miércoles, 25 de mayo de 2011

“DE CABEZA SOBRE EL PASTO AMARILLO” POR MIGUEL ILDEFONSO.


“DE CABEZA SOBRE EL PASTO AMARILLO” DE CECILIA PODESTÁ

Por: Miguel Ildefonso

Cecilia Podestá (Ayacucho, 1981) es autora de los libros de poesía Fotografías Escritas, La Primera Anunciación y Muro de Carne, de la obra teatral Las Mujeres de la Caja, y del libro de intervención urbana Desaparecida. Conocida en el medio peruano como una de las mejores representantes de la nueva promoción de poetas, acaba de publicar su primer libro de narrativa, el conjunto de cuentos titulado De Cabeza Sobre el Pasto Amarillo (Punto de Narrativa, 2011). Es un excelente debut en la ficción que reúne cuatro historias que nos atrapan de principio a fin. Si bien las tramas están muy bien desarrolladas y nos cautivan con su realismo sardónico, en un mundo principalmente urbano y juvenil, lo que impacta ante todo es la destreza de Podestá para configurar personajes. Lidia, la secretaria Brígida Castempaque, Darío del Ollo, Julio Moreno Vilcaluri y la protagonista del cuento final llamada Cecilia Podestá, habitan un mundo cercano y cotidiano en donde seremos testigos de la caída de cada uno de ellos. Lo retrata claramente en el tercer cuento, en el párrafo final: “Ya entraba, pero antes de hacerlo escuchó a dos niños decir que un muchacho se había suicidado de la manera más original. Había subido quién sabe cómo al árbol más alto del parque que quedaba a unas cuadras, para arrojarse de cabeza sobre el pasto amarillo. Darío sintió un vértigo en el estómago que prefirió ignorar, evadiendo la culpa.” Efectivamente, la muerte está constantemente presente en este mundo en donde ya nadie es inocente, en donde nadie quiere acusar ni matar a un dios, sino aceptar la propia culpa de existir. El infierno ya no son los otros, como contrariamente decía Sastre; el infierno ahora somos cada uno de nosotros. Personajes que han mal heredado una realidad aplastante, la dictadura de un sistema castrador, ante el cual si se pretende enfrentar, para liberarse del yugo, uno debe saber que tal lucha está condenada al fracaso. Aun así, vemos cierta heroicidad en la resolución del conflicto final de estos personajes, resueltos más bien interiormente, con una serie de exorcismos, no exentos de sangre, violencia y erotismo. No existe el mal, ni el bien, en este nuevo milenio; lo que mueve a estos personajes (casi kafkianos) a enfrentarse entre sí, y lo más irónico, es ese último afán de matar a sus propios demonios, empujados a tratar vanamente de escapar de sus propios infiernos, que es escapar de sí mismos. La realidad, por tanto, no es compartida (no hay comunicación posible); la realidad no les pertenece simplemente; y eso se desarrolla con holgura en el último cuento, en un juego metaliterario, el más largo y que engloba a todo el conjunto de estas “envolventes” (como dice Ricardo González Vigil en la solapa) historias.

Miguel Ildefonso
Portada del Sol. 24 de mayo de 2011

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