martes, 20 de septiembre de 2016

“EL HACEDOR DE LLUVIA” POR MIGUEL ILDEFONSO.



“EL HACEDOR DE LLUVIA DE VEDRINO LOZANO ACHUY”

Por: Miguel Ildefonso

Vedrino Lozano Achuy (Tarapoto, 1981) ha publicado su quinto poemario El hacedor de lluvia (Summa, 2016). Luego de entregarnos su lírica en Bálsamo de cenizas o Shadowplay. Diario de Ian Curtis, y con novelas infantiles como Matías y las sonrisas perdidas, entre otras publicaciones, nos lleva ahora al mundo amazónico. En el prólogo el poeta y editor Harold Alva dice: “Tengo la sensación que Vedrino Lozano necesitó volver a su tierra (Tarapoto) para cerrar un ciclo. ‘El hacedor de lluvia’ es un libro de profunda poesía que pone los puntos sobre las íes a lo que el autor inició con ‘Bálsamo de cenizas’, hace quince años, cuando apenas frisaba los 19. (…) el viaje con el ayahuaskha, la incorporación de dialectos amazónicos, la fauna con la que sostiene a sus personajes, son los recursos con los que Lozano, a sus 35 años, ha logrado construir un libro sagrado.”

Vedrino, ciertamente, nos trae poemas que nacen de la experiencia sublime de habitar los ríos, el monte y la selva amazónica. Hay un anhelo de transmitir la sabiduría milenaria, sus tradiciones, pero también de conectarse libremente con ese mundo interior, lo cual lo logra poéticamente a través de la memoria familiar, de personajes familiares y de los habitantes no solo humanos (el hombre pájaro, el katawa, los abuelos, Guillermo, Berenice).

En apenas catorce poemas logra situarnos en este viaje de búsqueda, encuentros y entrega principalmente a la naturaleza. “Imagino que debe dolerte mucho el corazón/ ahora que los hombres han olvidado quién eres”, nos dice en uno de los primeros poemas, iniciando así el despojamiento necesario de lo perentorio, para ir luego adentrándose en lo esencial.  

“Domestícame para ser uno con el sol”, dice la voz poética y utópica de este hacedor de lluvia, de agua regenerativa, de vida y esplendor. Vedrino nos presenta un libro que nos remite a  voces como la de Josemári  Recalde, con Libro del Sol, o de las prosas de César Calvo, por nombrar a autores de la urbe que, en su tiempo, se conectaron con el mundo selvático. Aquí un poema:

A la memoria de J.G.R.

Mal he comenzado la semana. Adolorido y sollozando
como un niño al recuerdo de mi abuelo, hombre tacaño
y de tez tostada por el maíz.

Sentado en su perezosa remienda las roturas de su piel.
unas arrugadas manos zurcen con gran destreza sus
pies, sus brazos y la extensión de su lengua.

Cuán semejantes pueden llegar a ser el cuero con la piel.

He comenzado mal la semana. Ebrio y melancólico,
aferrándome al deseo de convertirme en zapatero.

Siempre quise ser zapatero, no lo niego. Quizás porque
una parte de mí aún habita en ese pueblo fantasma
donde las luciérnagas migran al hacer la noche.


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