domingo, 8 de noviembre de 2009

Pensamientos inoportunos por Pablo Gianera.

Edward Said.
Foto: KRISTA JOY NILES / NYT

"Pensamientos inoportunos"

Por: Pablo Gianera

En Sobre el estilo tardío, colección póstuma de ensayos, Edward Said revisa un concepto clave de la filosofía del arte.

El concepto de "estilo tardío" obtuvo carta de ciudadanía en las discusiones estéticas luego de que Theodor W. Adorno lo usara en un breve ensayo de 1937 dedicado al tercer período de Beethoven; es decir, aquél que comprende, singularmente, los cinco últimos cuartetos, las sonatas para piano a partir de la O pus 101 , la Missa solemnis , y aun las Seis bagatelas op. 126 . Anotaba el filósofo: "La madurez de las obras tardías de artistas importantes no equivale a la de las frutas. Por lo general, no son redondas, sino que están arrugadas, incluso agrietadas, suelen carecer de dulzura y, ásperas y espinosas, se resisten a la mera degustación; les falta toda aquella armonía que la estética clasicista está acostumbrada a demandar de la obra de arte". ¿Qué sucedió en ese tercer período de Beethoven? Violentando la complejidad y sutileza de la tesis de Adorno, se diría en pocas palabras que el músico descubrió la ruptura entre su arte y la sociedad, el divorcio entre la libertad subjetiva y la realidad objetiva. La muerte de esa relación coincidió con la inminencia de su propia muerte. El sujeto renuncia entonces a la inteligibilidad y la comunicación, se retira de la obra (y de la vida), pero deja la huella de su ausencia: la insensibilidad y la convención, que se manifiestan en la proliferación de trinos, ornamentos, discontinuidades y acompañamientos que habrían sido inaceptables en su período intermedio. Quedan las ruinas de la obra. "En la historia del arte, las obras tardías son las catástrofres." Es el primer momento negativo del arte frente a su autonomía amenazada.

Adorno reconoció en ese momento crucial el nacimiento de la modernidad estética y, en una medida no menor, sus estudios posteriores de la obra de Arnold Schönberg son deudores de esa matriz teórica. En Sobre el estilo tardío. Música y literatura a contracorriente, el intelectual palestino Edward Said rinde homenaje a ese texto de Adorno, y a la vez su libro también es, en otro sentido, una pieza tardía, si se considera que cumple con el requisito de ir a contrapelo y que trabajaba en él en el momento de su muerte, en 2003. Lo que ha quedado es el coherente ordenamiento de sus papeles en siete ensayos. Said ha vivido largamente con el texto de Adorno -según cuenta la viuda en el prólogo, empezó a trabajar sobre esas ideas en 1980- y, aunque su escritura no alcanza nunca la penetración y la belleza ardua del modelo, consigue una pequeña proeza: refleja a Adorno en el espejo de su propio texto y encuentra allí un emblema del estilo tardío del filósofo, como si finalmente, cuando escribía sobre Beethoven o Schönberg, escribiera también acerca de sí mismo: "Adorno, al igual que Beethoven, se convierte en una figura de lo tardío en sí, en un comentarista escandaloso, extemporáneo, incluso catastrófico, del presente". Said barrunta en la incorrección política una vindicación orgullosa y necesaria del elitismo. O, para decirlo de otra manera, de eso que todavía en el siglo XIX podía llamarse "aristocracia del espíritu", un bien que no se subordinaba a las transacciones comerciales.

Semejante asunto se repite en las páginas sobre el poeta Kavafis, Luchino Visconti y su película El gatopardo, y Jean Genet. Particularmente perspicaces son las consideraciones sobre Richard Strauss. Said tuerce el veredicto de Adorno acerca de ese compositor como "regresivo" y encuentra en el anacronismo dieciochesco de Capriccio , su última ópera, una imprevista resistencia a la época. "La relevancia contemporánea del ensayo es la del anacronismo", había escrito Adorno. La frase rebota en Strauss, que, en su repliegue cronológico, se convierte así en un militante en contra de su época, pero en nombre de su época. No menos agudo es el capítulo sobre Così fan tutte , en el que, además de discutir la pertinencia de las puestas en escena modernas -en especial las de Peter Sellars-, descubre en el personaje de Don Alfonso una especie de Virgilio paródico que conduce a unos hombres y mujeres jóvenes a un mundo sin reglas, normas ni certezas. En ésa ópera, que Mozart compuso en 1790, un año antes de su muerte, se revela para Said algo más ominoso que una simple trama de enredos con una partitura magistral: la exhibición de un centro moral inestable, la visión de un mundo privado de todo plan y esperanza de redención.

Pero, como estilo, lo tardío puede conformar también obras que no son necesariamente testamentarias. En uno de los ensayos más extensos del volumen, el pianista Glenn Gould es presentado como un virtuoso intelectual. Gould es intelectual por dos motivos: por un lado, por la elección de su repertorio y el modo de abordarlo, pero también por su presunción de que el fenómeno musical transcurre en la mente. Es fácil entender su temprano retiro de los escenarios y su reclusión en los estudios de grabación; su impugnación ascética del modelo de virtuoso inaugurado por Liszt y Paganini, y de toda la escenografía social y comercial que rodea a los conciertos, habitados por un público que paga para ver un show de destreza física. "Gould fue un producto y una reacción a este mundo", anota Said, que imagina lícitamente una afinidad con Adorno y su artículo "Sobre el carácter fetichista en la música y la regresión de la escucha", aunque supone que Gould jamás leyó a Adorno. En realidad fue al revés. Como explicó la musicóloga canadiense Ghyslaine Guertin, encargada de revisar las pertenencias de Gould luego de su muerte, los libros más subrayados de la biblioteca del pianista eran justamente los de Adorno, constatación que carga de deliberación sus ideas sobre la circulación e interpretación de la música.

Más allá de sus diferencias, todos los casos examinados por Said convergen en la práctica de la función crítica del arte. "Lo tardío -escribe- incluye la idea de que uno no puede ir más allá de lo tardío de ninguna manera, no puede trascender o evadirse de lo tardío, sino ahondar en ello." Y tampoco, deberíamos agregar, se puede volver atrás sin caer en la inautenticidad. Recuperar la actualidad de Adorno en esta época tal vez parezca un poco aguafiestas. Como casi todos los pensamientos que valen la pena, éstos de Said son impertinentes.

07/11/2009

Fuente:
Diario “La Nación”. ADN Cultura.

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