sábado, 5 de noviembre de 2011

“MUESTRA CANTUTEÑA” POR ROGER GARCÍA CLAVO.


Foto: César Pineda Quilca.

MUESTRA CANTUTEÑA
Los poemas son la herramienta única para describir los sentimientos de un poeta. Por medio de ellos conocemos su actitud frente a lo adverso que es la vida y la muerte, el llanto y la alegría, el dolor y el placer, el amor y el odio, incluso fabricados entre las palabras para engrandecer un ego escondido o para construir la realidad con las propias imágenes que ella nos presta.
Muchas veces el poema es la única incomodidad capaz de satisfacer a las palabras.

Deseo seguir opinando sobre poesía porque es la que me asemeja a esta dramática condición, la que me exige detenerme en una esquina y resaltar en mi pecho el espectáculo que nos da el día en una ciudad donde los hombres dejan a los hombres con la soberanía personal de las calles, fábricas y casas vacías.

En estas circunstancias, entre Lima y Chosica, hay algunos hombres que hacen poesía.

UNO

A Manuel Luque lo conocí en el campus de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle - "La Cantuta" gracias a mi amigo Gary Alminagorta, poeta distante de los poemas sin música y criterio social o con disposición a la belleza y la imagen. Era el último ciclo de Manuel y para mí el primero. Era una época empotrada en el poder con Comisión Interventora mientras los estudiantes daban ya sus atisbos por desterrar aquella tara que hasta hoy practican algunos docentes opacados por el sistema.

Ahora, después de haber brillado y ocultado entre sus cerros el sol en Chosica, aparece Manuel Luque lejos de su silencio dejando atrás el vino, las calles de Lima y el sufrimiento acorazado por una mujer que dejó espumar su buena poesía en algún cajón de galán perdido.

El huerto de los alientos (Ediciones Letra en llamas, 2011) de José Manuel Luque Taco es la semilla que ha estado esperando el agua en tierra seca para taladrar con su germinación el suelo que es la poesía. Es un libro memorioso (de 1997-1999) donde el hombre despierta de su claustro hacia la sensación erótica, como un acto conceptual del silencio como una “vaga forma de decir te quiero”.

Manuel tiene la observación fotográfica del cuerpo de una mujer como la contemplación de la lluvia, natural y espejeante, después de ser siempre la misma o después de:

hacer el amor //
No necesita un paraguas
Para deslizarse sobre un péndulo de ideas.

A Manuel era difícil de olvidarlo porque su poesía ya había merecido algunos premios y sobre todo por Ciudad Inonia, poema que resume la frialdad de sus grandes gentes, de aquellos que pasean sus perros sin el remordimiento de los jardines secos. Ciudad que no se inmuta con el bolsillo a veces tirano y pobre.

Oh Lima //

aquí he visto aullar el corazón del hombre
hasta desgarrar las flores de los murales //
aquí el dolor no sabe de avemarías
no sabe que mi corazón es un músculo inmenso
donde no cabe la mano de Dios…/

Manuel describe a esta ciudad casi inopia de todo sentimiento. A veces lo ve como una justificación de todo infortunio para el desatino de un placer o equilibrio con la soledad donde Lima ya no es la misma de hace una horas. Sus calles orinadas es la ternura del vacío, de aquella necesidad áspera por sobrevivir y desvivir de la voluntad y violencia. También se convierte en la puerta que cruje como una mujer con una caricia, aquella que jadea con los versos de pura pasión, que justifican su:

existencia (que) se recrea como una imagen
salida de tu boca.

Manuel después de egresar de la Universidad se fue como el ganado a comer la hierba fresca para tenerla cerca y cínica como para atormentarlo idóneamente con otra historia. Seguramente dio aquel beso suicida y cayó con la voz cobarde y friolenta de las calles hasta quedar perplejo con el incendio y la ternura invasora (que avanza lenta y cruel) de una mujer que lo silenció por mucho tiempo.

La poesía de Manuel Luque es un huerto de luz que ha estado brillando en su oscuridad, es un huerto donde las palabras se construyen como edificios para otorgar sombra o tristeza a los cuerpos fatigosos como la hierba reseca o dar brillo al delirio rojizo de una herida latente en esta ciudad desigual de todas nuestras vestiduras.

DOS

El arribo de un éxtasis violento (Toro de trapo Editores, 2011) de César Pineda Quilca. He leído con atención este libro de César y me parece que ha tratado de lograr y construir un poemario conciso, como una salida breve al laberinto de una herida que nos sangra: El amor.

