Poetas: De izq. a derecha: Paolo Astorga, Héctor Ñaupari, Raúl Heraud, César Pineda Quilca, Roy Dávatoc y José Manuel Luque.
Poeta y escritor: Miguel Ildefonso haciendo uso de la palabra.
Antes de comer aquel apetitoso pollo a la brasa con los poetas amigos y otros artistas.
Degustando el pollo a la brasa como debe de ser.
“CRÓNICA DE UN POEMARIO ANUNCIADO”
Por: José Manuel Luque
El viernes 19 de agosto no fue un día cualquiera, sino un día único. No porque tenía plan con la poeta más sexy y guapa de Lima (ya saben a quién me refiero) o porque iba a degustar un pollo a la brasa con todos los amigos poetas que pululan esta urbe como una gran manzana agusanada. O celebrar mi cumpleaños que, por cierto, falta poco, sino, porque en mis manos tenía un buen poemario cargado de emociones y travesías.
Sí, ese día salí temprano de mi casa con rumbo al distrito de los chaufas y caldos con yapa y donde el hambre y la gula piden chepa. Bajé en el paradero Soldadura, crucé la pista como quien esquiva balas o combis que da lo mismo (porque ahí no existe semáforo). Y me fui con dirección a la casa de mi gran amigo, el poeta, César Pineda.
Lo encontré ceremonial como un árbol en primavera, pero esa estación no viene al caso porque hace un frío de la patada (simplemente es invierno). Cogió varios poemarios suyos y me los dio (por cierto era un paquete de 50 ó 60 libros que al escuálido de José Jiménez “Chicken” lo doblaba en dos por todo el Jirón de La Unión). Llegamos a La Casa de la Literatura, al auditorio designado (el mismo de siempre) y preparamos todo para la presentación de: “El arribo de un éxtasis violento”. Empezaban a llegar los invitados, caras conocidas y otras por conocer (la mayoría poetas como de costumbre a este tipo de presentaciones).
Todos los presentadores hablaron de la obra de César y todos con diferentes matices coincidían: “Un gran poemario”. Empezó el colosal Héctor Ñaupari, lo siguió Raúl Heraud, autor de “Restos” (y quien dicho sea de paso por cuarta vez consecutiva alguien de La Casa de la Literatura lo volvió a joder). Desde aquí nuestra solidaridad con Raúl, luego tomó la palabra el flaco “Becerra”, es decir, Paolo Astorga. El editor Roy Dávatoc (quien había dado las palabras de apertura) me cedió la palabra. Frente al público, pensé, ahora qué digo (ya todo estaba dicho sobre el poemario) y retomé lo que ya habían dicho entre bromas y anécdotas: César en un tiempo meteórico y apocalíptico escribió en dos semanas su poemario. Entonces como si fuera ayer en esa transitada Jirón de La Unión (después de cenar) recuerdo que Isabel Flores, Paolo Astorga, Eduardo Borjas, Roy Dávatoc, Walter Córdova, Alfredo Ruíz y yo lo apaleamos de palabra al buen César hasta convencerlo de que publicara y obviamente todos conocen el resultado. En menos de lo que canta un gallo César Pineda hacía la presentación de su primer hijo a la sociedad.
Debo decir también que ese mismo día, viernes, de manera amical el poeta Miguel Ildefonso fue invitado a la mesa para decir algunas palabras sobre la obra en mención.
Después de todo y mientras la noche se hacía de nuestras vidas en ese pequeño paraje con dirección a Quilca (curiosamente el otro apellido –materno, por cierto- de César) llenamos nuestros estómagos para celebrar tal acontecimiento con un delicioso pollo a la brasa. El corazón rebosaba de un éxtasis violento.
Por cosas de la vida, esa noche, nos encontramos tres veces -de norte a sur y viceversa- con los poetas Roger García y Gary Alminagorta. Tres veces A todas luces tu belleza te digo una vez más Una noche más oh, Lima.
José Manuel Luque
Huachipa, 22 de agosto de 2011
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