“POESÍA
DESDE ICA Y OTROS CENTROS DEL PERÚ”
Por: Miguel
Ildefonso
Hace poco tuve la suerte de participar,
en Huacachina (Ica), en el II Festival de Poesía “Poetas en la Arena” organizada
por la Biblioteca Abraham Valdelomar que dirige el poeta, escritor y promotor
cultural Alberto Benavides. El autor del reciente libro Al pie del desierto es fundador de la Escuela Libre Puerto Huamaní
en Samaca, Ica, y dirige, también, el sello editorial de la Biblioteca que
lleva el nombre del más insigne escritor iqueño. Bajo la dirección de Patricia
Meléndez, ellos editan la revista “El Ojo Interior. Semillas para la
consciencia ciudadana”. De distribución gratuita y con un tiraje de diez mil
ejemplares, en esta onceava edición de setiembre se publican interesantes artículos,
por ejemplo, de César Panduro, David Novoa, Pedro Favaron y Jorge Chávez
Peralta, quien escribe sobre Rogelio Gallardo “el poeta del ser”. Ojalá la
revista sea más accesible en Lima, donde hace falta esa mística que nace de la
sensible conexión con la naturaleza y de nuestra milenaria cultura peruana, que
caracteriza a esta publicación.
En pleno Festival, en la orilla de la
laguna, bajo las palmeras que apartaban los rayos del sol haciendo sombra en la
tersa arena, tuve acceso a algunos libros de poesía.
Los
lados del agua (Paracaídas, 2016) de César Panduro (Ica, 1980).
“Criatura libre, el poeta nada en la sustancia de la que se compone él mismo
(aunque a veces lo olvide), se reencuentra con imágenes de su pasado, se
extravía en sus amores y deseos, se descubre más y más oscuro conforme se
dirige al fondo”, dice el texto de contratapa. Aquí un poema:
Mar
Amo el mar porque se parece a mí.
Bajo la piel tiene barcos devastados,
botellas rotas
y anclas que no levaron.
Se enfurece si la luna tiembla
la ausencia de las estrellas.
El mar es lejano, oscuro y lo amo
porque nunca habla
ni tiene piernas, ni billetera,
porque es el mismo grito rompiéndose en
la piedra.
Amo el mar de una caleta,
de un cigarrillo confundiéndose en la
niebla,
el mar que oxida ventanas,
que vuela su prisa por golpear
el día en mi puerta.
Brayan Rojas Osores (Ica, 1990) tiene
dos plaquetas pulcramente editadas: Buque
de primavera y Recamara de flor.
De esta última, extraemos este breve poema:
IX
Paso la vida como una isla a ciegas
una flauta de hueso
es suficiente
para describir el abandono de mis huesos
la arena llora
amables cangrejos de todas las edades
una mujer de la que nadie habla
dibuja sus labios en el agua
para que los bese.
Como
errante que no quiere nada (Paracaídas, 2016) de William Siguas
(Cañete, 1990). “Las palabras surgirán como herramientas útiles para remover
los pliegues donde se ocultan, reunidos desde hace tanto, recuerdos familiares,
experiencias personales, deseos y perdidas”, se dice del poemario. Aquí va una
muestra.
Juglar
Cantor desde antes y en lengua popular,
extraje cantos de Roma
como cantos de amor.
La belleza para mí fue incluir lo
profundo de la vida,
las cosas simples, complejas, parecidas
al laberinto.
Anillé mis pliegos de la boca y los
dediqué a un dios
porque nosotros nunca hemos escrito,
solo sentimos poesía.
Lo nuestro ha sido un largo sonido sin
conexión,
siempre celoso de aquellos que pueden
escribir.
Soy intermediario entre musas y
semidioses,
entre ninfas y hombres.
Nunca podre escribir un verso,
por condena me toca cantar.
Gonzalo Valderrama (Cusco, 1978) trae su
reciente publicación, el libro objeto Canciones de radio. Aquí un fragmento:
“escucho/ en este aguacero/ en esta retirada/ las viejas canciones de radio/ las
tonadas pegajosas/ imagina que a veces camino/ con una radio colgada
del hombro/ como se caminan las pampas/ desoladas/ donde
no hay gente/ solo ichu y viento”.
