“MADRE: UNA CARICIA EN EL SUEÑO”
Por: César Lévano
Madre no hay una sola. Hay muchos tipos de madres; pero todas, salvo casos de locura, tienen un rasgo común: el amor por el hijo. Igual la reina que se desvive por el príncipe que la mujer humilde, para la cual su pequeño es un príncipe.
Acertó Oscar Wilde cuando escribió que todos los hombres son príncipes en el exilio. Porque cuando somos adultos, cuando nos creemos maduros, sabemos, sentimos, que el amor de la madre nos dio afecto, dirección, amparo, sin los cuales nos sentimos huérfanos, aunque no lo seamos.
Lao-tsé, el filósofo y religioso chino que vivió seis siglos antes de Cristo, dijo que el padre y el niño son dos seres; pero la madre y el niño son uno solo. Según la leyenda, el maestro, antes de nacer, había vivido 72 años en el vientre de su madre.
Yo perdí a mi madre a los siete años de edad. Fue ella una víctima de la lucha social, pues contrajo tuberculosis debido al exceso de trabajo con el cual cubría la ausencia de mi padre, víctima de las torturas dictatoriales a inicios de los años 30 del siglo pasado. Era una mujer joven y alegre. Era incansable. Sólo la muerte interrumpió su ternura. Fue la muerte su única fatiga.
Esa imagen condensa en mí la de millones de madres peruanas, de todos los estratos sociales, que dan la vida, más allá del nacimiento, a los hijos. La mujer humilde, esa que inventa trabajos para dar de comer a sus vástagos, viene a ser la madre subLimada. Ningún varón alcanza esa capacidad heroica, silenciosa, madrugadora.
Desde que se instituyó, gracias a la iniciativa del estudiante sanmarquino Carlos Alberto Izaguirre, en 1924, el Día de la Madre, la celebración ha sufrido cambios, no siempre para bien.
En años recientes prima el sentido comercial. Nada adecuado me parece que en el Día de la Madre se le obsequien ollas, planchas, electrodomésticos, objetos que en el fondo sirven a los hijos más que a la madre. En muchos casos y casas, el día es ocasión para una borrachera varonil que nada tiene de embriagador para la madre.
Pienso que la sonrisa suave, la voz dulce de la mujer, que la distinguen desde niña, afloran por su destino futuro de madre. Pero enmiendo mi plana al pensar que la maternidad es una función femenina, pero no es la única. Hay mujeres que no son madres, por razones físicas o por no haber formado familia. Pero, por encima de eso, la mujer siempre tiene algo de madre.
Hay aspectos de la maternidad que deben preocuparnos. Uno es la mala o insuficiente atención que se brinda a la madre y el niño, sobre todo en las zonas rurales. El otro es la creciente tempranía de la maternidad: el 22.2% de las adolescentes (entre 15 y 19 años de edad) del campo ya son madres o están embarazadas; igual ocurre con 10.6% de las adolescentes del área urbana.
08/05/2011
Fuente:
Diario “La Primera”
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