“PO - ÉTICA O LA CONSTRUCCIÓN DEL CIELO DE ALBERT ESTRELLA”
Por: Manuel Luque
Po – Ética o La Construcción del Cielo (Imprenta Editorial Punto Com - 2011) de Albert Estrella debe ser sin dudas uno de los mejores libros de poesía en estos últimos años que se haya publicado en el Perú y que a todas luces brilla en esa hermosa tierra de Cerro de Pasco donde el frío no entumece a las palabras. Por el contrario, lo reverbera.
Y hablar afectuosamente del poemario de Albert Estrella fue gracias al amigo y poeta Víctor Maldonado quien gentilmente me obsequió y es por ello que puedo tomarme la libertad, desde mi humilde apreciación, decir: La Construcción del Cielo se hace con palabras frescas que renuevan el andamiaje de la poesía no solo cerreña y por qué no decirlo, también, limeña. Y tal vez esta última apreciación obedezca al gusto, a la fluidez y a la fuerza que encuentro en cada verso que compone el poemario.
Debo confesar y seguramente sin temor a equivocarme que al leer Po – Ética me ha devuelto el espíritu poético ya que, hasta hace poco, estaba contaminado de leer tantos libros de poesías acartonadas y lúgubres que pululan las calles y las marquesinas de Lima.
Po – Etica no está poblado solamente de “Nuevas metáforas de los símbolos informáticos…” como dice Nicolás Matayoshi; sino de sensibilidad y un buen manejo de la palabra, lo suficiente, para llamar poemas a las gemas que componen este poemario.
Por eso, Albert Estrella, desde aquí mis saludos y que su poesía no solo arda en el frío de Cerro de Pasco o ilumine el cielo gris de Lima; sino que vaya más lejos donde la palabra pueda anidar y sembrarse.
Edificio
“Poeta, vale decir un pobre diablo
a quien no le queda más remedio
que escribir en renglones cortos”
Eliseo Diego
Todo poeta sabe que el poema es un edificio
y que para entrar por primera vez
lo mejor es burlar la vigilancia del lenguaje
los perros dober-man que son metáforas
que ladran, que te muerden la pierna
te sacan un trozo de carne
y lo mastican hasta que regreses
y tú regresas, pero a veces no sientes nada
hay que regresar muchas veces para sentir algo.
Todo poeta sabe que el poema tiene ascensores
para subir o para bajar; del verso 1 al verso 11 (que es este)
del verso 1000, hasta el cielo o hasta el infierno.
Todo poeta sabe que el poema no tiene gradas
con señalizaciones y salidas de emergencia
para los sismos o terremotos del lenguaje
o los atentados que causa el alma
tanto si estalla de felicidad o tristeza.
Todo poeta sabe que el poema existe en un plano
mas no se construye hasta colocar la primera piedra
que es la sustancia de todo: tu ser.
Todo poeta sabe que los departamentos
están arrendados a veces a familias disfuncionales
recién casados, madres solteras y hasta él mismo
habita en uno de sus pisos y su departamento
está lleno de cosas transparentes
que parece que no viviera nadie
que ya lo desalojaron porque venció el mes.
Todo poeta sabe al final de un verso
que es el poema quien hace al poeta o viceversa
que es bueno equivocarse y decir
que uno es lo otro o lo otro es lo uno
que el poema es un texto cuyos renglones
se tambalean con el viento
que se derrumban cuando creen sostenerse
pero que están ahí con sus columnas de aire
soportando la realidad de su concreto
que es algo tan duro que se parece al alma
de su constructor
OBRA: Construcción del cielo hacía abajo (rasca-tierras)
EJECUTOR: Poetas S.A.
MONTO ADJUDICADO: S/. 0.00 Nuevos Soles
TIEMPO DE EJECUCIÓN: La eternidad
A qué le tengo fe
si no a estas palabras
que científicamente está comprobado
no cambian la realidad de nada
que no saben de su polilla
el hermoso y a la vez triste destino
del hueco en el alma
del hueco en la hoja
que puede hacerse en un libro
olvidado en la biblioteca de una familia
cuyos padres ya rozan la longevidad
como rozan el techo de su casa de dos pisos
cuyo tercer piso, siempre está en proyecto
cuyos hijos trabajan de la noche a la mañana
y no tienen ni el tiempo ni las ganas de leer
ni la plata para un ladrillo
porque incluso a los poetas
a veces nos molesta la intemperie
ese cielo tachonado de estrellas
que veo antes de soñar cuando como todos duermen
ese trabajo de seguir construyendo el cielo hacía abajo
donde no me pagan, donde no hay sindicato de poetas
para reclamar nuestras ocho horas
porque nuestra chamba legítima y esporádica
(Ad Honorem) es reconstruir nuestra realidad desde los cielos
hasta la tierra, hasta donde ya no queden espacios
para escondernos de nosotros mismos
porque mi fe en el cielo es tan grande
que muevo montañas que literalmente
se traen abajo ciudades con sus rascacielos
y sus casitas de dos pisos, con sus proyectos
de robarle unos metros unos metros a este éter.
Entonces échenme la culpa de todo
que yo soy negligente
y no me fijo en estructuras
porque este trabajo no es trabajo
porque hasta ahora no me pagan
desde el verso 22 y ya voy en el verso 40
porque ni Vallejo, ni Holderlin me enseñaron
que este arte de construir el cielo
no tiene base de concreto
ni columnas en sus esquinas
tuve que aprender desde el error
que fue mi nacimiento
cuando me traje el cielo hasta mi alma
pero si el cielo se derrumba - otra vez –
no habrán zonas de seguridad
ni escaleras de emergencia
simplemente se aplastarán los unos a los otros
porque si se muere un poeta
nadie reclama porque no lo aseguraron
en el paraíso o en el infierno
que por lo menos tenga para el cajón
o el crematorio; para que lo entierren
para que echen sus cenizas al mar
que no se muera NN.
A qué le tengo fe si no a estas palabras
que científicamente está comprobado
no cambian la realidad de nada
sólo el cielo…
Manuel Luque
Primavera de Lima, noviembre, 2011.
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