Mipibaal
(Editorial
Bracamoros, 2016) de Carlos Ríos Moreno (San Martín), es un poemario “arraigado
en la tradición bíblica y la poesía mística”. Va este poema.
Níspola
Ardiente
El alce almizclero,
muy seguro de sí,
llama a su especie,
pero los hombres,
atávicos en su desprecio,
hacen de mí
un ángel,
refriegan mi cuerpo
apenas enterados
que una níspola ardiente
me consume.
¿Acaso alguien puede desear
esa figura al sol?,
se preguntan.
No adoro mi rol
pero el sueño
de Priapo
cabalga desbocado
por mis muslos.
Una
hoguera bajo el agua (Lustra Editores) de Víctor Guillen
(Lima, 1958). El es autor de poemarios como 9
ventanas y otros poemas y Sin camino
ni espejo. Aquí un fragmento: “Bob Dylan lo dijo cantando:/ la respuesta está en el viento/ el
viento que dejas atrás/ sumido en transparencia irreal/ y envuelto en redondez
de orbe/ y la mano/ la mano sobreviviente/ del cuerpo/ yace sin su par/ ni
instrumento/ y en cada dedo siniestro/ apaga su música y verbo/ en cuanto
llegas/ y llegas a tu cita ineludible/ de las nueve y nunca/ ya no con la
velocidad/ de una liebre/ sino como alma que lleva el diablo”.
El poeta
y el sapo
(Editorial Bracamoros, 2016) de Mario Ávila Rubio. De él ha escrito el poeta y
crítico Raúl Jurado: “Ávila Rubio sabe que la poesía
se lee con otros ojos, que se siente en la fragilidad de un “corazón de bambú”,
que camina como el ciempiés bailando bajo el sol. Sabe que el poeta tiene
necesidad de mantener un silencio prolongado que solo se rompe cuando una nueva
víbora nos regala manzanas de flama y lujuria para volver a escribir un nuevo
libro y publicarlo. Ávila sabe que el poeta es un gato-tigre, un atoq enamorado
del silencio de la escritura.” Aquí un poema del libro que acaba de publicar
luego de treinta años en que publicara La
canción de los topos.
Galileo
“La mañana es hermosa”
escribió el aprendiz,
y le cayeron encima
las observaciones
de su preceptor.
“La principal tarea del poeta
_ dijo _
es evitar los lugares comunes”.
Y corrigió:
“La mañana es una dama enamorada”.
Después miró a su discípulo,
quien lo aprobó con una sonrisa.
Mas, luego
dijo entre dientes:
“Cierto,
pero sigue siendo hermosa”.
Por último, el poderoso poemario Prooémium mortis del conocido poeta,
traductor, editor y promotor cultural Renato Sandoval. Con este libro se hizo
del Premio Copé de Bronce de la XVII Bienal de Poesía 2015. “Entonces el punto/
la escueta cava del encanto/ el norte imbuido en su propia especie/ a tientas
en el umbral de la razón no concebida/ el murmullo de las manos replegadas
contra la mente/ un escozor en una palma y un orificio en la otra/ por donde se
cuelan todos los talentos/ el munífico saber de los más débiles/ crepitando
azules entre las llamas del despojo/ a ciencia cierta o desierta/ la voz en su
ola de aliento y deseo/ como la afrenta en su día más plano/ o la desidia
empozada sobre la cuesta no vista y sin palabras”; así inicia este libro que
dialoga con veinticuatro filósofos que se reunieron en el siglo XI en un
simposio para dar cada uno su propia definición de la divinidad.
Una de las mejores cosas de mi
experiencia en el II Festival de Poesía “Poetas en la Arena” fue el taller que
di en la Biblioteca. Más que un taller fue una charla con un público compuesto
de niños, hombres y mujeres, de todas las edades, y donde escuché la poesía de
distintas generaciones de iqueños que llegaron libremente a ese oasis de la palabra
y el espíritu, del conocimiento y del éxtasis.
Lunes,
3 de octubre de 2016.
Calle
NN.
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