Es un poemario breve, un suspiro intenso de palabras, que van arrojando algo de música a nuestros sueños al estar despierto en las circunstancias de la vida y sobre todo inconformes con el amor que nos intenta sustraer de la realidad en una esquina, calle, bar o paradero mientras el cuerpo de una mujer a uno lo registra con el deseo de posesión o mentira.

En esta época la poesía quizá sea la violencia contra el significado de las palabras, significado que se expande o diluye en el verso. En la poesía de César Pineda -en este primer poemario escrito como relámpago en la oscuridad- el significado se va afirmando a pesar del parafraseo o imágenes un tanto forzadas. Esfuerzo que nos arrincona, nos aprieta en una sombra a pesar de las solemnidades del amor entre la soledad y el ojo lastimado de la noche.

Amo de ella
El combate rítmico de un poema con que abrigaba sus
Desgracias

César Pineda arriba a la poesía como un pájaro, casi al vacío, para llenarlo de inconformidad contra el llanto venoso, limpio, rotundo o moribundo en las ideas. Sus versos son un SIN TI en la larga espera de un poema.

Eres…
El leve sentido oscuro
Que habita dentro de mí. (pág. 25).

Mirando cómo la tristeza
Se apodera de mi cuerpo vestido con un mar hecho llanto (pág. 27).

Para el poeta su poesía es el único diálogo constante. Es su grito que al final tiene como respuesta el silencio donde muchas veces después de ser escrita no cuenta con el respaldo o satisfacción (sobre todo del ser que se ama) del mismo poeta.

La brevedad de los poemas en El arribo de un éxtasis violento es la salida de Ícaro y Dédalo del laberinto por miedo a ser destruidos por el Minotauro. Para César Pineda su salida es el ingreso al infortunio de un olvido incendiario. Una salida donde la palabra danza en el poema como un dolor irrepetible.

Todas las tardes escribiendo tu nombre sobre el aire (pág. 31).

Tengo
Las manos repletas de angustia (pág. 32).

Desaparecer si es posible.
Antes que llegase la muerte derribé toda ausencia (pág.33).

El poema no se disuelve en nuestro espíritu, para César Pineda es una persecución en busca de significados.

Todo poema
No es más que una sombra
Que nos per/sigue a todas partes. (pág.36).

Así es el poema
Terrible sacudón de un torbellino sin calma. (pág. 38).

Nuestro abrazo a César Pineda por unirse a esta esperanza o abatimiento por confrontar la vida con la palabra. Por esta insistencia de tapar a la muerte por los ojos y por encontrar su luz entre las sombras y el dolor de esta época. Que siga pintando su lumbre entre las cerrazones de nuestra existencia para seguir asestando con “un puñado de palabras” –parafraseando a Paolo Astorga- al amor, a la melancolía y a la belleza que se acribilla en nuestros pechos en esta época tan individual como la maleza.

TRES

Fernando Pessoa decía: “Saludo y les deseo sol, y lluvia, cuando la lluvia es precisa,…” para que una suerte de detención nos incite seguramente a coger su poesía y leerla con el sonido natural de las cosas. Así me ataja este corto poemario “La lluvia nos detiene” (Eclosión Editores, 2011) de Roy Dávatoc para sentir el misticismo de la naturaleza como una congoja migratoria de nuestros recuerdos. La lluvia en este poemario se convierte en aquel freno, por lo menos para mí, para recordar la música de la lluvia en los tejados y calaminas y, sobre todo, su danza con la tierra y la hierba seca. Este atajo del tiempo es una cadena que abraza nuestro llanto doloroso, es una mano que nos abandona en la tormenta, al mismo tiempo que:

el agua pierde
su consistencia antinatural y se vuelve torrente
en el espacio negro (pág. 15).

En La lluvia nos detiene se cuentan historias que perecen en el río, se poetiza experiencias y sueños que tienen que ver con el agua como una depresión mental detrás de nuestros espejos. Son poemas que personifican al poeta en su situación de lucha de los días donde el símbolo de la lluvia traspasa como una lloclla sus venas.

…comprendo que
bajo la lluvia todos morimos un poco (pág.25).

Roy Dávatoc tiene aquella autonomía para coger la resonancia de la lluvia y refugiar con natural frescura su ruido en nuestros sueños y crepúsculos de hombres adoloridos y desgastados como piedras debajo de las goteras.

