Por: Miguel Ildefonso
http://www.youtube.com/watch?v=PQ3WfF81PTQ
The Doors, The Soft Parade
Los vagidos de las ratas se agolpaban en mis sienes aquel sábado cuando iba por la Sexta Street, a una cuadra de San Julián. Era el crepúsculo en el cielo de Los Angeles, adonde me había traído un bus del Greyhound desde otro extremo del país de Obama. No sabía si seguir hacia el corazón del Downtown, o doblar por el Lamp. Estaba en esa deliberación cuando oí las hermosas notas de un violín, el Otoño de Vivaldi, por ahí cerca nomás debía estar. Al doblar San Julián lo vi, era El Solista. Me senté en la vereda a oír su bella melodía. Saqué la botella de whisky que llevaba en mi saco y se lo di cuando terminó de tocar. "Vamos, amigo, let's go", me dijo al rato. Fuimos hacia Broadway. Entré a una tienda por más whisky. El no quiso entrar, se quedó en la esquina cuidando su carro de supermarket repleto de cosas. Se animó a tocar dos temas más cuando nos bebíamos el trago sentados en unas gradas frente al teatro Orpheum (842 South Broadway). "Te voy a presentar a un amigo", me dijo. Ya lo veía muy ebrio. "Debe estar por llegar. Le gusta pararse a esta hora en la puerta de este teatro a fumarse un porro". Veía sus grandes ojos cómo se cerraban. Había acomodado sus cartones en un rincón. Se echó ahora allí abrigado por una vieja y sucia manta. "Adiós, Nathaniel", le dije cuando vi a aquel tipo llegar y encender, efectivamente, un troncho, como decimos en Perú. Crucé la pista. Supe que me había estado mirando, o seguramente esperando, al verle extender el brazo invitándome su porro. "¿Aquí te arrestaron? ¿Cierto?", le pregunté a Jim. Solo dibujó una sonrisa en su rostro. Le invité lo que sobraba de la botella, y luego de bebérsela de un tirón me dijo para ir por más. Otra vez en la misma tienda compré otra botella. "Vamos por Pam, acompáñame", me pidió algo triste. Bajamos al metro de Pershing Square, y llegamos a la estación de Hollywood Vine. "!Maldita puta!", gritó al no encontrarla en el Frolic Room (6245 Hollywood Blvd). Estaba desquiciado. Tomamos un taxi, y bajamos en el Whisky a Go Go (8901 W Sunset Blvd). Esa noche no le tocaba cantar, pero igual se subió al escenario. No recuerdo cómo se llamaba el grupo que lo acompañaba. Solo recuerdo que cantó Touch Me, Roadhouse Blues y cuando estaba en la mitad de The Soft Parade, se cayó al piso del pequeño escenario. Ya de ahí mi memoria tiene una laguna atestada de luces de neón. Imágenes rotas en otros bares y clubs de la Sunset: Cat Club (8911), 9000 Building, Key Club (9089), Sunset Recorders (6650), Andaz (8401). Luego otros antros, a la vuelta, en Santa Mónica Blvd: el viejo estudio que improvisaron los Doors para grabar L. A. Woman (8512), The Palms (8572), Leo´s Flowers (8505), Troubador (8585), y comprando un par de latas de cerveza en el Monaco Liquor (8513), y luego en frente de la casa de Pam (8216 Norton Ave), y Jim gritando con su vozarrón el nombre de su chica, y ella que no salía, y Jim trepándose a la reja, maldiciéndola, odiándola con todo su amor, y casi al final en Barney´s Beanery (8447 Santa Mónica Blvd), al lado de la ruta 66, donde se dio una meada cuando bebíamos cerveza en la barra, allí donde Janis Joplin, cuarenta años atrás, un 4 de octubre, había bebido sus últimos tragos antes de fallecer de sobredosis, sola en su habitación. Lo último que recuerdo con Jim fue que estábamos toreando los carros en la curva de la Sunset, frente al Chateau Marmont (8221), adonde luego se metió. "Descansa ya, Rey Lagarto", le dije al despedirme de Jim. Cogí un bus, la 2, para volver a aquel barcito que me había gustado cuando buscamos a Pam. En el Frolic encontré al viejo Bukowski, empinando el codo en la barra. Estaba con dos rubias no tan jóvenes, pero tampoco nada viejas. "Hey, amigo, te estaba esperando", me habló con su voz aguardentosa y su pendeja sonrisa, "pendeja" en semántica peruana, no en mexicana pues es lo contrario. Allí bebimos solo cervezas, bailamos con las chicas que se dejaban pellizcar el culo. Escribimos un poema al alimón en una servilleta, que terminó en los intestinos de la pareja de Hank. En un arranque de no sé qué, ella cogió el papel con el poema y se lo echó a la boca, lo masticó y se lo tragó. Eso excitó al viejo Hank. Le dijo algo al oído a su chica y se despidieron educadamente. Antes de salir sacó un pequeño libro, era Pregúntale al polvo de Fante, y me pidió que lo dejara en la Biblioteca Pública (630 West 5th Street). Los vi alejarse sobre esas estrellas de los actores que había en la larga vereda de Hollywood Boulevard. Linda, así se llamaba mi chica, me dijo que la siguiéramos en otro lugar. Recordé que tenía reservada una habitación en el Hotel Cecil del Downtown (640 Main Street), pero ella me cogió de la cintura y dijo que mejor era ir a su habitacion en el Morrison Hotel (1244 Hope Street). Y rumbo allá fuimos.
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