¿QUÉ SIGNIFICA ESTO?
Por: José Carlos Yrigoyen
La literatura hecha entretenimiento: escoja su portada y encuentre el texto correspondiente.
En primer lugar, es una muestra de la lamentable relación que mantiene Eduardo Lavado, editor de la revista Somos, con la cultura. No contento con haber reducido la página de libros a su mínima expresión, ha demostrado este último sábado que para él dedicar un espacio a la literatura es un asunto, más que secundario, inútil. Ni siquiera se dio el trabajo de revisar si las fotos de las carátulas de los libros comentados por Enrique Sánchez Hernani coincidían con los textos. Como tampoco repararon en ello su subeditor, ni sus correctores, ni el encargado del control de calidad, ni los que revisan las pruebas de imprenta. No digo que esto me sorprenda. Nada puede sorprenderme de un individuo que convirtió a una publicación más o menos decente en un fascículo que resulta arduo distinguir de los encartes publicitarios de Saga o Ripley. De un sujeto que prefiere tener entre sus colaboradores a un bufón sin gracia como Carlos Galdós en vez de un joven escritor talentoso como Jeremías Gamboa. De un tipo cuya mayor insignia periodística fue encarnar al patético Correveidile del TV+ de los años noventa. Y ahí está el punto: Somos pasó de ser editada por Sigfrido Letal a ser perpetrada por el Correveidile. Los resultados están a la vista de todos.
Lavado es un editor a la medida de su empleadora, Martha Meier Miró Quesada, preclara representante del analfabetismo reaccionario que hoy domina El Comercio. La misma señora que, con su ecologismo de afiche y su absoluta incapacidad como periodista destruyó el suplemento Dominical y nombró a Fabricio Torres del Águila director de noticias del Canal N (el mismo librepensador al que se le delegó la página digital del diario, aquella a la que no se le escapa el último upskirt de Britney Spears pero que pasa de largo la muerte del gran poeta chileno Gonzalo Rojas, noticia de primera plana en todos los portales virtuales del continente).
Pero lo sucedido con la página de Sánchez Hernani no es solo un indicio de lo que ocurre en El Comercio, sino un síntoma de la prensa limeña en general. Pensemos en la triste realidad de Perú21: su página cultural claudicó hace tiempo en manos de su responsable, un periodista cuyo mayor aporte ha sido contarnos en qué lugar podemos comer el mejor tacu tacu con huevo montado de la ciudad. Detengámonos en la absurda página cultural de La Primera, donde se comentan los libros que les envían en apenas una línea, cuando lo hacen. Veamos la desidia del inimputable director de Correo, diario que, sin vergüenza, eliminó hace tiempo todo espacio destinado a reseñar libros o exposiciones. Esta es la realidad. Y eso que todavía no he hablado a profundidad de la calidad de las escasas columnas sobre literatura que todavía circulan. Pero eso será para la próxima semana.
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