viernes, 17 de febrero de 2012

“ENTREVISTA CON ELMER ARANA” POR JULIO DALTON.



“ENTREVISTA CON ELMER ARANA”

Por: Julio Dalton

El escritor Elmer Arana (Ayacucho, 1981), habla sobre su trabajo literario, la actual situación de la literatura en Ayacucho y otros temas de interés en la siguiente entrevista. Al final publicamos un poema de su libro titulado "Diario de los suburbios".

Comenzaste haciendo cuentos. ¿Cómo alternas tu trabajo en prosa y poesía? ¿En cuál de éstos terrenos sientes que tienes mayor desenvolvimiento?

Hace tiempo me preguntaron si quería ser poeta o narrador. No creo que haya contradicción entre ambos oficios. El 2011 obtuve un premio en ensayo con un trabajo sobre Arguedas, un género al que casi no le daba muchas atenciones. La narrativa, la poesía, la redacción científica me brinda satisfacciones distintas. Todo depende de lo que persigas. No me imagino escribiendo solo poesía o solo narrativa. Cualquier tema o asunto puede ser abordado desde cualquier género.

Ahora es cierto también que Vallejo es mejor poeta que narrador, que Ribeyro es mejor cuentista que novelista. Pero hay excepciones que alientan la posibilidad de alternar el ejercicio de varios géneros: Borges es un ejemplo. En todo caso yo no aspiro a ser el mejor poeta o el mejor narrador; busco sólo comunicar desde donde me sienta más cómodo.

¿Cuáles son las características comunes de tu proceso creativo?

En general investigo sobre lo que quiero escribir. Es decir, al plantearme un proyecto literario, sea en prosa o verso, tengo que documentarme, informarme al respecto. No le dejo todo a la inspiración, en general las musas me son esquivas. Ya Oswaldo Reinoso decía que el escritor es 10% inspiración y 90% disciplina. «Diario de los suburbios» siguió ese camino. Tuve que leer mucho sobre todo lo relacionado con grupos marginales: introducirme en los móviles de su conducta, apropiarme de su lenguaje, conversar con ellos, tomarme unos tragos. A partir de ello viene, recién, el tratamiento netamente literario: estructura, estilo, lenguaje, etc.

