miércoles, 1 de enero de 2020

LA FRESCURA Y VIGENCIA DE FERNANDO AMPUERO. A PROPÓSITO DE “JAMÁS EN LA VIDA” POR CHARLY MARTÍNEZ TOLEDO.



LA FRESCURA Y VIGENCIA DE FERNANDO AMPUERO.
A PROPÓSITO DE JAMÁS EN LA VIDA.

Por: Charly Martínez Toledo.

Uno de los principios que tuvo el gran escritor argentino Pedro Orgambide fue el de que el cuento debía de tener solo “tres, cuatro páginas, y que en ellas haya un mundo” (cita tomada de “Así se escribe un cuento”. Selección de entrevistas hechas por Mempo Giardinelli, 2003, Suma de letras) Definitivamente, el ya desaparecido Orgambide fue un maestro de las reducciones, anteponiendo ante todo la brevedad y lo conciso.

Al parecer, en “Jamás en la vida” (Planeta, 2019) Fernando Ampuero (Lima, 1949) le hace caso a Orgambide, dándonos una muestra clara de la llamada concisión del cuento; se trata, pues, de una fresca y gratificante muestra de historias donde, en algunos casos muchos de sus protagonistas se salen con las suyas, presentando el súmmun de las historias un nihilismo controlado, muy distinto de las anteriores entregas de su autor (recuérdese sino  muy acertadas creaciones como “Bicho raro” o “Malos modales”); pero Ampuero posee esa peculiaridad que los buenos cuentistas tienen y que sin dar finales sorpresivos distraen al lector (técnica que antaño usaba Ribeyro) y, agrego a lo de líneas arriba, nos pinta, también, a unos seres crueles, gobernados por la locura (como “Jamás en la vida”), atormentados y otros muy irónicos, dejándote persuadir por sus personajes kafkianos, haciendo analogías en cuanto los personajes de Kafka –valga decir en estos casos, las cucarachas, en el cuento “Un bar de moda”- o sus ávidos lectores (como el personaje Pablo de “La rabia intacta”, cuento que nos recuerda, durante ciertos pasajes, a “El desafío” de Vargas Llosa) o los erotizados y sensuales -como en “Una mujer fatal” que, por cierto, guarda cierto parecido con un personaje memorable de Ampuero: Irina Marovich, chica libertina y concupiscente-. Ampuero, cual dios omnipotente, maneja los hilos de sus personajes con la frescura de un escritor joven, solazándonos con sus historias lineales y absorbentes.

Existen párrafos merecedores de una mención especial, como es el que sigue: “Las niñas nunca son niñas, son solamente mujeres chiquitas. Desde los cuatro o cinco años empiezan a calcular el efecto de sus sonrisas. Coquetean, manipulan, seducen. Su madurez mental, así como su capacidad de ir tendiendo lentamente las redes en las que sus víctimas terminan atrapadas, se desarrollan gracias a la ternura que inspiran y a su temprana obsesión por conseguir lo que se proponen… Los niños, por su parte, se encuentran en franca desventaja… Ellos, ingenuos, narcisos, distraídos, son unos tontos soñadores, aunque en el fondo resultan tan egoístas como las niñas. Los niños, a diferencia de las niñas, son oportunistas primitivos: diamantes sin pulir”. (página 31); o como en la página 43: “No creía en el perdón, pero sí en el olvido que nos concede la muerte. Si alguien lo ofendía, tramaba en seguida la manera de matarlos. Su problema, en concreto, era un asunto de amor propio: no soportaba la menor humillación. Así que, por dirimir tales vergüenzas, mató a varios (entre ellos un pariente)”.

Su cuento “Saltos mortales”, trae a colación la temática del sicariato (como en “Ciudad de Dios” de Rubem Fonseca”) y también “Poeta y contrabandista” (donde el acusado es un poeta) nos trae a la mente novelas magnánimas como “¡Estafen!” de Juan Filloy, donde un reo intenta demostrar su inocencia ante un juez haciendo uso de una cultura superior al promedio.

El autor nos pinta a unos personajes planos pero memorables, sabiéndolos llevar de la mano a través de sus historias; en esta ocasión, los textos que ha escrito Ampuero son breves, y apuntan raudamente hacia el final (esto los podemos corroborar si leemos los tres cuentos más cortos que posee el conjunto: “La verdad” (donde se le da cabida casi total a los diálogos), “Una entusiasta” y “Manicomio, que son historias que no pasan de las tres páginas y cuya lectura no toma más que unos cuantos minutos.

Mención aparte merece el cuento “Maniobra subversiva”, donde el final es muy sorpresivo como irónico; “Jamás en la vida”, relato autobiográfico y “Un bar de moda”, que nos presenta visos kafkianos.

En resumen, y para terminar, estamos ante un narrador que sabe lo que cuenta, diestro a pesar de su enorme trajín literario… pero no, no se crea que todos los cuentos de “Jamás en la vida” son pesimistas, sino más bien presentan un pesimismo asolapado; diré, además, que uno esperaría entregas menores, pero el autor nos ha demostrado que está para rato. Esperemos que “jamás en la vida” el autor deje de entregarnos cuentos deliciosos. Buen libro: tarea cumplida, estimado Fernando Ampuero.

1 comentario:

Unknown dijo...

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