sábado, 17 de enero de 2009

Entrevista al escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya


"No tengo pasiones políticas"

El autor de "El asco" reflexiona sobre su obra y los cambios en el papel que el escritor desempeña en la sociedad

Por Leonardo Tarifeño
De la Redacción de LA NACION

En la calle, una movilización pasa con banderas y cánticos. Adentro, en el lobby de un lujoso hotel porteño, espera el escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya, uno de los grandes narradores latinoamericanos de hoy. Ex militante político de izquierda, este hombre moreno y risueño tuvo que dejar su país tras la publicación de El asco (Tusquets), un explosivo ataque literario contra las peores costumbres de la sociedad salvadoreña, a la manera de Thomas Bernhard. El arma en el hombre y La diabla en el espejo, finalistas del premio Rómulo Gallegos, retoman la técnica del monólogo brutal, tan bien puesta en escena en El asco ; Desmoronamiento y la última, Tirana memoria (Tusquets), incorporan esa misma rabia en un registro que pasa del desencanto político al implacable retrato de la hipocresía en las relaciones sociales. Como en una escena de sus novelas, los ecos de la movilización se meten en los oídos y en el mal humor de una tarde veraniega en Buenos Aires, pero el escritor educado en el mundo de la política y las armas apenas si la ve pasar. ¿Preferiría estar en la marcha y no en el lobby del hotel? ¿Echa de menos sus años beligerantes? "No, para nada. Ya no sé si echo de menos algo. De lo que se trata es de seguir aprendiendo" dice este viejo lobo de las redacciones periodísticas de México y América Central, todo un sobreviviente que vivió sus últimos años en Frankfurt y Pittsburgh, al amparo del programa que el Parlamento Internacional de Escritores ofrece a aquellos que sufren amenazas en su país de origen.

-¿Siempre quiso ser escritor?

-Que yo recuerde, sí. Pero el tiempo en el que me formé se ha ido. Sobre todo, porque me tocó crecer en un mundo hostil a la literatura. Aquella era una sociedad que empezaba a polarizarse y en la que se miraba al escritor con suspicacia y desprecio. La generación anterior ya se había radicalizado políticamente y por eso el solo hecho de ser escritor lo convertía a uno en sujeto de sospecha.

-Significaba que jugaba para alguien.

-Sí. Los escritores del establishment pertenecían a una derecha muy primitiva y radical, no generaban ningún estímulo. Y por eso uno se hacía escritor "pese a", nunca "gracias a". Sin embargo, ese "pese a" tenía una ventaja, y era que si escribías era porque de veras tenías la necesidad de hacerlo. Igual, digamos que no era una carrera al éxito, sino al despeñadero. Fue extraño. Por un lado, uno se dedica a la literatura en un medio en el que ser escritor no se entiende como una profesión ni como algo decente. Y por el otro, ese mismo medio te obliga a apelar a tus recursos más profundos para poder dedicarte a lo quieres.

-¿Qué leía en esos años?

-Cuando yo era chico se podían conseguir libros en El Salvador. Luego, a partir de 1979, el conflicto se radicalizó y leer se hizo mucho más difícil. Pero yo alcancé a tener aquellas ediciones argentinas o mexicanas de Pavese, Henry Miller, Lawrence Durrell y mucha poesía, Ungaretti, Quasimodo, Montale, todo Losada, de Argentina, y Era, de México. En pequeñas cantidades, no sé por qué ruta y para dos o tres gentes, pero llegaba.

-¿Hoy sigue siendo escritor "pese a"?

-Ahora no. Las cosas han cambiado mucho y estamos frente al otro lado de la moneda. Ahora a lo que hay que resistir es al puterío, que es otra manera de destrucción.

-¿A qué se refiere con "puterío"?

-A la cultura del espectáculo, totalmente ajena a la cultura en la que me formé. Para el escritor, el riesgo de estos días es entregarse a tantas otras cosas que ya no te queden energías para escribir. Yo, durante mucho tiempo, no era "escritor", sino que escribía. No tenía vida pública de escritor, y aunque los libros se publicaran no dejaba de ser una actividad muy privada. Los criterios de valor han cambiado radicalmente de los años 70 al principio del siglo XXI.

-¿En qué consiste ese cambio?

-Bueno, hoy parece que el grado de deterioro social y político que alcanzan los países latinoamericanos no le importa a nadie. La literatura vive en una esfera aparte, en otro mundo. Y uno debe adaptarse, por supuesto, porque nada vas a cambiar con ideas de otra época. El paradigma del oficio se modificó bastante.

-¿Extraña la política?

-Los últimos años yo viví la política como periodista. Y el periodismo es la mejor manera que encontré para ganarme la vida. Por supuesto, mis novelas tienen un paisaje político intenso, porque muchas de ellas retratan momentos de la vida centroamericana, marcadas por un gran conflicto político y social. Pero yo no tengo pasiones políticas, sino curiosidades.

-En sus novelas la política aparece en los personajes, pero no tanto en las tramas.

-Sí, por eso yo digo que mis novelas no son políticas, porque las tramas no están determinadas por el juego del poder. En mis libros, los personajes son gente desencantada que alguna vez tuvo algo que ver con la política, pero que vive pasiones personales.

-¿Sus libros responden a una misma técnica?

-No, yo he tenido dos maneras de escribir. Una corresponde a un impulso, que es una escritura casi por posesión, y en la que parece que el libro ya está escrito dentro de mí. Así han sido El asco , Baile con serpientes e Insensatez . La otra manera es, yo diría, más profesional, con una metodología establecida, una rutina diaria y un plan más o menos definido. De esta manera escribí El arma en el hombre y Tirana memoria , entre otros.

-¿Cómo ve a la literatura latinoamericana actual?

-Mucho de lo que pasa hoy en las letras de nuestra continente es un efecto de la obra de Bolaño. Pero, al mismo tiempo, y desde hace ya varios años, la nuestra es una literatura que ha ganado madurez. No tiene que demostrarle nada a nadie, porque hemos dejado atrás la adolescencia. Hay todo tipo de corrientes, todas válidas, más allá de la calidad y de los gustos. Está la vertiente social, la experimental, y propuestas que buscan hacer una ficción más del tipo europea pero desde Latinoamérica. El debate sobre qué es lo válido y qué no ha perdido vigencia.

-¿Por qué? ¿Qué es lo válido hoy en día?

-Pues lo que está bien escrito y agarra al lector y no lo suelta, más allá de cómo o desde dónde.

Sábado 17 de enero de 2009

2 comentarios:

ÁNGELES DEL PAPEL dijo...

oye he visto que me has puesto entre tus links... que gusto... saludos... te estare chekando

César Pineda Quilca (Perú) dijo...

Hola Michael. El gusto es mío. Los amigos de Matty son también mis amigos. Además a ti te gusta la poesía y eso es bueno. Por eso te linkee. Yo también te estaré chineando. Saludos.