CUATRO

Al poeta dejémoslo que haga sus poemas entre la conspiración de las palabras y el tiempo. Dejémoslo a Paolo Astorga que temporalice los sentidos y las emociones humanas con su verdad que es la poesía, para que así, cada vez más, el lenguaje no sea un esfuerzo para mirar una herida, una calle o un enfermo de todo amor, de toda génesis de esta época consumista. Esa es mi idea de Detrás de las ventanas (Ediciones Toro de Trapo, 2011) de Paolo Astorga. Aquí el poeta enciende el candil para alumbrar lo devastado y el desacierto que cala en la razón del hombre en esta época de eslabones sueltos. El hombre se convierte en el cero (de acuerdo al lugar que ocupe, derecha o izquierda), en aquel valor dudoso o innecesario que Paolo le da continuidad y lo vincula al desarrollo de esta sociedad que resplandece con la luna.

labios vencidos en la desconsolada faz de la arena,
párpados
que ya no recorrerán este desierto
iluminado de escombros y piel abandonada. (pág. 13).

Paolo manifiesta en esta raíz que engorda, casi abatida entre piedras y ramales, su poesía. Poesía que se abulta como una historia donde la angustia es una temperatura individual y progresista a la soledad y a la muerte que el hombre hoy desarrolla entre el cuervo, el gavilán y el águila.

La carne sin nombre
otea su desesperanza
susurrando una historia
irremediable. (pág. 14).

En el angustiante atardecer
todo atiza terriblemente

en lo hondo de las sombras. (pág. 15).

el destino ha apartado sus letargos de mi tierra empobrecida (pág. 16).

Detrás de las ventanas es un texto vibrante en todo corazón, pero más en los desdichados, casi flagelados de tanto amor, de tanta piel sepultada entre los ojos, de tanto rostro vencido en la pena y el esfuerzo de estar siempre mejor, de tanto sueño palidecido entre las lágrimas de la lluvia que nunca es la misma. Es un texto con mucho tacto, con mucha lumbre en la sospecha putrefacta de una herida lejana (la pobreza nos espina en el hambre y el amor azaroso de esta época).

/sueños sumergidos en el barro,
los niños comen pasto y extravío, suenan relojes en sus vientres, (pág.18).

una lágrima antigua que cae sobre tu pecho
y oculta las heridas
para que retornen todas las hojas vencidas por el viento. (pág. 19).

La poesía es también una justificación, un transcurso para subrayar la nostalgia que nos deja esta hecatombe capitalista. Y Paolo Astorga lo manifiesta como una “crueldad de existir y la búsqueda del anhelante camino hacia la comunión espiritual”, lo dice Miguel Ildefonso. Pero también es la insatisfacción ante el maltrecho de los cuerpos que quedan en este sistema. Nuestros cuerpos que se exigen a desadornarse como una culpa de la imaginación indolente que está detrás de las ventanas ventilándose en todo trance a la pérdida de lo absoluto que es la vida.

Bajo tanta angustia, tanto auspicio de sangre (pág. 25).

Muy lejos han
quedado todos los arroyos
expiando nuestras culpas. (pág. 27).

A pesar que esta poesía tiene noche en el día basta para que la nebulosa coincidencia de las palabras no se ningunee en la luz de nuestras huellas, un tanto enlutadas con algún amor lejano.

Cualquier pesadilla es solo un maquillaje entre la niebla, (pág. 29).

Quién sabe amada mía
qué flores son adecuadas bajo esta incontenible tristeza
que ha desahuciado las canciones (pág. 30).

La poesía de Paolo en Detrás de las ventanas es misteriosamente embrionaria de las ventanas abiertas de nuestra historia. Ventana que ha dejado penetrar en nuestros pechos el odio y la desconfianza, el sin embargo y la sonrisa exigua de la hermosura.

Lo sórdido, lo oscuro, la noche consagrada al desprecio de nuestros sueños, la sangre diluyente entre las calles por la violencia hacen que se opongan también a la propuesta de los poemas, de aquellos que salen como relámpagos entre la muerte. Para Paolo este mundo nuevo, este tiempo, es casi insolucionable de toda decadencia donde…

Todavía hay bocas en asombro
tentando otra máscara
en esta inevitable promesa.

Huye.

Una cruz
es también un cuerpo solitario
a medianoche… (pág. 44).

La poesía de Paolo Astorga es aquella vanguardia del símbolo moderno donde sus poemas son una inquietud para descifrar las razones de un mundo desgajado de la memoria colectiva.

Otra vez será muy tarde para limpiar la ceniza
que se ha desbordado en nuestros ojos. (pág. 52).

Finalmente, la poesía de Paolo Astorga no es un instrumento de orquesta, es la música solitaria, expansiva, para dar luz a las sombras y para transcribir muchas palabras sobre la nada. La existencia brilla como una linterna entre los ojos de la muerte y retumba entre las piedras como un eco de la lluvia, como un vozarrón de exigencias, casi crueles de toda belleza, de toda afectividad de un cuerpo que se ama entre el rayo y el relámpago como un modelo entre lo sórdido de la ciudad y lo tumultuoso del campo.

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