sábado, 28 de marzo de 2009

EL SUEÑO DE LA VIDA: POESÍA Y MUNDO por Héctor Hernández Montecinos

Reciente obra de Raúl Heraud

EL SUEÑO DE LA VIDA: POESÍA Y MUNDO
Presentación de Teatro de la Crueldad de Raúl Heraud
Por Héctor Hernández Montecinos

Como si se tratase de una luminosa noche llena de cuerpos celestes, de hoyos negros, de galaxias y nuevas constelaciones, la poesía latinoamericana representa hoy en día una utopía hecha realidad, un sueño colectivo en medio del escenario de la crisis mundial de la especulación fascista del terror. Poetas, poéticas, obras, encuentros, ires y venires, diálogos intensos no dejan de sucederse preguntándose el porqué de este alucinante movimiento que tensiona y deslinda la nacionalidad rígida de los autores para pensarse como latinoamericanos, como una inmensa cartografía absolutamente heterogénea, múltiple, nómade, lúdica y lúcida.

Me lo he preguntado yo y se lo han preguntado muchos, y no podemos responder, pero la cantidad y calidad de las obras que se están haciendo en nuestro continente, como diría Vallejo, está respondiendo a preguntas que aún ni siquiera se han formulado y he allí una luz, una negra luz que hace de esta noche global, una esperanza de que existe un día de mañana, que incluso es mejor que este.

Es este final del mundo que vivimos el cual Raúl Heraud en "Teatro de la crueldad" ha convertido en el final de una obra, así su libro se lee al revés, es decir de fin a principio, o mejor dicho de fin a finalidad, pues como si se tratase del desenlace de una tragedia, el escenario, la idea de mundo, se devela y los personajes se muestran en su absoluta (des)integridad que es su vida misma.

En “Primer acto” los fragmentos delirantes de la realidad adquieren una conciencia de muerte, lo cual es decir, lenguaje, pues bien allí en una máquina del tiempo que es el ojo se recorre la más desoladora mirada a un dios víctima de su creación que es el mundo, en el cual se pierde como un anónimo voyeur, pero a la vez halla la pregunta inicial e iniciática que el mismo autor parodia. Cito:

"como tus ojos locos sobre el vacuo mundo
como tus manos abruptas y disímiles
desde la abisal orilla…

ahora, dime Raúl
quiéneres tú…?"

Es en ese mismo sentido es de donde nace la ‘crueldad’, que no es más que la vida misma mirada en su más descarnada honestidad y en su más desprejuiciada esencia. La muerte es cruel, la vida es cruel, el amor es cruel, el destino es cruel, la poesía es cruel, pero siempre es vida, que señala su finalidad, su acabamiento, pues la crueldad es un gesto extremo para volver a sí, a lo elemental, lo primero, lo humano.

En “Segundo acto” tanto las mitologías de un Ícaro, metáfora del mundo, como la de un Rimabud, metáfora del poeta, vienen a decantar su cuota de cinismo y verdad en esta tragicomedia que no deja de preguntarse por una razón de sí, por como convertir el miedo en deseo, por como hacer de la vida misma un poema incesante, riesgoso, profundo que embista al pánico, la vanidad y el fascismo.

"a un segundo del vuelo
la quietud es paranoide
todo sentido real se quiebra
vidas sucesivas y maníacas
construyen mundos irrepetibles
generando infinitas formas de terror".

Ya en el “Tercer acto” esta escenografía adquiere un carácter de personaje, y su racconto parece ser una declaración de principios en tiempos de guerra, cuando la batalla final es entre la vida y el poema, lucha a muerte en la cual el autor desaparece y sólo queda trazos de ese cadáver simbólico en la página en blanco. Asimismo, la historia se transfigura también en esa escena de una guerra donde todo muere, pues esa es la economía de la crueldad, la que propone dejarse morir o arremeter hasta lo más profundo de la vida, sin tapujos, ni miedos. Cito:

"toda deshumanización
toda representación burlesca y alegórica de ti mismo
es solo parte de tu contradictoria naturaleza humana…

desde el precario teatro de la sinrazón
interpretas para el aplauso
la desquiciada película de tu vida".

En el “Intermezzo” es cuando se radicaliza el cara a cara a ese dios que no sabe qué hacer con su obra, con su creación, al modo del poeta que ve consumida su vida por la palabra, el lenguaje, la lengua materna, las lenguas muertas que son cada uno de los libros que están ahí para que uno de nosotros sea el primer equilibrista en caer al cielo, pues en la tierra solo hay sangre y humo.

Es la apariencia de un gran circo, de una obra burda la que envuelve y sugiere "Teatro de la Crueldad", pues si bien dialoga con la alucinación dramática de Artaud, también se ciñe al protagonismo de una propia vida vista en un escenario que es la conciencia de sí, donde toda moral, toda creencia es puesta en una cuerda floja tal como las nociones de verdad y fe.

"cuando recorras cada pozo de huesos
cada mierdero con sus despojos humanos
comprenderás que no se trata de amor
ni de juicio final
sólo que aquí
huele a muerte
permanentemente".

“Acto final” es la agonía de toda creencia que hay en cada mito, tal como se señala: “Dionisio admira la belleza del sapo”, y es aquí donde la comedia se hace más clara como una tragedia, y viceversa, pues si bien es una crítica feroz al yo que es el mundo aparece la resignación de que no hay otro, entonces de allí, como el canto del cisne antes de morir un último grito es un amanecer y un abrir los ojos al límite para dejarse llevar por la suave noche. Cito:

"y es que no existe otro universo Dionisio
sólo esta gran fosa larvada
que pugna por permanecer
sobre el cadáver de la vida".

"Teatro de la Crueldad" de Raúl Heraud concluye con su “Epílogo”, se bajan las cortinas, se apagan las luces, los personajes nos sacamos el maquillaje, nos desvestimos y aparecemos como cadáveres ante la página en blanco del poema y de nuestra propia vida, y quizá ese sea el gesto más radical de este imperdible libro, la posibilidad de ver la construcción de un personaje como lo es el lector, pero quizá más allá ver como se desnuda una vida, y lo que esa vida creía de su propia vida, lo cual es fundamental para el mañana que empieza hoy, ahora mismo, ya.

La Habana, febrero de 2009.

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