En "Diario de los suburbios", la marginalidad y el tiempo se presentan como ejes temáticos. ¿Hasta qué punto tu experiencia de vida marca el ritmo de tu trabajo literario?
Yo escribo sobre lo que conozco, sobre lo que me es familiar. En mi poesía la experiencia vital es innegable. Cada verso tiene algo mío. Es como el «Otro yo» que se desdobla para dar voz a seres marginales que pueblan mi libro. Ribeyro decía que el hombre tiene distintas personalidades –no solo una– que se desarrollan según las circunstancias. No existe la «creación» en el sentido de construir algo procedente de la pura imaginación; se inventa sobre la base de la realidad. Los personajes de «Diario de los suburbios» resultan de la síntesis de muchas personas que conocí directamente o por referencias de terceros. Lo que yo hago es sumar las particularidades de uno y otro.
¿Cómo asumes el trabajo literario?
Principalmente como una necesidad de decir algo: de comunicar lo que no se dice, lo que se guarda en el sótano. La literatura se ha hecho parte de mi vida. Puedo parecer Romántico pero un día poco fructífero en el trabajo, se justifica con la construcción, aunque sea, de un verso.
Ahora me encuentro a caballo con mi trabajo como profesor. Tengo que inventar espacios para escribir. Lidio contra el tiempo. La escritura no se puede asumir como un pasatiempo. Requiere constancia para dejar buenos frutos. Sin ello no se llega a ningún lado. Aspiro a dedicarme a la literatura profesionalmente.
Háblanos sobre las proyecciones actuales de la producción literaria en Ayacucho.
Se espera que llegue a buen puerto. Aún hay poca producción a nivel de libros. Lo que sucede es que el mercado no es propicio. La literatura, salvo las exigencias de los maestros en la temporada escolar, no vende y por consiguiente no ofrece al escritor posibilidades de vivir de su oficio.
El currículo del área de Comunicación en la Educación Básica incluye contenidos de Literatura Regional; sin embargo los escolares leen poco sobre ella: se conoce a Cervantes, a Hemingway, a Bryce; pero se ignoran a los de casa: Víctor Tenorio, Julián Pérez, Marcial Molina, por citar algunos ejemplos, y ni qué decir de los escritores emergentes. Esta vía debiera ser explotada para asegurar que la literatura ayacuchana tenga un mercado al cual alimentar con la producción regional. Así los escritores tendrían cierto oxígeno para dedicarse, sino profesionalmente por lo menos con más rigor, a su trabajo.
Es necesario agruparse, formar colectivos para hacer frente a un problema común: el desinterés por la lectura, y en particular por la literatura. Agruparse, permite a su vez, a cada uno de sus integrantes, madurar literariamente, comulgar en intereses que, dentro de lo divergente, busquen derroteros para la literatura actual. Así surgieron hombres tan importantes del Grupo Norte, Hora Zero, la Generación del 50. Sin embargo, compruebo que aún las voces están dispersas. Existe una organización como la Asociación de Escritores de Ayacucho que no es representativa porque no se ha oxigenado. Se ha creado una brecha entre los escritores de antaño y los emergentes. El problema surge cuando se intenta establecer paradigmas literarios restrictivos, cuando se quiere encasillar toda la creación en un molde, excluyendo a los que escapan a esos cánones. El espacio es tan amplio como para permitir la coexistencia de perspectivas literarias diversas.
La crítica literaria en Ayacucho es inexistente como cuerpo. La universidad de Huamanga tampoco los forma. A lo sumo encuentras comentarios u opiniones muy personales sobre tal o cual texto.
A pesar de tales circunstancias se sigue publicando aunque no en grandes proporciones. Los medios de difusión son distintos: libros, plaquetas, medios virtuales. Tenemos, por citar solo unos nombres, a Sócrates Zuzunaga (Copé de novela el 2009), Willy del Pozo, Julián Pérez, Nora Alarcón, Víctor Tenorio, Samuel Cavero entre los más difundidos; o a Cayo Santos, Pedro Olórtegui, Vladimir Pizarro quienes prefieren moverse en la discreción de una plaqueta, un libro, o los blogs.
¿A qué aspiras como escritor?
Ocuparme de los otros. Dejar el personalísimo trato que se da sobre todo a la poesía. Aspiro a que mis libros se lean. A formar parte de una generación que renueve la literatura de este lado del mundo. Muchos dicen que la literatura no debe tener compromiso. El compromiso es innegable. Se escribe porque se está disconforme con las cosas. Si todo fuera maravilloso la literatura no tendría razón de ser. La literatura es como una venganza que uno cobra con la vida misma en el sentido que te permite subvertir el orden. La literatura opera sobre la sensibilidad y la sensibilidad sobre la actitud de la gente.
¿Cuáles son tus referentes literarios más importantes, tanto en prosa como en poesía?
Conocí la poesía de Vallejo y la de Scorza. Luego accedí a la Pentalogía narrativa de este último. Scorza empezó como poeta, luego ingresó a los campos de la novela. A mí me parece extraordinario el tinte poético que cubren las novelas de Scorza, algo que también aprecio en García Márquez. Es decir, el cuidado del lenguaje no creo que sea exclusividad de la poesía. Alguna vez un escritor me dijo: en poesía importa más el fondo que la forma, al contrario de la narrativa donde lo vital es el fondo o contenido. No creo que esa afirmación sea rígida. Un ejemplo de ello es el cuento «La molicie» de Ribeyro donde el manejo del lenguaje cobra dimensiones poéticas.
En poesía intento que el lenguaje no sea un obstáculo para el lector. Darle un tratamiento estético y literario al lenguaje coloquial y hasta procaz.
Mi poesía no solo se alimenta de lecturas literarias, sino también, y básicamente de mis experiencias, de la música, el cine. Creo que el conocimiento no solo es libresco; la encuentras en las calles, en toda la vida.
¿Tiene fe en la humanidad? Explica tu respuesta.
Intento no perderla. Pienso que se puede intentar construir un mundo sobre la base de las diferencias.
¿Te sientes parte de una generación? ¿Cuál es la relación que tienes con tus contemporáneos?
Inevitablemente formo parte de una generación. Algunos amigos con quienes emprendimos proyectos comunes aún están en la brega. Otros ya se retiraron por situaciones adversas o eligieron caminos más sensatos. Los que elegimos la literatura o el arte seguimos creyendo que desde esta trinchera se puede aportar en la construcción de otra sociedad menos personalista y que alienta la individualidad.
Para mí ha sido importante coincidir, casi por casualidad, con el grupo «Kontracorriente» que dirigía Ronald Vega en Ayacucho, allá por el 2001. Luego de haber ganado un concurso de cuentos que organizó «Kontracorriente» me empeciné con la idea de ser escritor. Al integrarme, aunque brevemente, a ese grupo, me nutrí de otras experiencias que hasta ahora siguen alimentando no solo mi escritura sino mi vida. Desde entonces nunca volví a ver la vida con los mismos ojos.
¿Qué es para ti lo mejor del hecho de vivir?
La viva misma ya es lo mejor que ha podido suceder. Cómo Borges, creo que la vida es una suerte, una gran oportunidad para explorarla. La vida es una sola. Vamos a estar poco tiempo así que hay que sacarle provecho.

ESTANCIA EN LA OTRA ORILLA

Vengo de un lugar lejano
donde la niebla huele a humo de tabaco
y el sol se viste de fuelle extraño.

En mi comarca la luz es un castigo
la noche, una bendición.
Aquí los niños juegan con palas y picos;
juegan a triciclos que venden pan.
Aquí la mayoría de edad
se alcanza a los cinco.

Nuestra vida es tan vertiginosa
que la infancia
apenas nos dura el primer llanto,
luego nos descubrimos púberes
y nuestros primeros pasos
buscan los filones estrellados de espanto.

Nuestra ciudad
es una hilera de avenidas polvorientas,
llenas de orín,
de pájaros inciertos.

El sol desconfía de nuestros suelos.
La lluvia nos aborrece;
nos da largos chaparrones a veces
que nos desnudan de todo
en una pampa polvorienta
que de tanta agua nos despoja del cuerpo.

Mi país es un pueblo joven.
las leyes duermen
en la cáscara de una avenida.
El triplay es nuestro producto bandera.
y el agua de acequia la bebida oficial.

En mi ciudad los linderos están demarcados.
Para entrar en él
deberás tener la altura de los collados:
tener mucha hambre,
y llevar una pena enfundada en los puños.

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