

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